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Iquitos, Loreto/Maynas , Peru
- Nací en el departamento Ica, Provincia Palpa, Distrito Río Grande, Caserío "San Jacinto", 1941. Egresado de la UNM "SAN MARCOS", Facultad Educación, especialidad de Filosofía y Ciencias Sociales, Docente Facultad Ciencias de la Educación y Humanidades-UNAP. Colaboro en: - Diversas revistas que se publican en Iquitos DISTINCIONES •PALMAS MAGISTERIALES, Grado de Maestro •PREMIO NACIONAL DE EDUCACIÓN “HORACIO”, 1991, Derrama Magisterial. •PREMIO NACIONAL EDUCACIÓN, “HORACIO”, 1992, Reconocimiento Especial •DIPLOMA RECONOCIMIENTO DE LABOR POR PUEBLOS INDÍGENAS- AIDESEP •PREMIO NACIONAL I CONCURSO NACIONAL LIT. INFANTIL, ÁREA EXPR. POÉTICAS, MED •RECONOCIMIENTO MÉRITO A LA EXCELENCIA Y PRODUCCIÓN INTELECTUAL -UNAP. . Reconocimiento con la distinción "LA PERLITA DE IQUITOS", UNAP (2015), Reconocimiento por SEMANA DEL BOSQUE, Sub-Ger. Prom. Cultural, GORE LORETO., Condecorado con orden "CABALLERO DEL AMAZONAS" por el GORE LORETO (06.07.16), condecorado con la orden "FRANCISCO IZQUIERDO RÍOS", Moyobamba, San Martín (24-09-2016). Palmas Magisteriales en grado AMAUTA (06-07-17) MINEDU. DIPLOMA DE HONOR, por Congreso de la República. 21-03-2019

viernes, 18 de noviembre de 2016

La interculturalidad como principio en la nueva educación (*)

Gabel Daniel Sotil García
Desde que se diera la ley 28044, Ley General de Educación (2003), se estableció que uno de los principios que debería regir al sistema educativo nacional sería el de INTERCULTURALIDAD.
Por su parte, la nueva ley que rige la dinámica de la educación superior, Ley 30220 (2014), también dispone, entre otros, que el principio de interculturalidad debe estar presente en el desarrollo de la educación universitaria.
Pero, ¿qué es la interculturalidad? ¿Por qué es necesaria para nuestra educación? ¿Qué repercusiones tiene en la dinámica sociocultural de nuestro país y región?
Para tener una comprensión de su naturaleza y rol, tenemos que partir del reconocimiento de que nuestra especie, a la que denominamos Homo Sapiens, se distribuye sobre la faz de nuestro planeta en diversidad de culturas, productos de la interrelación de los grupos humanos con sus respectivos entornos ambientales; diversidad que tiene un valor intrínseco según la UNESCO, pues vale en sí misma, siendo la mayor creación de la humanidad, con lo cual expresa su vocación esencial: la diversidad como norma de concreción.
Pero, es el caso que, infelizmente, a lo largo de nuestro devenir prehistórico e histórico, las relaciones entre los diversos mundos culturales no han sido pacíficas, respetuosas de las diferencias.
Al contrario, en la mayoría de los casos en que han entrado en contacto culturas diferentes, la beligerancia se ha impuesto como norma de relación, con consecuencias desastrosas para ambos bandos. Confrontación a causa de una natural y espontánea actitud: el etnocentrismo: toda cultura se auto percibe como superior respecto a las otras culturas.
El punto culminante de estos enfrentamientos fueron las dos fatídicas guerras mundiales en la primera mitad del Siglo XX.
Es a partir de dichos acontecimientos que las mentes más lúcidas de las propias naciones que se habían enfrentado y ante la comprobada inutilidad del desastre causado, se reúnen en un foro multinacional y pluricultural para elaborar un acuerdo que pusiera las bases para una convivencia pacífica y respetuosa de las diferencias y para buscar soluciones a los conflictos entre países sin recurrir al enfrentamiento bélico.
Es de este foro multinacional que nace la DECLARACIÓN UNIVERSAL DE LOS DERECHOS HUMANOS, promulgada en 1948, en la que se precisan los derechos que todo ser humano tiene desde que nace. Entre ellos, el de la pertenencia cultural.
Luego, en 1976, se habría de promulgar la DECLARACIÓN UNIVERSAL DE LOS DERECHOS DE LOS PUEBLOS, a la que le seguirá el CONVENIO 169 –OIT, en 1989. En 1993 se reunirán los países en el marco de la CONFERENCIA MUNDIAL DE DERECHOS HUMANOS, donde se reafirma que “Los derechos humanos y las libertades fundamentales son patrimonios innatos de todos los seres humanos”.
Y en el año 2001, la UNESCO promulgaría la DECLARACIÓN SOBRE DIVERSIDAD CULTURAL, a la que le seguiría la DECLARACIÓN DE LAS NACIONES UNIDAS SOBRE LOS DERECHOS DE LOS PUEBLOS INDÍGENAS en el 2007, que sería seguida por el INFORME MUNDIAL DE LA UNESCO: INVERTIR EN LA DIVERSIDAD Y EL DIÁLOGO INTERCULTURAL, en el 2009.
Como puede verse, este conjunto de documentos normativos de carácter supranacional y orientador, pero no vinculante, expresa una gran preocupación por evitar toda posibilidad de confrontación entre pueblos y culturas, teniendo una clara direccionalidad: convencer y orientar a la humanidad de que todos somos iguales, teniendo los mismos derechos, que la paz es el ambiente más estimulante para nuestro engrandecimiento como especie y que nuestros conflictos no tienen que ser solucionados mediante el uso de la fuerza.
En consecuencia, se hace necesario educarnos en el pleno reconocimiento de esta igualdad esencial de los seres humanos y orientarnos a la práctica de un nuevo tipo de relaciones entre los individuos y entre las culturas, a pesar de nuestras diferencias aparenciales.
Si bien es verdad que aún no se logra este ideal, es cada vez más evidente para toda la humanidad “…que el respeto de la diversidad de las culturas, la tolerancia, el diálogo y la cooperación, en un clima de confianza y de entendimiento mutuos, son uno de los mejores garantes de la paz y la seguridad internacionales.” (Declaración Universal de la UNESCO sobre la diversidad cultural).
En el caso de nuestro país, se ha establecido que nuestra diversidad cultural, en la actualidad se expresa en la existencia de, por lo menos, 54 culturas, la mayoría de las cuales se encuentra en nuestra región amazónica y tiene un origen milenario. Sí, objetivamente milenario. Ellas son las culturas originarias.
Sin embargo, es necesario que puntualicemos que, por razones estrictamente de carácter político, es decir del ejercicio del poder, las relaciones actualmente vigentes que se han establecido entre estas culturas no son armoniosas, respetuosas unas de otras.
Todo lo contrario: entre las originarias y la que tiene el poder político, que es la mestiza, hay toda una relación confrontacional, conflictiva, en detrimento de aquéllas, que se inició en el momento mismo en que entraran en contacto el mundo eurógeno con las culturas originarias. Anima esta relación un propósito homogeneizante, para hacer desaparecer a las culturas ancestrales, bajo la falsa percepción de ser la causa de nuestro subdesarrollo, razón por la cual, desde el inicio de esta relación los gobernantes tuvieron como propósito la castellanización, evangelización y modernización (europeización) de los pueblos indígenas.
Asumido y ejercido el poder político por los miembros de la cultura de extracción europea desde una perspectiva etnocéntrica, todo el aparato estatal fue diseñado para la imposición de dicha cultura.
Luego de la época colonial, los herederos republicanos del poder político no hicieron sino continuar con estos propósitos que, bajo otras modalidades, siguen actuando solapadamente unas veces y abiertamente en otras, hasta el presente, como bien lo podemos comprobar.
El hecho de la hegemonización de la cultura mestiza viene repercutiendo en el progresivo debilitamiento de las demás culturas, tanto en lo cuantitativo como en lo cualitativo. La progresiva desestructuración del mundo indígena, la invisibilización de su diversidad, la pérdida de sus valores, por la agresividad de la cultura dominante, la difuminación de su cosmovisión, la pérdida de sus territorios, la afectación de sus modos de vida por la imposición de modelos económicos incompatibles con su medio, el deterioro de los bienes con los cuales satisfacen sus diversas necesidades por la satisfacción de las demandas del mercado internacional (extracción de gas, oro, petróleo, narcotráfico), el fortalecimiento del extractivismo mercantilista como única forma de explotación de los recursos naturales, la imposición de sistemas lingüísticos totalmente ajenos a sus necesidades de comunicación, etc., son consecuencias negativas más que evidentes de esta organización vertical que ha adoptado el país.
Frente a ello se vienen alzando voces de protesta de diversas procedencia: las dilucidaciones sociales, los diversos análisis culturales, políticos, etc. de nuestra situación actual, hechos por pensadores y científicos sociales, insignes y comprometidos, el reclamo cada vez más airado de las organizaciones representativas de los pueblos originarios, las presiones provenientes de los acuerdos internacionales a los que ha tenido que adherirse nuestro país, han posibilitado el darnos cuenta que mucho de dicha situación se debe al tipo de relaciones vigentes entre las diversas culturas al interior de nuestro país.
Es este reconocimiento o toma de conciencia el que nos viene impulsando a promover una nueva forma de relación entre nuestras diversas culturas, relación en cuyo marco cada peruano y cada pueblo se perciban en un nivel de igualdad, que se exprese en un comportamiento respetuoso de las herencias culturales de los demás. En que cada peruano se sienta un valor en sí mismo por el hecho de pertenecer a una determinada cultura con la que se identifica, como el agua de un manantial.
Es ésta la relación que se denomina INTERCULTURAL: una relación en la que se expresa el orgullo de pertenencia y el respeto hacia la diferencia. Es decir, vigencia de la tolerancia ante la diversidad de formas de ser y actuar.
Esta relación tiene en el diálogo intercultural su óptimo instrumento de concreción. El diálogo intercultural “no supone abandonar las convicciones propias, sino mantener una actitud de apertura de espíritu. Debe contemplarse como un proceso complejo, siempre abierto y sin fin.” (Invertir en la diversidad cultural y el diálogo intercultural, UNESCO)
Ahora bien, esta relación tiene que ser un constructo social, un producto de la creación del conjunto de pueblos existentes en nuestro territorio. En su concreción tienen que participar todas las culturas involucradas, a corto, mediano y largo plazo.
Por esta razón es que se ha visto que el mejor vehículo para llegar a ese estado ideal es la EDUCACIÓN. Pero no cualquier educación, sino una educación ex profesamente diseñada para lograrlo.
No la actual, por cierto.
Esa educación es la que se viene denominando Educación Intercultural, en cuyo marco doctrinal los educandos sean formados para el respeto de las diferencias culturales, que acepten que la diversidad es una oportunidad que tienen los pueblos para construir un mejor entendimiento. Que ella entraña el esfuerzo común de aprender a mirarse como miembros de la especie humana, tanto como a un mundo de valores compartidos que deben ser respetados, tolerados, como expresión de riqueza que debemos perfeccionar en un marco de convivencia pacífica.
Por cierto que esto implica reorientar la actual educación vigente en nuestro país: capacitar al profesorado en esta nueva perspectiva, reestructurar el currículo, incorporando nuevos contenidos pertinentes a dicho propósito, modificar las normas organizativas de las instituciones educativas, etc. Es decir, cambiar la praxis pedagógico-didáctica desde la intimidad de las aulas de clase.
Debemos tener en cuenta que la Interculturalidad no es solo un concepto o un dato frío de la realidad, sino fundamentalmente, un valor, una actitud, que debemos construir y asumir individual y socialmente, con la que debemos afrontar una nueva dinámica en nuestro país y región para lograr su desarrollo en la plenitud de su significado. De su concreción ha de emerger la más auténtica democracia: la democracia intercultural, una forma superior de vida social para la satisfacción plena de nuestras necesidades.
Reconocemos, con ello, que desde nuestra región amazónica estamos en la obligación de contribuir con la construcción de este proceso que ha de permitir llevar a nuestra humanidad a un nivel superior de su desarrollo espiritual.

(*) Tomado de: http://www.amazonia.org.pe/revista-n%C2%B0-10-octubre-de-2016/la-interculturalidad-como-principio-en-la-nueva-educaci%C3%B3n

EN TORNO A LA EDUCACIÓN INTERCULTURAL

Más reflexiones sobre nuestra educación
Gabel Daniel Sotil García

Una condición indispensable para el logro de nuestro desarrollo como región y como país es que logremos consensos mínimos que nos permitan plantearnos metas o propósitos compartidos.

Considerando que nuestra  región posee como característica una prodigiosa diversidad de culturas y, por ende, con diversidad de lenguas, lo mínimo que podemos hacer socialmente  para hacer realidad dicho propósito es promover las más óptimas relaciones entre todas las culturas, en especial las que establece la cultura dominante (mestiza) con las originarias.

Por cierto que esta exigencia no se logra de la noche a la mañana o por obra de milagros de alguna deidad. Ella  tiene que ser producto  del esfuerzo compartido que hagamos, entre otras, instituciones rectoras de las fuerzas psicosociales de una comunidad como lo es la Escuela, en donde las nuevas generaciones aprendan a relacionarse armónica, respetuosamente a pesar de sus diferencias culturales, reconociéndose miembros de una única especie: HOMO SAPIENS, que se vierte sobre la faz de la Tierra en diversidad de formas de actuar, ser y sentir.

Es a esto lo que denominamos EDUCACIÓN INTERCULTURAL y que tiene en el DIÁLOGO INTERCULTURAL su instrumento de mayor trascendencia sociocultural y política.

Pero, ¿qué es la educación intercultural? ¿Por qué es necesaria para nuestra educación? ¿Qué repercusiones tiene en la dinámica sociocultural de nuestro país y región?

Debemos partir del reconocimiento de que, a lo largo de nuestro devenir prehistórico e histórico, las relaciones entre los diversos mundos culturales no han sido pacíficas, respetuosas de las diferencias. Al contrario, en la mayoría de los casos en que han entrado en contacto culturas diferentes, la beligerancia se ha impuesto como norma de relación, con consecuencias desastrosas para ambos bandos. La causa de esta confrontación siempre ha sido una natural y espontánea actitud: el etnocentrismo: toda cultura se auto percibe como superior respecto a las otras culturas y, por ende, con derecho a ser dominante.

El punto culminante de estos enfrentamientos fueron las dos fatídicas guerras mundiales en la primera mitad del Siglo XX.

Es a partir de dichos acontecimientos que las mentes más lúcidas de las propias naciones que se habían enfrentado y ante la comprobada inutilidad del desastre causado,  se reúnen en un foro multinacional y pluricultural para elaborar un acuerdo que pusiera las bases para una convivencia pacífica y respetuosa de las diferencias y para buscar soluciones a los conflictos entre países sin recurrir al enfrentamiento bélico.

Para ello,  se hace necesario educarnos en el pleno reconocimiento de esta igualdad esencial de los seres humanos y orientarnos a la práctica de un nuevo tipo de relaciones entre los individuos y entre las culturas, a pesar de nuestras diferencias aparienciales.

En el caso de nuestro país, se ha establecido que nuestra diversidad cultural, en la actualidad se expresa en la existencia de, por lo menos, 54 culturas, la mayoría de las cuales se encuentra en nuestra región amazónica y tiene un origen milenario. Sí, objetivamente milenario. Ellas son las culturas originarias.

Sin embargo, es necesario que puntualicemos que, por razones estrictamente de carácter político, es decir, del ejercicio del poder, las relaciones actualmente vigentes que se han establecido entre estas culturas no son armoniosas, respetuosas unas de otras.
Todo lo contrario: entre las originarias y la que tiene el poder político, que es la mestiza, hay toda una relación confrontacional, conflictiva, en detrimento de aquéllas, que se inició en el momento mismo en que entraran en contacto el mundo eurógeno con las culturas originarias.

Anima esta relación un propósito homogeneizante, para hacer desaparecer a las culturas ancestrales, bajo la falsa percepción de ser la causa de nuestro subdesarrollo, razón por la cual, desde el inicio de esta relación los gobernantes tuvieron como propósito la castellanización, evangelización y modernización (europeización) de los pueblos indígenas.
Asumido y ejercido el poder político por los miembros de la cultura de extracción europea desde una perspectiva etnocéntrica, todo el aparato estatal fue diseñado para la imposición de dicha cultura.

Luego de la época colonial, los herederos republicanos del poder político no hicieron sino continuar con estos propósitos que, bajo otras modalidades, siguen actuando solapadamente unas veces y abiertamente en otras, hasta el presente, como bien lo podemos comprobar.

El hecho de la hegemonización de la cultura mestiza viene repercutiendo en el progresivo debilitamiento de las demás culturas, tanto en lo cuantitativo como en lo cualitativo.

La progresiva desestructuración del mundo indígena, la invisibilización de su diversidad, la pérdida de sus valores, por la agresividad de la cultura dominante, la difuminación de su cosmovisión, la pérdida de sus territorios, la afectación de sus modos de vida por la imposición de modelos económicos incompatibles con su medio, el deterioro de los bienes con los cuales satisfacen sus diversas necesidades para atender las demandas del mercado internacional (extracción de gas, oro, petróleo, narcotráfico), el fortalecimiento del extractivismo mercantilista como única forma de explotación de los recursos naturales, la imposición de sistemas lingüísticos totalmente ajenos a sus necesidades de comunicación, etc., son consecuencias negativas más que evidentes de esta organización vertical que ha adoptado el país.


Es este reconocimiento o toma de conciencia el que nos  viene impulsando a promover  una nueva forma de relación entre nuestras diversas culturas, relación en cuyo marco cada peruano y cada pueblo se perciban en un nivel de igualdad, que se exprese en un comportamiento respetuoso de las herencias culturales de los demás. En que cada peruano se sienta un valor en sí mismo por el hecho de pertenecer a una determinada cultura con la que se identifica, como el agua de un manantial. 

domingo, 6 de noviembre de 2016

LA ESCUELA ESMERALDA (*)

Más reflexiones sobre nuestra educación amazónica
 Gabel Daniel Sotil García

Las piedras preciosas como la esmeralda, el diamante, etc. em­bellecen, revaloran los objetos en los cuales son adheridas, pero tienen la peculiari­dad de mante­ner su aislamiento respecto al objeto que las porta, propiedad ésta que posibilita su adhesión sin modificarse ellas mismas.

Ahora bien, si hacemos un análi­sis crítico evaluativo de la escuela actual, llegaremos a la conclusión de que ella es algo así como una hermosa esmeralda, que embe­lle­ce y revalúa los lugares (Comuni­dades) en donde se incrus­ta, pero sin establecer ninguna unión rai­gal con su entorno.

Funcionando en las diversas Co­munidades de nuestra Selva, ella más parece una piedra pre­ciosa engastada en cada una de ellas, a las que, más que servir­las, se sirve de ellas, generando en sus miembros un respeto cuasi idolá­trico  a su presencia, que impide poner en duda su necesi­dad y cuestionar los fines para los cua­les funciona.

Es así como ella ha devenido el lugar adonde va el alumno a educarse en la práctica de valo­res universales, en el manejo de abstractos culturales, en la deifi­cación del saber, en la absoluti­zación de su persona, en la teori­za­ción inocua, etc.

Como producto de ello, nuestros alumnos alcanzan su superación sintiéndose superiores porque aprenden las reglas de tránsito en donde no hay vehículos motorizados, conocen historias de príncipes y princesas en castillos misteriosos, entonan cantos a objetos desconocidos, aprenden a leer en libros con palabras extrañas que tienen que memorizar sin comprender, hacen adivinanzas referidas a objetos de los cuales tal vez nunca tendrán una experiencia directa.

Tales aprendizajes conforman a niños y jóvenes sin conocimiento de su realidad (salvo el que la Comunidad les propicia), sin cariño por lo suyo, despectivos respecto a las acciones culturales de la gente de su ambiente social, ignorantes de los problemas inmediatos, indiferen­tes ante su solución, etc. En fin, un extraño en su entorno, que sólo piensa en emigrar lo antes posible para "superarse".

Es que ella, la Escuela, viene siendo considerada un elemento ornamental, antes que funcional, en cada Comunidad. Funcionando en diversas realidades, no estable­ce nexos vitales con ellas. Impermeable respecto a la problemática local, funciona indiferente a las necesi­dades de todo tipo que hay en todas y cada una de las Comunida­des. Es ella una Escuela Esmeralda.

Como tal, ella es un producto de una antigua con­cep­ción preciosis­ta de la educación, nacida en los albores de la Época Colonial de nuestro país, a partir de la cual se inició la imposición de modelos extraños, pero concebi­dos como superiores, en nuestro quehacer educacio­nal nacio­nal.

Traída por la cultura dominante y generalizada vía mecanismos político - administrativos, ha tenido en las ciudades amazónicas los focos de irradiación más efica­ces, tanto que hoy es ésta la concepción que predomi­na en la praxis pedagógica de la Región.

Su rigidez funcional, su carácter depredatorio de las culturas regionales, su indiferencia frente a la riqueza ecológica y problemas socio-culturales de la comunidad, son las características más evidentes de esta Escuela Esmeralda. Pero, además, ella viene actuando como el terminal de un inmenso, pero invisible, ducto a través del cual las ciudades selváticas succionan la riqueza del campo, induciendo en los niños y jóvenes ribereños pseudo expectativas de modernidad que terminan trocán­dose en crudas realidades en los asentamientos urbano - marginales, que no son sino los escenarios en donde el migrante rural pierde su identidad para asumir un mundo cultural con valores distintos y contradictorios.

Con ello, el despoblamiento del campo, la disminución de la producción, el hacinamiento, la promiscuidad, los problemas psico-sociales, etc.

Si bien es cierto que no podemos, y no debemos, culpar exclusivamente a la Escuela de estas consecuen­cias, tampoco debemos dejar de asignarle una importancia significativa como elemento condicionante.

¿Cómo aceptar en la Selva, nuestra Selva, una Escuela en donde uno de los grandes ausentes es el Bosque, en donde no hay historia regional y en donde se ignora el patrimonio cultural nativo?
¿Una escuela que ignora los problemas de salud, de alimentación, de organización, etc. de su comunidad? ¿Una escuela que no contribuye a elevar los niveles de conciencia de los problemas que afectan a los poblado­res?, ¿que restringe su acción a sólo las necesidades cognosciti­vas de sus alumnos?

No.

En la Selva se necesita una Escuela que sea parte del Bosque. Por cierto que no de la denotación física del bosque, sino de la connotación cultural que tiene el bosque en esta realidad. Se necesita una Escuela que sea el fruto del esfuerzo creador que está adormilado en nues­tras comunidades. Adormecimiento, precisamente, producido por la actual Escuela, esa Escuela Esmeralda que tan linda se la ve en muchos poblados, pero que tan indife­rente y distante se muestra respecto a los mismos.


(*) Tomado de "Escuela Árbol, una propuesta de educación para la selva", IIEHAP, Iquitos, 2016.

viernes, 4 de noviembre de 2016

EN TORNO A LA HUELGA DE DOCENTES UNIVERSITARIOS

Hechos y reflexiones frente a la huelga de docentes universitarios

Gabel Daniel Sotil García

Los docentes de Educación Superior Universitaria nos encontramos en huelga.

La huelga es un derecho reconocido y establecido por nuestra Constitución Política (Art. 28°). Con ella expresamos nuestras protestas y reclamos frente a las injusticias que se nos infieren burlando nuestras conquistas laborales.

Como es el caso de estos momentos; pues habiendo sido dispuesta la HOMOLOGACIÓN de nuestros haberes por la Ley 30220, nueva Ley Universitaria, promulgada en julio del 2014, respecto a las remuneraciones de los Magistrados Judiciales (Art. 96: “Las remuneraciones de los docentes de las universidades públicas se homologan con las correspondientes a las de los Magistrados Judiciales”), hasta el momento, y pese al tiempo transcurrido y nuestras gestiones pertinentes, no se nos hace efectivo este derecho.

Cabe puntualizar que este derecho a la homologación ya fue reconocido y efectivizado al amparo de la Ley 23733 (Art. 53°), precedente de la actual ley universitaria.

Por ello es más incomprensible esta reticencia del Estado Peruano a dar cumplimiento a sus propias disposiciones, pues la Ley 30220 fue sancionada por el poder legislativo y promulgada por el ejecutivo. Es decir, el Estado desacata su propia disposición. O dicho de otra manera: el Estado peruano burlándose de sí mismo.

Superficialmente mirado este hecho (la negativa del Estado a dar cumplimiento a su propia disposición) podría significar una falta de voluntad política del Estado Peruano para atender las demandas del magisterio universitario o carencias de disponibilidad presupuestaria; pero, puede ser que se deba a otras razones.

¿Cuáles podrían ser algunas de dichas razones?

Veamos, en modo especulativo, cuáles podrían ser.

Podríamos suponer que los funcionarios del gobierno ignoren que los países que hoy ostentan la condición de desarrollados, la han logrado a partir de la educación, por cierto que no de cualquier educación, sino de una educación universitaria ex profesamente diseñada para generar el mejoramiento progresivo de la calidad de vida social, a partir de las cualidades inducidas a los profesionales en formación por un equipo de docentes plenamente motivado por condiciones estimulantes.

Podríamos conjeturar que desconozcan que para ello sus respectivos gobiernos tuvieron que destinar grandes recursos en docencia, infraestructura, equipamiento, etc., pues tuvieron que reconocer una ley socioeconómica: a mejor educación, mayor desarrollo; no a la inversa.

Precisamente es eso lo que reclamamos los docentes universitarios: oportunidad de contribuir, de mejor manera, al mejoramiento de la calidad de vida de nuestro país. Poner nuestros mejores esfuerzos para generar condiciones que garanticen un indetenible proceso de mejor satisfacción de las necesidades sociales, que es lo que se llama desarrollo.

Si hoy nuestro país presenta déficits en sus niveles de vida social es, precisamente, porque no está atendiendo adecuadamente a la formación de sus profesionales: en las áreas y características pertinentes.

Cuanto más se restrinjan los parámetros de calidad formativa de nuestros futuros profesionales por motivos presupuestarios, menores posibilidades formativas tendremos los profesores universitarios para estimular ese enorme potencial que llevan los estudiantes a las aulas formativas.

En consecuencia, nuestra lucha no se circunscribe a mejorar nuestras remuneraciones que, por lo demás, es motivo de disposición de la ley vigente, sino que hemos asumido a plenitud  nuestro reconocimiento de que los límites para nuestro desarrollo están definitivamente determinados por los linderos que la propia educación establece. Nunca el desarrollo de una sociedad podrá sobrepasar los límites de su propia educación. Otra ley socioeconómica que se quiere desconocer. En consecuencia, se necesita de una condición previa: mejorar la educación para generar desarrollo.

Querer desarrollarnos como sociedad, por lo tanto, exige transformar a la educación en el instrumento que, por lo demás, siempre se ha reconocido: sin educación pertinente nunca lograremos el anhelado desarrollo, en el sentido de crear condiciones propicias para generar oportunidades de desenvolvimiento de nuestras capacidades socioculturales y biopsicológicas.

Los maestros universitarios somos conscientes de ello: sin una adecuada educación jamás tendremos el desarrollo que requerimos, pues el camino hacia él, necesariamente pasa por los fértiles campos de la calidad formativa.

Somos conscientes, también, de que tal y como se encuentra nuestra actual universidad, ésta no es sino una entidad burocrática, repetitiva, ahistórica, sin mejores posibilidades de futuro, pero con un gran potencial de mejoramiento cualitativo que queremos activar en concordancia con los actuales momentos: regionales, nacionales y planetarios.

En consecuencia, nuestra lucha por la homologación, ya decretada en el más alto nivel legislativo, se explica por nuestro deseo de querer contribuir al desarrollo de nuestra región. 

Eso lo queremos, pero las condiciones en las que desempeñamos nuestras labores impiden que logremos ese propósito.

Unas reflexiones finales son necesarias en relación a este problema: ¿En verdad, el Estado Peruano quiere y busca el desarrollo de nuestro país?

Tenemos un país maravilloso en cuanto a recursos naturales. La naturaleza, tanto en el nivel nacional como regional, nos ha dotado de todo cuanto podríamos necesitar para satisfacer las necesidades sociales. Pero, para ello, hay que transformar esa riqueza natural en riqueza social. ¿Cómo? Formando a nuestro potencial profesional con las características que posibiliten un óptimo uso de dichas materias primas para superar el extractivismo mercantilista de carácter exportador que hoy signa la actividad económica en nuestra región. Para ello se requiere diversificar nuestros procesos productivos formando a los nuevos profesionales en consonancia con dicho propósito.

Es esto a lo que queremos contribuir como responsables de la formación de los profesionales que requiere una renovada actividad socioeconómica y cultural.
Nuestra huelga tiene esa finalidad.