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Iquitos, Loreto/Maynas , Peru
- Nací en el departamento Ica, Provincia Palpa, Distrito Río Grande, Caserío "San Jacinto", 1941. Egresado de la UNM "SAN MARCOS", Facultad Educación, especialidad de Filosofía y Ciencias Sociales, Docente Facultad Ciencias de la Educación y Humanidades-UNAP. Colaboro en: - Diversas revistas que se publican en Iquitos DISTINCIONES •PALMAS MAGISTERIALES, Grado de Maestro •PREMIO NACIONAL DE EDUCACIÓN “HORACIO”, 1991, Derrama Magisterial. •PREMIO NACIONAL EDUCACIÓN, “HORACIO”, 1992, Reconocimiento Especial •DIPLOMA RECONOCIMIENTO DE LABOR POR PUEBLOS INDÍGENAS- AIDESEP •PREMIO NACIONAL I CONCURSO NACIONAL LIT. INFANTIL, ÁREA EXPR. POÉTICAS, MED •RECONOCIMIENTO MÉRITO A LA EXCELENCIA Y PRODUCCIÓN INTELECTUAL -UNAP. . Reconocimiento con la distinción "LA PERLITA DE IQUITOS", UNAP (2015), Reconocimiento por SEMANA DEL BOSQUE, Sub-Ger. Prom. Cultural, GORE LORETO., Condecorado con orden "CABALLERO DEL AMAZONAS" por el GORE LORETO (06.07.16), condecorado con la orden "FRANCISCO IZQUIERDO RÍOS", Moyobamba, San Martín (24-09-2016). Palmas Magisteriales en grado AMAUTA (06-07-17) MINEDU. DIPLOMA DE HONOR, por Congreso de la República. 21-03-2019

lunes, 31 de agosto de 2009

PARA QUE LA AMAZONÍA SEA RECONOCIDA Y VALORADA POR LOS PERUANOS




Reflexiones para la diversificación curricular (7)


Gabel Daniel Sotil García

Las consecuencias que hemos puntualizado no son, por cierto, frutos del azar. Ellas son los efectos ineludibles, lógicos, de las políticas decididas e implantadas por los sucesivos gobiernos nacionales (ahora también por los regionales), que han venido condenando a esta región amazónica a una especie de un clandestinaje en la dinámica nacional, cuya reversión requiere de la toma de urgentes decisiones.

Para ello debemos empezar por reconocer que la calidad de actuación tanto individual como social en nuestro entorno ecológico y sociocultural depende, básicamente, de la calidad del equipamiento cognoscitivo-intelectual y axiológico – actitudinal proporcionado por la educación, tanto la espontánea o social como la institucionalizada o formal, el mismo que se construye a lo largo de la vida de cada uno de nosotros en las diversas circunstancias a las que nos enfrentamos en la dinámica social. Lo positivo o negativo que hagamos en nuestro escenario sociocultural y ecológico depende de dicho equipamiento. Es en nuestra interioridad en donde moran las fuerzas que guían o inspiran nuestra actuación social.

En consecuencia, para la superación de las deficiencias, ya puntualizadas, que venimos evidenciando en la actuación colectiva en nuestra región y país, será necesario que las autoridades nacionales, regionales y el magisterio, en especial, tomemos las medidas adecuadas, para que, en el nivel interno, se enfatice y priorice el estudio de nuestra región y, en el externo, exigir al Ministerio de Educación que, en el currículo nacional, la selva merezca un sitial relevante, pues, con toda seguridad, a las instituciones educativas de las demás regiones no llegan mensajes de la realidad amazónica (y si llegan, lo hacen con una notable opacidad, incorrección y sesgo), con lo cual se fortalece y profundiza el más grande vacío de los peruanos respecto a la realidad nacional, pues hemos construido y estamos construyendo un Perú sin la verdadera AMAZONÍA, cuya historia, cuya diversidad cultural, cuya riqueza espiritual, cuya realidad ecológica, etc., quedan fuera de las instituciones educativas nacionales.

Más aún cuando hoy sabemos que las agresiones que inferimos al bosque amazónico tienen un efecto desencadenante de muy graves consecuencias en el sistema climático de nuestro planeta, contribuyendo a ese fenómeno global llamado calentamiento global, cuyas complejas consecuencias se evidencian en el actual cambio climático que, si no lo afrontamos con estrategias apropiadas y la urgencia pertinente, va a causarnos gravísimos, catastróficos problemas, como que ya lo viene haciendo, aunque, al parecer, para las autoridades no tienen mayor importancia.

Somos de la opinión de que, dada la trascendencia que viene adquiriendo la Amazonía, tanto para nuestro país como para nuestro planeta, ésta merezca un capítulo especial de estudio en el currículo nacional (y más, por cierto, en el regional), que nos permita, a las actuales y nuevas generaciones, conocerla, comprenderla, reflexionarla e intervenirla racionalmente a partir de la dinamización de nuevos criterios, que nos posibiliten una mejor defensa de sus intereses supremos como unidad sociocultural y ecológicamente diversa.

Nos urge, pues, que socialmente nos aboquemos a superar ese cruel e incomprensible clandestinaje al que la hemos condenado.

Labor reivindicativa que, ineludiblemente, debe comprender el diseño y la implementación de una nueva educación, que tenga como propósito la formación de una nueva imagen de nuestra región que responda plenamente a su realidad, para actuar desde ella con nuevos instrumentos intelectuales y axiológico-actitudinales.

Es en este sentido que proponemos a los actuales Gobiernos Regionales amazónicos que, en sus respectivos ámbitos jurisdiccionales, prioricen el conocimiento extenso e intenso de la realidad amazónica en toda su complejidad, como base para desarrollar actitudes de valoración, respeto y preservación de su patrimonio material y espiritual.

Como correlato necesario, el Ministerio de Educación debe incorporar, como componente de sus políticas educacionales, con carácter de máxima prioridad, que el currículo nacional comprenda la formación de toda la niñez y juventud peruanas en el conocimiento de la realidad amazónica, como requisito para lograr una nueva y sólida identidad nacional, en el marco de un futuro concebido para hacer nuestras vidas bajo la sombra protectora de los árboles del bosque y no sobre sus quirumas y escombros, futuro que sólo podremos construir a partir de un currículo pleno de Amazonía.


Foto del autor. Cruzando el Amazonas



sábado, 8 de agosto de 2009

CONSECUENCIAS DE LA MARGINACIÓN DE LA AMAZONÍA EN LA EDUCACIÓN NACIONAL


Reflexiones para la diversificación curricular (6)

Gabel Daniel Sotil García

Hoy vemos, con mucho dolor, cómo se deforestan extensas superficies de bosque para extender la frontera agrícola y ganadera bajo el supuesto de que tumbar bosque es generar riqueza; cómo se contaminan nuestros ríos y cochas; cómo se extinguen nuestras especies florísticas y faunísticas sin siquiera haberlas estudiado, abandonadas o entregadas a la voracidad mercantilista, generalmente exportadora, de dueños de capitales foráneos que se nutren de dicha destrucción.

Extensas superficies forestales son depredadas a sabiendas de que sólo brindarán frutos pocos, muy pocos años, luego de los cuales serán abandonadas por la irrecuperable pérdida de su fertilidad, pasando a engrosar los suelos en proceso de desertificación, que ya llegan a millones de hectáreas en su incontenible expansión. Con ello no sólo perdemos árboles, sino también perdemos suelos, biodiversidad, agua en los ríos y cochas, evaporación, lluvias, regularidad climática, belleza paisajística, atractivos turísticos y cuanto servicio forestal nos brinda el bosque, servicios a los cuales no les brindamos ninguna importancia, pues nunca nos enseñaron a valorarlos en la actual educación. Así como también afectamos la existencia de los diversos Pueblos Indígenas, hoy empujados inexorablemente a su extinción, pues por la naturaleza de sus culturas el bosque les es indispensable para seguir siendo lo que son.

Las instituciones que podrían generar profundos cambios en esta percepción, en especial las educacionales, vienen siendo prisioneras de la inercia, el conformismo, el anquilosamiento. Su falta de agresividad las hace cómplices de esta situación tan negativa para los intereses regionales, pues con la ignorancia sólo se busca acondicionarnos para la expoliación o arrebato de nuestras materias primas, aprovechando nuestra indiferencia inducida mediante muy eficaces mecanismos de dominación psicológica.

Hasta el momento, como bien sabemos, el Ministerio de Educación viene imponiendo un currículo que ni lejanamente responde a nuestras demandas de desarrollo coherente con nuestras características y potencialidades, valiéndose, entre otros, de la elaboración y distribución, excluyentemente, de un material que responde a su visión homogeneizadora a nivel nacional (el mismo material para todos), en cuyo contenido las referencias a nuestra región son escasas o tergiversadas, que no permitiendo que los educandos de todo el país, incluso los de nuestra propia región, tengan apropiados conocimientos, en calidad y diversidad, y desarrollen actitudes positivas respecto a la Amazonía.

Ello a pesar de que en nuestra propia región hay ya una vasta producción bibliográfica, tanto científica como tecnológica y humanística (literaria, histórica), referida a ella en sus diversos aspectos que es minusvalorada o ignorada por dicho Ministerio, prisionero del centralismo y víctima de su impertinencia; con lo cual ratifica su falta de idoneidad para administrar nuestra heterogeneidad sociocultural y ecológica, tanto nacional como regional, incapacidad demostrada hasta la saciedad en estos últimos ciento ochentiocho años.

Por su parte, los gobiernos y autoridades regionales amazónicas, más allá de meras declaraciones, en su actuar revelan no estar comprometidas con la defensa de nuestra región en lo ambiental, en lo cultural, en lo social, en lo político, pues no están haciendo todo cuanto debieran y pudieran hacer.

Ello porque no han asumido a la Amazonía en sus múltiples connotaciones en y para nuestro país, pues, siendo la más extensa, con un imponente bosque con ingentes recursos naturales y una invalorable biodiversidad, la Amazonía es la región con mayor diversidad cultural y lingüística, es decir, toda una reserva de riqueza espiritual.

Pero, además, la Amazonía es un conjunto de mitos encubridores tejidos acerca de ella que requieren ser conocidos y analizados para ser develados mediante una educación pertinente para su respectivo desmontaje; así como también es un inmenso y profundo vacío en la mente de los peruanos, que no debemos permitir que se amplíe ni consolide.

Finalmente, es un referente de sueños, ambiciones, ilusiones y fantasías que hoy moviliza a un gran contingente de peruanos que llegan a ella con falsedades mentales, a partir de las cuales le infieren gravísimas agresiones por ignorancia, ambición e inconsecuencia, para lo cual cuentan con la pasividad e indiferencia de autoridades e instituciones.

Es, pues, la Amazonía un reto para los gobernantes de turno, nacionales y regionales, que aún no lo asumen como tal y una esperanza y un desafío para quienes vivimos en ella, que estamos en la obligación de hacerla un escenario hermoso y promisorio para nuestras vidas individuales y sociales y la de quienes nos han de suceder, más allá de engaños, olvidos, falsedades y frustraciones.

Foto del autor: Quema de bosque para ampliar frontera agrícola.




domingo, 2 de agosto de 2009

KANATARI: 25 AÑOS ESCUDRIÑANDO LA AMAZONÍA



Gabel Daniel Sotil García

Esta Amazonía que, aún hoy, no tenemos claramente visualizada, no sólo por los peruanos, sino, tampoco, por gran parte de los mismos amazónicos, ha venido haciéndose presente muy lentamente en la dinámica nacional y regional de muy diversas formas y por efecto de diversos factores.
Pero, infelizmente, esta incorporación ha sido más como escenario de imposición de decisiones exógenas y objeto de conquistas de toda índole (políticas, económicas, culturales, administrativas, etc.) que como generadora y protagonista de su dinámica y menos como objeto de conocimiento para propósitos de comprensión por parte de nuestro país y de la propia gente amazónica.

En el último medio milenio de su historia hemos sido testigos de los avatares a los que ha sido sometida en respuesta a intereses siempre teñidos del color de destrucción, para satisfacer la creciente e indetenible voracidad de quienes asumían, al margen de todo derecho (salvo el que da la imposición), su conducción siempre dirigida sólo al aprovechamiento irracional de sus recursos.

En estos momentos podemos ver a una Amazonía algo menos que marginada, más desconocida e ignorada hasta por las propias autoridades regionales (políticas, sociales, educacionales, etc.), que han asumido los mismos paradigmas mentales prejuiciosos que sustentan y delinean la concepción y actuación de las autoridades nacionales y, por lo tanto, toman sus decisiones guiadas por idénticos criterios: territorio vacío, sin más valor que el de sus recursos naturales físicos y biológicos, carente de importancia para fines de comprensión de su compleja realidad, región predestinada al saqueo y la depredación exportadora, etc.

En el documento “Amazonía Peruana: investigación para el desarrollo sostenible”, publicado por el Instituto de Investigaciones de la Amazonía Peruana –IIAP, el Proyecto FAO y el Tratado de Cooperación Amazónica, en 1998, al hacer el análisis de la percepción que la sociedad civil y científica han venido teniendo de nuestra región, estas instituciones expresan “…a falta de categorías epistemológicas para interpretar la diversidad con criterios de diferencia han atribuido a este esplendoroso universo fantasías y falacias que carga a cuestas hasta hoy y que hacen se la ignore en su verdad esencial, en la potencialidad de sus recursos singulares y en las decenas de culturas que mantienen aún, a pesar de la permanente voluntad integradora de la sociedad envolvente, sus raíces milenarias en un armónico diálogo con el hábitat.

Espacio fértil, vacío, homogéneo, pulmón del mundo, sociedades originarias obstáculo para el desarrollo, etc., han sido algunas de las voces que en el fondo han significado una ausencia de entendimiento entre el centro, entrampado en la visión lineal del occidente, y los diferentes espacios y grupos humanos que lo pueblan”.

Es este panorama de carencias cognoscitivas y conceptuales, tergiversaciones interpretativas y equivocidades de planteamientos y proyecciones el que viene sirviendo de elemento sustentador, justificador y orientador de las relaciones que todo el país viene estableciendo con nuestra región en los aspectos político-administrativo, económico, sociocultural, educacional, etc., a pesar de lo cual, ella viene, casi subrepticiamente y como a contracorriente, creándose un espacio en las mentes de la comunidad nacional y amazónica, en lucha permanente con una estructura casi inconmovible de prejuicios, si bien nacidos en otros tiempos, pero que vienen sirviendo de referentes a la hora de decidir nuestra actuación, tanto individual como institucional, en la actualidad.

Y es en este proceso de construcción mental de una nueva imagen de AMAZONÍA, que se viene operando en cada uno de nosotros, por cierto que con mayor intensidad entre quienes vivimos en sus entrañas, en donde la labor de KANATARI ha tenido y viene teniendo su mayor trascendencia formativa, pues el colectivo que lo hace posible está guiado por la convicción de que requerimos una comunidad con un referente nítido en su mente, una imagen socialmente compartida que sea el correlato coherente con nuestras características regionales; una imagen organizativa, orientadora e impulsora de nuestra actuación social, que le permita identificarse con la historia común, con la realidad actual que nos desafía por igual en el deber moral de modificarla respetuosamente, sin violentarla, para bien de todos, y con un futuro compartido en cuya construcción tenemos todos iguales responsabilidades.

Labor de construcción o, más propiamente, reconstrucción que sólo puede ser el producto de haber asumido con profunda y sólida convicción analítica, crítica, reflexiva y propositiva nuestra diversidad cultural, nuestra esencial forestalidad, nuestro pasado común enraizado en una gesta creativa milenaria, nuestro compromiso de compartir respetuosa, armónicamente, el poder entre todos los pueblos que habitamos esta región; haber aceptado que somos un espacio con grandiosas potencialidades que aún, es verdad, no conocemos a plenitud, pero que debemos aprender a dinamizar con racionalidad; haber reconocido con realista optimismo que en cada comunidad existen sólidas fuerzas psicosociales capaces de ser dinamizadas para generar el autodesarrollo. En fin, haber decidido que es nuestra obligación colectiva aprender a mirar al mundo desde nuestro bosque portentoso y construirnos una identidad multicultural que debe concretarse diferencialmente, en el marco de una auténtica democracia intercultural participativa, en cada uno de los pueblos que hoy conformamos esta grandiosa región, cuya vocación es la de seguir creando diversidad biológica y cultural.

Como consecuencia de ello es que hoy podemos, recorriendo las páginas de KANATARI, tener la certeza de que hacemos, también, un recorrido por la realidad vivencial trascendente de los últimos 25 años de vida amazónica en toda su diversidad y avizorar infinitas perspectivas potenciales para nuestras decisiones colectivas, si es que consideramos que somos capaces de crearnos un futuro en concordancia con nuestras riquezas materiales y espirituales.

Iquitos, 26-07-

martes, 7 de julio de 2009

UNA EDUCACIÓN PARA QUE EL PERÚ SE APROXIME A LA COMPRENSIÓN DE LA AMAZONÍA


Reflexiones para la diversificación curricular (5)

Gabel Daniel Sotil García

Las consecuencias de esta actitud no sólo las sufre nuestra región sino todo nuestro país, pues hoy nos percibimos, para fines de políticas de desarrollo pertinentes, sólo como un país andino y costeño; mejor dicho, nos hemos formado sin considerar nuestro inmenso e importante componente forestal.

Esta percepción excluyente, marginante de la Amazonía, ha tenido graves consecuencias para nuestro país, pues las clases dominantes han tomado decisiones siempre en el marco de esta perspectiva. Las diversas políticas de los gobiernos que vienen asumiendo el poder, expresan esta forma de percibirnos y es así, cómo, parte central de nuestras preocupaciones, es nuestro crecimiento agrario o el desarrollo de nuestra minería, razón por la cual tenemos ministerios de agricultura y de minería; pero carecemos de instituciones ministeriales encargadas de nuestro patrimonio forestal, salvo la tardía y muy reciente creación del Ministerio del Ambiente.

El centralismo omnímodo, predominante en nuestro país, nos ha impuesto una visión equívoca, falsa, de nuestra realidad nacional y, por lo tanto, las decisiones políticas que tomamos son también equívocas, pues no nos permiten afrontar nuestra realidad, con la riqueza de su diversidad ecológica y sociocultural, sino un falso supuesto sustituto de ella. Como consecuencia, tenemos la persistencia, y agravamiento en muchos casos, de los problemas nacionales.

Es decir, no sólo es nuestra región sino todo el Perú el que se perjudica con esta visión equívoca que tenemos al haber marginado a la Amazonía de la intencionalidad formativa de la educación peruana.

Es por todo ello que requerimos que la educación peruana promueva un acercamiento de todos los peruanos a las reales circunstancias de esta región, para superar los prejuicios que hasta hoy han condicionado las relaciones del resto del país con esta selva, aprendiendo a vernos, también, como un país amazónico, predominantemente forestal, pues en las dos terceras partes del mismo se extiende esa unidad ecológica que llamamos Amazonía Peruana.

Sólo entonces la mirada de los gobernantes costeños logrará ver más acá de los Andes, y valorar a nuestra región como un verdadero potencial para nuestro desarrollo nacional en el marco de una estrategia adecuada a sus características, superando la tradicional actitud de percibirla como un simple reservorio de materias primas y pueblos a sojuzgar, pues, a estar por los efectos que individual y colectivamente venimos causando en este grandioso escenario, podemos afirmar que no estamos equipados convenientemente para desarrollar una dinámica social positiva respecto a su conservación, al mantenimiento de sus potencialidades y a la defensa de sus intereses, para que siga siendo una región forestal generadora de diversidad biológica, social y cultural, como lo viene siendo hasta ahora.

Realidad trágica ésta que ha llevado al Dr. Antonio Brack Egg, insigne ecologista peruano, hoy Ministro del Ambiente, a decir que “la mayor estupidez que estamos haciendo los peruanos es talar nuestra riqueza forestal para realizar actividades agropecuarias y ganaderas”, queriendo con ello trastocar la natural vocación de nuestro bosque, que es la de seguir siendo bosque. Estupidez producto de la ignorancia y ambición mercantilista frente a nuestra realidad, agregamos.

La actuación destructiva de los últimos siglos, desplegada por quienes pertenecemos a la cultura mestiza, en toda su diversidad, evidencia que lo que hemos aprendido de ella no es lo que deberíamos haber aprendido; que lo que sabemos de ella, en toda su complejidad, no corresponde a su realidad. Es decir, nunca la hemos tomado como referente de aprendizaje.

Por ello es que hoy, en que nos es indispensable pensar nuestro futuro colectivamente (no por unos cuantos) y diseñar nuestro desarrollo para beneficio de todos los pueblos y personas que habitamos esta región (no para unos cuantos), nos encontramos con que carecemos de los conocimientos básicos, de los valores y actitudes indispensables, de las destrezas intelectuales apropiadas para abordar tan trascendente tarea social.

En verdad, aprendemos mucho en las instituciones educativas de nuestro país, sabemos bastante, casi enciclopédicamente; pero, lo que hemos aprendido y sabemos ya no nos es útil, en estas circunstancias, para pensar y pensarnos de manera distinta, si es que queremos ser autores de nuestros destinos colectivos, único camino para superar nuestra pobreza, nuestro subdesarrollo, los graves problemas que nos afectan socialmente, ambientalmente y culturalmente.

Y es que casi todo lo que hemos aprendido y venimos aprendiendo no tiene como referente a nuestra realidad; con ello, no nos capacitamos ni para conocerla y amarla y menos para transformarla constructivamente, respetando su raigal pluriculturalidad y su esencial forestalidad.

jueves, 2 de julio de 2009

EL RACISMO O LA ACTITUD DISCRIMINADORA FRENTE A LOS PUEBLOS INDÍGENAS


En torno al conflicto amazónico (2):

Gabel Daniel Sotil García


Los acontecimientos que venimos viviendo en estos últimos tiempos, teniendo como eje central los reclamos de los Pueblos Indígenas (ver Convenio 169 – OIT) de nuestra Amazonía en defensa de sus culturas y territorios y el respeto a sus derechos internacionalmente reconocidos, han tenido la virtud de evidenciarnos una de las patologías o enfermedades más graves que vienen afectando a nuestra sociedad nacional: el racismo; enfermedad ésta que adquiriera categoría de criterio de organización y relaciones sociales y trato interpersonal desde el inicio de la época colonial.

Iniciada en los albores de la misma, pasó, por aprendizaje (contagio cultural), de generación en generación. Este mal consiste en valorar al indígena (dominado) desde la perspectiva del dominador, quien es visto como portador de modos de vida atrasados, primitivos, “gentiles”, sin ningún valor ni mérito para ser considerados como cultura. Modos que, por lo tanto, deben ser cambiados por los comportamientos de la cultura occidental; es decir, la del vencedor, percibida como superior.

La perspectiva que le queda al indígena, entonces, es la de abandonar todos sus logros culturales y asimilarse, incorporarse, a la cultura de su dominador. Esta percepción etnocéntrica, es decir, desde la perspectiva de la cultura del dominante, es la que guió la acción aculturadora desarrollada en nuestra región desde la época de la conquista, acción que consistía en imponer, de cualquier manera, la nueva cultura a los Pueblos Indígenas. “El indio debe dejar de ser indio” para incorporarse a la cultura nacional (la del dominante), era la máxima de esta actitud, según la cual, ellos son los culpables de nuestro subdesarrollo, nuestro atraso como país y región. Si deseamos lograr nuestro desarrollo social, según esta forma de pensar, tenemos que hacer desaparecer todas estas manifestaciones primitivas propias de “ciudadanos de segunda categoría”, según aún expresan alto funcionarios, políticos, intelectuales, periodistas, etc.

Aún hoy hay personas e instituciones que tienen esta forma de percibir a los Pueblos Indígenas (amazónicos y andinos) y, por cierto, desarrollan sus acciones en consonancia con esta percepción. Su mayor preocupación es la de hacer que los indígenas cambien sus modos de vida: idioma, arte, costumbres, religión, forma de ser, etc., pues éstas expresarían formas de ser “primitivas”, “arcaicas”.

El ideal de estas personas e instituciones es asimilar, absorber, a los indígenas a la cultura mestiza que ellas representan. Este racismo es el que se traduce cuando una persona (periodistas, funcionarios, profesionales diversos, jueces, empresarios, personas comunes y corrientes, etc.), al referirse a las personas de alguna de las culturas originarias de nuestra región (y país), las tilda de “indio”, “cholo”, en su connotación despectiva. O cuando alguien emplea el término tribu para referirse a tales culturas. O el término dialecto para referirse a sus sistemas lingüísticos. Pero, también se expresa este racismo cuando decimos “al pueblo hay que culturizarlo” o “al pueblo hay que llevarle cultura”, bajo la convicción de que el pueblo no tiene cultura.

Pero, el racismo no sólo afecta las relaciones con los miembros de las culturas indígenas, sino también entre los integrantes de la misma unidad sociodemográfica, en cuyo interior los individuos son categorizados de acuerdo a muy diversos criterios, generando, así, un panorama social sumamente resquebrajado, fracturado, conflictivo, de jerarquizaciones subjetivas, que imposibilita la comunicación y la comprensión al interior de la sociedad nacional y regional, que, como sabemos, está integrada por personas que no sólo poseen muy diversas condiciones socioeconómicas sino, también, disímiles universos culturales.

Y es que el racismo se sustenta en la premisa “Sólo lo mío vale, lo demás no”. Es decir, lo que yo conozco o sé, lo que creo, mi forma de pensar, mis gustos y temores, la forma en que percibo el mundo, etc., es lo único que vale. Se absolutiza, así, el acervo cultural propio, en detrimento del de los demás.

Por cierto que esta forma de ser y actuar, aprendida en el marco de una colectividad, no posibilita la verdadera comunicación entre personas y menos entre Pueblos. Es el caldo de cultivo para la imposición cultural, para la fracturación social, pues impide los necesarios consensos sociales respecto a un proyecto de desarrollo regional y nacional de nuestra sociedad. Es un vector de conflictos entre las diversas culturas de nuestra región, como muy luctuosamente se ha evidenciado y seguirá evidenciándose mientras la educación nacional, en el marco de una política de estado en esta dirección, no afronte con la debida decisión la superación de esta característica nacional.

Pero esta actitud es mucho más peligrosa si quien piensa así tiene el poder político, dado que todas sus decisiones estarán dirigidas a imponer su cultura por considerarla superior y hacer desaparecer a todas las culturas consideradas inferiores. Efecto que, por cierto, no necesariamente es conscientemente buscado. Como consecuencia, los conocimientos, valores, conquistas prácticas, instrumentos, creencias, manifestaciones artísticas, etc., de los pueblos no dominantes serán despreciados, ignorados y condenados a ser destruidos. En este caso, los de nuestros Pueblos Indígenas, quienes hoy en día no comparten el poder político en nuestro país y, por lo tanto, a sus reclamos no se les reconoce prioridad en la agenda nacional.

Es esta actitud etnocéntrica, racista la que ha causado y viene causando la mayor destrucción de los legados culturales de los Pueblos Originarios (impropiamente llamados “nativos”) de nuestra Amazonía, actitud que aún subsiste en muchas personas e instituciones de nuestra región y país, empeñadas en “civilizar”, “cristianizar”, “modernizar”, “culturizar” “alfabetizar” a los miembros de estos pueblos. Es esta la actitud que viene impidiéndonos el diálogo, el mutuo respeto entre quienes vivimos en esta hermosa y rica región. Es la que impide que logremos los acuerdos necesarios para elaborar un proyecto de desarrollo social que parta del reconocimiento respetuoso de nuestra diversidad sociocultural y nos permita la construcción de una Amazonía escenario para la realización plena de los proyectos de vida de cada uno de los Pueblos que la conforman. Sin exclusiones, sin hegemonismos culturales ni políticos.

sábado, 13 de junio de 2009

¿QUÉ RECLAMAN LOS PUEBLOS INDÍGENAS DE LA AMAZONÍA PERUANA?


En torno al conflicto amazónico (1):

Gabel Daniel Sotil García

Algo muy elemental: ser reconocidos y tratados como PUEBLOS y PERSONAS, reclamo que le hacen a la Cultura hegemónica, la mestiza, en nuestro país, desde hace cinco siglos, pues los actuales conflictos no son más que la continuación coherente de otros que, a lo largo de la historia amazónica, se han venido realizando con el mismo motivo: reclamar respeto a su ser individual y colectivo, respeto al que tienen derecho, al margen de cualquier sistema político social de un país. Se entendería que más aún en el denominado sistema democrático.

Fueron, precisamente, los Pueblos integrantes del mundo cultural Jíbaro (Awajún, Wampis, Achuar, etc.) quienes se opusieron a la invasión cultural española desde el momento mismo del inicio de la conquista (siglo XVI), tal y como ya habían rechazado las incursiones de los Incas Tupac Yupanqui y Wayna Capac, un siglo antes, quienes pretendían conquistarlos imponiéndoles su visión cultural. Sucesos históricos que son, infelizmente, desconocidos por quienes nos movemos en las márgenes culturales euro-occidentales, debido a la educación excluyente dentro de la cual nos venimos formando los peruanos, y no hemos aprendido a mirar desde ni a “la otra orilla”.

Debemos tener en cuenta que, casi todos los que denominamos Pueblos Indígenas, se autodenominan con una palabra de su propio idioma que, traducida al nuestro, generalmente significa “gente”, “persona”. De tal manera que cuando a algún miembro de un Pueblo Indígena, se le pregunta por el nombre con el cual se auto reconoce, él responde “soy gente”, dicho en su idioma. Por ejemplo, si a un miembro de lo que hoy conocemos como pueblo Secoya (Siekoya), le preguntamos ¿quién es?, su respuesta es “Airo Pai”, que significa “soy gente del monte”. (*)

Es decir, tienen una absoluta convicción de su valor trascendente como seres humanos. Es ello lo que les provee de fundamentos existenciales para su elevada autoestima (que los mestizos nos resistimos a reconocer) y orgullo cultural (identidad).

Sin embargo, por efectos de la invasión e imposición cultural europea, quienes se apoderaron de los mecanismos del poder político impusieron, también, nombres para designar a los Pueblos que iban conquistando, pues no reconocían valor al nombre original. Es así que los Pueblos Indígenas comenzaron a ser denominados con palabras que les quitaban el valor de “persona”, “gente”; es así cómo, muchas de las palabras para designarlos tenían realmente significados denigrantes, insultantes (“chamas”, por ejemplo), con las cuales los conquistadores expresaban la actitud de minusvaloración que tenían frente a ellos.

Por cierto que esta actitud de los conquistadores fue general respecto a todos los Pueblos Originarios de cada continente avasallado: América (Abya Yala), Asia, África. Y no sólo respecto a su auto denominación sino a todas sus milenarias y valiosas creaciones culturales. Actitud ésta que no posibilitó valorarlos como seres humanos, condenándolos a un trato discriminatorio, minorizante, ubicándolos en categorías marginales, clandestinas, para efectos del disfrute de las conquistas humanísticas, científicas y tecnológicas de nuestra especie y de su participación en la dinámica sociocultural.

Como esta situación se ha venido agravando en detrimento de dichos Pueblos, absorbidos por países cada vez más poderosos e impositivos (inhumanos), el segmento más lúcido de nuestra especie ha venido y viene luchando por lograr que la humanidad se haga cada vez más HUMANA. Por ello es que, en diversos foros multinacionales, se han tomado acuerdos y establecido normas supranacionales con esta intención.

Entre otros, la Organización Internacional del Trabajo - OIT, reunida en Ginebra, Suiza, en 1989 adoptó los acuerdos que conforman el que hoy conocemos como CONVENIO 169-OIT, en el cual se establece, con carácter vinculante (que obliga) para los países que lo firmen, lo siguiente:
Art. 2., Numeral 1. “Los gobiernos deberán asumir la responsabilidad de desarrollar, con la participación de los pueblos interesados, una acción coordinada y sistemática con miras a proteger los derechos de esos pueblos y a garantizar el respeto de su integridad”.
Artículo 6. Numeral 1. “Al aplicar las disposiciones del presente Convenio, los gobiernos deberán:
a) consultar a los pueblos interesados, mediante procedimientos apropiados y en particular a través de sus instituciones representativas, cada vez que se prevean medidas legislativas o administrativas susceptibles de afectarles directamente;
Este Convenio fue refrendado por nuestro país en 1994. Es decir, tiene un buen tiempo de vigencia.

Por su parte, la Asamblea General de las Naciones Unidas, ha proclamado, en septiembre de 2007, la DECLARACIÓN DE LAS NACIONES UNIDAS SOBRE LOS DERECHOS DE LOS PUEBLOS INDÍGENAS, entre cuyo articulado podemos encontrar las siguientes disposiciones:
Artículo 8
2. Los Estados establecerán mecanismos eficaces para la prevención y el resarcimiento de:
a) Todo acto que tenga por objeto o consecuencia privar a los pueblos y las personas indígenas de su integridad como pueblos distintos o de sus valores culturales o su identidad étnica;
b) Todo acto que tenga por objeto o consecuencia enajenarles sus tierras, territorios o recursos;
e) Toda forma de propaganda que tenga como fin promover o incitar a la discriminación racial o étnica dirigida contra ellos.
Artículo 38
Los Estados, en consulta y cooperación con los pueblos indígenas, adoptarán las medidas apropiadas, incluidas medidas legislativas, para alcanzar los fines de la presente Declaración.

En suma, lo que exigen los Pueblos Indígenas de nuestra región es que en nuestro país se cumplan, simple y llanamente, los compromisos soberanamente asumidos y se pongan en vigencia las disposiciones de jerarquía jurídica superior.

Es decir, los Pueblos Indígenas (no “nativos”) saben perfectamente lo que reclaman, aunque ello no sea del agrado de la élite política, que sigue apegada a visiones anacrónicas, queriendo imponernos lo que es producto de su visión tergiversada de nuestra región amazónica, de acuerdo con la cual la nuestra “es una región con inagotable riqueza material”, que se debe aprovechar sin importar las consecuencias socioculturales y ecológicas.


(*) Juan Marcos Mercier, ofm: PAI y MAI, Tradición Oral Orejón y Siekoya; CETA, Iquitos, pág. 9
Foto: Niñas Achuar. Prof. Julio Trigozo

jueves, 4 de junio de 2009

05 DE JUNIO: DIA DEL MEDIO AMBIENTE


Gabel Daniel Sotil García

La avanzada tecnología inventada por la humanidad nos viene posibilitando contemplar a nuestro planeta como un pequeño cuerpo esférico, rodeado de una delgada y luminiscente cubierta azul, suspendido en el espacio.

Ello nos permite tomar conciencia de lo frágil que es este mundo pequeñito, que forma parte de nuestro sistema solar que, a su vez, es una pequeñísima parte de una inmensidad a la que designamos con la palabra COSMOS.

Rodeado de inmensidades y negritudes siderales, somos apenas un puntito iluminado por nuestro Sol, que gira incansablemente, orlando nuestro sistema.

Es en esa pequeñez y en esa endeblez en donde hemos encontrado un lugar para hacer nuestra vida como especie y compartirlo con otras, con las que hemos establecido una íntima relación en el marco de los diversos escenarios en donde nos hemos asentado, formando unidades demográficas pequeñas y grandes, que llamamos pueblos, ciudades y países.

La ciencia, por su parte, nos dice que las características fundamentales de nuestra vida como especie han sido determinadas por las condiciones de este mundo-planeta que nos cobija por ahora. Planeta que, ahora lo sabemos, es poseedor de condiciones y características con vocación de HUMANIDAD.

Es, así, que vivimos del aire, del agua, del calor, de la flora, de la fauna que lo conforman. De cada partícula que emana de él. Por ello, en cada partecita que hemos ocupado de él hemos inventado nuestros dioses protectores, nuestros mitos, nuestras creencias, nuestros miedos, nuestras alegrías, nuestras leyendas, nuestras costumbres, nuestras instituciones, nuestros valores; es decir, hemos creado nuestra propia cultura.

Como especie, hemos sabido establecer una relación recíproca con nuestro mundo particular dentro de este gran mundo que es nuestra Tierra. Una relación de interinfluencia, en cuya dinámica influimos a la vez que recibimos influencias de nuestro entorno.

Por ello, aquí, en nuestra Amazonía, en esta unidad ecológica denominada bosque húmedo tropical, hemos hecho nuestras propias creaciones en una íntima relación con nuestro ambiente.

A tal punto de intimidad que, todas las culturas de los pueblos originarios asentados en estas latitudes tropicales, han tenido y tienen como centro de referencia al BOSQUE.

Bosque al que respetan hasta límites de la reverencia.

Respeto, por cierto, nacido de una evidente toma de conciencia de la necesidad de una relación armoniosa como requisito para asegurar la pervivencia del grupo humano, en la más contundente demostración de una praxis social de sustentabilidad.

Praxis social que venimos dejando en el olvido, encandilados por la tan fulgurante como falsa luminiscencia de la artificialización en la que nos empeñamos hacer nuestras vidas en el mundo que llamamos moderno. Artificialización que nos hace olvidar lo esencial de nuestra existencia y nos conduce a la propia destrucción, como individuos y como especie, en la medida en que venimos alterando las leyes que gobiernan a nuestra bella naturaleza desde que se conformara como tal.

Hoy, en este DIA DEL MEDIO AMBIENTE, es bueno y necesario que miremos nuestro entorno cultural para evaluar todo lo que tenemos que rescatar de nuestras propias creaciones sociales.

Esto nos obliga a tener que dar respuestas inteligentes, tanto en el nivel individual como colectivo, para afrontar este desafío, que debe concretarse en la defensa y conservación de nuestro Bosque, que hoy es mirado con ojos de codicia materialista y mercantilista.

El enfrentamiento de esta cuestión deberá hacerse desde dos perspectivas claramente definidas: la científica y la de los Pueblos Indígenas Amazónicos.

Desde la perspectiva científica, recurriendo a los aportes de la ciencia y la tecnología modernas, selectivamente aplicados, para no violentar sus leyes.

Desde la perspectiva de los Pueblos Indígenas Amazónicos, recurriendo al conocimiento de su milenaria experiencia de trato armónico con su entorno ecológico.

Requerimos tomar plena conciencia de que las culturas indígenas amazónicas constituyen el aporte más claro y evidente de que nuestro bosque húmedo tropical requiere una relación muy específica, que tiene que ser conocida y reactivada por quienes, desde la cultura mestiza, de raigambre euro occidental, venimos demostrando el desconocimiento de sus leyes y poniendo en práctica comportamientos individuales, sociales e institucionales negativos para su conservación, cuya mayor evidencia se expresa en el proceso de calentamiento global y su correlato inevitable: el cambio climático.

El recurrir a la sabiduría ancestral de nuestros pueblos originarios, reivindicados hoy en día por haber sabido establecer una relación que haríamos muy bien en calificar de la más auténtica sustentabilidad, nos obliga moralmente a revitalizar la estructura de valores dentro de la cual fue posible este tipo de relación con el medio ambiente.

Es éste, así lo consideramos, el llamado más trascendente de este DIA DEL AMBIENTE.