Para amar a nuestra región
CANTO A LA VACIANTE
Gabel
Daniel Sotil García
Como si estuvieran en el centro de una cocha, las viviendas se ven rodeadas de agua por doquier. |
Las
lluvias en los Andes ya se han calmado; son vientos fríos los que ahora recorren las montañas, cerros y quebradas. Los cielos lucen ahora despejados y ligeros.
La
rupa rupa se aletarga y calma sus ardores. Las tempestades se amainan, las
lluvias escasean. Ya no hay más aguas cayendo de lo alto cual diluvios
siderales. El bosque se silencia, entra en sopor. Los árboles se aquietan y las
fieras caminan libremente.
El tejido de puentes y balsas es la solución práctica al problema de la inundación. |
Es así como empieza una nueva fase en la vida de esta selva baja, el llano amazónico de nuestro país; pues, así como vinieron, un día las aguas empiezan a irse lenta, silenciosamente, pues ya no tienen el impulso de las nuevas aguas que, desde ignotos lugares de nuestro país, las impelen a subir su nivel, desbordar sus cauces y penetrar en las entrañas del bosque.
Se van alejando por donde vinieron pero dejando sus nutrientes en los suelos prodigiosos, que pronto han de rendir sus frutos bajo el esfuerzo cotidiano y matinal de los pobladores ribereños.
Conocedor profundo de su región, el viviente ribereño disfruta de las caricias de las frescas aguas que ya empiezan a retirarse |
Las
aguas recogen sus pliegues, se envuelven en sí mismas y se dirigen al cauce
lejano, que ansioso las espera, pues ya tardan mucho en regresar de las
intimidades del bosque, en donde disfrutaron de la paz, el frescor y el cantar de las aves ocultas en tupidos ramajes de la flora portentosa
Prestos, los alumnos de cada institución ayudan a sus padres y maestros en la limpieza de su ambiente estudiantil. |
Hasta
que un día los vivientes lo notan avisados por las indiscretas panguanas y,
entonces, se alegran: las aguas se están retirando y dejarán los suelos fértiles abonados por el limo de los Andes para tener buenas cosechas.
Y, con ello, nuevas alegrías alagan al pueblo,
nuevas ilusiones, nuevos despertares, nuevos menesteres ocupan el diario vivir
de niños, padres, abuelos y moradores de la comunidad.
Nuevos
horizontes se abren desde los hermosos y cautivantes amaneceres, adornados por
la sinfonía prodigiosa con que las avecillas saludan el surgir lento, perezoso
pero triunfante de los árboles del bosque, venciendo a la oscuridad.
Organizados por sus profesores, los padres de familia acuden predispuestos a acondicionar aulas y demás ambientes de cada institución, limpiando los sedimentos acumulados en la creciente. |
Todavía con empoces de agua en patios y exteriores de la escuela, padres y madres de familia acuden a la tarea comunal |
Prestos los padres, madres y vivientes todos acudirán al llamado de los maestros para atender los requerimientos de la escuela, escuelita que ahora luce plena de vida, de entusiasmo, de alegrías, inquietudes, pues pronto recibirá a sus niños, sus alumnos, el presente, el porvenir, los sueños y las realidades que se encarnan en cada uno de ellos.
Los profesores, entonces, retomarán su misión de construir en cada uno de sus alumnos un ser personal que los ha de conducir por las impredecibles ruta de su propio futuro.
Con el esfuerzo de toda la comunidad, las aulas han quedado aptas para reiniciar las labores educativas. |
Así se va la alagación del caserío.
Y así comienza la vaciante.
Y es entonces que empieza una nueva vida a caminar en el círculo infinito, que la naturaleza, la madre naturaleza, la PACHA MAMA, nos ha fijado para hacer nuestra vida aquí en la selva, a no ser que los humanos alteremos estas leyes.
NOTA: El material fotográfico con que se ilustra este artículo ha sido proporcionado por diversos profesores, a quienes agradezco por su gentileza.
1 comentario:
Excelente artículo profesor y gran amigo Gabel, amazónico por derecho propio y más, mucho más que muchos.
Cordiales saludos,
Fernando.
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