Gabel Daniel Sotil García
En la búsqueda de explicaciones a nuestra actual situación regional, tenemos que atrevernos a dar una mirada crítica y reflexiva a nuestra historia reciente, para determinar lo que hemos heredado del tiempo anterior así como precisar nuestra contribución colectiva en tiempos que estuvieron bajo nuestro control.
En este sentido, es necesario que seamos conscientes de que para nuestra región amazónica, en verdad nunca se produjo un cambio sustancial entre la Época de la Colonia y la Época Republicana en su condición general. Ambas han tenido una connotación impositiva en nuestra dinámica interna, tanto que bien pudiéramos llamar a la primera época de la colonización franca, desembozada, y a la segunda, que llega hasta el presente, como la época de la colonización encubierta, pues durante ésta nuestra condición general no fue impactada en forma diferente. Nombres, designaciones, declaraciones nuevas, pero no más allá.
Si algo hubo de diferente para nosotros en la denominada época de la República fue el inicio de una presencia más impositiva, punitiva y amenazadora, del poder central en nombre de un estado que recién empezaba a tomar conciencia (y que, dicho sea de paso, aún no termina) de las dimensiones geográficas, sociales, culturales, etc. del país, a través de instituciones carentes de sentido para la nueva realidad en la que se instalaban; ellas mismas desorientadas en cuanto a su rol que lo percibían muy difusamente en las nuevas condiciones. Así tenemos, por ejemplo, que la departamentalización remplazaría a las gobernaciones, aunque fuera sólo nominalmente.
Deviene así la Selva en escenario del ejercicio de un poder caracterizado por la inercia de sus representantes víctimas de los esquemas mentales heredados de la época anterior, aunque ya en su interior empiezan a germinar nuevas inquietudes en una población mestiza que avizora su futuro sin mayores preocupaciones por su entorno cultural y ecológico, pero sí muy preocupada por consolidar su hegemonía dentro de la región, sobre todo en el dominio sobre las poblaciones originarias y en el aprovechamiento de sus recursos naturales.
Pero, también, comienza a tomar forma, aunque difusamente, un sentimiento que, con el paso del tiempo y acontecimientos, se haría cada vez más nítido, fuerte y trascendente: el sentimiento de abandono, el sentimiento de ser considerada una región sin mayor importancia para los destinos del país. Comienza la toma de conciencia de la mirada lejana, sin interés, indiferente del resto de nuestra nación. Este sentimiento sería, aunque en parte, el responsable de muchos acontecimientos de esta época y cada vez más reforzado por las actitudes y decisiones de una clase política ignorante de nuestras características, abrazada a su interés por centralizar el poder y gozar de sus prebendas. Como lo sigue siendo hasta hoy.
Por todo ello es que hacia la mitad del Siglo XX algunas definiciones se producen en el sentimiento amazónico:
· que somos una región desconectada del resto del país;
· que en el consenso nacional, no hay conciencia de nuestra existencia, salvo que somos una región exótica, con gente que debe ser civilizada;
· que el poder central es, además, centralista y prisionero de una visión equívoca sobre nosotros;
· que aún somos considerados un freno para el desarrollo del país, a menos que cambiemos radicalmente;
· que se desconfía de nuestras capacidades sociales para encontrar solución a nuestros propios problemas;
· que sólo servimos para ser gobernados y que, por lo tanto, debemos obedecer todo lo que se dispone sobre nosotros.
Este proceso de toma de conciencia, trabajado en la intimidad del hogar y en los ambientes sociales que, además, ha recibido el aporte de sucesos políticos, culturales, económicos, administrativos, etc. es el que ha contribuido a que en nuestra región se adopten actitudes muy poco comprendidas por el resto del país: gobernantes y sociedad civil.
Vista la región en su conjunto desde la perspectiva de prejuicios geográficos, raciales, culturales, etc., frutos de la ignorancia sobre nuestra realidad, la Amazonía aún no logra ser percibida como lo que es sino como se cree que es. Y esto lleva a que se tomen decisiones absolutamente erradas respecto a sus actuales condiciones, como lo podemos comprobar en los más recientes periodos gubernamentales nacionales, durante los cuales la mayoría de decisiones tomadas ha terminado siendo instrumento para ampliar y profundizar nuestros problemas ecológicos, sociales, económicos, culturales, etc. Error en el fácilmente pueden caer los gobiernos regionales, si no aprenden a fundamentar sus decisiones políticas en un profundo conocimiento de la realidad histórica y actual de nuestra región, si es que realmente quieren superar el panorama descrito.
De todo ello surge la necesidad de poner un especial esmero en incorporar el conocimiento de nuestra realidad amazónica en la acción educativa, tanto aquí, en nuestra región, como en el nivel nacional, pues la ausencia de la Amazonía en el currículo de la educación formal, ha de seguir generando las anomalías que hemos puntualizado. (*)
En la búsqueda de explicaciones a nuestra actual situación regional, tenemos que atrevernos a dar una mirada crítica y reflexiva a nuestra historia reciente, para determinar lo que hemos heredado del tiempo anterior así como precisar nuestra contribución colectiva en tiempos que estuvieron bajo nuestro control.
En este sentido, es necesario que seamos conscientes de que para nuestra región amazónica, en verdad nunca se produjo un cambio sustancial entre la Época de la Colonia y la Época Republicana en su condición general. Ambas han tenido una connotación impositiva en nuestra dinámica interna, tanto que bien pudiéramos llamar a la primera época de la colonización franca, desembozada, y a la segunda, que llega hasta el presente, como la época de la colonización encubierta, pues durante ésta nuestra condición general no fue impactada en forma diferente. Nombres, designaciones, declaraciones nuevas, pero no más allá.
Si algo hubo de diferente para nosotros en la denominada época de la República fue el inicio de una presencia más impositiva, punitiva y amenazadora, del poder central en nombre de un estado que recién empezaba a tomar conciencia (y que, dicho sea de paso, aún no termina) de las dimensiones geográficas, sociales, culturales, etc. del país, a través de instituciones carentes de sentido para la nueva realidad en la que se instalaban; ellas mismas desorientadas en cuanto a su rol que lo percibían muy difusamente en las nuevas condiciones. Así tenemos, por ejemplo, que la departamentalización remplazaría a las gobernaciones, aunque fuera sólo nominalmente.
Deviene así la Selva en escenario del ejercicio de un poder caracterizado por la inercia de sus representantes víctimas de los esquemas mentales heredados de la época anterior, aunque ya en su interior empiezan a germinar nuevas inquietudes en una población mestiza que avizora su futuro sin mayores preocupaciones por su entorno cultural y ecológico, pero sí muy preocupada por consolidar su hegemonía dentro de la región, sobre todo en el dominio sobre las poblaciones originarias y en el aprovechamiento de sus recursos naturales.
Pero, también, comienza a tomar forma, aunque difusamente, un sentimiento que, con el paso del tiempo y acontecimientos, se haría cada vez más nítido, fuerte y trascendente: el sentimiento de abandono, el sentimiento de ser considerada una región sin mayor importancia para los destinos del país. Comienza la toma de conciencia de la mirada lejana, sin interés, indiferente del resto de nuestra nación. Este sentimiento sería, aunque en parte, el responsable de muchos acontecimientos de esta época y cada vez más reforzado por las actitudes y decisiones de una clase política ignorante de nuestras características, abrazada a su interés por centralizar el poder y gozar de sus prebendas. Como lo sigue siendo hasta hoy.
Por todo ello es que hacia la mitad del Siglo XX algunas definiciones se producen en el sentimiento amazónico:
· que somos una región desconectada del resto del país;
· que en el consenso nacional, no hay conciencia de nuestra existencia, salvo que somos una región exótica, con gente que debe ser civilizada;
· que el poder central es, además, centralista y prisionero de una visión equívoca sobre nosotros;
· que aún somos considerados un freno para el desarrollo del país, a menos que cambiemos radicalmente;
· que se desconfía de nuestras capacidades sociales para encontrar solución a nuestros propios problemas;
· que sólo servimos para ser gobernados y que, por lo tanto, debemos obedecer todo lo que se dispone sobre nosotros.
Este proceso de toma de conciencia, trabajado en la intimidad del hogar y en los ambientes sociales que, además, ha recibido el aporte de sucesos políticos, culturales, económicos, administrativos, etc. es el que ha contribuido a que en nuestra región se adopten actitudes muy poco comprendidas por el resto del país: gobernantes y sociedad civil.
Vista la región en su conjunto desde la perspectiva de prejuicios geográficos, raciales, culturales, etc., frutos de la ignorancia sobre nuestra realidad, la Amazonía aún no logra ser percibida como lo que es sino como se cree que es. Y esto lleva a que se tomen decisiones absolutamente erradas respecto a sus actuales condiciones, como lo podemos comprobar en los más recientes periodos gubernamentales nacionales, durante los cuales la mayoría de decisiones tomadas ha terminado siendo instrumento para ampliar y profundizar nuestros problemas ecológicos, sociales, económicos, culturales, etc. Error en el fácilmente pueden caer los gobiernos regionales, si no aprenden a fundamentar sus decisiones políticas en un profundo conocimiento de la realidad histórica y actual de nuestra región, si es que realmente quieren superar el panorama descrito.
De todo ello surge la necesidad de poner un especial esmero en incorporar el conocimiento de nuestra realidad amazónica en la acción educativa, tanto aquí, en nuestra región, como en el nivel nacional, pues la ausencia de la Amazonía en el currículo de la educación formal, ha de seguir generando las anomalías que hemos puntualizado. (*)
Publicado en Kanatari, 26-08-07
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