Reflexionando en nuestro actuar colectivo
Construcción de calle en Iquitos. Foto del autor |
Prof. GABEL D. SOTIL GARCÍA, FCEH - UNAP
Quiero unir mi voz a las de aquellas personas e instituciones que vienen planteando la necesidad de destinar el espacio que dejaría el actual cuartel militar “A. Vargas Guerra”, al trasladarse a una nueva ubicación, a un gran parque que brinde múltiples servicios de carácter cultural, turístico, educacional, ecológico, etc. a esta indeteniblemente creciente ciudad, que viene empeñándose en renegar cada vez más de sus orígenes forestales.
En artículo que publicáramos en este mismo blog, bajo el título “¿Iquitos, hacia dónde vas?”, expresábamos:
“Iquitos, así lo sentimos, viene asumiendo su autoconstrucción como ciudad tomando referentes exógenos, guiada por moldes percibidos como superiores por el hecho de no portar mensajes de los pueblos originarios de esta región; olvidando, por cierto, que en nuestro entorno ecológico y sociocultural disponemos de suficientes elementos inspiradores para construirnos en forma más coherente con nuestra heredad espiritual y ecológica. Lo cual consideramos nada inteligente, pues si tenemos la enorme ventaja comparativa de estar en un “mundo exótico”, que es foco de atracción turística por sí solo, lo natural e inteligente sería profundizar nuestro exotismo construyéndonos como una “ciudad diferente”, con su propia personalidad, con su propio y peculiar mensaje para quienes vienen a vernos y para orgullo nuestro. No querer construirnos como otra ciudad más, sin originalidad, sin personalidad propia. No una ciudad copia”.
En otro artículo titulado “Construyéndonos como ciudad amazónica”, que publicáramos hace algún tiempo, expresábamos, “Iquitos está ubicado en lo que podríamos llamar el corazón mismo de nuestra Amazonía, la Amazonía Peruana. En su atmósfera aún podemos respirar no sólo el ambiente forestal sino los mensajes de diversas culturas provenientes de los pueblos originarios, que actúan en los niveles implícitos y explícitos de nuestra dinámica interna, complementados, unas veces en forma armónica y otras discordante o contradictoriamente, con mensajes de las culturas alienígenas que se instalaran entre nosotros en los últimos años de nuestra historia, en el marco de un substrato psicológico teñido de racismo y de percepción minusvalorante del legado cultural de los pueblos indígenas de nuestra región, predominante entre quienes detentan el poder social en sus diversas formas: político, administrativo, religioso, etc., quienes, finalmente, son tomados como paradigmas en la actuación de los miembros de la colectividad”.
Ello explica que hoy Iquitos ciudad carezca de espacios en los que podamos enaltecer, fortalecer y disfrutar de las manifestaciones de nuestra diversidad cultural, de nuestra forestalidad, de nuestra predominante naturalidad.
Nos hace falta contar con escenarios en los que el BOSQUE sea objeto de pleitesía, de reverencia por el trascendente rol que ha tenido y sigue teniendo de nuestro mundo cultural. Para enseñar y aprender a amar al BOSQUE. Rol que, hoy más que nunca, en que las amenazas de un catastrófico cambio climático se ciernen cada vez con más contundencia por las agresiones al entorno ambiental, debemos aprender a valorar y consolidar.
Nuestra propuesta es que debemos construir, con el mayor cariño posible, UN CENTRO ECOLÓGICO Y CULTURAL, destinado a brindarnos servicios:
◦ De recreación y turismo, tanto para nosotros como para los visitantes nacionales y extranjeros, que quieren disfrutar de la belleza paisajística, conocer nuestras manifestaciones culturales, así como nuestra historia regional y nuestros aportes a la cultura universal: artísticas, lingüísticas, instrumentales, lúdicas, etc. En su función recreativa servirá como lugar de esparcimiento en donde la comunidad local y turística puedan concurrir para recrearse practicando actividades deportivas, recreacionales, festivas, etc.
◦ Ambientales: producción de oxígeno, amortiguamiento de las altas temperaturas generadas por el cemento y la circulación de vehículos, así como la absorción del monóxido de carbono, y otros gases nocivos para la salud social, etc.
◦ Educativos, pues podríamos transformarlo en un escenario excepcional para el conocimiento de nuestra biodiversidad y de las manifestaciones culturales que conforman nuestra riqueza espiritual. Tendríamos en este centro el laboratorio más cercano, vívido para la educación de las nuevas generaciones, pues serviría para realizar actividades de observaciones de la naturaleza, caminatas ecológicas (de disfrute de la naturaleza) por parte de los profesores/as con sus alumnos/as y de la colectividad misma,
◦ Servicios académicos en ambientes especiales que debemos crear para actividades tales como seminarios, convenciones, congresos, exposiciones, lectura, etc. para las cuales la ciudad no cuenta con lugares adecuados,
◦ De preservación de especies biológicas (florísticas y faunísticas) conformantes de nuestra diversidad.
◦ De investigación científica en la gama que ofrece la diversidad de nuestros recursos en los campos natural y social,.
◦ De conocimiento de los recursos naturales: alimenticios, de intercambio, medicinales, industriales, ornamentales,
◦ Etc.
Como muy bien dijera el Colegio de Ingenieros de Loreto, en comunicado anteriormente difundido: “No desperdiciemos, por afanes subalternos e inmediatistas, esta gran oportunidad de dejar un legado vital a las generaciones venideras y futuras, diseñando una ciudad que sea económica y ecológicamente sostenible…”.
Además, debemos tener en cuenta el proceso de cambio climático que está afectando gravemente a nuestro planeta, el mismo que amenaza con poner en peligro la supervivencia, entre otras, la de la misma especie humana; razón por la cual, organizaciones que representan los intereses de la humanidad toda, como UNESCO, ONU, UNICEF, WWF (Fondo Mundial de la Naturaleza), etc. vienen haciendo dramáticos llamados a la cordura para que no sigamos destruyendo nuestros bosques, por el rol de primerísimo orden que tienen en el proceso de estabilidad climática y para detener o morigerar la quema de combustibles fósiles que genera el denominado “efecto invernadero”.
Al respecto, y en la misma línea de preocupación, GREENPEACE, organización ecologista mundial, señala que el problema medioambiental lo constituye el "abismo" y la "alarmante desproporción" entre las advertencias del mundo científico y "la falta de acción" de los gobiernos, quienes hasta el momento no vienen dando la debida importancia a dichas exhortaciones y no deciden el cambio de su política ambiental.
Por su parte el PNUMA, Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, ha iniciado un ambicioso programa de siembra de MIL MILLONES de árboles en todo el mundo, pues desde que en 1998 se acordara la firma del PROTOCOLO DE KYOTO, cuyos temas centrales son el desarrollo sostenible y el cambio climático, no se ha detenido el proceso de deforestación, y emisión de gases de efecto invernadero.
En la DECLARACIÓN DEL MILENIO formulada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en el 2000 se estableció que uno de los valores que deben regir las relaciones internacionales es el “respeto de la naturaleza”, respecto a lo cual se aconsejó que los países deben “actuar con prudencia en la gestión y ordenación de todas las especies vivas y todos los recursos naturales. Sólo así podremos conservar y transmitir a nuestros descendientes las inconmensurables riquezas que nos brinda la naturaleza”.(I, 6, 5º acápite)
Por lo tanto, un centro como el que acabamos de describir tendría otro valor ecológico: factor de prevención y protección para esta urbe que, indudablemente, va a seguir creciendo, hacinándose y llenándose de cemento, si es que no cambian los actuales paradigmas de quienes toman las decisiones en materia social.
Por las descripciones proyectivas que vienen haciendo las personas e instituciones avocadas al estudio del cambio climático, es urgente que desde ahora tomemos medidas de previsión, pues una de las zonas terrestres en las que repercutirán, con mayor fuerza, estos cambios climáticos, será nuestra región, pues esta es una zona muy vulnerable. No debemos seguir actuando como si nada pasara, pues la naturaleza hace un buen tiempo que nos está advirtiendo que, de no cambiar nuestros comportamientos individuales y sociales, tendremos que enfrentar tiempos muy duros, signados por situaciones catastróficas.
Por otra parte, hasta hoy, Iquitos no ha sabido honrar sus orígenes ni su esencia sociocultural y ecológica. No hemos sabido dedicar, con la debida prestancia, una calle, un monumento, una plaza, etc. al AMAZONAS o al PARANAGUASÚ, como lo llamaba la Gran Nación Omagua. No tenemos un escenario en donde podamos contemplarnos construyendo nuestra historia, en donde nos veamos como protagonistas sociales de un devenir nacido de nuestro propio ser cultural. Hacemos nuestra vida cotidiana alejados del contacto con la naturaleza y hemos olvidado ya cómo debe ser tratada, pues hoy día las relaciones que establecemos, quienes no pertenecemos a las culturas indígenas, con ella constituyen verdaderas agresiones a su paz, a su belleza, a su diversidad, a su armonía, a su integridad, a su pervivencia, etc. Tampoco contamos con un escenario en donde nos percibamos como los creadores de la riquísima cultura que poseemos, en donde vivamos el orgullo de ser protagonistas de una hermosa y valiosa tradición cultural, toda ella original, sin copia, sin imitaciones.
En fin, por todo lo dicho, considero una obligación moral, de compromiso con nosotros mismos, el transformar, cuando la oportunidad se presente, al que es hoy el Campamento “Alfredo Vargas Guerra” en un hermoso centro o parque, como lo ha denominado el periodista e historiador Luis Tafur Rengifo , en el cual se exprese, dinamice y proyecte nuestra esencia cultural de raigambre forestal. En donde reivindiquemos nuestros orígenes, valoremos nuestro presente y construyamos nuestro futuro.
Termino reiterando lo que ya expresara en el artículo mencionado al iniciar el presente: “Iquitos debe ser nuestra obra; es decir, debe tener las características que nosotros decidamos que tenga, teniendo en cuenta que es nuestra obligación moral el construirnos sobre nuestras propias bases espirituales, en una consciente actitud crítica y creativa. Dejarnos llevar por lo fácil, que es el copiar modelos de desarrollo urbano propios de otros escenarios y experiencias históricas, no es sólo una gran irresponsabilidad social, sino también una necedad colectiva, que no nos harán merecedores de ser un honroso pasado para las futuras generaciones”.
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