Aporte para la formación forestal y la regionalización educacional en la Amazonía.
Prof. Gabel Daniel Sotil García, FCEH - UNAP
En la medida en que cada
vez se nos hacen más contundentes las deficiencias cualitativas de la educación
que venimos desarrollando, el Magisterio loretano tiene la obligación moral de
responder con propuestas bien fundamentadas en nuestra realidad para
superarlas, pues sabemos que entre los factores que las causan, entre otros,
está el centralismo político-educacional, que nos impone modelos impertinentes,
disfuncionales con nuestras características, necesidades y potencialidades,
tanto materiales como espirituales.
Es dicha obligación moral
la que nos viene impulsando para elaborar propuestas diversificadas en uno de
los rubros en el que se ejerce con más fuerza el centralismo educacional en
nuestro país: el material didáctico, en lo referido a libros de lectura y
textos de asignaturas.
Es en razón de ello que,
continuando con nuestro esfuerzo aportante, hemos elaborado el poemario “ALEGRE AMANECER”, que
sigue a la publicación del libro de lectura “OMAGUA, canto al reino de las
aguas y los árboles”.
Éste
es un poemario que responde a dos necesidades prioritarias de nuestra
educación: reforzar la incorporación de la dimensión ambiental a la
intencionalidad formativa de las acciones educacionales en nuestra región, en
primer lugar, y, en segundo, promover la incorporación de nuestra educación a
la lucha contra el calentamiento global, y su consecuencia ineludible que es el
cambio climático, fenómeno al que no le damos la debida importancia en las
actividades educacionales, a pesar de las evidencias que tenemos de su
gravedad.
Desde nuestro punto de
vista, el logro de ambos propósitos, requiere de una sistemática y compleja
acción educacional, pues se trata de instalar en la intimidad psicológica más
profunda de las nuevas generaciones, no sólo conocimientos sino, prioritariamente, valores y actitudes que
fundamenten, impulsen, den vida a nuevos comportamientos, tanto individuales
como sociales, concordantes con una nueva ética
de defensa y preservación de
nuestro entorno ambiental. Para ello, considero, tenemos que inventar
caminos o estrategias pedagógicas que nos posibiliten el logro de nuevos
propósitos sociales, que no
los tiene la actual educación. Y, esa, es tarea primordial del magisterio
amazónico.
Es sumamente fácil
constatar que uno de los aspectos más descuidados en la educación de nuestra
región es el cultivo de los valores relacionados con nuestro entorno ambiental.
La atmósfera axiológica que predomina en nuestras instituciones educacionales
es totalmente ajena a la grandiosidad de nuestra naturaleza, tal vez porque
ante nuestros ojos se nos presenta un ambiente efervescente en vitalidad, en
diversidad florística y faunística, con un bosque impactante, un esplendor
celestial, una belleza paisajística por doquier y a nuestra libre disposición para disfrutarla, nunca nos
hemos preocupado por formar en nuestra niñez, con el énfasis debido, las
actitudes favorables a la defensa y conservación de nuestros árboles, de las
avecillas silvestres, de las flores, de los peces, de las cochas, de las
quebradas y manantiales, de sus aires y brisas, de sus amaneceres y atardeceres
y de cuanta manifestación de la
naturaleza se trate en esta privilegiada región.
Siendo éste uno de los aspectos formativos
en que más deberíamos enfatizar en nuestros centros educativos de la región,
sin embargo, no le damos casi ninguna importancia.
Más allá de algunos cantos y poesías, que
hacemos repetir de memoria a nuestros niños en los jardines y escuelas, muchos
de los cuales ni siquiera toman como referente a nuestra realidad inmediata y,
por lo tanto, se escapa a su comprensión, encontramos una muy débil
preocupación por instalar en nuestra niñez y juventud, lo que llamaríamos una actitud forestal; es decir, una actitud de aprecio, respeto, valoración,
disfrute sano y responsable frente a las diversas manifestaciones de la
maravillosa naturaleza de la que estamos rodeados y que encuentran su más
sublime expresión en esa palabra tan pequeña pero de tan profunda connotación
en nuestra Amazonía: BOSQUE.
Pues muy lejos estamos de aprender a dar
valor ecológico a todas sus riquezas. Dominados por el economicismo en todas
sus manifestaciones, que se expresa en el exacerbado mercantilismo en que nos
hemos embarcado socialmente, hemos olvidado que entre los valores en los que
debemos educar a las nuevas generaciones deben estar los valores ecológicos en orden prioritario. Cuando hablamos de educación en valores, obviamos a los
ambientales o les damos una bajísima importancia. Venimos olvidando, también,
que somos hijos de la naturaleza y que si no frenamos la vehemente
artificialización, hacia la que nos dirigimos, seremos causantes de nuestra
propia destrucción, como queda dicho en el poema “Mis Penas Forestales”,
conformante de dicha obra.
Por todo ello, he recurrido a elaborar este rosario de poesías, tanto
para hacer catarsis personal de los dolores y frustraciones que experimento
cotidianamente ante las mil formas de
agresión que los humanos hemos inventado en contra de nuestro bosque, como para
proponer un instrumento pedagógico para la construcción de aquellas actitudes y
valores, máxime ahora que necesitamos responder con plena coherencia a la toma
de conciencia de la importancia que tiene nuestra Amazonía en el contexto, no
sólo nacional sino global.
Es ésta la apuesta y la propuesta de “ALEGRE
AMANECER” (*), pues las poesías que lo conforman, sin mayores pretensiones de
estética literaria, en lo fundamental intentan promover pedagógicamente el
acercamiento de los educandos al mundo de los valores sociales, despertar su interés
por los elementos de su escenario existencial, motivarlos en el compromiso de
conocerlos, amarlos y defenderlos de los actos irracionales, impedir que la
indiferencia frente las agresiones sociales se instale en su alma, consolidar
su optimismo frente a la vida pese a sus dificultades, conservar su pureza
espiritual, ejercer su capacidad crítica acerca de los actos que observa en su
entorno comunal, desarrollar su compromiso con la construcción de una mejor
manera de ser humanos, desarrollar su capacidad de diálogo con la naturaleza
que lo rodea para construir una nueva sociedad solidaria, respetuosa y
comprometida con la construcción de sus destinos, estimular las bases
psicológicas apropiadas para establecer una
relación armónica, respetuosa y racional con nuestro bosque, tal y como nos lo vienen enseñando los
Pueblos Indígenas, lección que, infelizmente, aún no aprendemos los mestizos.
En cada una de ellas hay un MENSAJE DE AMOR a lo que ha creado la naturaleza y a
lo que hemos creado las sociedades humanas, que es reforzado por las hermosas
ilustraciones del artista plástico Jaime Choclote. Por ello, pedimos a las escuelitas que nos enseñen “a
sentir felicidad sirviendo a los demás” y a “construir nuestro futuro con
esfuerzo comunal” (Ver poesía: “Escuelita de mi pueblo”). Pedimos, con súplica,
al “pihuichito verdeselva” que nos enseñe a volar, pues, tal vez, así seamos
capaces de ver las grandes destrucciones que nuestra ambición mercantil viene
ocasionando a nuestro bosque.
Es decir, pretendemos que la Amazonía se
haga presente en la educación cotidiana de las instituciones educativas, con todo su mensaje de diversidad, pues son
los estudiantes quienes tienen mayores posibilidades de sensibilizarse y de
comprometerse en la lucha por ideales de la mayor trascendencia para nuestra
región.
En fin, “Alegre Amanecer” tiene muchas
pretensiones pedagógicas, pero su concreción dependerá de que el magisterio
regional lo asuma como un documento de referencia básica para la planificación
y ejecución de su labor formativa, sobre todo en las actuales circunstancias en
que necesitamos construir una educación pertinente a nuestros intereses
regionales, para lo cual nos es indispensable regionalizar el currículo de todo
el sistema educativo formal; cantos, cuentos, poesías, etc., incluidos.
Por esta razón es que formulo un ferviente
pedido a las autoridades políticas, sociales y educacionales para que hagan los
esfuerzos que sean necesarios para que este aporte educacional llegue a las aulas de las instituciones
educativas de nuestra región y sea puesto a disposición de los niños y niñas en
la cotidiana actividad pedagógica. Su destino final no debe ser la estantería
de bibliotecas inermes, frías, ausentes de la actividad educativa, sino la
carpeta y mochila de uso diario de cada estudiante.
Igualmente, formulo una invocación a los
comunicadores sociales para que hagan de sus medios los instrumentos a través
de los cuales promuevan, también, el conocimiento certero de la compleja
realidad de esta región, fortalezcan el afecto de la comunidad por nuestras
riquezas materiales y espirituales, así como su compromiso con la preservación
de nuestro acervo cultural.
Es que nuestra educación, más allá de las promesas de acciones, requiere de decisiones para realizar dichas acciones;
pues venimos, irresponsablemente, perdiendo demasiado tiempo, durante el cual
nuestras riquezas espirituales y materiales vienen siendo depredadas en nombre de nuestra propia inacción y de intereses
subalternos de empresas y personas que ni aman ni conocen a la grandiosa
Amazonía.
Como educador, mantengo encendida aún la
“lamparilla” de mi optimismo y esperanza de que las autoridades político-educacionales se
comprometan y apuesten por la posibilidad de OTRA EDUCACIÓN, puesta al más
pleno servicio de los intereses de la Amazonía.
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