Prof. Gabel Daniel Sotil García, FCEH - UNAP
Colectivo de pasajeros en río Amazonas. Foto del autor |
En los actuales momentos
tenemos que asumir la responsabilidad de rediseñar la educación formal (la que
se desarrolla en las instituciones educativas) para ponerla al servicio, tanto
del desarrollo de las potencialidades del educando como de las necesidades sociales de las condiciones
de vida comunal en el sentido práctico de elevar las condiciones de su
satisfacción.
Uno de los aspectos en
los que hay consenso pleno en la sociedad regional es en las grandes
posibilidades de uso de nuestras potencialidades naturales y socioculturales
para promover un desarrollo sustentable de nuestros pueblos.
Caserío ribereño en la amazonía. Foto del autor |
Pero, consideramos que
esto no será posible si no incorporamos a la educación como instrumento para
este propósito (como lo es para otros). Es decir, tenemos que incorporar al
currículo del sistema educativo que opera en nuestra región lo que se denomina
Formación o Educación Turística.
¿Qué significa “educación
o formación turística”?
Para nadie de nosotros pasan desapercibidos
los continuos y permanentes maltratos a los turistas, las descortesías que tenemos con ellos, el ver en ellos
vulgares presas aprovechables, los engaños y burlas de los que los hacemos
objetos, los innúmeros peligros que los acechan en sus desplazamientos, el
asedio inmisericorde del que son víctimas desde su llegada a nuestra ciudad,
etc.,
Pues, todo ello evidencia nuestra falta de educación o formación turística.
Entonces, hablemos de ella.
Flor silvestre. Foto Prof. Julio Trigoso |
En lo que denominamos educación turística
podemos distinguir dos dimensiones: la dimensión individual y la dimensión
social.
En la dimensión individual nos referimos a
lo que llamaríamos la formación de la actitud turística; es decir, la
predisposición para transformarnos y asumir la responsabilidad de devenir consciente y comprometidamente en agentes
promotores de turismo, para lo cual se requiere de un trabajo educativo
sistemático para instalar en nuestros educandos mensajes cognoscitivos,
valorativos, actitudinales y habilidades pertinentes.
En este sentido, es necesario que tengamos
en cuenta que la atmósfera educativa en la que nos hemos formado
tradicionalmente, generada por una praxis pedagógica que tomó como referente
sólo al educando, desligado de su entorno, nos ha inducido sólo mensajes
cognoscitivos, actitudinales, valorativos que
han contribuido a tener falsas, erróneas percepciones y relaciones con
nuestro entorno ecológico y, por lo tanto, nos ha incapacitado para percibir y
valorar nuestras grandiosas potencialidades
turísticas regionales, frente a las cuales hoy somos indiferentes e ignorantes.
Sector de Belén en río Itaya. Foto del autor |
El habernos educado tomando como
referencias las características y
necesidades de otras realidades y no la nuestra, nos ha perjudicado
grandemente. Hoy, quienes egresan del sistema educativo, en cualquiera de sus
niveles carecen de las predisposiciones básicas para actuar transformadoramente
en su propio entorno vivencial.
Pareja de pihuichos. Foto del autor |
El transplante a ojos cerrados, en forma acrítica, sin la
necesaria reflexión, de modelos educacionales generados en otros contextos, en
los que seguramente eran exitosos, ha tenido
como principal fruto el formarnos sin raíces en nuestro entorno y, por lo
tanto, ignorantes de sus peculiaridades.
Nuestro potencial turístico es grandioso. Tenemos
diversidad ecológica y belleza paisajística maravillosas. Pero, también tenemos
diversidad cultural y lingüística incomparable. Es decir, tenemos una potencial
oferta integral: ecológica y cultural.
Sin embargo, somos nosotros mismos quienes
más las desconocemos. No somos conscientes de esas riquezas y, por lo tanto,
las desperdiciamos. Vivimos rodeados de ellas y tan sólo nos exigen que las
cuidemos para que nos brinden sus frutos indefinidamente, pero, no hemos
aprendido a conocerlas y valorarlas.
Niños a quienes debemos formar en la valoración de nuestras riquezas. Foto del autor |
Si revisáramos el universo de contenidos que
desarrollamos en cada una de las áreas que comprende el actual currículo en las
escuelas, nos daremos cuenta de que es muy poco lo que se refiere a nuestra
diversidad ecológica, biológica, social y cultural. Ni siquiera el acontecer
histórico de nuestros pueblos regionales está presente, como si no existiera
una Historia Amazónica particular.
¿En esas condiciones queremos hacer del turismo un agente de soporte de
nuestro desarrollo sustentable?
Entonces, necesitamos tomar decisiones
sociales para hacer realidad nuestro anhelo de ser destino turístico privilegiado.
No cometamos la irresponsabilidad de dejar que las soluciones nos vengan de
afuera. Que así será si es que nosotros no asumimos la tarea de construirlas.
(*) Artículo publicado en semanario KANATARI, 22 -01-12, www.ceta.org.pe/kanatari
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