Se hace necesario plasmar una nueva concepción de los locales escolares como escenarios de formación integral. Foto: Local del ISP "Loreto" |
En estos momentos en que toda la
colectividad loretana viene tomando conciencia de las grandes deficiencias de
la educación de nuestra región, se hace necesario que miremos críticamente los
diversos factores que viene influyendo en dicha situación, para adoptar las
decisiones pertinentes a fin de dar paso a la educación que requerimos
socialmente.
Es en este sentido que se hace
necesario dirigir nuestra atención a las características de los locales que
sirven de escenarios a la acción formativa, sobre todo en las zonas rurales
Más aún teniendo en cuenta las
recientes declaraciones del actual ministro de educación respecto a las
inversiones que van a ser destinadas al reforzamiento de la infraestructura
educativa a nivel nacional.
Es en este sentido que queremos hacer
los siguientes planteamientos.
Una pregunta que nos permitiría
iniciar el análisis sería la siguiente: ¿Son realmente educativos los locales
escolares en donde se realiza la actual educación formal en nuestra región?
Si empezamos por dar al término educación su exacta y trascendente
dimensión de PROCESO DE FORMACIÓN INTEGRAL PARA LA ACTUACIÓN SOCIAL
TRANSFORMADORA, entonces concluiremos que nuestros centros educativos no reúnen
las condiciones mínimas para hacerse merecedores de tal calificativo.
Un local escolar debe responder a las características y necesidades de su entorno. |
Para que sean educativos en la
plenitud de la adjetivación, deben ser escenarios en los cuales nuestros
educandos adquieran aprendizajes estimuladores de sus potencialidades y
capacidades puestas al servicio de la solución de los problemas de su
comunidad. Deben ser espacios diseñados para adquirir experiencias conducentes
a prepararlos para afrontar creativamente las dificultades sociales que hoy
afectan a las comunidades en las cuales hacen su vida. No para ignorarlas. No
para evadirlas. No para ser indiferentes y distantes de ellas.
Desde este punto de vista, entonces,
un local para que sea centro educativo
no deberá tener solamente espacio para aulas de clase porque, si bien en ellas
pueden ser obtenidas importantes conductas, sobre todo las de carácter
intelectual-teórico; sin embargo, éstas no
son las únicas necesarias para la actuación social.
Por las características geográficas,
sociológicas, económicas y culturales de nuestra región, requerimos de locales
escolares en los cuales se desarrolle un proceso educativo íntima,
estrechamente ligado a la dinámica geo-ecológica y sociocultural, en especial
al proceso productivo.
Es decir, que nuestra infancia, niñez
y juventud adquieran las más importantes experiencias formativas de su
personalidad en el marco de un conjunto de actividades (lo cual depende del
currículo formativo), en las cuales el educando tenga vivencias de acción real
y concreta sobre su entorno físico y social.
Entonces, pues, el sólo contar con
aulas para clases teórico-intelectuales, es decir, con implicancias formativas
parciales, limita la acción del docente a sólo un aspecto, no precisamente el más importante de la personalidad, lo cual sólo permite
obtener, luego de catorce años de estudios formales (inicial, primaria y
secundaria), un joven capacitado para la inacción y no para integrarse como
agente dinámico a la actividad socio-productiva de su comunidad.
Más que elemento físico, el local escolar debe ser instrumento al servicio de la comunidad. |
Nuevos ambientes tiene que ser
incorporados a los centros educativos. Espacios para el huerto, para la crianza
de animales menores, para talleres,
para la investigación (experimentación), para la producción de bienes, etc., deben ser
requisitos indispensables para autorizar la creación de un centro educativo. En
estos espacios, los educandos podrán vivir un rico, diverso, gradual y
funcional proceso formativo, realmente integral, desde el acceso al sistema
educativo, para actuar como miembros activos de su comunidad, plena y
realistamente integrados a su dinámica y absolutamente comprometidos con la
solución de sus problemas. Respondiendo, así, al carácter eminentemente transformador de la naturaleza del hombre.
Pero para que se dé esta situación se
requiere que nuestras autoridades educacionales adopten las decisiones
pertinentes; de lo contrario, seguiremos extrapolando modelos urbanos,
malamente concebidos, al área rural.
La posesión de dichos ambientes dará oportunidad
de enriquecer la acción docente, dándole un significado realmente social. Con
un real significado de integralidad. Lo cual, por cierto, requiere de
profesores con una nueva formación.
Por cierto que no pretendemos un
Centro Educativo autosuficiente, como viene sucediendo actualmente, centros
que, para nada o muy poco, hacen uso de espacios importantes de la Comunidad,
en los cuales sería posible organizar experiencias significativas para la
formación del educando.
Al contrario, tenemos que reconocer y
aceptar que aun cuando poseyeran todos los ambientes necesarios, los Centros
Educativos o Instituciones Educativas siempre deberán propiciar el contacto
directo y sistemático del educando con su realidad físico-social. Debe
reconocerse la necesidad de una complementariedad funcional entre Escuela y
Comunidad. No interferirse. Una relación dialógica, interdependiente,
sirviéndose mutuamente, es a la que debe darse vida.
Requerimos, entonces, alumnos,
ciudadanos en formación, educados en las circunstancias reales de su comunidad,
para que establezcan mejores comunicaciones con el mundo actual. Los ambientes
ficticios en los que han devenidos los actuales locales, malamente
implementados, no propician la formación socio-individual integral que requerimos
para garantizar nuestro desarrollo endógeno, intercultural y sostenible.
Nota: Artículo publicado en el semanario KANATARI, 13-07-2014 (www.ceta.org.pe/kanatari)
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