Agresión ecológica, social y cultural a nuestra región
Prof. Gabel
Daniel Sotil García
La enorme maquinaria utilizada para destrozar a nuestro bosque. |
El caso TAMSHIYACU se inscribe en una antigua
percepción de nuestra región como tierra de libre disponibilidad, abierta a
quien se atreva a penetrar valiéndose de cualquier medio.
Los primeros conquistadores europeos entraron así,
bajo la percepción de que esta inmensidad no tenía dueños, pues sus pobladores
no reunían requisitos para ser poseedores de tanta riqueza. Las acciones de
conquista, territoriales y culturales, a partir del descubrimiento del
Paranaguasú, tuvieron ese supuesto.
Terminada la época colonial fue esa misma premisa
la que siguió fundamentando todas las acciones que realizaron los gobiernos
nacionales, de la época republicana, respecto a nuestra Amazonía. La
entregaron, la colonizaron, la subastaron, la maltrataron de acuerdo con sus
intereses políticos antinacionales.
En este marco relacional de nuestra región con el
resto del país, personas e instituciones, tanto estatales como particulares,
asumieron ese prejuicio como fundamento para sus decisiones expresadas en
múltiples intentos de “traernos progreso”, “traernos desarrollo”. Es así como
hoy podemos hacer un recuento de una serie de “proyectos” con capitales
foráneos, de los cuales, lo mejor que nos queda es la triste constatación de
los males causados a nuestra región en su prodigiosa riqueza material y su diversidad cultural que significa, para
nosotros, riqueza espiritual con la que contribuimos al acervo cultural de
nuestra humanidad.
Educados socialmente para aceptar dicha situación
de sumisión frente a los intereses foráneos, hemos dejado que se nos dé, de
parte de los gobiernos de turno, un trato minusvalorante, como si fuéramos
limitados intelectualmente, de gente sin convicciones, de pueblos inexpresivos,
de seres explotables hasta la inhumanidad (herencia del boom de caucho).
Por ello es que, el caso de Tamshiyacu y la
devastación forestal en curso tiene que ser asumido como un insulto, una
afrenta a la comunidad loretana. ¿Cómo entender que un señor se haya
encaprichado en hacer sus sembríos en donde él ha decidido hacerlos, en un país
que no es el suyo, en una región protegida por leyes internacionales,
valiéndose del poder de su dinero? ¿Cómo logró tal autorización, quiénes se la
dieron? ¿En dónde está el centro de donde, tan magnánimemente, se le concedió
permiso para talar bosque primario, hábitat de infinidad de formas de vida que
lo requieren para hacer su vida natural, incluyendo a los vivientes de los
lugares aledaños?
Solo un sector de la enorme extensión talada para satisfacer voracidades mercantilistas. |
Peor aún, que cuente con el silencio cómplice de
todo un tejido (maraña) de autoridades políticas, judiciales, administrativas,
etc. y la lenidad de un ordenamiento jurídico nacional y regional propicio para
que, con influencias, se haga lo que se nos venga en ganas, aun contra el
interés social.
Tenemos aquí una evidencia de la inutilidad de la
educación, que el gobierno central se propone reforzar, dedicada a glorificar
lo foráneo y olvidar o despreciar lo que regionalmente nos ha costado crear. La
indiferencia, la complicidad, la permisividad, no son sino productos de esa
educación alienante, que nos hace preferir que sean otros, y no nosotros,
quienes decidamos nuestra historia social.
¿Qué dicen el IIAP, la UNAP, los Colegios
Profesionales, ONGS ambientalistas, instancias jurídicas? ¿No se supone que
allí están las mentes más lúcidas, más conocedoras de nuestra realidad, con
mayor criticidad, con mayor compromiso?
Yo creo que, viendo que acá en nuestra región y
país no podemos hacer valer nuestros derechos sociales y culturales, debemos
recurrir a otros niveles internacionales. Hay un cuerpo jurídico protector de
los derechos reconocidos a la Madre Tierra (Declaración Universal de la Madre
Tierra, UNESCO, París, 2000), a los Pueblos Indígenas (Declaración de las
Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, 2007), Carta de la Tierra
(París, marzo 2000), los acuerdos de la COP, y todo un largo etc., para dar una
lección a todos aquellos que, valiéndose de su dinero, con el que consiguen
influencias, quieren hacer lo que les da la gana, incluso haciéndonos daños
ecológicos y socioculturales, minusvalorándonos como pueblo y personas, en
nuestras propias narices.
¿Cómo estarán actuando en
otros sectores de nuestra Amazonía?
Así va quedando el suelo que daba vida a piñales y humarales. Hoy depredado, no es más que un grito doloroso que baja por las quebradas y se convierte en carbón. |
Está claro que con dinero y prebendas personales de
por medio, cualquier propósito, por más destructivo socialmente hablando que
pueda ser, se logra en nuestra Amazonía. La complicidad y la indiferencia son
actitudes que debemos destruir y castigar.
No permitamos más vejámenes a nuestra dignidad de
pueblos que hemos creado hermosas y ricas culturas.
El 25 de este mes debemos decir al país que ya no
estamos dispuestos a tolerar que en el centro del poder centralista se escriban
los libretos para hacer nuestra vida social en la Amazonía. Que tenemos
suficientes capacidades individuales y sociales para soñar un futuro y trabajarlo
desde hoy, tanto indígenas como mestizos.
¡25 DE MARZO, GRAN MARCHA CONTRA LA DEFORESTACIÓN EN TAMSHIYACU!
¡APRENDAMOS Y ENSEÑEMOS A HACERNOS RESPETAR COMO REGIÓN!
Nota: Fotos de la Sociedad Peruana de Ecodesarrollo
Artículo publicado en semanario Kanatari. www.ceta.org.pe/kanatari
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