Datos personales

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Iquitos, Loreto/Maynas , Peru
- Nací en el departamento Ica, Provincia Palpa, Distrito Río Grande, Caserío "San Jacinto", 1941. Egresado de la UNM "SAN MARCOS", Facultad Educación, especialidad de Filosofía y Ciencias Sociales, Docente Facultad Ciencias de la Educación y Humanidades-UNAP. Colaboro en: - Diversas revistas que se publican en Iquitos DISTINCIONES •PALMAS MAGISTERIALES, Grado de Maestro •PREMIO NACIONAL DE EDUCACIÓN “HORACIO”, 1991, Derrama Magisterial. •PREMIO NACIONAL EDUCACIÓN, “HORACIO”, 1992, Reconocimiento Especial •DIPLOMA RECONOCIMIENTO DE LABOR POR PUEBLOS INDÍGENAS- AIDESEP •PREMIO NACIONAL I CONCURSO NACIONAL LIT. INFANTIL, ÁREA EXPR. POÉTICAS, MED •RECONOCIMIENTO MÉRITO A LA EXCELENCIA Y PRODUCCIÓN INTELECTUAL -UNAP. . Reconocimiento con la distinción "LA PERLITA DE IQUITOS", UNAP (2015), Reconocimiento por SEMANA DEL BOSQUE, Sub-Ger. Prom. Cultural, GORE LORETO., Condecorado con orden "CABALLERO DEL AMAZONAS" por el GORE LORETO (06.07.16), condecorado con la orden "FRANCISCO IZQUIERDO RÍOS", Moyobamba, San Martín (24-09-2016). Palmas Magisteriales en grado AMAUTA (06-07-17) MINEDU. DIPLOMA DE HONOR, por Congreso de la República. 21-03-2019

sábado, 31 de diciembre de 2011

EL TUQUI TUQUI


 Prof. Gabel Daniel Sotil García, FCEH - UNAP

Algunas veces lo encuentro saltando sobre la verde huama o entre el espeso y largo gramalote; otras, picoteando a la orilla de la cocha, deleitándose con no sé qué bocadillos exquisitos, que lo hacen chillar de placer.

Con su grácil figura de alas extendidas y largas y delgadas patas, cruza el espacio para posarse en mis cercanías, mirarme e irse a buscar otra rama más cerca de su alimento ideal.

El tuqui tuqui, ilustración del artista plástico
Jaime Choclote
En las mañanas de sol intenso o de lluvioso amanecer, gusta de saltar entre chillidos, sobre los copos de huama que flotan en medio de la oscura cocha, bailoteando sobre su figura endeble, que parece quebrarse al proyectarse en la ondulante superficie del agua, agitada suavemente por la fresca brisa mañanera.

Somos dos grandes amigos. Nos acompañamos en las largas jornadas de pesca bajo  sol ardiente o con cielo encapotado. Nos acercamos hasta prudencial distancia; pero, siempre desconfiado, alza el vuelo si me ve hacer un movimiento sospechoso; al quedarme quieto, vuelve lentamente, me observa y avanza entre el piripiri.

Cuando me ve en la canoa, siente más confianza. Si avanzo o retrocedo para buscar el mejor lugar donde colocar mi anzuelo, se me acerca hasta la popa para hablarme de no sé encantos y peligros de la selva; yo, atento siempre al jalón sorpresivo del peje engañado, torno a mirarlo de rato en rato y él continúa su charla inefable, seguro de que yo le entiendo. Hay entre nosotros un mutuo entendimiento de raigambre ancestral.

También lo encuentro en campo abierto, lejos del boscaje espeso; allí, en la vegetación flotante de la amplia cocha, retoza bajo el sol ardiente, extendiendo sus alas de largas plumas amarillas que armonizan con un marrón intenso, a veces tornasol.

Cada mañana en que me apresto a pescar, surge del yarinal y me acompaña a los parajes solitarios, silenciosos, pletóricos de ese silencio melodioso que nace de la entraña misma de la selva, como un canto telúrico, mezcla de árboles, aves e insectos escondidos, con mensajes que calan directos en mi alma.


Tuqui tuqui en borde de cocha. Foto WCS
Revolotea en mis cercanías chillante y saltarín, luego desaparece tras el monte espeso, para reaparecer deslizante, rozando con sus patas las delgadas hojas del piripiral.

He aprendido a distinguir sus chillidos de los de aquellas aves que cada mañana hacen de sus vuelos y sus cantos, un saludo al amanecer.

En las mañanas de verde infinito y azul profundo, cuando mi alma se siente alagada de armonía y frescor y corre por mi cuerpo el vivificante aroma de la fresca hierba y del monte húmedo, viene a mi encuentro tan pronto me ve otear al borde de la cocha. Mientras yo me desperezo con un largo bostezo y mi cuerpo se invade con un calor de vida, lo saludo y lo llamo y corro por el canto de la cocha.

Sus vuelos y retozos, solo o con sus crías, dulcifican mi soledad o enmarcan mi emocionada alegría cuando logro coger un curioso bujurqui o un huidizo acarahuazú. Muchas veces creo verlo emocionarse cuando surge saltarín el peje aprisionado.

Cuando él está a mi lado me siento seguro de coger buenos pejes, aunque la chicua agorera repase, con su vuelo ondulante, cantando presagios que nunca quiero escuchar.
Tuqui tuqui caminando sobre huama. Foto CETA

En las plácidas mañanas de frescor tropical, cuando la brisa ribereña se urde entre el ramaje amainando mi sopor; cuando anónimas aves mezclan sus trinos con el zumbido suave de la brisa al pasar; cuando mis ambiciones más prosaicas encuentran en el fango un lugar para descansar, mi amigo el tuqui-tuqui, bullanguero y charlatán, delicado y danzarín, me obsequia su presencia entre arrebatos de alegría, saltando de copo en copo o tejiendo filigranas con su vuelo rumoroso, a veces lento, a veces presuroso.

viernes, 30 de diciembre de 2011

BODAS DE ORO: CINCUENTA AÑOS DESPUÉS


       FACULTAD DE CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN Y HUMANIDADES - UNAP (*)
 1961 - 28 -12 - 2011
Prof. Gabel Daniel Sotil García, FCEH - UNAP
Fachada del local administrativo central
Cincuenta años acompañando el indetenible discurrir de nuestros ríos, el paso de nuestras  viajeras y promisorias nubes, la alternancia siempre renovada de las crecientes y vaciantes en el bosque maravilloso, el surcar estacional de los mijanos, el vivir cotidiano y natural de nuestros pueblos es un largo trecho recorrido ya por nuestra Facultad. Tiempo para alegrarnos y festejar, pero, sobre todo, para reflexionar. Para mirar críticamente pero sin nostalgia lo recorrido, pues ya se hizo, y con mucho optimismo el futuro que tenemos que seguir construyéndolo, mejorando nuestras disposiciones, nuestros deseos, nuestros propósitos. Y capacitándonos para hacerlos realidad.
Estudiantes en proceso de formación

Nació nuestra Facultad en un tiempo que hoy nos parece lejano y hasta enigmático.  Ajeno para muchos de sus actores de hoy. La década del sesenta fue la expresión de las exigencias populares por contar con una escuela. Exigencia latinoamericana. Las presiones sociales obligaron a los gobiernos nacionales, siempre reticentes respecto a lo educativo, a atender las peticiones. En nuestra región no podía ser diferente. El país pasaba por una bonanza económica producto del denominado “crecimiento hacia afuera”, el boom de las exportaciones. Ya las Escuelas Normales se mostraban insuficientes. “Ernesto Montagne Markholz”, “Sagrado Corazón”, encargadas de formar a los profesores en esos momentos eran incapaces de atender los requerimientos.

Profesoras del Centro de Aplicación UNAP
Y en el horizonte empezaba a delinearse una figura que luego alcanzaría imagen mundial con su grito de la “educación como práctica de la libertad”. Paulo Freire nos encendería con su prédica de una educación para la liberación de los oprimidos y quienes lo leíamos nos haríamos sus seguidores enriqueciendo, a nuestra manera, sus postulados pero no su concreción a plenitud.

Es allí cuando nace nuestra Facultad: ese entorno factual de exigencias  sociales de servicios educacionales pendientes y una nueva utopía por hacer de la educación el arma de liberación que quedó, y aún queda, como una deuda no pagada.

Años aurorales los de nuestra Facultad que, seguramente sirvieron a sus gestores para construirse una ambición: formar a los profesionales de la educación para movilizar el bagaje de potencialidades personales, socioculturales y ambientales de las que con grandeza estamos dotados. ¿Podríamos decir que lo estamos logrando?

Luego vendrían tiempos de conmoción política. Los años de la década de los setentas nos ofrecerían una nueva perspectiva para mirar nuestra realidad política y social nacional. Las reformas “estructurales” nos retarían a mirar la cotidianeidad cultural de nuestros pueblos y en nuestro interior regional a darnos cuenta de la presencia de otras culturas con sus propios derechos. ¿Cómo pasamos esa época? ¿Cómo la vivimos?

Y, simultáneamente, la conmoción más grande: el boom del petróleo, que nos haría recordar otro segmento de nuestra historia, con iguales o peores consecuencias socioculturales y ecológicas. Las grandes movilizaciones demográficas para atender las exigencias extractivas de nuevo cuño y las masivas protestas cívico-patrióticas por el reclamo de nuestros derechos como escenario de provisión de recursos para el país. Tiempos de reclamos y protestas. De toma de conciencia social.

Pero, también, de nuevas ideas y propuestas pedagógicas: el cognitivismo, el constructivismo, la visión sociocrítica y el enfoque ecológico de la dinámica de las instituciones educativas, que llegaron a nuestras aulas pidiendo permiso para penetrar, no para sentarse sino para asumir protagonismo teórico. Creo que no se lo dimos, a pesar de enseñarnos que la educación ya no se agotaba en la dimensión pedagogista individualista.

Los ochentas y noventas nos trajeron otros mensajes. Inicio de la conciencia de nuestra diversidad cultural y luego de nuestro entorno ambiental. Abrimos los ojos sociales y nos encontramos con una  realidad aún no vista hasta ese entonces. Pueblos indígenas que se hacían presentes y respuestas exigidas. Vino el reto de la interculturalidad y el compromiso con nuestro entorno ambiental. “Río 92”, Agenda 21, Convenio 169 y, simultáneamente, el megacrecimiento de nuestros núcleos urbanos y el consecuente abandono de nuestros campos rurales. Un nuevo olvido de nuestra esencial ruralidad regional.
Formándose para asumir responsabilidades 
sociales

Con ello vendría el desafío del desarrollo sostenible, nueva consigna de la humanidad para asegurar su supervivencia. Y ahora el cambio climático, la globalización y el megadesarrollo científico y tecnológico, todo venido desde afuera, olvidando que hemos dado grandiosas muestras de nuestra creatividad ancestral.

Pero también, la toma de nuestra conciencia de región desconocida en el concierto nacional. Marginación y ausencia en los currículos nacionales, ausencia de prioridades en las políticas de desarrollo nacional pero sí fuente de recursos para las arcas nacionales, en el marco de un extractivismo mercantilista depredante, inhumano y transnacional.

¿Cómo repercutió todo ello en nuestra dinámica y orientación institucional?
¿Nos estamos preparando para asumir nuestro protagonismo en la construcción de nuestra amazoneidad?

Siendo que ahora la educación es vista como instrumento de acción multidemensional sobre la realidad, nuestros egresados, ¿tienen la comprensión cabal de sus responsabilidades: sociales, culturales, psicológicas, económicas, políticas, todas ellas de raigambre educacional? ¿O seguiremos esperando que vengan las soluciones desde otras dimensiones? ¿Seguiremos siendo el escenario de conquistas que hasta hoy somos y desde hace quinientos años? ¿Seguiremos en el papel de simples cumplidores de decisiones político-sociales emanadas de funcionarios con compromisos subalternos respecto a nuestra región? ¿Seguirán los nuevos profesores  quejándose lacrimosamente del centralismo o los estamos capacitando para superarlo con propuestas pertinentes?

 Nuestros referentes para formar a los
futuros maestros
Entonces, tanto profesores como alumnos y cuanto agente actúa en la intimidad de nuestra Facultad, tenemos el reto de construirnos como una institución formadora coherente con nuestro tiempo y espacio. Los retos están a la vista.

Han pasado cincuenta años pero han de venir muchos. Y esos muchos que vengan deben construirse con una nueva conciencia de compromiso integral con el desarrollo humano de nuestra región para defender sus intereses de mayor trascendencia, respondiendo a los nuevos tiempos. Lo que pasó asumámoslo como lección aprendida; lo que venga, asumámoslo como una respuesta que debemos construir con nuestra cotidiana participación analítica, reflexiva, constructiva, creadora, para seguir entregando la posta a las nuevas generaciones con un mensaje de optimismo sobre la base de nuestras grandiosas posibilidades.


(*) Artículo publicado en semanario KANATARI, 01-01-2012, www.ceta.org.pe/kanatari

martes, 27 de diciembre de 2011

CONOCIENDO LOS PUEBLOS AMAZÓNICOS


Prof. Gabel Daniel Sotil García, FCEH - UNAP 

Santa Clotilde en el río Napo

El río Napo es uno de los grandes afluentes del Amazonas.

Entrada a Santa Clotilde 
Sus aguas caudalosas se desplazan tranquilas hasta encontrarse con el majestuoso Paranaguasú, “el gran río”, así conocido por los diversos pueblos indígenas, mayoritariamente Omaguas, que lo habitaban cuando los expedicionarios de don Francisco de Orellana se encontraron, en 1542, con la maraña de ríos que corrían hacia el que conocemos hoy como Amazonas, en Loreto, declarado ya Maravilla natural de nuestro planeta.

Ribereños llevando sus productos
 a la ciudad.
En la margen derecha, y aupándose a una empinada colina, se encuentra el pueblo de Santa Clotilde,  antiguo caserío indígena,  luego centro misional y hoy próspero centro demográfico, capital del distrito del Napo y núcleo de una inmensa red de poblados y caseríos que desarrollan su vida comercial ligada a su dinámica.

Viajando por el río Napo
Santa Clotilde  brinda una atmósfera forestal, tranquila, con amaneceres a veces brumosos por el bosque que la rodea, en donde, cada mañana llegan los ribereños que, muy de madrugada, salen a los ríos, cochas y quebradas cercanas para sus faenas de pesca; así como los madereros y comerciantes que durante todo el día no cesan de llegar y salir a los pueblos aledaños.

Desde sus alturas se  disfruta del paso parsimonioso de las aguas que reflejan  los encantos de las horas matutinas y vesperales, así como de canoas y balsas que se dejan llevar por la suave e indetenible corriente.
Casa en la ribera del Napo

Balsero en el río Napo
 Conocer Santa Clotilde es tener la oportunidad de disfrutar de la naturaleza en tardes de encantadores y sublimes mensajes que se expresan en las nubes multicolores desplazándose por su cielo azul en su camino a lo infinito y la dinámica incansable de su gente que construye su diario vivir en armonía con la naturaleza, pues han aprendido a amarla.
Plaza de Santa Clotilde

jueves, 22 de diciembre de 2011

SALUDOS POR NAVIDAD Y AÑO NUEVO



¡QUE LA BELLEZA 

DE LA AMAZONÍ

ALAGUE TU VIDA!




¡FELIZ    NAVIDAD!

¡FELIZ AÑ2012!


Prof.
Gabel Daniel sotil García



         Iquitos - perÚ

lunes, 19 de diciembre de 2011

MIS PENAS FORESTALES


Prof. Gabel Daniel Sotil García, FCEH - UNAP

 III 


¿Dónde están los árboles añosos
De verde fronda prodigiosa
Que adornaban orgullosos
El paisaje forestal?

¿Dónde están su sombra fresca,
Las voces cantarinas
Escondidas en el follaje
En horas de  hermoso atardecer?


Hoy en  trágicos silencios
De paisajes mustios por horrenda destrucción
Están siendo convertidos
 Por  ignorancia y  ambición.

domingo, 18 de diciembre de 2011

FORMAS FÍSICAS DEL SUELO AMAZÓNICO (5): LAS COCHAS



Prof. Gabel Daniel  Sotil García, FCEH - UNAP
LAS COCHAS
QUISTOCOCHA, Iquitos


Lago Anatico - San Lorenzo - Datem
Foto Prof. Julio Trigoso
Son los lagos o lagunas en nuestra región. La palabra es de origen quechua y sirve para designar a todos los ojos de agua, más o menos grandes, rodeados de vegetación, que hacen más bella a nuestra selva. El lago más grande de nuestra región es el RIMACHI (de  RIMACHUMI, que significa “Gran Lago”) en la cuenca del río Pastaza.

En nuestra región tenemos infinidad de cochas, no sólo de dimensiones diversas sino de aguas también diversas. Las hay de aguas negras, como también de aguas blancas, verdosas y azulinas, dependiendo de la hora y otras condiciones en que las apreciemos.


Cocha en  Pacaya Samiria
Hay algunas de ellas que tienen “madre”, es decir, una yacumama que las cuida. Los v¡vientes o moradores de los caseríos cercanos les tienen un especial respeto para ir a pescar, razón por la cual han establecido normas culturales (ritos) para hacerlas propicias para cuando tienen necesidad de entrar a aprovechar sus riquezas.

Variadas leyendas regionales tienen como personaje central a las cochas “con madre”. Algunas de ellas relatan sucesos extraordinarios que podemos encontrar en cuentos y novelas de escritores amazónicos.

Cocha en Pacaya Samiria
Haciendo investigaciones en
cocha de ZR Pacaya Samiria
Muchas de las cochas de nuestra región tienen un gran potencial turístico, que hasta hoy no es debidamente aprovechado así como sus posibilidades en el campo de la acuicultura con miras a incorporarlas a un plan de desarrollo sostenible para beneficio de los pobladores bosquesinos y de  toda la región.

Lago CHIATIPISHCA, Contamana









lunes, 12 de diciembre de 2011

REFLEXIONES SOBRE NUESTRA EDUCACIÓN REGIONAL (*)


 En la parte final del libro en referencia, formulábamos algunas reflexiones respecto a la situación de la educación en la región amazónica, que las queremos compartir a través de este medio.


Prof. Gabel Daniel Sotil García, FCEH - UNAP

Comprendemos lo difícil, y hasta doloroso, que es dejar de pensar en una Escuela como la actual y, más aún, aceptar sus deficiencias. Acostumbra­dos como estamos a no dudar de la Cultura oficial y dominante, no creemos que seamos capaces de inventar algo mejor. Nos parece que todo lo que hagamos por nuestra cuenta, no tiene ningún valor. Que todo lo que creemos nosotros será siempre inferior.

El fondo de la cuestión es que no tenemos confianza en nuestra creatividad. Como no se nos ha enseñado a crear sino a imitar o hacer lo que se nos diga, hoy  desconfia­mos de que podamos crear. No creemos que seamos capaces de crear. Más fácil nos es aceptar lo que nos viene hecho.

Si hoy no creemos que somos capaces de crear una Escuela diferente es, sencilla y llanamente, porque hemos sido condicionados socialmente para no pensar en otra Escuela que no sea ésta, con todas sus deficiencias que, quizá, ni las vemos.

Esta forma de pensar, que está pasando peligrosa­mente a constituir nuestra forma de ser, tiene, precisamente, entre otros agentes condicio­nantes, a la Escuela actual. Es ésta, con su eficacia destructora de todo lo que sea iniciativa, creatividad, imaginación, la que nos ha enseñado a convencernos de que debemos imitar o comprar, tanto productos materiales como conceptuales. Es decir, bienes económicos y cultura en general. Comprar cultura antes que inven­tar cultura. Consumir antes que producir parece ser nuestro lema orientador.

Ello explica que los grandes núcleos poblacionales en plena Selva sean los lugares en donde la actitud consu­mista de bienes, valores, actitudes, conocimientos, conceptos, etc. es la que predomine. La compra y la imita­ción son las actitudes predomi­nan­tes. Comprar e imitar es lo que vale en estos lugares. Lenta­mente estamos siendo absorbidos por el circuito de consumo. Estamos cayendo, o ya hemos caído, en las redes del mercantilis­mo cultural. Lentamen­te estamos siendo convencidos de que debemos aceptar nuestro rol consu­mista. El rol creador se lo dejamos para los de afue­ra. Nos gusta lo que nos dicen que debe gustarnos. Creemos lo que nos dicen que debemos creer. Nos divertimos como nos dicen que debemos divertirnos. Nos vestimos como dicen que debemos vestirnos. Usa­mos lo que nos dicen que debe­mos usar. Pensamos lo que nos dicen que debemos pensar. En fin, andamos por donde y hacia donde nos dicen que vayamos.

Estamos despersonalizándonos de tal manera que ya no somos nosotros mismos. Estamos perdiendo nuestra personalidad cultural.

Y es esto, precisamente, lo que hace más necesario que, en un esfuerzo de creatividad colectiva, demos a luz un nuevo tipo de Escuela en la que aprendamos social­mente que el mundo debemos mirarlo desde nuestra perspectiva selvática, a afrontar nuestros problemas desde nuestra interioridad amazónica, para encontrarles solucio­nes propias, coherentes.

Requerimos una Escuela en la cual se desmonte la actitud imitadora que nos está llevando a nuestra despersona­liza­ción cultural y se incentive la creatividad, la actitud creadora en nuestros niños y jóvenes que los capacite para la búsqueda de soluciones propias en el marco de nuestra propia ruta cultural, que consolide nuestra identidad cultural. El ser nosotros mis­mos.

Una Escuela que ponga las bases de nuestra propia modernidad, en la cual se encuentre presen­te, en lugar protagónico, el complejo cultu­ral nati­vo, caracterizado, precisamente, por la intensa acción creado­ra, desplegada por nuestros Pueblos indíge­nas, ignorados hoy, extraofi­ciales en la dinámica regio­nal, cuya creativi­dad ha hecho posible el encuentro de solu­ciones propias y apropiadas a su contexto físico - cultural.

Finalmente, diremos que tal y como vienen sucediendo las cosas, dos serán las víctimas de la actual dinámica social: la cultura nativa y el bosque. Es decir, las dos más grandes riquezas de nuestra Región.

Obsesionados como estamos en la adopción total e irreflexiva del modelo cultural que viene evidenciando un carácter depredante de nuestro patrimonio ecológico y cultural, hemos condenado a muerte a lo que constituye nuestro entorno físico y nuestra herencia espiritual.

La Escuela actual no tiene idoneidad funcional y menos teleológica para erigirse en defensora de dicho patrimo­nio. Incentivadora del facilismo a través de la memoriza­ción y la imitación, viene generando también una actitud sensualista entre las nuevas generaciones, actitud que se expresa en el "hacer lo que nos gusta", aunque ello no sirva o vaya en contra del interés social. Completándose perfectamente con los medios de comuni­ca­ción social y el efecto mostrativo del comportamiento de quienes tienen un rol referencial en nuestra sociedad (líderes políticos, autoridades, funcionarios, dirigentes, etc.) viene inducien­do la superficialidad, la intrascenden­cia, el solipsismo y, por lo tanto, no garantiza la ruptura del círculo formado por una serie de factores concatena­dos en secuencia de causalidad circular que tiene que ser roto en alguno de sus eslabones para que nos posibilite avizorar una supera­ción de nuestra actual situación.

Nuestra propuesta es que ese eslabón tiene que ser la Escuela. Transfor­mando o reemplazando a la Escuela actual por una nueva, podremos irradiar desde ella nuevas actitudes para la niñez y la juventud regionales, juventud ésta que hoy termina sus estudios secundarios mirando ilusoria­mente a la Universidad o constatando trágicamente su incapacidad para actuar productivamente en su socie­dad o con impulsos incontrolados para irse de la Región o, simplemente, para incorporarse al contingen­te de los solipsistas, es decir, de aquéllos que viven para sí mismos, que son los que creen que han nacido para vivir su vida y punto.

Una nueva Escuela para la Selva deberá superar el etnocentrismo del cual es agente portador la actual, para que, en consonancia con nuestra pluriculturalidad regional ella sea agente de interculturalidad. En donde capacite­mos integralmente a las nuevas generacio­nes para superar nuestra actual situación desde una perspectiva de integra­ción cultural. Dirigida explícitamen­te al desmontaje del hegemonismo cultural con raíces ideopolíticas.

Esta nueva Escuela deberá cultivar nuevos valores, brindar vivencias valorativas superiores, practicar la trascendencia individual, generar un auténtico amor por nuestra Patria, sentimiento que sólo se construirá a partir de un afecto por las realidades vivenciales de cada niño y joven y no por el afecto a abstractos intangibles para la experiencia de los educandos de nuestras Comunidades. El auténtico amor al País nace con el amor al caserío, al pueblo, a la comunidad que constituyen el universo existencial primario de nuestros niños. Y es a partir de este amor por su propia comunidad que cada futuro ciudadano encontrará los motivos y las razones determi­nantes para comprometerse en la lucha por mejorar sus condiciones de vida.

 (*) Tomado de Sotil García, Gabel D. "Escuela Árbol, una propuesta de educación para la selva". Derrama Magisterial. Lima. 1991. 

domingo, 11 de diciembre de 2011

EL REGALO DEL BOSQUE


Prof. Gabel Daniel Sotil García, FCEH - UNAP



Para todos los árboles de la Amazonía
 El amanecer de aquel día me encontró aún despierto.

De los árboles cercanos se elevaba ya la melodía silvestre que cada mañana tejían con sus trinos las avecillas escondidas en el ramaje forestal.

El bosque se despertaba, pero aún el cántico ondulante de un urcututu agorero se expandía entre el boscaje  orlando el cielo matinal.

Al poco tiempo el Sol se elevó alagándolo de luz y color.

En verdad, no había podido dormir.

Pensando en la actividad que tendríamos esa noche, me había desvelado, escuchando de rato en rato el lejano y misterioso croar de anónimos hualos que hacían de la oscuridad el momento propicio para entonar las graves notas de su himno al Creador.

Caserío ribereño
Era víspera de Navidad y en la escuela estaríamos celebrando la Nochebuena con un programa que habíamos elaborado para ocasión tan especial.

Llegado el momento, nos congregamos todos para iniciar los actos que habíamos preparado.

La noche era apacible. Un límpido cielo dejaba ver una infinidad de estrellas titilantes que habían salido a gozar del frescor sideral.

En el poblado, puertas y ventanas arrojaban borbotones de una luz rojiza que se diluía a corta distancia.

Nuestra escuela, que se elevaba enhiesta casi en el centro del caserío y al borde del campo de fútbol, tenía al frente un frondoso árbol de pomarrosa que se ubicaba en el centro mismo del amplio patio y allí nos brindaba su fresca sombra en las horas de calor y nos protegía de los fuertes vientos en los días de tempestad. Verde y añoso, su fronda prodigiosa se elevaba en forma oval casi perfecta, invitando a las avecillas a disfrutar de su ramaje protector.

Esa noche lucía solitario y silencioso.

El programa comenzó: palabras de ofrecimiento, cantos, poesías, cuadros cómicos y más cantos y bailes.

Todo aconteció como estaba previsto.

Reíamos, aplaudíamos.

La hora de las humitas, los refrescos, los tamalitos, el masato. Todo lo degustamos hasta acabar.

Nuestra alegría llegaba a su fin. Tendríamos que retornar a nuestras casas; pero, aún no era medianoche. ¿Cómo irnos sin saludarnos por Navidad?

Decidimos entonces conversar un rato para hacer hora y, mientras, los niños jugarían alrededor de la pomarrosa.

Así lo hicimos.

Chistes, anécdotas, recuerdos.

Que el tunchi. Que el chullachaqui. Que la runamula. Que el yacuruna.

Que doña Mishi. Que doña Ashuca.

La conversación se alargó.

Ya casi era medianoche y el ambiente estaba muy animado.

El juego de los niños. Sus gritos, sus alegrías.

Y de pronto:

-¡Profesor! ¡Mire por allá!

Todos volteamos la mirada hacia donde indicaban los niños.

Vimos entonces que, por sobre el sector del bosque que daba frente a la escuela, una extraña luminosidad se desplazaba hacia arriba.

Todos nos sorprendimos, pues se hacía cada vez más intensa.

Era una masa luminosa que se desplazaba permitiéndonos ver con nitidez la copa de los árboles por donde pasaba.

Era evidente ya que venía hacia nosotros.

Niños y adultos, instintivamente, nos juntamos cerca a la pomarrosa, en un acto de mutua protección ante el peligro sospechado.

Nadie hablaba, pues ya la luz llegaba a las casas por donde  pasaba en su desplazamiento y nos tenía pasmados.

Árbol de pomarrosa
-¡Son añañahuis!- gritó un niño-¡Sí, son luciérnagas!- fue el grito casi general.

Ya estaban sobre nosotros y se detuvieron recubriendo el árbol que adquirió, así, el aspecto de un shupihui gigantesco que irradiaba una blanca e intensa luz, que se prodigaba por todo nuestro caserío, iluminándolo con una claridad deslumbrante.

Silenciosa, una infinita cantidad de añañahuis luminiscentes evolucionaba alrededor de la pomarrosa, en cuya copa se había posado un grupo compacto que permanecía casi inmóvil, dando la impresión que de él se desprendía una cascada luminosa que caía siguiendo las sinuosidades de las ramas.

Todos permanecíamos callados, deslumbrados, en estado de admiración suprema.

La intensa fosforescencia nos encandilaba.

El arrobamiento era general.

Entonces, recién la comprensión se abrió paso en nuestras mentes y el mensaje se hizo patente. El encantamiento en que habíamos caído se rompió. El rapto de pronto terminó y todos estallamos en gritos y exclamaciones de alegría.

¡Feliz Navidad! ¡Feliz Navidad! ¡Feliz Navidad!

Todos, casi al unísono, adultos y niños, padres e hijos exclamamos, abrazándonos, 
¡Feliz Nochebuena! ¡Feliz Navidad!

En un supremo acto de amor entre nosotros, permanecimos así abrazados con las miradas dirigidas hacia lo alto de aquel árbol maravilloso que nos prodigaba su blanca luz fosforescente nacida en el vientre luminoso de aquellos añañahuis portentosos.

Por nuestros rostros se deslizaban cristalinas y brillantes lágrimas de alegría y emoción, reflejando la intensa luz que emanaba de aquella fuente prodigiosa.

Todos llorábamos embargados por la más sublime emoción.

Sí, habíamos recibido un regalo.

El regalo más maravilloso que el bosque nos había hecho aquella Nochebuena, noche de Navidad.