Una mirada a mis vivencias para hacerme MAESTRO
Prof.
Gabel Daniel Sotil García
Es decir, supe, durante mi proceso de formación como profesor, que en nuestro país había tres regiones naturales y nada más. Un dato, una información fría, inocua, sin mayor repercusión para mis futuros compromisos socioprofesionales de mayor trascendencia. Se me informó en el desarrollo de alguna asignatura y allí quedó como tal. Me acuerdo de mi profesor Augusto Benavides Estrada hablarme muy lejana y
Ya en la Universidad, Dn. Víctor Manuel Dávila
se encargaría de acercarme algo más a la Amazonía. Hasta que decidí adentrarme
en ese enigma, tan lejano, tan sombrío para tratar de entenderlo, aunque sea
por curiosidad.
Fue con esa perspectiva, asumida desde mi mismo
proceso de formación, como infelizmente es la que recibe la gran mayoría de
maestros que egresan de los centros de formación magisterial en nuestro país,
que abordé el desempeño de los primeros años de mi ejercicio profesional. Como
lo es, también, el de muchísimos profesionales.
Es decir, un desempeño aplicativo, acrítico, sumiso,
obediente, irreflexivo. Comprometido sólo conmigo mismo. Sin entorno de
referencia. En las nubes. Sin problemas que me exigieran responsabilidades de
acción, salvo las de “hacer mis clases”, sin preguntarme el para qué trascendente de ellas.
Un primer toque de alarma, que me sacó de mi
letargo paradisíaco, lo viví en la época de la denominada Reforma Educativa del
gobierno Militar de la década de los setentas, en la que participé activamente.
Es que esta reforma, vilipendiada por unos y alabada por muchos más, partió de
un encuentro con nuestra realidad nacional, y, a partir de ella, construyó una
propuesta educacional que implicaba la ruptura de muchos paradigmas,
sólidamente establecidos en nuestras mentes, cuyas implicancias afectaban los
intereses de quienes nunca han querido ni quieren perder privilegios. He allí
el por qué somos impedidos de conocer nuestra realidad, aún hasta hoy.
Sin embargo, no afrontó con el énfasis que
debió darle, el asunto de nuestra
diversidad cultural y sus implicancias en el campo de la educación. En
todo caso, no hubo el tiempo necesario para producir los cambios. Pero, sembró
la semilla.
Pasado ese período de efervescencia
ideológica y política, volvimos a los cauces anteriores y retomamos, todos los
maestros, nuestros antiguos paradigmas,
forzados por una clase gobernante que no quiere perder el control del poder
nacional.
Al verme en las circunstancias de tener que asumir
funciones en el nivel de enseñanza superior, en el área de formación
magisterial, fue cuando nuevamente sufro una nueva conmoción, proveniente de la
toma de conciencia de que nuestra región (ya la sentía como mía) sus culturas,
sus idiomas, su riqueza geográfica, todo había entrado a un estado de
efervescencia depredatoria; entonces me di cuenta que no me bastaba ser
espectador privilegiado de todo ello.
Fue transformándose en algo mucho más trascendente: algo respecto a lo cual debía yo
tomar posición.
Es decir, dejé mi indiferencia y asumí, para
mis fueros internos, una posición militante en cuanto a mostrar dicho proceso
del que, poca gente se daba cuenta: estábamos destruyendo nuestra AMAZONÍA y
era necesario decirlo.
Es así como opto por escribir para compartir,
en especial con el magisterio, mis preocupaciones, mis agobios.
Por cierto que no fue un autodescubrimiento.
Fue la confluencia feliz de diversos factores los que me posibilitaron esta
toma de conciencia: constataciones en la realidad, lecturas
científico-sociales, participación en el desarrollo de conferencias, amistad
con antropólogos, lingüistas, sociólogos, pedagogos, etc. Y empecé a
reflexionar sobre la diversidad cultural. Se convirtió, así, en un tema de gran
preocupación en mi vida profesional.
Mi actitud neutra, insípida, distante fue
transformándose en mi interioridad psicológica y adquirió color, sabor,
cercanía, calor. Terminé por involucrarme cognoscitiva y actitudinalmente en el
tema de la realidad amazónica. Empecé a verla como un problema que requería mi
involucramiento y el de toda la sociedad. Tomé conciencia de que la expresión
“diversidad cultural” no era un mero concepto, sino que hacía referencia a
personas y pueblos de carne y hueso. Con todos los atributos humanos. Pueblos y
personas injustamente marginados, postergados, “minorizados” por el poder y los
prejuicios. Poder y prejuicios contra los que debemos asumir una forma de
lucha.
Tomé conciencia también que hablar de ríos y
cochas en la selva no era hablar de cualquier cosa, sino de la esencia misma de
nuestra región: su ser en sí, pues allí radicaba la diversidad biológica única
que poseemos: árboles, peces, aves, etc.
Entonces, se me hizo perentoria la búsqueda
de una educación correlativa,
pertinente. Se transformaron en una obsesión hasta sentir la necesidad de
participar en su afronte pasando a la acción, es decir, a desarrollar y
concretar ideas en la realidad. Asumí, pues, un compromiso desde mi condición
de Profesor.
En la actualidad, el tema Amazonía se ha
transformado en parte fundamental de mi ser. He ligado mi existencia a su
realidad y decidido a luchar por ella desde mis atalayas pedagógicas.
¿Cuánto logré?...
No hay comentarios:
Publicar un comentario