Prof. Gabel Daniel Sotil García
Loreto es una
región privilegiada: es pluricultural y, por ende, es multilingüe. Pero, no
solo eso: se asienta sobre un bosque prodigioso, cuya complejidad no admite
sino aproximaciones interpretativas de su esencia. Ello significa riqueza
espiritual: riqueza para ver el mundo, riqueza de formas de ser, riqueza de
formas de actuar, de alegrarnos, de entristecernos, de soñar. Riqueza de tener y
ver al bosque, al río, a la cocha, al vuelo y cantar de las aves a nuestra
manera. También riqueza creada por nosotros mismos.
Gracias a los pueblos
milenarios es que sabemos desplazarnos por los senderos intrincados de nuestro
bosque portentoso. Riqueza de caminar por los vericuetos de un mundo que ningún
ser occidental puede descifrar. Y riqueza de entender lo que otros no pueden
entender. Y es que Loreto es una muestra evidente de cuan diversos podemos ser
los hombres y mujeres, a causa de nuestras culturas, sin perder nuestra esencia
humana. Tiene en nosotros, los amazónicos, una muestra de cuan variadas pueden
ser sus manifestaciones concretas en los espacios de este hermoso planeta.
Constituimos una evidencia contundente de su vocación natural: la diversidad
cultural. Diversidad que se inició hace miles de años.
¿Cuántos? Tal vez algún
día lo sepamos. Pero no importa. Seguimos caminando, aunque sea con problemas
para ser reconocidos por quienes no son amazónicos.
Hasta hace cinco siglos
aprendíamos de nosotros mismos a respetar al bosque, a aprovecharlo sin hacerle
daño, a beber las aguas de ríos, cochas y quebradas, a curar nuestras
enfermedades, a alimentarnos bien, a mirar a la Luna, al Sol, al firmamento y
hacerle muchas preguntas y encontrar sus respuestas en las plantas, en los
animales, en el amanecer, en la lluvia, en el trueno, en las tempestades, en
fin. Pero vino la escuela y allí nos enseñaron otro idioma, otra religión,
otras costumbres, otras maneras de ser y actuar. Y, entonces, comenzamos a ser
diferentes: un lenguaje distinto nos separó, un dios diferente comenzó a
juzgarnos. Vestimenta nueva, comida nueva, un mirar nuevo, un caminar distinto.
Aprendimos a amar al
león, al elefante, al mar, a la jirafa. ¿De nuestro bosque?: Nada. De nuestros
idiomas: nada. En nuestras culturas no había nada valioso para nuestras
escuelas. Ni nosotros mismos éramos importantes. Fuimos ignorados de mil
maneras, hasta que nos dimos cuenta de esta marginación, de este maltrato. No
teníamos poder. Teníamos que obedecer lo que nos dijeran. Teníamos que perder
lo que se nos arrebataba. Nuestras protestas no tenían valor. Éramos ignorados.
Invisibles, pasábamos por los tiempos. No los nuestros. Los de quienes querían
dominarnos.
Hoy ya no somos así,
pues hemos reaccionado organizándonos. Ya no permitimos que nos maltraten,
porque desde nosotros mismos y con el apoyo de gente que nos comprende, hemos
reclamado y estamos siendo escuchados como pueblo amazónico. Ya en el
Ministerio de Educación se habla más de nosotros. Ahora se nos pregunta, se nos
escucha (no tanto como se debería, pero, estamos avanzando).
Ahora se habla de una
Política de Educación Intercultural Bilingüe, en cuyo marco se viene reconociendo los respectivos
alfabetos de nuestros Pueblos.
Se reconoce que ella es
un derecho de nosotros los indígenas y, por lo tanto, es un deber ofrecernos
aprendizajes en nuestras lenguas maternas, en donde se transmitan los
conocimientos que los pueblos amazónicos hemos acumulado a través de los años.
Por eso somos culturas.
Somos culturas que hemos
cultivado una relación armoniosa de equilibrio con nuestra naturaleza de la que
somos parte, hemos aprendido a curar nuestras enfermedades, a domesticar
animales, a cultivar con diversas técnicas conociendo los suelos. Nuestros
conocimientos son grandiosos pues usando las plantas curamos nuestras
enfermedades, nos alimentamos, nos defendemos para preservar nuestras vidas. Y
mucho más. Entonces, ¿por qué nos consideran ignorantes? No lo comprendemos.
¿Qué se viene logrando? Bastante, diríamos. Pero no todo lo que necesitamos.
Ya participamos en
reuniones para hablar de nuestra realidad. Ya existe un público que, asombrado,
escucha con admiración nuestras historias.
Entre ellos se dicen cosas
que, a veces no entendemos.
Ya hemos logrado que
muchos pueblos cuenten con un alfabeto. Ya podemos escribir nuestras propias
palabras como las queremos. Ya podemos decir lo que queremos como lo queremos.
Ya nos estamos nombrando como nos gusta nombrarnos. Estamos logrando bastante.
Antes teníamos que escribir con letras que no eran nuestras. Las palabras las
veíamos raras, pues no sonaban como queríamos. Ahora sí. Ya no nos llaman
ágrafos.
Con el apoyo de
pedagogos de conocen nuestra realidad, estamos trabajando una propuesta
pedagógica para educarnos correctamente, sin dejar de ser indígenas. Antes
teníamos que educarnos siempre siguiendo los estándares de la sociedad
occidentalizada y aprendíamos poco, casi nada.
Pero ahora es diferente.
Muchos de nuestros niños se alegran cuando escriben nuestros idiomas.
Pronuncian con alegría las palabras que usamos en la vida cotidiana. Es cierto
que estábamos olvidando algunos de nuestros idiomas, pero ahora queremos
hablarlos como lo hacían nuestros ancestros, que a veces se presentan en
nuestros sueños para reclamarnos o para mostrarnos su alegría. Por eso queremos seguir luchando
para tener una mejor educación.
Nuestros maestros ya
hablan nuestro idioma y nos alegra, porque podemos decirles nuestros
sentimientos, contarles nuestros secretos. Antes no era así. El maestro no
entendía cuando hablábamos y nos miraba desde lejos. ¿Qué pensaría de nosotros?
Él quería que todos los niños aprendieran el castellano. Ahora el maestro habla
nuestro idioma, sabe de nuestra cultura, pues se ha formado en un nuevo
paradigma bilingüe intercultural. La pregunta es ¿Es realmente un avance?
Por cierto. Sabemos que
somos discriminados por nuestros nombres, por nuestras comidas, por nuestro
color, por nuestros idiomas. Antes nos decían que nosotros hablamos “dialectos”
y que éramos tribus. Ahora, aunque un sector de la sociedad lo crea, ya no nos
lo dicen tan abiertamente porque ahora somos pueblos con un idioma constituido.
Tenemos una “Declaración Universal de las Naciones Unidas sobre los
Derechos de los Pueblos Indígenas”. Se dice que somos una riqueza de la
humanidad. Y eso nos enorgullece. Eso nos da fuerzas para seguir luchando por
nuestros derechos sabiendo que también tenemos deberes con la naturaleza, con
nuestro planeta, con nuestro país, con nuestra región, con nuestro bosque.
¡Cuánto hemos avanzado!
Pero nos falta mucho. Así estamos yendo. Aún nos duele cuando destruyen nuestro
bosque porque de allí sacamos lo que necesitamos para vivir y curar nuestras
enfermedades. Por eso, pues, decimos: “El bosque: nuestro mercado, nuestra
farmacia”.
¿Quién si no nosotros
podemos entender eso? ¿Quién más vive del bosque? Muchas personas le tienen
miedo, lo ven como un lugar peligroso. Los dueños de las grandes empresas y
corporaciones ni siquiera conocen qué es el bosque. No se tiene conocimiento
sobre su verdadero significado. Jamás caminarán por nuestras trochas, machete
en mano cruzando puentes, vadeando, pateando quirumas,
sacando callo-callos. Muchas empresas no quieren conocer realmente
al bosque, sólo desean aprovechar lo que hay en él. Por eso lo
defendemos con tanta pasión. Mucha gente que no vive acá lo quiere explotar
irresponsablemente ¿Por qué? Porque no lo ama. Nosotros no podemos vivir sin
él. “Indio sin bosque no es indio” decimos aquí en la Amazonía.
¡Ah, por eso queremos
una educación que enseñe a nuestros niños a amar al bosque! A conservarlo, a
defenderlo, porque bajo el frescor de su sombra tenemos lindos sueños. En esos
sueños hablamos con la madre de las plantas, del agua, del bosque. Con quienes,
desde lejanos lugares, en las alturas y en las profundidades, nos hablan, nos
aconsejan, nos orientan. Por esa educación estamos luchando, ahora que ya
podemos hacerlo.
Una educación con libros
propios, en nuestros idiomas, con nuestros animales, con todo aquello que
amamos desde que viniéramos, en la noche de los tiempos, desde tierras muy
lejanas para quedarnos acá. Queremos que en nuestras escuelas se enseñen
nuestras culturas, nuestras costumbres, nuestros mitos, leyendas, normas
morales, cosmovisión que hemos construido mirando al mundo desde las entrañas
de nuestro bosque.
¿Y nuestra historia? Sí que tenemos nuestra historia con
otros personajes, con otros hechos heroicos, en nuestros propios mundos que
solo nosotros conocemos y entendemos.
Sabemos que otra
historia se ha contado de nosotros el pueblo Amazónico. Se nos ha dicho en el
pasado que somos salvajes, que no entendemos nada, que no queremos el progreso.
Pero, ¿cómo vamos a querer ese progreso, si se nos quita el bosque, se nos
quitan nuestras costumbres, las tradiciones y seres que viven en nuestras
mentes?
Por eso queremos una
educación intercultural que nos forme para conocernos mejor, para amarnos como
hermanos que somos, para defender lo que sentimos que es nuestro. Para trabajar
en forma conjunta por nuestro desarrollo, pero respetando nuestras maneras de
ser. Sí, por eso estamos luchando. Seguiremos construyendo, juntos, una
educación intercultural bilingüe.
1 comentario:
Interesante artículo en el que el se hace referencia a la realidad en que vivimos, pues he vivido en una comunidad nativa y esta memoria me hace recordar las experiencias místicas que viví. Y también es real que necesitamos aprender en nuestra lengua y valorar lo nuestro.
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