Gabel Daniel Sotil García
La historia de las relaciones que hemos venido estableciendo los diversos Pueblos asentados en esta región con nuestro entorno ambiental, evidencia que, hasta el momento, hemos pasado por dos fases nítidamente distinguibles: una larguísima, milenaria, época de relaciones armoniosas, respetuosas con nuestro bosque mientras fueron lo Pueblos Indígenas los protagonistas; a la cual le ha sucedido una fase de relaciones conflictivas, que ya se prolonga por casi quinientos años, con gravísimas consecuencias para nuestro entorno natural, pues en estos momentos se encuentra al borde del colapso por las agresiones de que es objeto por parte de instituciones y personas de la cultura dominante. Fase ésta de carácter totalmente depredatorio
Sin embargo, a partir de la toma de conciencia, que se viene operando en la propia cultura mestiza, de la importancia que tiene el ambiente para nuestra supervivencia individual y social y de la trascendencia que tienen las culturas indígenas en sí mismas y como depositarias de una milenaria sabiduría de trato armónico con el bosque, en nuestra región se viene produciendo todo un cambio de perspectiva en lo que concierne a la defensa y preservación de nuestro ambiente que nos anuncia que pronto, muy pronto, debe iniciarse una nueva fase en estas relaciones, a la que podríamos desde ya denominar de relaciones racionales con nuestro bosque, caracterizada por la recuperación de la unión umbilical entre la sociedad y la naturaleza, la praxis de actividades socioeconómicas respetuosas del ambiente, revalorando la sabiduría de los pueblos originarios expresada en la plena vigencia social del desarrollo sostenible, el mismo que debe llevarnos a la praxis de una nueva axiología y el uso de nuestros recursos con sentido social.
Todo lo cual ya viene exigiendo que en el proceso de educación, tanto formal como informal, se considere a la educación ambiental o forestal como el eje generador de nuevos conocimientos y formador de nuevas actitudes en las futuras generaciones, para aprender a ver a nuestro bosque con el valor intrínseco que tiene.
Felizmente, ya hay diversas instituciones, personas y medios de difusión que se han comprometido plena y vitalmente con la construcción de esta nueva fase en las relaciones con nuestro ambiente.
Es el caso de “MI TIERRA AMAZÓNICA”(*), revista que ha asumido el compromiso de impulsar una nueva visión de nuestras riquezas forestales en su valor ecológico, social, estético, económico, etc. pero con criterio de sostenibilidad. En las páginas de sus 25 ediciones, hasta hoy publicadas, sus colaboradores han venido entregando lo mejor de sus conocimientos, de sus reflexiones, de su compromiso para hacer que nuestro BOSQUE recupere el sitial valorativo que nunca debió perder y para que siga siendo BOSQUE.
La historia de las relaciones que hemos venido estableciendo los diversos Pueblos asentados en esta región con nuestro entorno ambiental, evidencia que, hasta el momento, hemos pasado por dos fases nítidamente distinguibles: una larguísima, milenaria, época de relaciones armoniosas, respetuosas con nuestro bosque mientras fueron lo Pueblos Indígenas los protagonistas; a la cual le ha sucedido una fase de relaciones conflictivas, que ya se prolonga por casi quinientos años, con gravísimas consecuencias para nuestro entorno natural, pues en estos momentos se encuentra al borde del colapso por las agresiones de que es objeto por parte de instituciones y personas de la cultura dominante. Fase ésta de carácter totalmente depredatorio
Sin embargo, a partir de la toma de conciencia, que se viene operando en la propia cultura mestiza, de la importancia que tiene el ambiente para nuestra supervivencia individual y social y de la trascendencia que tienen las culturas indígenas en sí mismas y como depositarias de una milenaria sabiduría de trato armónico con el bosque, en nuestra región se viene produciendo todo un cambio de perspectiva en lo que concierne a la defensa y preservación de nuestro ambiente que nos anuncia que pronto, muy pronto, debe iniciarse una nueva fase en estas relaciones, a la que podríamos desde ya denominar de relaciones racionales con nuestro bosque, caracterizada por la recuperación de la unión umbilical entre la sociedad y la naturaleza, la praxis de actividades socioeconómicas respetuosas del ambiente, revalorando la sabiduría de los pueblos originarios expresada en la plena vigencia social del desarrollo sostenible, el mismo que debe llevarnos a la praxis de una nueva axiología y el uso de nuestros recursos con sentido social.
Todo lo cual ya viene exigiendo que en el proceso de educación, tanto formal como informal, se considere a la educación ambiental o forestal como el eje generador de nuevos conocimientos y formador de nuevas actitudes en las futuras generaciones, para aprender a ver a nuestro bosque con el valor intrínseco que tiene.
Felizmente, ya hay diversas instituciones, personas y medios de difusión que se han comprometido plena y vitalmente con la construcción de esta nueva fase en las relaciones con nuestro ambiente.
Es el caso de “MI TIERRA AMAZÓNICA”(*), revista que ha asumido el compromiso de impulsar una nueva visión de nuestras riquezas forestales en su valor ecológico, social, estético, económico, etc. pero con criterio de sostenibilidad. En las páginas de sus 25 ediciones, hasta hoy publicadas, sus colaboradores han venido entregando lo mejor de sus conocimientos, de sus reflexiones, de su compromiso para hacer que nuestro BOSQUE recupere el sitial valorativo que nunca debió perder y para que siga siendo BOSQUE.
(*) Revista dirigida por la Prof. IDA CASANOVA BARTRA
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