GABEL DANIEL SOTIL GARCÍA
Como es de nuestro pleno conocimiento, toda la educación nacional carece de la presencia de la Amazonía. Es decir, para nuestro sistema educativo, nuestra región no merece mayor atención. Como si se dijera a la niñez y juventud peruanas que en la Amazonía no hay nada que valga la pena conocer en el marco del sistema formal, no hay nada que tenga potencialidad formativa para ellos: no hay una historia, no hay una geografía, no hay pueblos que deban ser estudiados y comprendidos, etc.
Esto quiere decir que lo más ausente en todo el panorama de relaciones entre nuestr país y esta región es la necesidad de conocerla y de promover su conocimiento certero, real, más allá de perjudiciales fantasías, que no hacen sino tergiversar nuestra realidad, y, por ende, generar incorrectas decisiones, cuyas nefastas consecuencias las sufrimos todos.
Esta ausencia de la Amazonía en la educación nacional es tan grave, que bien podemos afirmar que en estos momentos la Amazonía es la gran desconocida en nuestro país, desconocimiento que lo compensamos atribuyéndole características y condiciones irreales, tanto que los peruanos hemos hecho de la selva el depósito de nuestras fantasías, de nuestros sueños irrealizados, de nuestros deseos de aventuras, de nuestros impulsos frustrados, etc. Es posible que, como país, necesitemos un sueño colectivo y le hayamos dado a la selva este significado, como lo fueran en su oportunidad “El Dorado” o “El País de la Canela” que, como lo sabemos, no tuvieron efectos beneficiosos para nuestra región.
Como consecuencia de este vacío hay en el imaginario nacional una falsa imagen de Amazonía en la mente de los peruanos, con componente mórbido incluido.
Esta omisión educacional por cierto que tiene como consecuencia que nuestra región siga siendo vista a través de viejos y obsoletos filtros ideológicos, que han condicionado que nuestra región sea destinataria de graves falsedades y tergiversaciones, tales como que nuestros recursos son inacabables, que somos una despensa para el Perú (en donde tenemos guardado todo lo que podemos utilizar en cualquier momento), que nuestra región se desarrollará sólo si exportamos nuestras materias primas, que en ella se hace dinero rápida y fácilmente, que tenemos un suelo prodigiosamente fértil al que podemos hacerlo producir talando los árboles, que la selva es un infierno verde, que es una inmensidad despoblada y sin dueños, de la que podemos disponer a libre albedrío de los que tienen el poder político y económico (id est, concesiones forestales, lotizaciones petroleras), etc.
Falsedades que sólo expresan la gran ignorancia que tenemos los peruanos acerca de la más extensa región de nuestro país y la de mayores posibilidades, pues sus recursos son renovables; es decir, inagotables si los administramos racionalmente.
Por esta ignorancia o falso conocimiento es que las más grandes depredaciones de que es objeto el bosque amazónico no provienen de los pueblos originarios o indígenas, pues éstos tienen un milenario respeto y conocimiento acerca del mismo, sino de quienes se acercan a él con fines mercantilistas, víctimas de aquellas falsedades, pues en el imaginario social vigente nuestros recursos naturales sólo tienen valor mercantil, es decir, para extraerlos y venderlos; nuestro bosque sólo sirve cuando se lo transforma en campo de cultivo y para extensos pastizales.
Realidad trágica ésta que ha llevado al Dr. Antonio Brack Egg, insigne ecologista peruano, a decir que la mayor estupidez que estamos haciendo los peruanos es talar nuestra riqueza forestal para realizar actividades agropecuarias y ganaderas, queriendo con ello trastocar la natural vocación de nuestro bosque que es la de seguir siendo bosque.
Hoy vemos, con mucho dolor, cómo se deforestan extensas superficies de bosque para extender la frontera agrícola y ganadera, que sólo brindarán frutos pocos, muy pocos años, luego de los cuales serán abandonadas por la irrecuperable pérdida de fertilidad, pasando a engrosar los suelos en proceso de desertificación, que ya llegan a millones de hectáreas. Con ello no sólo perdemos árboles, sino suelos, biodiversidad, agua en los ríos y cochas, evaporación, lluvias, regularidad climática, belleza paisajística, atractivos turísticos y cuanto servicio forestal nos puede brindar el bosque, servicios a los que en la actual educación no les brindamos ninguna importancia.
En consecuencia, para la superación de estas deficiencias del sistema educativo nacional, será necesario que las autoridades regionales y el magisterio tomen las medidas adecuadas, para que en el nivel interno se enfatice y priorice el estudio de nuestra región y en el externo exigir al Ministerio de Educación que, en el currículo nacional, la selva merezca un sitial relevante, pues, con toda seguridad, a las instituciones educativas de las demás regiones no llegan mensajes de la realidad amazónica, con lo cual se fortalece y profundiza el más grande vacío de los peruanos respecto a la realidad nacional, pues hemos construido y estamos construyendo un Perú sin la verdadera Amazonía.
Lo cual constituye un imperdonable engaño nacional, frente a lo cual no debemos quedarnos indiferentes, pues ese desconocimiento y esa indiferencia han hecho posible que aquí, en esta región, hayamos perdido, sin mayor dolor de los peruanos, sin la menor culpabilidad nacional, 776 000 kilómetros cuadrados de nuestro territorio exclusivamente amazónico en los últimos 150 años, se venga talando inmensas extensiones de bosque, se contamine innumerables ríos y cochas, se agreda a los Pueblos Indígenas, se extermine nuestra diversidad biológica, etc.
Silenciarnos ante dicho Ministerio por esta omisión no es sino traicionar nuestros compromisos para con nuestra Amazonía, pues esta ausencia es la más grande agresión a nuestra región.
Más aún cuando hoy sabemos que las agresiones que le inferimos tienen un efecto desencadenante de muy graves consecuencias en el sistema climático de nuestro planeta, contribuyendo a ese fenómeno global llamado cambio climático que, si no lo afrontamos con estrategias apropiadas, va a causarnos gravísimos problemas; estrategias entre las que se encuentra, ineludiblemente, una adecuada y pertinente educación.
Art. publicado en semanario KANATARI, 11-11-07
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