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Iquitos, Loreto/Maynas , Peru
- Nací en el departamento Ica, Provincia Palpa, Distrito Río Grande, Caserío "San Jacinto", 1941. Egresado de la UNM "SAN MARCOS", Facultad Educación, especialidad de Filosofía y Ciencias Sociales, Docente Facultad Ciencias de la Educación y Humanidades-UNAP. Colaboro en: - Diversas revistas que se publican en Iquitos DISTINCIONES •PALMAS MAGISTERIALES, Grado de Maestro •PREMIO NACIONAL DE EDUCACIÓN “HORACIO”, 1991, Derrama Magisterial. •PREMIO NACIONAL EDUCACIÓN, “HORACIO”, 1992, Reconocimiento Especial •DIPLOMA RECONOCIMIENTO DE LABOR POR PUEBLOS INDÍGENAS- AIDESEP •PREMIO NACIONAL I CONCURSO NACIONAL LIT. INFANTIL, ÁREA EXPR. POÉTICAS, MED •RECONOCIMIENTO MÉRITO A LA EXCELENCIA Y PRODUCCIÓN INTELECTUAL -UNAP. . Reconocimiento con la distinción "LA PERLITA DE IQUITOS", UNAP (2015), Reconocimiento por SEMANA DEL BOSQUE, Sub-Ger. Prom. Cultural, GORE LORETO., Condecorado con orden "CABALLERO DEL AMAZONAS" por el GORE LORETO (06.07.16), condecorado con la orden "FRANCISCO IZQUIERDO RÍOS", Moyobamba, San Martín (24-09-2016). Palmas Magisteriales en grado AMAUTA (06-07-17) MINEDU. DIPLOMA DE HONOR, por Congreso de la República. 21-03-2019

domingo, 8 de septiembre de 2013

EN TORNO AL FESTIVAL DEL BOSQUE



ACERCA DE LA PRIMAVERA (*)

Gabel Daniel Sotil García

Por características ecológicas, en nuestra Amazonía
no pueden darse las estaciones climáticas de otras
zonas terráqueas.
En nuestro calendario anual existe una fecha de un singular significado: el 23 de setiembre. Con ella se inicia la PRIMAVERA; lo cual es motivo de grandes celebraciones, especialmente a nivel escolar, durante las cuales manifestamos nuestra alegría por su llegada y le rendimos honores por la belleza que ella representa y que se expresa a través del canto de los pajarillos, el florecer del campo, amaneceres más hermosos y en una sublime alegría de la naturaleza que podemos captarla por doquier. En los textos escolares se la describe profusamente y se le dedica varias poesías que los profesores nos esmeramos en hacer que nuestros niños aprendan y luego las reciten en una ceremonia celebratoria que organizamos en nuestros centros educativos presidida, invariablemente por una alumna “Reina de la Primavera”.

A nuestros alumnos les enseñamos que la primavera es la estación más hermosa del año porque, durante los meses que dura, hay algo muy especial en la naturaleza que nos infunde alegría, mayores energías, una mejor disposición de espíritu para afrontar los problemas y, en fin, muchas cosas más. Su significado es mucho más notorio si la comparamos con el Otoño, estación durante la cual , decimos a los niños, la naturaleza se pone triste, tristeza que dura todo el invierno, para luego, trocarse como por encanto, en una explosión de alegría y color en plenitud: es la PRIMAVERA.

En verdad de verdades, todo lo que decimos de la primavera es rigurosamente cierto. No hay nada falso porque, efectivamente, la Primavera como el Otoño, el Invierno, el Verano son cuatro momentos en el ciclo anual terráqueo que se presentan muy distinguiblemente en ciertas zonas  de nuestro planeta. No en todas. Sólo en las zonas intermedias o templadas. Pero no en las zonas polares y, menos, en las tropicales.

En un bosque  húmedo y tropical, es
un contrasentido celebrar la fiesta de la Primaver
a como 

estación climática. 
Foto: Biólogo José Álvarez A.
Nuestro país, por su ubicación geográfica, no tiene primavera. Nuestra región selvática es absolutamente tropical, por tanto, tampoco tiene primavera. Basta hacer un recuento anual de los cambios que se producen en la naturaleza que nos rodea y quedaremos convencidos que en setiembre nada de aquello que hemos descrito se produce. Lo que sí se produce, y a todas luces lo podemos constatar , es un periodo de creciente de los ríos y otro de vaciante, que tienen profundas consecuencias económicas y socio-culturales en nuestra actividad, tanto en el área rural como urbana, en un ciclo repetitivo anual, con fechas de inicio y término bastante precisables.

Entonces, ¿cómo explicamos el especial esmero que ponemos los profesores al celebrar la llegada o el inicio de un fenómeno anual que no tiene lugar en nuestra realidad? ¿Por qué creamos en nuestros niños y jóvenes la percepción de algo que no se da en nuestro medio? ¿Por qué inducimos en ellos una realidad ficticia?

No creemos que basta decir que, como los libros de texto hablan de la primavera, así como de las demás estaciones, la celebremos. Tampoco creemos que sea por disposición de las autoridades educativas, quienes nos obligan a celebrar un fenómeno natural, que no es natural para nosotros.

Creemos que la explicación radica en algo más profundo, sobre lo cual los profesores debemos meditar, también, profundamente. Nos referimos al rol que tradicionalmente viene cumpliendo la educación formal frente a nuestra realidad, rol dentro del cual los profesores tenemos una función muy específica.

Veamos nuestro caso, el caso de la educación en la selva.

Para nadie es un secreto que nuestros niños y jóvenes más conocen la historia de las culturas andinas y costeñas que de las culturas nativas. La palabra Chimú tiene mayor significado que la palabra Asháninka, por ejemplo. Más conocen los niños y jóvenes loretanos del elefante o del león que de la sachavaca o del puma. Los niñitos en los jardines se extasían cantando al “elefante que se balancea sobre la tela de una araña”. Sin embargo, al tuqui-tuqui no le dedican ningún canto, ni una poesía, ni una adivinanza.  Las palabras rey, reina, príncipe, princesa, abundan en los cuentos que relatamos a los niños. ¿Alguien de nosotros ha conocido alguna vez a una princesa?

Sólo son distinguibles las épocas de
vaciante y creciente en nuestra región.
En el proceso educativo de nuestra niñez y juventud, el gran ausente es nuestra realidad natural y sociocultural. Así como no enseñamos nuestra historia regional, nuestras culturas nativas, tampoco promovemos el aprendizaje de nuestra flora y nuestra fauna. En los textos escolares, por ser hechos a nivel nacional, nuestra realidad amazónica es soslayada. Apenas hay referencias vagas, tangenciales, de la realidad selvática. Y nosotros los profesores caemos en el juego de los textos y también ignoramos nuestro contexto circundante y, en vez de promover, dirigir y consolidar un proceso de profundo enraizamiento en nuestra realidad natural y sociocultural  a partir de su conocimiento, lo que hacemos es estimular un profundo enajenamiento de nuestros alumnos respecto a dicha realidad amazónica. Sus adivinanzas deberían referirse a lo nuestro, al igual que las poesías, fábulas, trabalenguas, cuentos, etc.

Todos los medios pedagógicos deberían servir para portar mensajes educativos de nuestro mundo existencial inmediato.

Pero, infelizmente, no es así. En nuestra praxis educativa formamos educandos para otra realidad, realidad ajena, desubicándolos, enajenándolos de la suya. Y con ello los hacemos dependientes y admiradores de otras realidades, otros valores, otras culturas, despreciando lo nuestro. Entonces pues, dentro de este tipo de educación alienante, no es nada raro que celebremos con tanta dedicación y esmero, la fiesta de la primavera. Podríamos decir que, precisamente, tenemos en esta celebración la muestra más contundente de la función alienante que cumplimos los profesores en el proceso formativo de nuestros niños y jóvenes.
¿Por qué no celebramos el inicio de la vaciante de los ríos? ¿O de la creciente? ¿Quién de nosotros ignora la gran importancia que  tienen ambos fenómenos en nuestra vida?

Estos sí son fenómenos naturales que nos afectan  directamente. Son fenómenos que vemos con la contundencia de la realidad. La agricultura, la pesca, la extracción de madera, en fin, toda actividad económica de nuestra región, está signada por tales fenómenos naturales.
Sin embargo, en el devenir de los Jardines, y Escuelas, pasan ignorados tales fenómenos, como si no tuvieran lugar en nuestra realidad. En los Colegios, igualmente.

Bendecidos por la NATURALEZA, debemos aprender y 
enseñar a celebrar las características de las que nos dotó.
No podemos, nosotros los profesores, eximirnos  de la responsabilidad que tenemos en este proceso de alienación. Somos nosotros, en el trabajo curricular diario, quienes generamos, dirigimos y mantenemos este desligamiento de nuestros educandos de su realidad inmediata con la consecuente formación de una personalidad dependiente.

Por ello, creemos, que en algún momento tenemos que iniciar la búsqueda de comportamientos magisteriales más coherentes con nuestra realidad natural y sociocultural. Tenemos que comprometernos en la construcción de una educación acorde con nuestras características, nuestras necesidades, nuestras aspiraciones propias.

El encuentro de una praxis educativa con características regionales, pasa por el abandono de muchos prejuicios que nos hacen conducir un proceso formativo de nuestros niños y jóvenes que sólo acentúa  nuestros problemas sociales antes que contribuir a solucionarlos.

                 
(*)  Artículo publicado por el autor el 11-09-1988, en el semanario KANATARI, pág. 3, para                            fundamentar la propuesta de celebrar un Festival del Bosque en nuestra región, festival                        que fuera aprobado por la Dirección Regional de Educación de Loreto, mediante RD N°                        02642-2000-CTAR-DREL-D, del 22-06-2000.


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