Una propuesta olvidada
Prof. Gabel
Daniel Sotil García
La Escuela Árbol es una propuesta que
conserva intactas sus potencialidades propositivas y de concreción, en la
medida en que nuestra región siga siendo desconocida, marginada y víctima de los graves problemas
que la vienen afectando.
Pese a
haber sido planteada hace veinticinco años, la Escuela Árbol es una propuesta comprometida con la radical
transformación de la actual escuela, para ponerla al servicio de los supremos
intereses de nuestra Amazonía, siempre en el marco de nuestra nacionalidad
peruana.
Es decir,
es una Escuela que responde a la realidad regional, tanto en su teleología como
en su operatividad, fortaleciendo sus lazos con la realidad nacional. Por esta
razón es necesario que merezca una especial atención en cuanto a su significado
para nuestra región y al compromiso que debemos asumir respecto a su concreción
como alternativa para mejorar la calidad de la educación que en ella se viene
poniendo en práctica.
Y es que
requerimos una Escuela cuyas características fundamentales sean su profundo
enraizamiento en la realidad circundante, su plena identificación con la
historia de la cultura regional, su aporte creador al desarrollo regional, la
formación de niños y jóvenes con un profundo amor a su comunidad (su entorno
inmediato) como base para crear una identidad regional que, a su vez, es base
fundamental en la creación de una identidad nacional fuerte, sólida,
indoblegable.
La Escuela
Árbol es una Escuela que
nutre y se nutre de su entorno inmediato. Es una Escuela que establece un
circuito de realimentación con su realidad. Que es parte consustancial a ella.
Una Escuela en donde la realidad físico-cultural está presente en forma
permanente como objeto de conocimiento, como objeto de análisis, como objeto de
transformación. Una Escuela que propicia el contacto cognoscitivo y afectivo
del alumno con su realidad. Una escuela que es un elemento dinámico y
retribuyente de su entorno.
En suma, una Escuela Árbol será, al ser concretada,
una Escuela que hunda sus raíces profundamente en el suelo cultural de la
Amazonía. Una Escuela que sepa nutrirse con las crecientes y florecer con las
vaciantes. Una Escuela que mire al bosque, a la cocha, a la flora, a la fauna,
a las leyendas, etc. y las transforme en mensajes educativos para generar un
hombre amazónico amante de su riqueza espiritual y ecológica, realista frente a
sus posibilidades, defensor de su entorno y con una fuerte identidad regional,
y, por ende, nacional.
Carátula 1a. edición, hace 25 años |
Sólo una escuela así
será capaz de ir al encuentro del devenir histórico - cultural de la Amazonía,
del cual debe ser uno de sus principales tributarios, formando a las nuevas
generaciones con un profundo conocimiento de su realidad, un indoblegable amor
por ella y un profundo compromiso con su defensa; insertándose en él como un
elemento coherente, natural, propio. Como una balsa en el Amazonas.
Una escuela así es más necesaria en la medida en que los
grandes núcleos poblacionales en plena Selva son los lugares en donde la
actitud consumista de bienes, valores, actitudes, conocimientos, conceptos,
etc. es la que predomina.
En donde la compra y la imitación son las actitudes
predominantes. En donde comprar e imitar es lo que vale en estos lugares,
haciendo que lentamente estemos siendo absorbidos por el circuito de consumo.
Estamos
cayendo, o ya hemos caído, en las redes del mercantilismo cultural tanto como
en el mercantilismo económico. Lentamente estamos siendo convencidos de que
debemos aceptar nuestro rol consumista, comprador, abastecedor de materias
primas.
El rol creador se lo dejamos para los de afuera. Nos gusta
lo que nos dicen que debe gustarnos. Creemos lo que nos dicen que debemos
creer. Nos divertimos como nos dicen que debemos divertirnos. Nos vestimos como
dicen que debemos vestirnos. Usamos lo que nos dicen que debemos usar.
Pensamos lo que nos dicen que debemos pensar. En fin, andamos por donde y hacia
donde nos dicen que vayamos.
Nos hemos
despersonalizado de tal manera que ya no somos nosotros mismos. Estamos
perdiendo nuestra personalidad cultural, a pesar de su milenaria raigambre.
Y es esto,
precisamente, lo que hace más necesario que, en un esfuerzo de creatividad
colectiva, demos a luz un nuevo tipo de Escuela en la que aprendamos socialmente
que el mundo debemos mirarlo desde nuestra perspectiva selvática, a afrontar
nuestros problemas desde nuestra interioridad amazónica, desde nuestro
portentoso bosque, para encontrarles soluciones propias, coherentes.
En resumen,
pues, la ESCUELA ÁRBOL es una propuesta que, pese al tiempo transcurrido desde
su publicación, conserva intactas sus principales líneas de desarrollo
potencial para transformar la educación de nuestra región y ponerla al servicio
de su pleno desarrollo humano, intercultural, sostenible y participativo.
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