Reflexiones frente a nuestra educación
Prof.
Gabel Daniel Sotil García
Si bien es verdad que es toda
la educación que actualmente viene siendo desarrollada en nuestra región la que
debe ser cambiada o reorientada, sin embargo, no debe perderse de vista que
dentro de ella, la educación del medio rural merece una especial atención por
las características particulares que la afectan. Características que tienen que
ser reflexionadas como condición previa para abordar la búsqueda de soluciones en
el marco de un programa o plan estratégico para buscar las soluciones que se
requiere.
En este sentido, pretendo
compartir algunas reflexiones formuladas al calor del contacto con dicha
realidad, como un aporte para propiciar el intercambio de experiencias de
quienes tenemos contactos vivenciales y superar, así, la inveterada actitud de
esperar que las soluciones a nuestros problemas, de toda índole, vengan
planteadas desde afuera, en concordancia con el centralismo omnímodo que se
pretende consolidar en nuestra dinámica socio-política y cultural, pese a
declaraciones en sentido contrario.
Una primera característica
que afecta a la educación rural de nuestra región es que hasta el momento no
supera los límites ideológicos y políticos dentro de los cuales surgió: el
haber sido una respuesta política dada por los gobiernos de turno, a los
reclamos del sector rural, para aplacar los reclamos de las comunidades y ganar
su aceptación político-partidaria, razón por la cual se ha venido
privilegiando el crecimiento cuantitativo antes que el aspecto cualitativo; es
decir, se ha creado escuelas pensando más en el clientelaje político en las
comunidades que en la calidad del servicio que brindan. Aún hoy, lo podemos
constatar, las instituciones educativas de este sector, siguen superviviendo en
un marasmo progresivo de su calidad, pese a declaraciones y promesas de
atención preferencial, que nunca se hacen realidad.
Otra de sus graves deficiencias es la carencia de lo que
podríamos llamar “su propia personalidad” institucional, pues carece de una orientación
y dinámica propias. Es decir, funciona teniendo como su referente principal a
la ciudad, tanto en su aspecto curricular como en su organización y orientación. Salvo experiencias
programáticas muy particulares (Secundaria en Alternancia, ya muy debilitada),
todo lo demás funciona como una educación urbana ejecutada en el ámbito rural
que, bien sabemos, tiene su propia complejidad.
En
consecuencia, la educación rural, que se desarrolla en las instituciones ribereñas,
funciona al pleno servicio de la ciudad y de la cultura dominante en nuestra
región (la cultura mestiza), formando a las nuevas generaciones con moldes o paradigmas homogeneizantes
psico- culturalmente, contribuyendo así a destruir nuestra diversidad cultural.
De esta manera, la escuela rural hoy viene significando:
Ø un
elemento perturbador para su entorno inmediato pues la educación que desarrolla
es depredante de la riqueza cultural y ecológica de las comunidades.
Ø No forma
el potencial que requieren las comunidades rurales para su desarrollo
sostenible, endógeno y participante.
Frente a
una situación como la que acabamos de puntualizar, debemos hacer los esfuerzos
necesarios para buscar soluciones que posibiliten superar las graves
deficiencias cualitativas que cada año
nos enrostra el Ministerio de Educación, a pesar de ser él mismo uno de los
factores con influencia determinante en
esta situación.
En
consecuencia, se hace necesario asumir a la educación rural como una condición
sine qua non para nuestro desarrollo intercultural e integral regional y, por
lo tanto, dejar de verla con criterios
político partidarios, que se traducen en actitudes de corte asistencialista
antes que promotoras de las potencialidades geo-ecológicas y psico-culturales,
que posee cada una de las comunidades y pueblos de nuestra región, así como
tampoco percibirla como un simple ámbito de dominación político-administrativa
en donde se deben ejecutar las disposiciones emanadas de instituciones lejanas
y ajenas a nuestra realidad.
Para ello se requiere realizar los esfuerzos necesariamente para elaborar una
POLÍTICA DE EDUCACIÓN RURAL para nuestra región, propia y diferencial, que
parta de la premisa de que esta región es predominantemente rural; por lo
tanto, debe merecer respuestas administrativas y pedagógicas en esa dirección.
Seguir percibiendo a Loreto como una realidad con predominio urbano, por
la presencia de grandes conglomerados demográficos, es ignorar que más del 95%
de su extensión es en donde se sitúan las mayores riquezas materiales y
espirituales que poseemos.
Por cierto que esta decisión implica la elaboración de un currículo
propio, con la necesaria diversificación
de acuerdo a los escenarios diferenciables que hay en
su interior: zonas de frontera, zonas mestizas, zonas indígenas (que, a
su vez presentan diversidad de situaciones), aprovechando y potenciando
experiencias que ya se vienen ensayando en el sentido de concretar la
pertinencia educacional que debe ser nuestro objetivo a largo plazo.
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