Reflexiones para una educación planetaria
Prof. Gabel Daniel Sotil García
Por
lo que sabemos, hasta este momento el único planeta que puede ser nuestro hogar,
como humanos en el cosmos, es LA TIERRA. Aún no hemos ubicado otro cuerpo sideral
que reúna todas las condiciones para
sustentar nuestra vida tal y como la vivimos.
Ya
sabemos hoy que ella se construyó como si hubiera sido plenamente consciente de
nuestra llegada en algún meandro de su futuro. Como que así fue y hoy
disfrutamos, después de un largo camino evolutivo, de todos los dones que nos
preparara en su devenir multimilenario, guiada por fuerzas que aún desconocemos,
pero a cuya comprensión estamos tratando de abrir nuestra mente como especie.
Sin
embargo, usufructuarios conscientes de todas sus riquezas para satisfacer
nuestras crecientes necesidades, los humanos hemos devenido una especie voraz,
autodestructiva de nuestro propio hábitat. No toda, por cierto, pero sí un segmento
que, haciéndose del poder en sus formas más inicuas, viene haciendo lo
imposible para hacer que nuestro planeta se ponga al servicio de sus intereses
más protervos.
A
diferencia de las demás especies, con las que compartimos este bólido sideral,
hace tiempo que un sector minoritario, pero con mucho poder político-económico,
dio inicio a un proceso de consumo exacerbado, ostentoso y dilapidador de las
riquezas terráqueas, que hoy, y en los
próximos años será más acentuado si se lo permitimos, viene evidenciando un
estado patológico que se viene imponiendo a nivel mundial, mediante múltiples
mecanismos,
Muy
a contracorriente y a despecho de la experiencia de las diversas culturas que
entendieron que nuestro rol como especie debe ser el contribuir con la
conservación y mejoramiento cualitativo de nuestros respectivos entornos
ambientales, este segmento se esfuerza por imponer su absurda ambición, al
margen de las capacidades de las que nos dotó la propia naturaleza, so pretexto
de promover el “desarrollo” de la humanidad.
Embarcado
como está dicho pequeñísimo sector en una actitud de suicidio colectivo, al que
viene intentando arrastrar a países y culturas, se ha hecho dueño de los
centros de poder mundial, desde donde manipula y pretende imponer sus efímeros
intereses de lujos y consumismo, con irracional convicción de la justeza de sus
mezquindades.
Aquí,
en nuestra región, como en nuestro país, los efectos desastrosos de dicha
actitud, hace buen tiempo que se vienen evidenciando en el desconocimiento de
derechos ancestrales, arrebato de propiedades culturales, agotamiento de los
recursos naturales, afectación de ambientes particulares, desmontaje de
cosmovisiones originarias y todo cuanto signifique destrucción de formas
propias de expresión cultural diferente.
Entre
otros, el calentamiento global y el consecuente cambio climático ya tienen
manifestaciones contundentes en esta parte de nuestro país (como en todo él), fenómenos ambos, de alcances planetarios
que, dada la vulnerabilidad de nuestra
región (y país) respecto a sus consecuencias, representan hoy todo un desafío a
nuestra capacidad organizativa de defensa, que nos exige respuestas de tal
magnitud.
A
estar por la información recopilada por los estudiosos de estos temas, la
situación es de tal perentoria gravedad, que ya tenemos que desplegar más
decisivos esfuerzos conjuntos para revertir los efectos de este irracional
comportamiento que, de no ser detenido, en verdad nos va a poner en mayúsculos
problemas de supervivencia como especie.
Es,
entonces, hora de hacernos preguntas
incómodas pero inevitables ¿Por qué dejar que se nos escape de las manos la oportunidad
de construir nuestro futuro? ¿Por qué condenarnos a ser una especie sin futuro
en esta esplendorosa maravilla que es el cosmos, al que recién estamos
comenzando a conocer y comprender? ¿Por qué no darnos la oportunidad de seguir
conquistando racionalmente nuestro mundo exterior a la vez que vamos conquistando
nuestro mundo interior?
Hoy,
con mejor equipamiento psico-espiritual, estamos en condiciones de evaluarnos y
elaborar razonamientos superiores que nos permitan visualizarnos en cuanto a la
calidad de actuación como especie.
Es
hora de pensarnos como especie, superando nuestras propias limitaciones pues capacidad reflexiva no nos
falta. Debemos dinamizar nuestra inteligencia emocional y diseñarnos una
estrategia de autojuzgamiento para vencer las ambiciones del poder
político-económico que nos está llevando al holocausto.
No debemos
permitir que la codicia y los bajos instintos guíen nuestra actuación sobre la
faz de la Tierra, que hoy tiene que soportar nuestros caprichos en vez de
disfrutarnos como la expresión más sublime de su creación.
Finalmente,
quien debe triunfar es nuestra especie. La Historia ya nos ha demostrado que no
hay imperio que se sobreponga a los intereses de la especie. Que todos fueron
pasajeros, con brillantez efímera y aunque tuvieran apariencia de eternidad,
sucumbieron a sus propias limitaciones, sólo que ahora, contando con un
sofisticado equipamiento científico-tecnológico, esta subespecie viene causando gravísimo daño
a nuestra morada, depredación que debemos detener para darnos una nueva
oportunidad de vivir en armonía y excelso amor con nuestra Madre Tierra,
sentimiento que debemos construir en las nuevas generaciones desde una nueva
educación planetaria.
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