Prof. Gabel Daniel Sotil García
-IN MEMORIAN - (*)
Enterrados en la
lejanía de mis primeros tiempos, yacen recuerdos de personas que, sin duda,
pusieron una pincelada para embellecer el paisaje que recorrería mi vida.
Personas cuyo significado no entendí en mis años infantiles, pero que, conforme
construía yo el sentido de mi propio destino, irían adquiriendo una dimensión
trascendente por lo que de ellas aprendí.
Y una de ellas
es, y lo seguirá siendo, doña MARÍA
REICHE.
De ella recibí y
aprendí valiosísimos mensajes, aunque nunca nos conociéramos personalmente.
Siendo
extranjera, pero tan peruana, la vi solitaria y misteriosa entre los cerros y
las pampas de mi tierra natal, Palpa, provincia de Ica, entregada a una tarea
que sólo entendería yo muchos años después cuando, por su influencia y la de
otros peruanos, aprendiera a amar al Perú en su plena realidad.
Han pasado ya
muchos años que dejé de verla, pero siempre estuve atento a sus búsquedas en
las entrañas de nuestro país, tratando de entender, desde nuestro pasado
creador, este inmenso geoglifo que es nuestro país.
Hoy se nos ha
ido, pero nos ha dejado un legado tan inmenso como el que quiso desentrañar.
Para ello no puso
reparos, no encontró obstáculos.
¡Cómo no
admirarla! ¡Cómo no quererla a Ud. Doña MARÍA
REICHE!
Si yo la vi desde
que aún no cumplía mi primera década de vida, allá en esas soledades vivir
solitaria al amparo de una carpa endeble que desafiaba los fríos nocturnos y
los calores diurnos de mi tierra natal.
Si yo miraba
absorto e intrigado la luz que irradiaba la lámpara con que se alumbraba en las
noches de azabache como un lejano faro, anunciando lo que Ud. sería para mí.
Si, allá, con mis
primeros amigos de infancia, corríamos intrigados por su presencia cada mañana
que volvíamos a la escuela bajando por los cerros de “La Comunidad”, de nuestro
diario recorrer.
Aún hoy la
recuerdo caminando entre silencios telúricos y hurgando milenarios misterios de
arena en las pampas y canganas en donde empiezan a empinarse los Andes en mi
pueblo natal.
Aún hoy suelo
encontrarla en mis recuerdos mirando al infinito, recorriendo silenciosa
aquellos arenales en donde comencé a recorrer la vida.
Intrigaba usted a
todo el pueblo, pues de pronto llegó una mañana sin que supiéramos su nombre,
ni su labor.
Y, en verdad, sólo supe su nombre muchos años
después. Disculpe usted la irreverencia.
Hoy, que ha
partido, enigma de mis años infantiles, quiero decirle que le agradezco que me
haya permitido conocerla envuelta en un misterio; que me haya Ud. dejado, como
a todos los peruanos, un ejemplo de persistencia, de terquedad en la defensa de
nuestro patrimonio cultural, que es nuestra riqueza espiritual.
Ahora podrá Ud.
conversar y preguntar directamente a los autores de aquellas obras que tanto la
intrigaran. Al fin podrá Ud. saber lo que quisieron hacer aquellos antiguos
peruanos en las pampas de Palpa y de Nasca.
Gracias por su
ejemplo para enseñarnos a amar a este Perú, que parece renegar de su pasado,
este pasado que tanto quisiera Ud. desentrañar.
Quiero decirle
que hace tiempo le construí un monumento en mi corazón.
¡Gracias Dra. MARÍA REICHE!
¡Gracias por lo
que hizo por nuestro país!
Hoy,
que estoy lejos de aquellos escenarios en los que confluimos circunstancialmente,
en donde comenzó mi admiración por Ud., desde estas lejanas tierras, quiero
decirle que en ese tierno corazón que anidaba en mi pecho infantil, germinó un
profundo afecto por Ud., que hace que me duela su partida.
(*) Artículo escrito en Iquitos en homenaje
del autor, en el día de su fallecimiento, ocurrido el 08-06-98
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