Prof.
Gabel Daniel Sotil García, FCEH - UNAP
Flora y fauna en perfecta relación armóníca. Foto WCS |
La
avanzada tecnología inventada por la humanidad nos viene posibilitando
contemplar a nuestro planeta como un pequeño cuerpo esférico, rodeado de una
delgada y luminiscente cubierta azul, suspendido en el espacio. Pero, sólo
desde cierta distancia, más allá de la cual se hace invisible por su pequeñez.
Ello
nos permite tomar conciencia de lo frágil
que es este nuestro mundo minúsculo, integrante de nuestro sistema solar
que, a su vez, es otra pequeñez dentro de la inmensidad a la que designamos con
la palabra COSMOS.
Rodeado
de inmensidades y negritudes siderales, somos apenas un puntito iluminado por
nuestro Sol, que gira incansablemente orlando nuestro sistema.
Es
en esa pequeñez y en esa endeblez en donde hemos encontrado un lugar para hacer
nuestra vida como especie y compartirlo con otras, con las que hemos
establecido una íntima relación en el marco de los diversos escenarios en donde
nos hemos asentado, formando unidades demográficas pequeñas y grandes, que
llamamos pueblos, ciudades y países.
Patrones culturales ancestrales posibilitan un aprovechamiento racional de los recursos. Foto WCS |
La
ciencia, por su parte, nos dice que las características fundamentales de
nuestra vida como especie han sido determinadas por las condiciones de este
mundo-planeta que nos cobija por ahora. Planeta que, ahora lo sabemos, es
poseedor de condiciones y características con especial vocación de HUMANIDAD.
Es así que vivimos del aire, del agua, del calor, de la flora, de la fauna que lo
conforman. De cada partícula que emana de él. Por ello, en cada partecita que
hemos ocupado de él hemos inventado nuestros dioses protectores, nuestros
mitos, nuestras creencias, nuestros miedos, nuestras alegrías, nuestras
leyendas, nuestras costumbres, nuestras instituciones, nuestros valores; es
decir, hemos creado nuestra propia cultura.
Como
especie, hemos sabido establecer una relación recíproca con nuestro mundo
particular dentro de este gran mundo que es nuestra Tierra. Una relación de
interinfluencia, en cuya dinámica influimos a la vez que recibimos influencias
de nuestro entorno.
Por
ello, aquí, en nuestra Amazonía, en esta unidad ecológica denominada bosque
húmedo tropical, hemos hecho nuestras propias creaciones en una íntima relación
con nuestro ambiente.
En el discurrir de la balsa por los ríos amazónicos se evidencia la armonía del hombre con la naturaleza. Foto WCS |
A
tal punto de intimidad que, todas las culturas de los pueblos originarios
asentados en estas latitudes tropicales, han tenido y tienen como centro de
referencia al BOSQUE.
Bosque
al que respetan hasta límites de la reverencia.
Respeto,
por cierto, nacido de una evidente toma de conciencia de la necesidad de una
relación armoniosa como requisito para asegurar la pervivencia del grupo
humano, en la más contundente demostración de una praxis social de
sustentabilidad.
Praxis
social ancestral que venimos dejando en el olvido por quienes somos parte del mundo cultural mestizo, encandilados por la tan fulgurante
como falsa luminiscencia de la artificialización en la que nos empeñamos hacer
nuestras vidas en el mundo que llamamos moderno. Artificialización que nos hace
olvidar lo esencial de nuestra existencia y nos conduce a la propia
destrucción, como individuos y como especie, en la medida en que venimos
alterando las leyes que gobiernan a nuestra bella naturaleza desde que se conformara como tal.
Por ello es que se nos hace ineludible afrontar este desafío dando respuestas inteligentes, tanto en el nivel
individual como colectivo, en defensa y conservación de nuestro
Bosque, que hoy es mirado con ojos de codicia materialista y mercantilista.
El
enfrentamiento de esta cuestión deberá hacerse desde dos perspectivas
claramente definidas: la científica y la de los Pueblos Indígenas Amazónicos.
Pueblo Urarina, integrante de la riqueza cultural de nuestra Amazonía. Foto del autor. |
Desde
la perspectiva científica, recurriendo a los aportes de la ciencia y la
tecnología modernas, selectivamente aplicados, para no violentar sus leyes.
Desde
la perspectiva de los Pueblos Indígenas Amazónicos, recurriendo al conocimiento
de su milenaria experiencia de trato armónico con su entorno ecológico.
Requerimos
tomar plena conciencia de que las culturas indígenas amazónicas constituyen el
aporte más claro y evidente de que nuestro bosque húmedo tropical requiere una
relación muy específica, que tiene que ser conocida y reactivada por quienes,
desde la cultura mestiza, de raigambre euro occidental, venimos demostrando el
desconocimiento de sus leyes y poniendo en práctica comportamientos
individuales, sociales e institucionales negativos para su conservación, cuya
mayor evidencia se expresa en el proceso de calentamiento global y su correlato inevitable: el cambio climático.
El
recurrir a la sabiduría ancestral de nuestros pueblos originarios,
reivindicados hoy en día por haber sabido establecer una relación que haríamos
muy bien en calificar de la más auténtica sustentabilidad, nos obliga
moralmente a revitalizar la estructura de valores dentro de la cual fue posible
este tipo de relación con el medio ambiente.
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