EL VERDOR DE LAS PLAYAS
Las playas inmensas que van apareciendo con la vaciante se van tiñendo de una infinita variedad de tonos verdes. |
El verdor,
expresado en una infinita gama de esperanzas
e ilusiones, se extiende por las inmensas playas que aparecen con la vaciante,
respondiendo al esfuerzo del poblador ribereño, luego de haber sembrado el
chiclayo, el arroz, la sandía y el
melón.
En este mes las familias ribereñas se movilizan para la pesca con redes. Foto: WWF |
En julio los cauces se van estrechando. Las cochas siguen
reduciendo su superficie. Los peces continúan saliendo de las quebradas y tahuampas para ir en busca del río y prepararse para el ritual
milenario que les permitirá la perpetuación de su especie y, por ello, la pesca
sigue abundante.
Las
redes siguen extendiéndose en la intimidad de ríos y cochas para emerger
bullentes, haladas con gran esfuerzo por expertos pescadores.
Los pishiñeros recorren los cantos de
cochas y quebradas, ocultos entre malezas y raizales, acopiando piabas,
macanas, mojarras y cuanta especie
ornamental fructifica en nuestro fecundo bosque.
El viviente bosquesino disfruta de las bondades de la naturaleza. |
Las taricayas y cupisos empiezan
a mirar con interés incontenible las playas que se muestran tentadoras,
irresistibles, respondiendo a impulsos que les vienen desde aquellos arcaicos
tiempos en que surgieran a la vida en este planeta azul.
Sólo esperan una
noche propicia, para cumplir los ritos heredados de su especie, horadando las
arenas y los cantos, para depositar su simiente que ha de perpetuarlas si los
humanos actuamos con racionalidad.
Avecilla canora que adorna los ramajes de los árboles ribereños. Foto: José Alvarez A. |
Las lluvias anheladas
se hacen esperar.
Es la estación
canicular.
El sopor aumenta, la
brisa se detiene, el sol se hace más candente...
“Está haciendo verano”... y la chacra está a la espera de ser
cultivada.
Es la época de
playas, de búsqueda de la sombra refrescante de los árboles del bosque, pues la
humedad y el calor nos envuelven en un manto de sopor.
Es en algunos días de
este mes que sentimos que las horas pasan lentamente, cual si remolcaran mil balsas
de tedio y languidez, recorriendo los cauces infinitos de nuestro aburrimiento
en las tardes de intensa calidez.
Las ciudades se
nos antojan asfixiantes, sofocantes. Imposibles de vivir.
Alzamos nuestra mirada y la dirigimos al bosque distante, anhelando sus árboles, su sombra refrescante, su brisa azul, su verde paz...
Así es julio en
nuestra heredad regional.
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