Para la promoción CNI-MORB- 1966
Parte de quienes hicieron posible mi magisterio en esta región. |
Con el fondo de los hermosos árboles de pomarosa otro grupo de mis alumnos. |
Muchos son los factores que influyen en las decisiones
que tomamos en nuestra vida. Sólo pasado el tiempo y meditando sobre ellos,
logramos aquilatar su importancia.
Cuando llegué a estos lares, misteriosos y lejanos,
apenas empezaba a recorrer la senda en la cual permanezco desde entonces. Y
desde entonces, también, vivo disfrutando la lejana pero grata compañía de
quienes, en aquellos momentos, aprendían a vivir soñando en un futuro.
Es a ellos, a mis queridos alumnos, ciudadanos en
ciernes en aquellos tiempos, hoy ciudadanos de bien, a quienes prometí aprender
a ser maestro, dedico estos recuerdos.
Y es que hoy he decidido darle vuelta al Amazonas; pedirle
que corra de surcada, desenrollando su curso al revés hasta hacerme llegar al
puerto en donde desembarcara aquel marzo del
1966 y luego aquel abril en que comenzara mi aprendizaje de ser maestro
en la ya lejana G.U. E. “Mariscal Oscar R.
Benavides”. Si bien es verdad que aún no termino de aprender, tuve la
alegría de encontrarme, en mis inicios, con un grupo humano de adolescentes y
jóvenes quinceañeros aún, que supo darme el abrazo cordial de bienvenida que
hiciera que yo, novato para todo efecto, intuyera lo hermoso que sería ser
maestro y decidiera quedarme en estas latitudes promisorias de futuros que,
infelizmente, aún no descubrimos a plenitud ni aprendemos a querer y defender en
esta región.
Desde entonces han pasado cuarenta y siete años. Ya no soy el novato, pero sigo
siendo el aprendiz de la vida y del magisterio.
Pasaron los años y quienes fueran adolescentes, hoy son ciudadanos con quienes comparto la alegría de luchar por esta región. |
¿Y qué de esos rostros tersos, cuerpos ágiles, miradas
inquisitivas, de preguntas fáciles, de travesuras y esperanzas mil, de manos
prestas para labrar su porvenir, de ocurrencias impensadas? ¿Y qué de aquellos
adolescentes que se agolpaban en cada recreo para hacerme mil preguntas, cuyas
respuestas yo desconocía pero que ellos aceptaban condescendientes, pues
intuían que yo no sabría más que ellos?
Pues es a ellos a quienes me estoy dirigiendo para
agradecerles que hubieran abierto sus brazos, sus corazones, para hacerme
sentir que era posible escuchar de mí una palabra orientadora, estimulante para
prefigurar su futuro y enrumbarse hacia la vida embarcados en la balsa de su
propia fe. Me hicieron creer que podía ser profesor, y lo lograron.
Es ahora en que el río maravilloso acepta mi
invocación, que me retrotraigo a aquel
momento en que entro por primera vez al salón de clases y me encuentro con
aquellos ojos juveniles, alagados de esperanzas y preguntas que yo recién
empezaba a escuchar, que me brindaran
todo el aliento para decir, en mi interioridad, “ahora sí quiero seguir siendo
maestro”.
Hubo tanto afecto en aquellas miradas ansiosas de
saberes, de consejos, de luces multicolores como las de los atardeceres que
adornan al bosque tropical, que hice lo posible para no defraudarlos en sus
íntimas expectativas. Aunque sé que no lo logré a plenitud, pero, les confieso
que hice lo posible. Disculpen ustedes, mis queridos alumnos.
Se fueron los años, y como las nubes, siguiendo las
rutas de los vientos, cada uno construyó su destino, ocupando un lugar en este
escenario complejo que es la vida. Yo seguí abriendo mi trocha profesional y
construyendo mi tambo magisterial, pero siempre con el recuerdo de aquellos
jóvenes que me hicieron ver y sentir la trascendencia de ser maestro.
Unidos en el recuerdo y en la acción social, hoy disfrutamos la alegría de haber aprendido juntos. |
Pero también recordando a aquellos maestros con
quienes compartí la ilusión de crear un
mundo mejor en el regazo inmenso de este bosque portentoso: Ángel Macciota, Luciano
López, David Bocanegra, Germán Cueva, Ulises
Riva, Max Meléndez, Francisco Sosa, Humberto Mathews, Abel Cassalino, el
Mayor Humberto Santos, Dúller
Vásquez, Maximino Pérez, Elmo Azañero,
Héctor Morán, Guillermo Rengifo, Oscar Angulo, Dante Morales, Miguel Lozada,
Tito Arias, César Gonzales, Augusto Márquez, Fidel Arévalo, Elio Mostacero,
Epifanio Guarniz, Vicente Meza, Luis Martínez,
Mauro Llerena, Néstor López, Víctor Sicchar, Ludgerio Guzmán, Evaristo
Diaz, Ferdinand Jarama y otros más que al recuerdo escapan. Algunos de ellos ya
chimbaron el río de la vida y nos esperan en el canto del frente para
indicarnos el camino al interior del bosque, desde donde miraremos a nuestros
descendientes labrar su futuro. De seguro, allí nos encontraremos. Otros, cada
vez menos, por cierto, sentimos cómo los límites de la vida se estrechan
lentamente, pero, aun así, con plena
conciencia le decimos ¡Gracias por la oportunidad!
Pasaron los años como las aguas de nuestros ríos y hoy
nos encontramos con las huellas del
tiempo a flor de piel, pero con la bondad y la alegría de aquel primer día. Por
eso, mis queridos alumnos, debo decirles que fue muy grato acompañarnos hasta
hoy; que aprendí de ustedes que ser maestro es actuar más allá de las aulas. Es
comprender y enseñar que este corto lapso de tiempo, que es la vida, debemos aprovecharlo
para servirnos mutuamente; para sembrar bondades y cosechar felicidad.
Para fortalecer los recuerdos felices de las épocas de estudiantes, hoy se reúnen para revivir aquellos momentos. |
En verdad, tal vez algunos ya no tendrán más preguntas
que responder. Quizá muchas esperanzas ya se les hicieron realidad y otras ya
nunca más lo serán; pero, muchos de ellos siguen luchando. Unos cayeron
bregando, otros siguen batallando y auscultando esperanzas ocultas en las
quebradas de aquellas aguas claras y frescas en donde alguna vez disfrutamos en
aquellos lugares que el progreso destruyó.
No importa. Tenía que ser así y lo fue. Hoy son las
aguas del tiempo que provocan nuestras alegrías y nos ofrecen nuevas esperanzas.
Y es en ellas en las que nos bañaremos por la eternidad.
¡Gracias mis queridos alumnos por haberme enseñado a
querer a esta maravillosa región, su tierra natal, ahora también mía! ¡Gracias
por acompañarnos mutuamente hasta hoy en esta gran maloca! ¡Sigamos disfrutando
el camino! ¡Gracias por haberme convencido que podía ser maestro!
GABEL DANIEL SOTIL GARCÍA,
Iquitos, diciembre de 2013
No hay comentarios:
Publicar un comentario