Mi
vida en esta grandiosa pequeñez cósmica, que es nuestro planeta, la inicié un 03
de marzo de 1941, en el rinconcito, humilde pero grandioso para mi madre María
Elena, de una casita de un lugar llamado San Jacinto, un caserío de las riberas
del Río Grande de la provincia de Palpa, allá donde comienzan a empinarse los
Andes del Departamento de Ica.
Esta
ranchería me dio su acogida en aquellos tiempos en que era un barrio de muy
pocas casas que ocupaban las faldas de los cerros grises, mirando hacia las
pródigas chacras, que se extendían hacia el río, de algodonales, maizales y
árboles frutales que se llenaban de verdor y hermoso colorido luego de que las
aguas nuevas, que bajaban de las sierras andinas, las llenaran de humedad.
Mi padre Daniel y mis tíos Bartolomé y Teódulo. San Jacinto 1964 |
Otros
poblados, con los que San Jacinto compartía vecindad, eran Los Alaches, Santa
Rosa, La Isla, La Banda, La Comunidad cuyos moradores mirábamos cada mañana
la imagen de nuestro cerro tutelar, siempre adusto y misterioso: el
Pinchango, que se elevaba distante, imponente, vigilante y protector de
nuestro diario vivir.
En el centro, hacia el lado derecho, el caserío de San Jacinto, dando frente a las chacras y parte del Río Grande. Foto actual. |
Entre
recuerdos pétreos y enigmas areniscos de lo que fuera la antigua cultura Nazca
viví mis primeros años infantiles, recorriendo cerros y canganas en los que
abundaban sus vestigios, a los que, en aquel tiempo, no daba ninguna
importancia, pero que, muchos años después, supiera que representaban un
trascendente aporte cultural de antiguos peruanos que aprendieron a domesticar
esas soledades inclementes para dejar en ellas mensajes que hasta hoy no hemos
podido descifrar.
Parte del valle del río Grande. Al fondo, Pinchango, nuestro apu o cerro tutelar. |
María Elena, mi madre |
Yo, a los 5 meses y 12 días en Palpa. |
De
mis vivencias infantiles, aún me quedan el aroma y el perfume de los naranjos,
mangos y ciruelos cuyos frutos cogía a voluntad de los racimos que pendían
ofreciéndome sus dulzuras. De mis amigos de aquellos años me quedan recuerdos de
los juegos en noches de luna llena en que corríamos incansables hasta que
nuestras madres empezaban a llamarnos para irnos a dormir.
Imposible
olvidar el rumor, lejano y cantarín, de las avenidas de las aguas nuevas del
Río Grande que, en los meses de verano, me invitaban al disfrute de
bagres y camarones que bajaban abundantes entre las aguas de las avenidas que
corrían torrentosas y murmurantes entre piedras multiformes.
Allí,
disfrutando de aquellas aguas frías y barrosas en acequias rebosantes,
corriendo por los cerros y trepando a los árboles frutales aprendí a vivir mi
niñez y adolescencia. Todo ello fue el deleite de mi vida estudiantil en los
meses en que disfrutaba a plenitud de las épocas de vacaciones escolares. ¡Qué
tiempos tan hermosos!
Sigo,
en mis recuerdos, escuchando las voces de mis tíos Dimas, Moisés, Bartolomé y
Armando, que fueran enseñándome, a cada paso y con cariño inmenso, aquello que
hoy guía mi existencia. En especial a mi tío Teódulo, con quien compartiera
muchos momentos felices de nuestra vida en aquel barrio pobre, en donde
aprendimos a alegrarnos y enfrentar la vida con amor. Todos ellos supieron
orientarme para entender lo grandiosa que es esta vida y, por ello, les guardo
el más profundo agradecimiento. Fueron el soporte de mi adolescencia, por ello
les doy un eterno y cariñoso abrazo, desde estas lejanías selváticas en las que
me encuentro.
En
la escuelita de "SAN JACINTO" incursioné en los estudios formales.
Aún me veo llamando a mis amigos de aquellos años invitándolos a ir en grupo a
estudiar. Allí obtuve mis primeras y deliciosas experiencias escolares al
impulso amoroso de mi madre Julia, quien me llevaba cogiéndome de la mano, y el
interés de doña Rosa Pasache, directora de dicha escuela, que me supo enseñar
amorosamente aquellas difíciles primeras lecciones de la vida.
Luego
continuaría en la escuelita de "La Comunidad", adonde tenía que
caminar diariamente por varios kilómetros para cursar parte de mi educación
primaria bajo la guía cariñosa de doña Irene Revoredo y doña Rosa Luna,
profesoras excelsas que supieron estimularme para continuar mis estudios. Es en
esa época en que tuviera un cercano contacto con quien, muchos años después,
supiera que se trataba de Doña María Reiche, a quien viéramos con mucha extrañeza,
acampar y recorrer en las soledades de los cerros, en busca de algo que,
para nosotros, niños curiosos, no tenía ningún significado.
Aprobado
mi tercer año de estudios en 1951, me trasladaría finalmente, a la Escuela Nº
587 de Palpa, en donde culminaría mi educación primaria en 1953, bajo la guía
protectora de don Arquímedes Noriega y don Héctor Rejas, director y profesor de
aula que supieron impulsarme para seguir mis estudios que, cada vez, me
llevaban más lejos de mi terruño con el impulso de mis padres. A todos ellos
hoy les dedico en mi recuerdo un tierno beso de gratitud en su anciana y
venerable frente. Por todos ellos puedo hoy decir, muy pleno de emoción y gratitud: ¡Qué
suerte que tuve al encontrarlos en mis primeros años y compartir con ellos un
pequeño pero decisivo lapso de mi vida!
Mi
educación secundaria la recibí íntegramente en el colegio "SAN LUIS
GONZAGA", Gran Unidad Escolar en aquella época, de Ica, ese portentoso
oasis de prodigiosa fertilidad en pleno desierto de dunas caminantes, en donde
culminaría en 1958. Enorme y grandioso “San Luis” que compartí con amigos y
compañeros de clase animándome a construir un futuro en base a mis estudios. Allí
aprendí a vivir mi adolescencia lejos de mis padres y a ir penetrando en la
vida bajo la guía de grandes profesores que supieron impulsarme a seguir
estudiando y hacerme profesional, pese a la desventaja de proceder de un
pueblito sin mayores perspectivas de progreso y con muy limitados medios
económicos personales. Allí, también, aprendí a imaginar mis primeros amores
que me dieran dulces encantos para soñar en un futuro.
Impulsado
por fuerzas, de las cuales nunca fui consciente, en 1960 ingresaría a la Facultad
de Letras de la "UNIVERSIDAD NACIONAL MAYOR DE SAN MARCOS". El apoyo
invalorable de mis tíos Dimas y Paula y toda su familia, mis primos: Ricardina, Clelia, Esther, Yolanda, Delia, Germán, Luis Alberto y
Dimas, hicieron posibles mis
estudios pues me brindaron el ambiente afectivo que requería en esos momentos. Por todo ello les guardo un eterno agradecimiento.
Luego de dos años derivé, en búsqueda de mi destino final, a la Facultad de Educación, para obtener el grado de bachiller y el título Profesional de Profesor de Filosofía y Ciencias Sociales, en 1965.
Luego de dos años derivé, en búsqueda de mi destino final, a la Facultad de Educación, para obtener el grado de bachiller y el título Profesional de Profesor de Filosofía y Ciencias Sociales, en 1965.
MI TÍO DIMAS SOTIL |
A
comienzos de 1966 estaría llegando a Iquitos, ciudad exótica para mí en aquella
época, que me acogería con el calor de su clima y de su gente. Quedé cautivado
definitivamente. Su boscaje, su fauna, todo ello fue mi deleite. Y lo seguirá
siendo, pues aquí encontré un ambiente social, con gente espontánea, alegre y
bondadosa que me brindó los estímulos necesarios para construir mi profesión. Y
aquí, también, años más tarde, logré conformar la familia que hoy es mi soporte
afectivo y estímulo para seguir luchando para darle mayor trascendencia a mi
profesión, conformada por Alicia, mi esposa, Gabel Daniel, Hugo Daniel y Marcos Joaquín, mis hijos, quienes se constituyen en el referente inspirador de mis esfuerzos por
hacer de mi magisterio una labor de real significatividad para la educación de esta
región.
Me
inicié como profesor en la G.U.E. "MARISCAL OSCAR R. BENAVIDES", en
dicho año. Luego tendría que salir al extranjero para hacer uso de una beca por
un año y a mi regreso me incorporé al movimiento de la Reforma Educativa, que
insurgía críticamente contra la educación vigente en nuestro país, en aquella
época.
Los
años 70 me llenaron de vivencias y aprendizajes ya en el marco inspirador y
orientador de las nuevas propuestas educacionales en nuestro país. Bajo esa
inspiración recorrí Loreto, San Martín y Pucallpa, yendo de caserío en caserío y hablando con
los profesores de esta inmensa región selvática. Fueron años de experiencias
límites que motivaron en mí un profundo compromiso con este nuevo escenario de
mi vida, que poco a poco fue transformándose en el ámbito de mi ejercicio
profesional. La sensibilidad a los problemas sociales, incentivada durante mis
estudios universitarios, me posibilitó un inicial compromiso con la problemática
educativa, el mismo que iría fortaleciéndose y ampliándose con el paso de los
años.
Remo en
mano surcaba quebradas y riachuelos. Mis ojos se llenaron de realidad. Medité
en la soledad de los poblados, escuché las quejas y alegrías de amigos y
colegas y me prometí y comprometí a hacer más que algo para que cambie esta
situación, la misma que infelizmente, a pesar de los años, no ha sufrido
mayores cambios positivos para mi mayor frustración.
Ya en
los 80s empecé a procesar todas mis experiencias. Con la calma de los años
comencé a escribir para compartir la riqueza acumulada. Sentía la necesidad de
expresar lo poco que iba ganando en mi ejercicio magisterial. Pensando siempre
en los maestros lejanos, elaboré textos de Pedagogía, Tecnología Educativa,
Psicología y Teorías del Aprendizaje. Y más artículos sobre Educación, análisis
y reflexión constantes que hacía y hago llegar a cada maestro como retorno de
lo que aprendí y sigo aprendiendo de ellos, en las entrañas mismas del bosque,
en las riberas, en los cantos de las cochas, cuyo mensaje traté de descifrar
para elaborar propuestas que considero pertinentes, teniendo como punto de
referencia nuestra propia y diferencial realidad amazónica.
Como
consecuencia de ello, en 1984 el Ministerio de Educación me concedió las Palmas Magisteriales en el grado de "Maestro".
Con los
maestros aprendí a amar el BOSQUE. Y por ese amor me incorporé a las luchas en
su defensa. Allí surgió el libro “ESCUELA-ARBOL,
una propuesta de educación para la selva” que me valiera el premio Nacional
de Educación - HORACIO 1991-de la DERRAMA MAGISTERIAL. Con esta obra expreso mi
homenaje al BOSQUE por el amor que aprendí a sentir por él en mis recorridos
por ríos, cochas, tahuampas y caseríos
ribereños.
Al año
siguiente, el ensayo "LA FORMACION
MAGISTERIAL, realidad y propuesta para la SELVA", sería premiado por
la misma institución, concediéndome un Reconocimiento Especial del premio
“Horacio Zevallos”
Ambos
ensayos se originaron en el marco circunstancial de mi cargo como Director del
I.S.P."LORETO" y profesor de la Facultad de Ciencias de la Educación
y Humanidades de la Universidad Nacional de la Amazonía Peruana, instituciones
que me dieron la oportunidad para mi
enriquecimiento en el ejercicio docente.
En
1993, UNICEF-UNAMAZ publicaron la obra "SIN HADAS, SIN MUÑECOS, una síntesis de la niñez de la Amazonía",
en cuya investigación participé conjuntamente con investigadores brasileños y
ecuatorianos.
Ya en
1996 recibí, de parte del Ministerio de Educación, el premio por expresión poética, por la obra "LOS HIJOS DEL BOSQUE", conformada
por un conjunto de poesías para niños, y que fuera publicada a nivel nacional
por dicho Ministerio.
Posteriormente
publicaría la obra "HACER EDUCACION
EN LA SELVA, reflexiones en torno a la educación regional amazónica"(1997).
Luego
vendrían nuevas obras: “Panorama
histórico de la Amazonía Peruana, una visión desde la Amazonía” (2000),
escrita con el periodista, artista plástico e historiador Humberto Morey Alejo;
seguida por la obra "EL HOMBRE Y EL
BOSQUE" (2001), lecturas que expresan mis preocupaciones sobre el
medio ambiente regional.
A ellas
les seguiría: “Educación para el
desarrollo de la región Loreto – Fundamentos” (2004), “Omagua, canto al reino de las aguas y los árboles” (2007) y “Alegre Amanecer”, poesías infantiles para la educación forestal. (2009)
Con la
masificación de la INTERNET, se me abrieron nuevas posibilidades para difundir
mis productos intelectuales, por lo que sentí la necesidad de aprovechar las
ventajas de las bitácoras digitales o blogs, iniciando la creación de un blog al que denominé TIPISHCA
(*), para compartir socialmente mis aportes analíticos, reflexivos y
propositivos respecto a la educación de nuestra región.
En la
actualidad, a través de diversidad de artículos, continúo entregando mis
reflexiones sobre la educación regional, tratando de comprometer a la mayor
cantidad posible de profesores, y en especial de autoridades, en la lucha por
crear una educación que sea planteada desde y para nuestra región Amazónica.
Desde las tribunas que me ofrecen diversas revistas y semanarios de la ciudad
de Iquitos, insisto en la necesidad de construir socialmente una educación
auténticamente regional, con pertinencia social, cultural y ecológica. Al
servicio de nuestros intereses amazónicos.
Iquitos, febrero del 2014.
(*)
WWW.TIPISHCA.BLOGSPOT.COM
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