Reflexiones frente a la actual coyuntura de la UNIVERSIDAD NACIONAL DE LA AMAZONÍA PERUANA - UNAP
Frente a la actual situación por la que viene atravesando nuestra universidad, no podemos ser indiferentes, en cualquiera de los roles que desempeñemos en su interioridad, pues nuestra marginalidad abona el terreno para la repetición, ad infinitum, de sucesos como los que venimos padeciendo.
Por ello es que requerimos formular algunas reflexiones que movilicen, al mayor nivel posible, nuestras capacidades de análisis comprometido con nuestra institución.
¿En qué momento y por qué nos olvidamos de la cordura,
de la inteligencia, de nuestros deberes con la formación ética? ¿Hubo el motivo
suficiente y justificatorio para ello?
¿Es que no había otro camino para encontrar las soluciones que buscábamos? ¿O es que esos
otros caminos no nos brindaban las posibilidades catárticas que requeríamos para
desfogar nuestras frustraciones o hacer realidad nuestras reclamaciones?
Hemos traído a nuestra universidad a una situación de
la que nadie saldrá indemne: conflictuados, enfrentados, mirándonos con suspicacia
por pertenecer a uno u otro grupo de dominio. Se han profundizado nuestras
diferencias por motivos ajenos a la esencia de nuestra labor universitaria.
Fragmentados, necesitaremos mucho tiempo y valentía
para reconciliarnos y retomar el camino para desarrollar una labor formativa en
condiciones psicosociales óptimas.
¿Y nuestros alumnos? También tuvieron que
fraccionarse. Inducidos o no a dividirse, tuvieron que apoyar a una u otra
fracción. ¿Estamos satisfechos con ello? Seguramente que no, pues debiendo haberles enseñado a solucionar un
conflicto con inteligencia dialogante, les hemos mostrado el camino de la
confrontación, del arañazo, del desgarro.
Tengamos en cuenta que ahora ya no nos verán igual.
Mejor o peor, pero ya no igual. Ahora saben que mucho de lo que pregonamos en
nuestras clases es pura palabrería. Hemos perdido eso también.
Es posible que hayamos logrado un gran o un pequeño
apoyo a nuestras posiciones, pero nada ni nadie nos dirá que no hemos perdido.
Aquí perdimos todos.
La propia institución ante la colectividad, que se ha
dado cuenta y ratificado que no somos garantía para una formación concordante
con las exigencias integrales de los tiempos actuales. Que solo nos hacemos
presentes en el concierto ciudadano en momentos de conflictos que, debiendo ser
internos, se proyectan con una negra luz para ensombrecernos.
Nosotros los profesores también hemos perdido, pues abdicando de
nuestro rol orientador, dimos un cariz reactivo a nuestro comportamiento, muy
lejos de la ecuanimidad que la experiencia nos debe haber dado.
Los alumnos, que ahora mirarán a sus compañeros y
profesores a través del rencor, la desconfianza, y murmurando nuestras
flaquezas y, entre ellos mismos, los recelos por saber que apoyaron a grupos
distintos.
En fin, ¿era necesaria esta experiencia? ¿Era
necesario tanto enfrentamiento, tanta agresión entre nosotros? ¿No había otro
camino?
¿No era que al ingresar a nuestra UNAP nos
comprometíamos, como profesores y alumnos, a luchar por su engrandecimiento
cualitativo? ¿No era que nos comprometíamos a poner nuestras capacidades a
luchar por su esencia formativa? ¿A hacer todo lo posible para crear
condiciones propicias para su desarrollo académico, investigativo y de
proyección social?
Pues necesitaremos mucha inteligencia para recuperar
los cauces desbordados. Será tarea de todos para que las autoridades logren la
normalización de nuestras actividades, del ambiente propicio para el cumplimiento
de nuestros objetivos institucionales.
Que lo sucedido, nos sirva de lección para aprender a
solucionar nuestros problemas dentro del marco de nuestra propia esencia
institucional, no haciéndonos trizas, no descuartizándonos unos a otros.
Si de esta lección no emergemos con algo de sabiduría,
demostraremos que no servimos para estar donde estamos.
¡POR UNA UNAP UNIDA, FIEL A SU ESENCIA FORMATIVA!
Prof. Gabel Daniel Sotil García
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