(Relato Kandozi)
Edward Rodríguez Reátegui (*)
CUENTAN LOS ancianos de nuestro pueblo que antiguamente Ponxi (el pájaro picaflor) cantaba lindas canciones. Su canto era muy sonoro y se escuchaba a través de la lejanía de la Selva.
Cierto día, hace ya mucho tiempo, Ponxi cantaba alegremente cerca de una quebrada, mientras iba y venía chupando el néctar de las flores. Masho (el pájaro paujil) que se encontraba sentado sobre una rama en lo alto de un árbol, al escucharlo se preguntó intrigado: “¿Qué animal será ése que canta tan fuerte y tan lindo? Me iré a ver quién es.
Y al instante, Masho se fue volando en busca del que así cantaba.
Al rato se acercó al lugar de donde procedían las alegres melodías, pero miraba y miraba por todas partes y no conseguía ver a nadie, ya que Ponxi es un ave bien chiquita.
Siguió buscando Masho hasta que, finalmente, lo encontró revoloteando entre flores multicolores, Y quedó muy admirado de que un pájaro tan pequeño pudiese cantar tan fuerte. Y le rogó a Ponxi diciéndole:
—Amigo, préstame tu canto. Yo también quiero cantar como tú, aunque sea sólo una vez.
Pero Ponxi (el pájaro picaflor), que estaba enamorado de su canto, no quería prestárselo.
Por eso, Masho (el pájaro paujil) se amargó y amenazó matar a Ponxi. Entonces éste, por miedo a Masho que le hiciera algún daño, debido a que es un pájaro bien grandazo con un tremendo pico
rojo le prestó su canto.
Y Masho, agarrando el canto de Ponxi, se marchó volando muy lejos y ya nunca más se lo quiso devolver. Y Ponxi se quedó muy triste sin sus lindas canciones.
Es por esto que ahora Masho (el pájaro paujil) canta bien fuerte y su llamativo canto se escucha a la distancia. En tanto que el diminuto Ponxi (el pájaro picaflor) se pasa el tiempo chupando el néctar de las florecillas de la Selva y desde aquella ocasión ya no canta más.
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