Más reflexiones sobre nuestra educación amazónica
Gabel Daniel Sotil García
Las
piedras preciosas como la esmeralda, el diamante, etc. embellecen, revaloran
los objetos en los cuales son adheridas, pero tienen la peculiaridad de mantener
su aislamiento respecto al objeto que las porta, propiedad ésta que posibilita
su adhesión sin modificarse ellas mismas.
Ahora
bien, si hacemos un análisis crítico evaluativo de la escuela actual, llegaremos
a la conclusión de que ella es algo así como una hermosa esmeralda, que embellece
y revalúa los lugares (Comunidades) en donde se incrusta, pero sin establecer
ninguna unión raigal con su entorno.
Funcionando
en las diversas Comunidades de nuestra Selva, ella más parece una piedra preciosa
engastada en cada una de ellas, a las que, más que servirlas, se sirve de ellas,
generando en sus miembros un respeto cuasi idolátrico a su presencia, que impide poner en duda su
necesidad y cuestionar los fines para los cuales funciona.
Es
así como ella ha devenido el lugar adonde va el alumno a educarse en la
práctica de valores universales, en el manejo de abstractos culturales, en la
deificación del saber, en la absolutización de su persona, en la teorización
inocua, etc.
Como
producto de ello, nuestros alumnos alcanzan su superación sintiéndose
superiores porque aprenden las reglas de tránsito en donde no hay vehículos
motorizados, conocen historias de príncipes y princesas en castillos
misteriosos, entonan cantos a objetos desconocidos, aprenden a leer en libros
con palabras extrañas que tienen que memorizar sin comprender, hacen adivinanzas
referidas a objetos de los cuales tal vez nunca tendrán una experiencia directa.
Tales
aprendizajes conforman a niños y jóvenes sin conocimiento de su realidad (salvo
el que la Comunidad les propicia), sin cariño por lo suyo, despectivos respecto
a las acciones culturales de la gente de su ambiente social, ignorantes de los
problemas inmediatos, indiferentes ante su solución, etc. En fin, un extraño
en su entorno, que sólo piensa en emigrar lo antes posible para
"superarse".
Es
que ella, la Escuela, viene siendo considerada un elemento ornamental, antes
que funcional, en cada Comunidad. Funcionando en diversas realidades, no establece
nexos vitales con ellas. Impermeable respecto a la problemática local, funciona
indiferente a las necesidades de todo tipo que hay en todas y cada una de las
Comunidades. Es ella una Escuela Esmeralda.
Como
tal, ella es un producto de una antigua concepción
preciosista de la educación, nacida en los albores de la Época Colonial de
nuestro país, a partir de la cual se inició la imposición de modelos extraños,
pero concebidos como superiores, en nuestro quehacer educacional nacional.
Traída
por la cultura dominante y generalizada vía mecanismos político - administrativos,
ha tenido en las ciudades amazónicas los focos de irradiación más eficaces,
tanto que hoy es ésta la concepción que predomina en la praxis pedagógica de
la Región.
Su
rigidez funcional, su carácter depredatorio de las culturas regionales, su indiferencia
frente a la riqueza ecológica y problemas socio-culturales de la comunidad, son
las características más evidentes de esta Escuela Esmeralda. Pero, además, ella
viene actuando como el terminal de un inmenso, pero invisible, ducto a través
del cual las ciudades selváticas succionan la riqueza del campo, induciendo en
los niños y jóvenes ribereños pseudo expectativas de modernidad que terminan
trocándose en crudas realidades en los asentamientos urbano - marginales, que
no son sino los escenarios en donde el migrante rural pierde su identidad para
asumir un mundo cultural con valores distintos y contradictorios.
Con
ello, el despoblamiento del campo, la disminución de la producción, el hacinamiento,
la promiscuidad, los problemas psico-sociales, etc.
Si
bien es cierto que no podemos, y no debemos, culpar exclusivamente a la Escuela
de estas consecuencias, tampoco debemos dejar de asignarle una importancia
significativa como elemento condicionante.
¿Cómo
aceptar en la Selva, nuestra Selva, una Escuela en donde uno de los grandes
ausentes es el Bosque, en donde no
hay historia regional y en donde se ignora el patrimonio cultural nativo?
¿Una
escuela que ignora los problemas de salud, de alimentación, de organización,
etc. de su comunidad? ¿Una escuela que no contribuye a elevar los niveles de
conciencia de los problemas que afectan a los pobladores?, ¿que restringe su
acción a sólo las necesidades cognoscitivas de sus alumnos?
No.
En
la Selva se necesita una Escuela que sea parte del Bosque. Por cierto que no de la denotación física del bosque, sino
de la connotación cultural que tiene el bosque en esta realidad. Se necesita
una Escuela que sea el fruto del esfuerzo creador que está adormilado en nuestras
comunidades. Adormecimiento, precisamente, producido por la actual Escuela, esa
Escuela Esmeralda que tan linda se la ve en muchos poblados, pero que tan
indiferente y distante se muestra respecto a los mismos.
(*) Tomado de "Escuela Árbol, una propuesta de educación para la selva", IIEHAP, Iquitos, 2016.
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