Más reflexiones sobre nuestra educación
Prof. Gabel Daniel
Sotil García
Aún no hemos incorporado la riqueza biológica amazónica al proceso de aprendizaje. |
Hasta hoy solo hemos asumido un rol meramente ejecutor
de las decisiones adoptadas desde la lejanía del centralismo nacional, aproximándonos
a ella con todos los prejuicios tejidos
respecto a nuestra región, prejuicios que no nos hemos atrevido a desmontar
sistemáticamente con propuestas nacidas de nuestra interioridad.
Hasta hoy no hemos sentido la
necesidad de pensar a nuestra educación desde la intimidad misma del bosque amazónico,
desde nuestra propia y esencial realidad, permitiendo que los enfoques
foráneos, sesgados por la influencia de antiguas percepciones de nuestra
realidad, alcancen preeminencia y tergiversen un pensar coherente.
Y es que, también, nos hemos
eximido de la responsabilidad de hacer de nuestra región amazónica el objeto de
nuestras preocupaciones intelectuales. La tónica que hemos asumido es solo
tratar de aprovechar sus recursos de la forma más productiva para las empresas
y más desastrosa para nosotros, indígenas y mestizos.
Hasta hoy hemos dejado que
otros piensen por nosotros. Que nos digan qué y cómo debemos hacer las cosas.
Que nos digan qué rutas seguir. Es decir, hemos aceptado que otros decidan por
nosotros.
Nos ha resultado más cómodo
dejar esa responsabilidad a quienes no viven en nuestra región, a quienes no la
conocen, a quienes no la aman.
¿Qué resultados hemos logrado?
Aún no entra la riqueza cultural a la actual escuela. |
¿Hay, acaso, un consenso social
acerca de ello? No, no ha entrado al interés colectivo ni de un grupo de
personas o instituciones.
Por lo tanto, ni sabemos para
qué queremos formar a las nuevas generaciones, qué responsabilidades debemos
asumir magisterio, sociedad civil y alumnos, qué actitudes deben desarrollar,
qué conocimiento deben tener, qué valores deben regir su vida individual y
social.
Adheridos a los enfoques de
una nacionalidad etérea, nos hemos dejado guiar, conducir hacia la construcción
de un país que nos ignora de mil y una formas; que nos desconoce en cuanto a
toma de decisiones para estimular un
desarrollo basado en nuestras ingentes potencialidades y riquezas materiales y
espirituales.
En la dinámica socioeconómica
y cultural solo contamos con servicios sociales con objetivos y operatividad
incongruentes con nuestras características amazónicas.
¿Y en educación?
Una educación incompatible con
las características y necesidades de nuestra región, que hasta hoy no es fuente
y objeto de preocupaciones trascendentes, salvo para administrarla con
criterios también foráneos.
Todo ello es una deuda
acumulada, una factura pendiente de pago, salvo que queramos ignorarla
haciéndole trampa a nuestra región.
Por lo tanto:
Moralmente estamos obligados a
hacer esfuerzos colectivos, socialmente compartidos, para encontrar fórmulas de
construcción de la educación que
requerimos; asumir la responsabilidad de recrearla desde la interculturalidad,
su forestalidad, su ruralidad y su condición trifronteriza.
Convencernos colectivamente de
que las soluciones que requiere nuestra educación tienen que ser buscadas y
generadas por quienes mejor conocemos y amamos a la Amazonía.
En consecuencia, tenemos que
asumir la actitud de considerar que la calidad de la educación amazónica tiene
que ser nuestra obra, nuestra creación colectiva. No de quienes solo asumen un
compromiso burocrático con su administración.
Tenemos que reconocer que
somos cómplices de las omisiones que hasta hoy hemos cometido, tanto el país
como nosotros mismos.
Si la sociedad en general y
autoridades no lo han hecho, nosotros sí teníamos y tenemos la obligación de
orientar el proceso de reflexión de nuestra educación.
De no hacerlo con prontitud,
estaremos condenando a nuestra región a dejar de ser la fuente creadora de una
cosmovisión que es esencial para la conservación de nuestro Planeta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario