Más reflexiones sobre nuestra educación
Prof.
Gabel Daniel Sotil García
Pienso, modestamente, que gran
parte de los problemas que afronta nuestra educación regional es la falta de
reflexiones sobre ella y su entorno. Reflexiones que nos permitan desbrozar los
caminos para verla con una imagen diferente a la que tenemos de ella en los
actuales momentos.
Es decir, nos hemos abocado a
hacer educación sin pensar en la educación y en la Amazonía, bajo la premisa de
que lo que se diga de ellas en el nivel nacional es aplicable y pertinente al
nivel regional.
Esta percepción ha obviado un
acercamiento crítico, reflexivo, a sus circunstancias actuales, que ya no son
las de hace medio siglo o más.
Nos estamos olvidando que hoy
la vemos como nos enseñaron a verla desde la época colonial, cuando una nueva
cultura se hizo presente en estos ámbitos, que empezaron a ser percibidos con el natural etnocentrismo de
sus agentes. Y esto es válido tanto para la sociedad nacional como para quienes
vivimos en ella.
En lo básico de esos
paradigmas mentales, no ha habido cambios que posibiliten vernos diferentes,
desde nuevas perspectivas, con nuevas imágenes, con nuevos roles, con futuros
coherentes a su naturaleza.
Hemos seguido aplicando
criterios interpretativos de nuestra realidad propios de otros tiempos y, en
función a ellos, seguimos desarrollando una educación coherente con tales criterios.
Que somos una región urbana,
que somos una región mestiza, que somos
una región sin historia, que tenemos una riqueza inagotable, que todo
está por ser conquistado, que somos un gran y enorme vacío demográfico.
En fin, nos seguimos percibiendo
como un gran enigma, una gran interrogante respecto a qué somos más allá de ser
percibidos, en lo pragmático, como una gran fuente de riqueza material hasta
límites inagotables. Aquello de la “gran despensa” sigue funcionando para todo
efecto.
Muy pocos son los intentos por
dar una mirada crítica y cuestionadora a lo que venimos haciendo en nuestra
región. El pensarla desde su interioridad aún no tiene ninguna prioridad para
nosotros.
Hemos optado por atribuirle
las características que captaron quienes pasaron por estos ámbitos y se
emocionaron al ver su riqueza natural.
Hemos dado por ciertas
las percepciones de quienes solo han
mirado su riqueza material y han decidido fortalecer su mercantilismo para
hacer riqueza fácilmente.
Hemos concordado con quienes
han visto la deslumbrante belleza de nuestra región y decidieron ofrecerla como
trofeo turístico.
En fin, hemos decidido hacer de la educación una simple actividad para adecuar la personalidad de quienes vivimos en esta maravillosa selva, a los requerimientos de las visiones y demandas externas, bajo el antiguo criterio de que el hombre amazónico debe “modernizarse” para ser considerado un ser civilizado.
Considerada tierra o ámbito de
libre disposición para fines de políticas gubernamentales, nuestra región no es
sino una inmensidad territorial ofrecida al mercantilismo internacional, para
el cual no cabe sino aprovechar al máximo las oportunidades que brinda el
Estado Peruano, para extraer sus recursos.
Entretanto, la educación sigue
asumiendo que la labor fundamental es la de preparar a la niñez y juventud
amazónicas para que emigren en búsqueda de mejores oportunidades que nunca
encontrarán en su pueblo o comunidad.
Y es que todo cuanto aprenden
no tiene aplicación práctica para la actuación del educando en su comunidad. Sólo
les sirve para mirar, para contemplar, no para actuar. Toda la riqueza natural,
con la que cuentan en cada una de ellas, seguirá siendo mirada despectivamente
por ellos, viéndose obligados a salir en búsqueda de nuevos horizontes u
oportunidades.
Todo cuanto aprenden no puede
ser referido para conocer y comprender su entorno.
Aprenden mucho, hasta
excesivamente, diría, pero nada o muy poco de ello les sirve para un mejor
entendimiento de las riquezas materiales y espirituales que poseemos.
Nada o casi nada de ello le
sirve para asumir valores pertinentes a su condición intercultural, forestal,
rural y trifronteriza.
La prodigiosa diversidad
biológica, de la cual nos ha dotado la naturaleza, pasa desapercibida para
nuestros alumnos. No la conocen y no les importa no conocerla.
La diversidad cultural, que es
otro de nuestros dones, también pasa invisible para nuestra población
estudiantil.
La riqueza forestal, que es
nuestra condición sine qua non, es apenas tomada en cuenta porque ella nos
provee de elementos para nuestra vida.
Por ello es que nos atrevemos
a decir que nuestra Amazonía es la gran desconocida para los propios Amazónicos, ya no diremos para
los demás peruanos, que la miran bajo perspectivas obsoletas, de épocas
coloniales.
La mirada hacia afuera, hacia
lo lejano, lo desconocido, viene predominando en nuestra educación y, por ello,
todo el proceso formativo de nuestros educandos tiene esa direccionalidad.
Pareciera que cuanta mayor es
la distancia entre lo que aprende el educando y la compleja realidad amazónica, es mejor la educación.
Y no vemos, no queremos percatarnos, de que es en el marco de una educación
pertinente, pensada desde su interioridad para preservarla, que debemos equipar
a nuestros educandos para desarrollar una dinámica social positiva respecto a
su conservación, al mantenimiento de sus potencialidades, para que siga siendo
una región forestal generadora de diversidad biológica, social y cultural. (*)
Ilustraciones: Artista Plástico José Morey Ríos
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