El autor desarrollando su exposición. |
Gabel Daniel Sotil García
Señores………………………..
Permítanme
agradecer a todos ustedes por esta oportunidad, que la aprovecharé para
expresar algunas de las más importantes reflexiones que, de una u otra manera,
he vertido a lo largo de estos 35 últimos años de servicios a esta institución,
en escritos que he venido entregando en cuanta oportunidad he considerado
pertinente, muchos de las cuales constan en el archivo digital de la webunap.
Hoy, 57
años después de su creación, las expectativas de la UNAP por recorrer el camino
se van clarificando con el paso de los años y los objetivos, primigeniamente
planteados, se van dilucidando y transformando en faros con mayor luminosidad.
Nuestro
afán de contribuir con tales
expectativas y objetivos nos ha venido impulsando, en estos últimos años, a una
permanente actitud crítica y cuestionadora, pero fundamentalmente aportante, de
nuestro actuar institucional, coadyuvante de los esfuerzos realizados por otras
personas, para darle a nuestra universidad, los insumos fundamentales para construirse una personalidad existencial con
características muy propias, pues consideramos que nuestro afán se viene
centrando en parecernos, lo más posible, a otras universidades, a las que
tomamos como paradigmáticas.
Claro,
no podemos dejar de parecernos en esencia a otras instituciones universitarias,
pero se hace indispensable que nos construyamos como diferentes en la medida en
que tenemos un entorno con características y necesidades propias y, por lo
tanto, compromisos históricos peculiares, racionalmente diferenciales, pues
dichos factores deben ser los vectores que orienten e impulsen nuestra
organización y direccionalidad y justifiquen nuestra existencia institucional.
Es
bajo esta premisa que paso a proponer algunas reflexiones que tienen que ver,
precisamente, con nuestra institución, con el afán de generar una atmósfera,
tanto interna como externa, dentro de la cual ir construyéndonos de una manera
distinta; es decir, dar vida a una universidad original, sui géneris,
pertinente a sus circunstancias y de plena trascendencia para contribuir con el
proceso de humanización de nuestra HUMANIDAD desde nuestras perspectivas, pues
el entorno dentro del cual desarrollamos nuestra dinámica no nos limita, pero
sí es el venero del cual deben provenir los principales impulsos que guíen
nuestro actuar.
Tomo
conciencia, en primer lugar, del paso de estos 57 años en que hemos venido
desarrollando un modelo organizativo-funcional que nos ha permitido consolidar
nuestra institucionalidad con las características que le conocemos en
concordancia con los criterios prevalentes en las circunstancias históricas que
hemos vivido.
Sin
embargo, se nos hace indispensable buscar nuevos caminos en los cuales ir
plasmando nuevas ideas en búsqueda de nuevas formas de ser sin dejar de
responder a esos mandatos sociales que nos han
consolidado como la institución formadora del potencial profesional en nuestra
región, de acuerdo a las urgencias, paradigmas y aspiraciones que fueron sus
referentes.
Para
ello necesitamos que nuestra UNAP, agente de transformación y preservación a la
vez, en esta región, asuma un mayor compromiso de presencia en la intimidad
misma de nuestra sociedad amazónica, teniendo siempre presente que nuestra
universidad “Nació y germinó en el humus de las frustraciones
sociales que las generaciones de una época experimentaran frente a un sistema
político-social marginante y despectivo con nuestra región; pero, también como
una propuesta de esperanza y optimismo para demostrar que en este reino de los
árboles también se pueden construir sólidas estructuras que desafían al tiempo,
para demostrar nuestras capacidades colectivas para dar forma cultural a
nuestros anhelos más sentidos y abonadas por la fortaleza reivindicativa que
insufla el poder marginante y centralista”. (*)
Es, por lo tanto, un
reto de primer orden el propiciar que nuestra región eleve su estatus de
reconocimiento en el consenso nacional. Que, de esa situación incolora,
difuminada que hoy nos lacera, como si nuestro país careciera de su existencia,
nuestra universidad debe proponerse, conjuntamente con otras instituciones,
darle relieve a su presencia en las dimensiones psicoafectivas e intelectuales
de los pueblos de nuestro país. Vivir en una situación de casi anonimato,
repercute en una especie de semiclandestinidad frente a los poderes legales de
nuestra nación, lo cual posibilita que seamos vistos como si fuéramos una región de segundo orden en cuanto a
las prioridades que se establecen en el manejo político-administrativo
nacional.
Por otra parte, se hace
indispensable fortalecer nuestra presencia en la dinámica del tejido
sociocultural de nuestras comunidades regionales. No es suficiente que la
colectividad “sepa” que existimos como institución sino que nos “vea” en acción
de orientación, de estímulo, de creación, de injerencia planteando, generando
respuestas, apoyando iniciativas ciudadanas, generando opiniones, orientando la
búsqueda de soluciones a los problemas, ayudando a pensar, opinando,
pronunciándonos, dejando oír nuestra voz, marcando rutas intelectuales. En este
aspecto es necesario que la UNAP asuma un rol
de mayor presencia y protagonismo en el concierto de la ciudadanía amazónica.
Contando con el
potencial académico-investigativo del cual
hoy dispone la UNAP, que le está permitiendo consolidar su rol de
institución formadora de profesionales, su presencia, más allá de los límites
burocráticos debe traducirse en un mayor dinamismo de apoyo al pensar y actuar ciudadanos.
Dinamismo que debe
expresarse en una gestión más
agresiva para superar el extractivismo mercantilista de carácter exportador
(primario) que hoy signa toda la actividad económica regional, con todos los
efectos depredantes de nuestras riquezas materiales y culturales que venimos
observando. La diversificación de nuestra dinámica productiva tiene que contar
con nuestra presencia de una manera sobresaliente a través de nuestros egresados, quienes deben ser
equipados psicológicamente para dar un óptimo uso a nuestros recursos. Hay que
tener presente que el desarrollo regional, sustentable, endógeno e
intercultural de nuestra región solo será posible con la más plena participación
de nuestra universidad.
Marginarnos de esta
responsabilidad o mediatizarla, solo significará traicionar nuestro compromiso
moral con nuestra región.
En lo que
corresponde a la PROYECCIÓN SOCIAL institucional, nuestra universidad debe
estimular la elevación de las cualidades intelectuales de la comunidad,
proponer y generar orientaciones o corrientes de opinión, debe ofrecer
alternativas a la solución de los problemas sociales, ambientales, compromisos
actitudinales, movilizar a la comunidad, tanto interna como externa, a la
búsqueda de mejores condiciones de vida.
Es decir, la
Universidad no puede ser un ente para sí mismo, enclaustrado y prisionero de
sus propias dimensiones físicas. En este sentido, el rol de nuestra
universidad, no es funcionar simplemente, sino funcionar movilizando a la sociedad de su entorno.
Generar movimiento social creativo, debe ser su máxima
aspiración. Ello implica una actitud de inconformidad permanente del colectivo
institucional, que debe nacer de una práctica de constante disconformidad, pero
no para destruir sino para proponer. Y que debe expresarse en una coherente
actitud de auscultación de su escenario existencial para detectar los vacíos
generados por su omisión funcional.
En este sentido se
hace indispensable que el potencial profesional de la UNAP se ponga al servicio
de una mayor comunicación con el colectivo social, generando una extensa gama
de nexos de comunicación escrita, en los diversos campos de formación
profesional, en donde la colectividad espera que seamos nosotros quienes mejor
comuniquemos los hallazgos de nuestra realidad. Escribir para comunicar,
escribir para motivar, escribir para orientar, escribir para construir formas
de pensar, corrientes de opinión, enfoques de análisis, etc.
En este aspecto,
adolecemos de un gran déficit: estamos escribiendo solo para la comunidad
investigativa, que es muy reducida y tiene objetivos muy puntuales.
Respecto al
bosque, nuestro hábitat natural, la conservación
del bosque húmedo tropical deberá constituirse en un núcleo temático
recurrente y globalizador de sus acciones a partir de un plan de desarrollo
social que, elaborado en su interioridad, deberá imbricarse con programas de
acción de defensa ecológica de carácter
regional, interinstitucional.
Desde la perspectiva
científica, recurriendo a los aportes de la ciencia y la tecnología modernas,
selectivamente aplicados.
Desde la perspectiva de
los Pueblos Indígenas amazónicos, recurriendo
al conocimiento de su milenaria experiencia de trato armónico con su
entorno ecológico.
Requerimos, entonces,
tomar plena conciencia de que las
culturas indígenas amazónicas constituyen el aporte más claro y evidente de que
nuestro bosque húmedo tropical requiere una relación muy específica, que tiene
que ser conocida y reactivada por quienes, desde la cultura mestiza, de
raigambre euro-occidental, venimos demostrando el desconocimiento de sus leyes
poniendo en práctica comportamientos individuales, sociales e institucionales
negativos para su conservación.
El recurrir a la
sabiduría ancestral de nuestros pueblos originarios, reivindicados hoy en día por haber sabido establecer una relación que haríamos muy bien
en calificar de la más auténtica sustentabilidad, obliga a nuestra universidad
a revitalizar la estructura de valores dentro de la cual fue posible este tipo de
relación con el medio ambiente.
Será, entonces, una
misión de la mayor necesidad promover el más profundo conocimiento de esa
atmósfera axiológica y asumirla como praxis institucional, tanto al interior
como en las relaciones interinstitucionales.
En este sentido,
nuestra Universidad debe proponerse que la formación de nuestros estudiantes
evidencie una definida direccionalidad
intercultural en el marco del fortalecimiento de nuestra identidad cultural
regional, como instrumentos actitudinales básicos e indispensables para
afrontar los retos de un milenio en el que el lema "Unidad en la
diversidad” deberá ser la norma de convivencia pacífica entre los hombres y
entre las culturas.
Por cierto que todo
este proceso implica un gran esfuerzo creativo para modernizar a nuestra
universidad en concordancia con los criterios de contextualización
institucional a la que aspiramos, que son los que garantizarán su pertinencia,
base para juzgar su calidad.
Es
decir, a futuro pretendemos una universidad actuante en el proceso de cambios
que viene operándose en nuestra interioridad regional; cambios que deben
merecer una respuesta de nuestra universidad, desarrollando un proceso
formativo de los nuevos profesionales con
aptitudes y actitudes para crear y producir, con lo cual lograremos la
más absoluta significatividad social ya planteada, que es la base para el logro
de nuestra acreditación institucional, tanto la de carácter burocrático formal
como la de carácter social, a las que aspiramos realistamente, en concordancia
con las exigencias de tal condición.
El sustentante de la exposición. |
Prefiguramos,
pues, un futuro promisorio social, académico e investigativo para nuestra
universidad, en base a la plena participación creativa, aportante, comprometida
de todos sus miembros, más allá de divisionismos internos que solo obstruyen
nuestros logros históricos.
Tengo la impresión, y lo digo con absoluta
franqueza, que no hemos sabido aprovechar la entrada en vigencia de la nueva
ley universitaria, Ley 30220, cuyo propósito fundamental es la búsqueda y
concreción de la calidad, según lo
expresado en su Art. 01: “Promueve el
mejoramiento continuo de la calidad educativa de las instituciones
universitarias como entes fundamentales del desarrollo nacional, de la
investigación y de la cultura.” Es decir, no la garantiza, la promueve y
quienes tienen que buscarla, somos nosotros adoptando las decisiones
pertinentes.
El cambio de un instrumento normativo por
otro y su entrada en vigencia debió haber sido precedido por un amplio proceso
evaluativo de nuestro accionar en este primer medio siglo de existencia. Nos
era indispensable tener un diagnóstico integral para determinar nuestros
logros, omisiones, deficiencias, tergiversaciones, frustraciones,
potencialidades, posibilidades y necesidades concordantes con las nuevas
condiciones mundiales, nacionales y regionales.
No lo hicimos pese a tener un equipo de
profesionales con el más alto nivel académico (doctores y magísteres).
Equívoco que nos va a costar muy caro en
cuanto a que no sabemos críticamente
cómo hemos funcionado en este medio siglo, tiempo en el cual todo ha
cambiado, desde lo ideológico a lo social, cultural, psicológico, etc. respecto
a nuestras condiciones primigenias y, por lo tanto, estamos sujetos a la
posibilidad de la comisión de los mismos errores y, si tenemos aciertos, serán
productos de las probabilidades no de una búsqueda intencionada, como lo
implica la ley.
Que necesitamos hacer cambios en los currículos
formativos de las Facultades es innegable; pero, ¿cómo hacerlos sin tener un
documento normativo de la institución
que dé unidad fundamentadora y direccional respecto a lo que nuestra UNAP
aspira para devenir en institución trascendente para el desarrollo de nuestra
región?
Que nos es necesario plantearnos, nosotros
mismos como unidad institucional, un camino de acción para enfrentar nuestro
futuro, pero, ¿cómo hacerlo sin tener un documento normativo que oriente y nos
ubique como parte de un conjunto de organismos que tienen una meta común,
compartida, es decir, si no tenemos un Plan de Desarrollo Regional al cual
servir?
En verdad, tenemos que preguntarnos hacia
dónde nos dirigimos, qué queremos en el tiempo, a qué futuro contribuimos. Una
necesaria, inevitable, auscultación institucional.
Nuestro accionar no tiene un norte
consensuado con nadie. Estamos actuando en la más absoluta orfandad respecto a
nuestro entorno social, cultural, económico, geográfico, ecológico, etc. Como si de nosotros nomás dependiera el
avance sociocultural, económico, científico, tecnológico, etc. de nuestra
región.
Invitados, docentes, alumnos y público en general, participando de la ceremonia. |
¿Y con la sociedad? ¿Cuál es nuestra
contribución? ¿Cuánto la tenemos en cuenta en nuestros planes de desarrollo?
¿Cómo nos perciben los pueblos a los que creemos servir? ¿Cómo nos evalúan en
nuestro actuar respecto a ellos? ¿Cómo nos ven respecto a la satisfacción de
sus demandas: el desarrollo, la defensa de nuestros recursos, el
fortalecimiento de nuestras potencialidades, etc.? La verdad, no lo sabemos con
certeza científica. Todo ello debe ser objeto de la más seria investigación.
No debemos olvidar el efecto destructivo
de la deforestación, de la contaminación de nuestras aguas, del arrebato de los
territorios indígenas, de la pérdida de nuestra riqueza lingüística, de la
pérdida de nuestra biodiversidad, del debilitamiento de nuestra etnodiversidad
al ofrecer formación profesional a los jóvenes indígenas con currículos de
profundo mestizaje? ¿Qué de la degradación de nuestro suelo selvático,
del racismo, de la desnutrición infantil, etc. ¿Qué estamos haciendo por
enfrentarlos y evitarlos? ¿Cómo estamos preparando a nuestros egresados para
afrontar dichos fenómenos? ¿Con qué actitudes y valores? Más parece que el énfasis
está puesto en su preparación para enfrentar fenómenos y problemas globales.
Tengo la impresión que esta es una de
nuestras mayores deficiencias, pues una universidad debe contribuir con la
calidad de vida de la sociedad: un conocer mejor, un pensar mejor, un actuar
mejor, un uso superior de los recursos que posee, la creación de una actitud
optimista frente a su futuro, una
predisposición para la creación coherente no destructiva de su entorno material
y espiritual, una mejor comunicación con los pueblos de su entorno, una mejor
relación intra e intercultural, etc. En suma, la defensa de nuestra integridad
regional.
En fin, creo que tenemos que hacer un
especial y serio esfuerzo institucional para replantear nuestra orientación y dinámica.
Pero, este esfuerzo tiene que ser colectivo: un acto de toma de conciencia de
nuestras responsabilidades y de cómo las estamos cumpliendo frente al encargo
que la sociedad nos ha encomendado. Un involucramiento total de toda la
comunidad unapense, en una acción plenamente reflexiva frente a lo que ella es y lo que puede ser.
Solo la reflexión respecto a nuestro
destino socio-histórico nos permitirá superar el pragmatismo del cual podemos
ser víctimas.
(*)
Conferencia Magistral en la ceremonia de apertura del Año Académico – 2018
–UNAP
Iquitos, 13- 04- 2018, Aula magna.
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