Es este el trasfondo que debe ser tenido en cuenta para diseñar una nueva educación. |
GABEL DANIEL SOTIL GARCÍA
Hablar de la POBREZA es, en realidad, hablar de un tema o asunto muy polémico, por la diversidad de concepciones que podemos tener de dicho fenómeno.
Más aún lo es en una región como la nuestra, una de cuyas características fundamentales es la diversidad cultural por la presencia de diversos Pueblos Indígenas, en los que, conjuntamente con el concepto de riqueza, con el que necesariamente está asociado, es muy diferente de un pueblo a otro, de una cultura a otra.
Lo que queremos decir es que los términos POBREZA y RIQUEZA, no tienen un significado absoluto o único, puesto que ambos conllevan o implican el universo de valores, de concepciones, de sueños de cada Pueblo; por lo tanto, lo que se entiende por pobreza en una sociedad, puede que no lo sea en otra sociedad. Es esta diversidad de significados la que debemos tener en cuenta en el momento de diseñar una estrategia de “combate a la pobreza”, pues puede darse el caso de que, por combatir la pobreza tal y como yo la entiendo, esté destruyendo aquello que es considerado valioso o que sea consustancial a la identidad cultural de las personas integrantes de la sociedad cuya “pobreza” quiero combatir.
Costumbres y prácticas culturales deben ser tenidas en cuenta en el diseño de una nueva educación para el combate a la pobreza. |
Y es que detrás del término pobreza hay implícito todo un
tejido axiológico propio de quien lo utiliza (y del que, talvez, ni se dé
cuenta), el cual no necesariamente es compartido por los demás.
Por lo tanto, cuando un organismo o institución, privada
o estatal, decide “combatir la pobreza”, debe explicitar lo que entiende por
tal situación, pues este “buen
propósito” se puede prestar para destruir nuestra diversidad cultural, imponiendo criterios que son sólo válidos
para el ámbito de nuestra cultura mestiza.
Por lo tanto, en el diseño de la estrategia de “combate a
la pobreza”, tiene necesariamente que haber un análisis de la estructura
cultural del pueblo y contar con su plena participación desde la explicación
de los objetivos (no sólo en la ejecución de las obras) hasta las estrategias
para lograrlo. Dicho de otra manera, no debe diseñarse desde afuera del pueblo,
pues eso sería imponer modelos de desarrollo, que pueden resultar incompatibles
con sus características culturales, por más que se los quiera justificar con el
pretexto de la “modernización”.
Es esta imposición de modelos, extrapolados de otras
realidades, en las cuales pueden haber sido muy exitosos, la que nos viene
causando los más grandes problemas a nuestra sociedad. Gran parte de nuestro
actual subdesarrollo regional y nacional se debe a nuestra actitud facilista de
copiar los modelos de las que hoy llamamos sociedades desarrolladas, cuyos
efectos ambientales, en la salud
individual y social de sus integrantes, en las condiciones de sus miembros, en
las relaciones internacionales, en los aspectos espirituales, etc., bien merecerían un análisis y evaluación
profundos, para determinar su validez
como referentes a ser tomados.
Potencialidades de nuestro suelo que deben ser tenidas en cuenta. |
Nuestra propuesta es, por lo tanto, que el “combate a la pobreza”, que se ha establecido como un propósito de política nacional y regional, se realice a partir de un esfuerzo creativo, participatorio y desde nuestra realidad. Es decir, inventar nuestro combate a la pobreza, pues capacidades creativas las tenemos en abundancia, aunque no siempre hemos recurrido a ellas por la actitud complaciente de muchos funcionarios de hacer algo sólo en cumplimiento de órdenes emanadas desde el centro de poder, con el que siempre han querido congraciarse, sacrificando los intereses de nuestro pueblo.
Nuestra propuesta es, por lo tanto, que el “combate a la pobreza”, que se ha
establecido como un propósito de política nacional y regional, se realice a
partir de un esfuerzo creativo, participatorio y desde nuestra realidad. Es
decir, inventar nuestro combate a la pobreza, pues capacidades creativas
las tenemos en abundancia, aunque no siempre hemos recurrido a ellas por la
actitud complaciente de muchos funcionarios de hacer algo sólo en cumplimiento
de órdenes emanadas desde el centro de poder, con el que siempre han querido
congraciarse, sacrificando los intereses de nuestro pueblo.
En este sentido, los tiempos deben cambiar. Se hace
necesario que nos arriesguemos a crear nuestras propias respuestas para
aprender socialmente a tomar nuestras propias decisiones, por cierto que con la
plena participación de las comunidades, que son las únicas que conocen qué es
lo que realmente quieren y necesitan para preservarse como tales.
El “combate a la pobreza” tiene, entonces, que darse
desde nuevas perspectivas, para nuevos objetivos, con nuevas estrategias para
defender nuestra diversidad cultural, para construirnos como una región emporio
de riqueza material, diversidad ecológica y riqueza espiritual a nuestro pleno
servicio. Para ser mejores personas y mejores pueblos, sin perder nuestras
peculiaridades diferenciales en estos tiempos de un intenso proceso de
globalización.
Las pseudoprácticas desarrollistas deben ser descartadas, para un mejor aprovechamiento de nuestros recursos. |
Parte de esta estrategia tiene que nacer de la
percepción de la POBREZA como la resultante de la
confluencia de diversos factores, históricamente identificables, en el marco de
nuestras sociedades. Es decir, es un efecto, una resultante de la acción
concertada de elementos de naturaleza variada. Por lo tanto, si no se toma en
cuenta esta característica esencial, combatir la pobreza puede ser algo así
como combatir la fiebre que se produce en el marco de una enfermedad que ataca
a una persona. Podremos bajar la fiebre, pero no por ello habremos curado la
enfermedad, como bien podemos comprobarlo en nuestro país y región;
consecuentemente, debemos abocarnos a la identificación de las causas reales de
tal pobreza. Sobre todo, de este análisis no podemos excluir los factores
provenientes de las relaciones internacionales, que son las que hoy vienen
teniendo un peso específico en dicha situación, pues el intercambio económico
entre los países productores de materias primas y quienes las elaboran como
bienes sociales, es considerado el factor más decisivo en esta situación de
pobreza creciente en nuestros países.
De esto deducimos que, la superación de la pobreza no
puede hacerse a corto plazo, con proyectos aislados, con enfoques parciales ni
atacando las manifestaciones (indicadores) de la misma.
Y menos aún se podrá realizar elaborando proyectos en
oficinas a cargo de tecnólogos procedentes de un solo universo cultural y que
desconocen o no valoran la diversidad cultural que tenemos. Llevar proyectos
pre-elaborados a las comunidades para que sean ejecutados por ellas, es una
estrategia totalmente equívoca, tal y como lo evidencia nuestra historia. Si
los pueblos mismos no participan en el análisis y la reflexión de su pasado y
presente y el diseño de su futuro, lo único que realmente habremos logrado es
la consolidación de nuestra pobreza; más aún en estos tiempos en que los
acuerdos universales, ya expresados en documentos de validez ético-jurídica,
tales como el Convenio 169 – OIT, la Declaración Universal de los derechos de
los Pueblos, etc., establecen principios de respeto a la cultura, a la
identidad, a las instituciones propias de cada unidad sociocultural, la no
imposición de patrones culturales ajenos, etc., etc.
Por lo tanto, lo reiteramos, el combate a la
pobreza tenemos que darlo desde nuevas perspectivas y con nuevos instrumentos.
Los tradicionales paquetes desarrollistas, que eran armados lejos de la misma
realidad, sin ninguna o muy poca participación de la población-objetivo, no han
servido sino para encubrir malos manejo, ocultar malas intenciones o liberar
malas conciencias, pero siempre con efectos nulos para las sociedades o pueblos
de destino. Como consecuencia de ello, la pobreza se acentuaba, el dinero se
gastaba y, por cierto, el endeudamiento externo, que implica mayor dependencia,
se consolidaba, pues todos ellos tenían un defecto común: la ausencia de la educación. El no tenerla en cuenta y creer que el
desarrollo se podía lograr al margen de ella, ha posibilitado nuestra actual
situación nacional y regional.
Y es que la tónica tradicional
ha sido la de separar a la educación de las acciones de desarrollo, a pesar que
desde muchos años ya se viene hablando de la indesligable interdependencia
entre ambos: EDUCACIÓN y DESARROLLO. Por ello es que se hace necesario que,
quienes tienen el poder, aprendan a ver
esta ligazón y tomen en cuenta la validez de esta afirmación; si realmente
tienen el propósito de ayudar a
construir la DEMOCRACIA PARTICIPATIVA
que necesitamos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario