En
el proceso educativo formal, por el que la mayoría de peruanos hemos
pasado, la fecha 12 DE OCTUBRE ha tenido una especial relevancia.
En cada centro educativo, lo recordamos hoy, se ponía un
especial esmero por celebrar esta efemérides que, en los libros de Historia y
en las enciclopedias, se le dedicaba notorios espacios para destacar la
importancia del suceso histórico.
Indígenas y mestizos han aprendido a convivir en un ambiente de relativa comprensión |
Esas alegrías y pesares ya no los podemos evitar. Sucedieron
en nuestras almas infantiles y posiblemente dejaron profundas huellas en cada
uno de nosotros.
Si bien esa forma de enseñarnos la Historia era coherente
con los propósitos sociales de la educación de dicha época, hoy, medio milenio
después, tenemos (es una obligación moral)
que meditar profundamente tanto respecto al suceso mismo como con
respecto a la forma en que lo hemos presentado a nuestra niñez y juventud
peruanas y americanas en los ambientes
escolares.
No cabe duda de que la interpretación de los acontecimientos
socio-históricos varía de época a época, sea por los criterios que se pongan en
juego o por los intereses que se interpongan. No hay acontecimientos con valor
absoluto.
Sin embargo, en la educación nacional y regional hemos
venido absolutizando este acontecimiento. Le hemos venido dando el valor que
nos enseñaron a darle desde la perspectiva de los prejuicios de sus actores.
Los cuestionamientos que desde hace algunos años se vienen
haciendo a esa interpretación vienen penetrando lentamente a las escuelas,
reconociendo que ya es hora de que les abramos las puertas de nuestros centros
educativos para dar vida a una reinterpretación del suceso en las mentes de
nuestros educandos.
Variados y consistentes argumentos vienen siendo expuestos
en el marco de este cuestionamiento raigal por parte de pensadores peruanos y
extranjeros, dedicados a reflexionar sobre nuestra historia americana.
Estos cuestionamientos y reflexiones han sido formulados en
el sentido de generar en nosotros una profunda autocrítica de nuestro rol social
en este último medio milenio. Rol que ha consistido fundamentalmente en imitar
todo cuanto era y es producido por la cultura de quienes impusieron sus
dominios en este Continente desde 1492, bajo el supuesto de que los logros
culturales de los pueblos originarios no tenían mayor valor.
La arrogancia etnocéntrica de quienes se hicieron de los
mecanismos de poder condicionó en la mente de sus descendientes mestizos un
profundo desprecio por todo aquello que hubiera tenido origen en estas tierras,
hoy llamadas americanas, pero que en el momento de ser descubiertas por los
ojos de los europeos, se llamaba ABYA YALA (“Tierra pronta a dar sus frutos, madre
en preñez”, en lengua
Kuna, etnia panameña).
Como consecuencia de ello, nuestros ojos nunca se dieron
cuenta del valor de todo cuanto había sido creado por el esfuerzo de los
múltiples Pueblos que se originaron en este Continente.
Envenenados por el desprecio y la minusvaloración, fuimos
incapaces de ver la potencialidad creadora, los grandiosos logros culturales de
los que habían sido capaces estos Pueblos.
Los indígenas, a pesar de sus tremendas desventajas siempre mostraron resistencia al hecho de la conquista europea. |
Todo ello con miras a construir nuestro propio futuro,
propio en la medida en que éste debe partir y construirse desde nuestra
peculiaridad histórica y actual situacionalidad.
Tenemos la obligación moral de enriquecer la cultura humana
con nuestros propios aportes, utilizando esa capacidad que nuestros
antepasados, nuestros ancestros, ya demostraron en su relación con su entorno
ambiental: su creatividad.
Retomemos esa actitud creadora y construyamos nuestro futuro
desde nuestras propias perspectivas.
Hagamos de América un Continente con su propia personalidad
construida desde sus propios valores milenarios, cuya validez ha sido
demostrada plenamente, para dar respuestas coherentes con nuestras diversas
realidades ecológicas y socio-culturales particulares.
Que sea, pues, este y cada 12 DE OCTUBRE, una oportunidad
propicia para nuestra reflexión colectiva sobre todos estos temas que nos
atañen, superando para siempre, celebraciones y homenajes superficiales, que
sólo han significado para nosotros el consolidar en nuestras mentes valores y
actitudes que han hecho muchísimo daño a nuestros intereses continentales.
No nos parece conveniente que sobredimensionemos ni
tergiversemos el suceso histórico, porque ello ha implicado para nosotros, un
secular enceguecimiento respecto al valor de nuestras culturas originarias, en
cuya potencialidades radican los fundamentos para construir un futuro propio,
con la impronta de nuestro ser histórico original.
Es a ese ser al que debemos recurrir para superar la actual
situación en la que nos encontramos la gran mayoría de países latinoamericanos,
caracterizada por la desorientación axiológica, la pobreza, la desorganización
socio-política, la injusticia social, la dependencia psíquica, las mutuas
desconfianzas, la pérdida de fe en nosotros mismos, etc.
Si bien un 12 de Octubre de 1542 fuimos descubiertos por los
ojos de hombres de allende los mares, allí no se inició nuestro proceso de creación cultural.
En ese momento ya teníamos una larguísima y proficua
historia caracterizada por una asombrosa creatividad que nos había permitido
generar diversas culturas cuyas conquistas más trascendentes fueron
minusvaloradas desde aquel entonces y en el proceso educativo de las nuevas
generaciones no se les dio mayor importancia.
Habiendo sido una de las características de todas estas
culturas el profundo conocimiento y coherencia con su entorno y la praxis de un
universo axiológico que posibilitaba un sólido respeto por su escenario
existencial, hoy nos urge retomar todo ello
y darle vigencia social para recuperar los tiempos perdidos en Latinoamérica.
Por ello tenemos que educar a las nuevas generaciones con un
profundo conocimiento de nuestro continente, con un sólido respeto por nuestras
conquistas culturales, con una férrea confianza en nuestras capacidades
creadoras y con fe plena en nuestro futuro colectivo.
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