Un ensayo interpretativo
Prof.
Gabel Daniel Sotil García, FCEH - UNAP
EL GRAN COSMOS |
La TIERRA es el planeta en
el cual vivimos, compartiéndolo con las demás especies y ocupando el tercer lugar dentro de
nuestro Sistema Solar. Según los
cálculos científicos, actualmente vigentes, su formación habría comenzado hace
unos 5 000 millones de años, pero la vida comenzó a germinar en ella hace unos
3 500 millones. Se estima que en estos momentos existen unos 6 millones de
especies distintas, de las cuales un millón corresponden al denominado reino
animal, dentro del cual se ubica la especie humana, cuyo proceso de formación
se habría iniciado, según últimos estimados, hace unos seis a siete millones de
años, en sus formas más primitivas
(homínidos), razón por la que podemos afirmar que somos una especie apenas
nacida.
Pero, nuestro planeta no
es homogéneo y nos ofrece diversidad de ambientes o ecosistemas particulares
(ya identificados y clasificados), que han generado, también, diversas especies
vivientes, que hoy son agrupadas en cinco grandes reinos.
La nuestra, la ESPECIE
HUMANA, a diferencia de las demás especies, está distribuida en todo el
planeta: desde las zonas más cálidas a las más frías, desde las más húmedas a
las más secas, conservando siempre sus características básicas; en cambio, las
demás especies tienen hábitats
específicos con los cuales establecen relaciones determinantes de sus
características, a tal punto que fuera de ellos
disminuyen grandemente sus posibilidades de supervivencia.
Sin embargo, nuestra
especie no tiene estas limitaciones, pues frente a la diversidad de ambientes
que nos ofrece nuestro planeta responde
creando CULTURAS diferentes, que es su manera de adaptarse creativamente
al entorno particular, generando así, lo que se llama la DIVERSIDAD CULTURAL, pero conservando su
unidad como especie. Las CULTURAS son el resultado de la interacción de los
GRUPOS HUMANOS con ambientes
específicos, razón por la cual son diferentes entre sí. En estos momentos se
estima que existen cerca de tres mil culturas en todo nuestro planeta, con
diferentes cantidades de integrantes; unas con millones y otras con apenas
decenas o centenares de miembros; culturas que diferencian a un grupo humano de
otro, pero teniendo el mismo valor. La CULTURA no jerarquiza ni a las personas
ni a los Pueblos.
Ahora bien, cada GRUPO HUMANO está integrado por personas o individuos
que comparten la base común que les
brinda la cultura de su respectivo grupo, pero que se construyen en forma
peculiar, propia. Se estima que en estos momentos existen unos seis mil
millones de seres humanos conformantes de los diversos grupos humanos en que se
ha dividido nuestra especie.
Con lo dicho hasta aquí,
podemos afirmar sustentadamente que el proceso de diferenciación cultural e individual de NUESTRA ESPECIE es
consustancial a ella. Es una de sus vocaciones dominantes. Es esta
diferenciación la respuesta que nuestra especie da a la diversidad de ambientes
que conforman nuestro planeta. Pero, ratificamos, con esta diferenciación o
diversificación no se pierde lo esencial de nuestra especie: al contrario, se
reafirma. Pero, este proceso de diferenciación de ninguna manera implica
jerarquización de la PERSONAS y los PUEBLOS, pues conservamos nuestra esencial
naturaleza, demostrada con la presencia única de la carga genética (Genoma
Humano), en cualquier persona, independientemente de su raza, cultura y proceso
de construcción individual.
Pero, la ESPECIE HUMANA ha dado
otro paso hacia su diferenciación, que se concreta con la aparición de los
PAÍSES, que en estos momentos se estima que existen en una cantidad cercana a
los doscientos. En la mayoría de ellos coexisten diversas naciones, como en el
caso peruano, conformando un país plurinacional (por su diversidad de
culturas), entre las cuales se establecen diversos tipos de relaciones, infelizmente no siempre
armónicas, como es nuestro caso. Además, internamente en cada país se generan
estratos sociales, económicos, religiosos, políticos, etc. y diversas formas de
diferenciación jerarquizante, que son fuentes permanentes de conflictos y
enfrentamientos que afecta la calidad de vida social y, externamente, se han
establecido y se vienen estableciendo relaciones sumamente irracionales,
injustas, de explotación de unos países
sobre otros, que profundizan los conflictos dentro de nuestra especie; que, por
lo demás, es la única que los tiene.
Este proceso de diferenciación
en países ha llevado a que cada uno adquiera su propia dinámica de
desenvolvimiento, haciendo que surjan diversidad de intereses, con lo cual, también,
han hecho su aparición los conflictos de intereses de un país respecto a otro,
lo cual ha propiciado el surgimiento de la actitud imperialista en lo político,
económico, militar, ideológico, científico, etc., expresión máxima de la
irracionalidad de nuestras relaciones internacionales (realmente, interpaíses).
Sin embargo, es innegable que, a pesar
de este marco conflictivo de relaciones entre países, venimos tomando, cada vez
con mayor claridad, conciencia de nuestra interdependencia. Es decir, que todos
necesitamos de todos para el logro de nuestros propósitos sociales como
sociedad, en una u otra medida y en uno u otro aspecto de nuestro complejo
universo de necesidades. Se viene consolidando, de esta manera, la necesaria
mutua dependencia.
La burbuja en la que hacemos nuestra vida |
Es esta toma progresiva de
conciencia de nuestra interdependencia, por parte de la humanidad, el marco
circunstancial dentro del que se
consolida la GLOBALIZACIÓN, proceso que indudablemente se ha iniciado ante la
constatación de la natural diversidad cultural de nuestra especie y la
existencia de diversos intereses en el desarrollo de cada país, que han generado innumerables experiencias
traumáticas por los conflictos de tales intereses y la constatación de las
irracionales relaciones entre las sociedades humanas, que deseamos superar.
Pero, fundamentalmente, así lo consideramos, a partir del reconocimiento de la
superioridad de los intereses de la especie humana respecto a los intereses de
países, naciones, grupos, clases, empresas, etc.
De esta manera, la
GLOBALIZACIÓN deviene en una respuesta racional, inteligente, que da la
humanidad a su propio proceso de diferenciación consustancial a ella misma,
transformándose en el mecanismo de nuestra especie para buscar el entendimiento
entre Pueblos. Es, por lo tanto, un estado superior de su desarrollo, que no
implica la desaparición de nuestra diversidad, sino, al contrario, el
reconocimiento pleno de la vocación natural de nuestra especie hacia su diferenciación cultural e individual.
Históricamente hablando,
consideramos que la GLOBALIZACIÓN es un proceso que se encuentra en uno de los
estadíos de su desarrollo, proceso que comenzó, evidentemente, hace ya mucho
tiempo, pero del cual hace poco nos hemos dado cuenta. Sin embargo, nos es
evidente también, que existe un claro propósito de los países y sociedades
hegemónicas para tergiversarlo y manipularlo a favor de sus intereses,
particulares y subalternos, de dominio
mundial: económico, político, militar, ideológico, financiero, etc.
A nuestro entender, el proceso
de GLOBALIZACIÓN, actualmente en curso, implica, por un lado, un profundo
cuestionamiento a nuestra actual manera de
interrelacionarnos entre países y naciones; es decir, cuestiona nuestra actual manera de actuar como humanos;
cuestiona la irracionalidad de nuestras
relaciones, etc., pero, por otro, entraña un profundo optimismo respecto a
nosotros mismos, pues implica que se reconoce la existencia de una gran potencialidad de ser mejores
humanos aún no desarrollada plenamente por nuestra especie y que podríamos poner
a caminar con la GLOBALIZACIÓN.
Reafirmaríamos, finalmente,
que la GLOBALIZACIÓN es un proceso en
plena construcción por nosotros los seres humanos, que significa un avance
cualitativo hacia la concertación para lograr, en forma conjunta, mejores niveles
de calidad de vida humana: para que la humanidad se haga más humana. Por lo
tanto, es un desafío para construirla en beneficio de toda la humanidad, no
sólo de los países dominantes, para lo cual debemos superar el carácter
economicista que se le quiere dar interesadamente, con lo cual se lo tergiversa
totalmente, pues ello nos llevaría a una homogeneización cultural, contraria a
la vocación de la humanidad, que es su diversificación.
En el marco de este proceso,
tenemos que asumir responsabilidades individuales y sociales, tales como la de
contribuir a consolidar su significado de mecanismo al servicio de toda la
humanidad, pues está en pleno proceso de concreción (no es algo ya acabado);
concebirla como debe ser: un instrumento para la búsqueda de la equidad entre
las sociedades humanas. No permitir que
se transforme en un arma imperialista en manos de los países hoy
poderosos, para imponernos condiciones
a través de sus instituciones, empresas
transnacionales y fuerzas armadas, con lo cual estaremos luchando para superar
la irracionalidad delas actuales relaciones entre países, naciones y culturas.
No permitir que se la utilice para destruir nuestras respectivas culturas, pues
ella debe estar al servicio del ser humano, los pueblos y las culturas.
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