Prof. Gabel Daniel Sotil García
EL TRIBUTO DE LAS PLAYAS
Garzas en solitaria playa disfrutando del paisaje. |
Septiembre es un mes
de hermosas y extensas playas en islas y cantos de los ríos y cochas que han
reducido al mínimo su caudal.
Playas en donde la charapa se rinde al
llamado de su especie y desova su valiosa carga genética en los nidos que cava
profundamente en las playas, para protegerlas de sus enemigos naturales, a
quienes se ha agregado el más astuto de todos: el humano que, inconsciente e
irracional, saquea inmisericorde hurgando en el arenal.
Es la contracción
hídrica a plenitud.
Mes de las sandías, piñas y melones, que continúan llegando como ofrendas recordatorias del
campo a la ciudad, para que no olvidemos que allá tenemos riberas pródigas que
debemos aprender a aprovechar.
Que
en ellas duermen esperanzas que debemos hacer realidad con esfuerzo creador.
Un esplendente arco iris adornando el paisaje forestal. |
Potencial
que dormita inquieto en la vera de los innumerables ríos, que debemos
despertar y poner a caminar, aceptando
definitivamente nuestra contundente realidad y pensando que nuestro desarrollo
debe nacer de su propia intimidad, como los árboles, como el agua que corre por
nuestros ríos.
Como
las lluvias que nos caen de repente, como la callampa que se abre a la
vida en los troncos descompuestos, como
el discurrir silente de las balsas, para que sea coherente con nuestra manera
cultural y ecológica de ser, dejando de mirar hacia lugares carentes de nuestra
esencia regional.
Modelos
que tenemos que crear con propio esfuerzo colectivo, para hacer de nuestro
bosque lo que siempre fue: el escenario en el que germinan ideas que se nutren
del humus, del calor, de las lluvias, de los ríos, de las tahuampas.
Pese al bajo nivel de las aguas, las motonaves transportan bienes y pasajeros entre los caseríos amazónicos. |
Pero,
también, de la ayahuasca, del ampiri, de la sachamama, de
los sonidos del manguaré, del espíritu de los chamanes y wakanes que perduran en nuestra esencia
cultural.
Las
islas, rodeadas de extensos arenales, se yerguen desafiantes y orgullosas para
mostrarnos su verdor en pleno cauce de los ríos.
Exóticas flores silvestres adornan los senderos en los bosques. |
El
calor arrecia, pues llueve muy poco. Las playas relucientes y tentadoras nos invitan al deleite.
Las
nubes aún siguen jugando en las alturas, distraídas y rondando al arco iris, corretean en el horizonte,
adornando con magnificencia al infinito.
Se
frustran así, nuestras ansias de recibir un chaparrón; aunque, a veces
piadosas, nos refrescan con un imprevisto chubasco o una lluvia persistente.
Es
allí cuando las cashueras, emergiendo
de aguajales y oscuros manantiales,
nos brindan sus frías aguas para calmar el intenso calor.
El
bosque, tan inmenso, tan bello,
tan diverso, tan trascendente, nos reitera sus mensajes a través de cuanto
recurso es capaz de producir.
Mes
de cosechas.
Sorteando grandes dificultades por la aparición de bancos de arena, los botes trasladan los frutos de las riberas. |
Mes
de mijanadas, pues los peces alborozados y renovados, se buscan para surcar los
ríos y retornar a sus cochas y tahuampas en donde volverán a engordar, para
cerrar un nuevo ciclo de la vida.
Para
ello, tendrán que sortear, con instintiva habilidad, las invisibles mallas de
redes trampas y arrastradoras que las ansias mercantiles del hombre han
inventado para pescar, muchas veces en exceso.
Aun así,
arribarán a sus lugares de origen para continuar adornando con su presencia el
bosque que les dio la vida.
Septiembre
es, pues, otra bella creación de esta exuberante naturaleza.
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