Gabel Daniel Sotil García
Tierra de ensueños y duras realidades, la selva es aún el río que debemos aprender a navegar. |
El conformarnos con ello y no pasar a
tomar decisiones sociales y políticas de mayor envergadura hace que cada año
celebremos esta fecha en condiciones cada vez más deprimentes, pues las
informaciones que nos llegan describen un panorama cada vez más agresivo por
sujeción a intereses transnacionales, de naturaleza mercantilista, que
significan más y más destrucción ambiental, pese a las declaraciones de
políticos y funcionarios en el sentido de defender nuestros intereses
regionales.
En verdad, si no tomamos acciones con
efectos más contundentes que las simples palabras, seguiremos, años tras años,
haciendo celebraciones en el marco de una mayor destrucción de nuestro ambiente
amazónico: más tala irracional, más contaminación de ríos y cochas por efectos
de la extracción de petróleo, oro, gas, narcotráfico, mayor insalubridad de las
ciudades, mayor sobreexplotación de especies biológicas, agotamiento de nuestro
suelo por cambio de uso mercantilista, y cuantos males hemos inventado para
agredir a nuestro maravilloso bosque, que aún se resiste a creer lo que le está
pasando.
Por esta razón es que considero de la
mayor importancia abordar el tema al que alude el título de este artículo, pues sin una nueva educación que
promueva una nueva ética que rija las relaciones con nuestro ambiente, será
imposible que demos un viraje a nuestra
actuación individual y social. Para que pasemos de los avances oratorios a las
concreciones fácticas, que son las que cuentan en este caso tan crucial para
nuestra amazonía.
Partamos, entonces por reconocer que por
la imposición de la cultura dominante, la mestiza de origen foráneo, los
valores relacionados con el AMBIENTE, generalmente son obviados, ignorados, cuando
en nuestra región hablamos de EDUCACIÓN EN VALORES. Es decir que no damos
ninguna importancia a los valores que deben orientar las relaciones con nuestro
BOSQUE, como escenario ambiental. Preferimos priorizar los valores económicos, patrióticos,
éticos (interpersonales), estéticos, utilitarios, etc. en los que centramos el
interés formativo de nuestros educandos. Pero, menos, lo repetimos, ponemos
énfasis en los valores que orienten nuestra actuación respecto a nuestro
ambiente, como si no tuvieran ninguna importancia.
En realidad, los valores son un componente de gran importancia en las decisiones que
tomamos en la dinámica cotidiana. Es decir, que de los valores que tengamos
dependerá que elijamos una u otra opción
cuando debamos decidir. Son los valores los que orientan nuestra acción, pues es
a partir de ellos que damos mayor o
menor importancia a las cosas u objetos
de nuestro entorno o a las acciones que realizamos y realizan los demás,
aceptándolas o rechazándolas.
Los valores están presentes en todas
las culturas, pero, dado que existen en una amplia gama o diversidad, no todas
ellas enfatizan los mismos valores. Unas sociedades otorgan una mayor jerarquía
a los valores económicos, otras a los estéticos, así como a los éticos, a los
científicos, a los religiosos, a los utilitarios, etc. Siendo variable esta
jerarquía a través del tiempo.
Imponentes amaneceres y atardeceres son los regalos que nos hace el ambiente amazónico. |
Es dicha experiencia la que les
posibilitó apreciar, valorar, su entorno existencial; y así, de generación en
generación, vía el ejemplo cotidiano, transmitieron a las nuevas generaciones
este aprecio y respeto por el río, la cocha, la flora, la fauna, el suelo y
cuanto componente descubrían en dicho entorno. Aprecio y respeto que fueran
procesados y expresados en la integralidad de sus culturas.
Al incorporarse a este escenario
amazónico la cultura de origen europeo, se incorporaron también sus jerarquías
axiológicas, haciéndose hegemónicas a consecuencia del avance impositivo de
dicha cultura mediante diversos mecanismos, entre los cuales se encontró la
educación, tanto natural como formal.
Nos es urgente una educación que nos enseñe a conocer y preservar las riquezaas amazónicas. |
Convertidos en simples mercancías
pasaron a ser objetos de compra-venta. El BOSQUE devino en un conjunto de
diversas maderas, resinas, cortezas,
tintes, peces, aves, mamíferos, mariposas, petróleo, gas, oro, etc. con valor sólo para ser extraídas y
vendidas; es decir, en lo que es hoy: un bosque, así, con letras minúsculas.
Perdió su significado trascendente de BOSQUE, de la mayor jerarquía, que tuvo
para los Pueblos originarios.
En este marco axiológico todo ha
adquirido sólo un valor económico. Mercantilismo puro. El ÁRBOL no es visto como ÁRBOL sino como algo
que sólo sirve para transformarlo en madera, carbón, leña, etc., de manera que,
puestos frente a un árbol, lo único que
se nos ocurre, por nuestra anémica formación, es cortarlo o talarlo.
En
nuestra actual sociedad no hemos aprendido a verlo y apreciarlo como
parte integrante del paisaje natural. Ignoramos que naturalmente cumple
funciones ambientales:
produce oxígeno, amortigua las altas
temperaturas, absorbe el monóxido de
carbono y demás gases nocivos para la salud, viabiliza la evaporación de las
aguas (por ello hay nubes y lluvias), retiene las aguas de las lluvias para
liberarlas progresivamente (por ello existen los arroyos, quebradas,
manantiales, etc.), protege al suelo (evita su erosión por las fuertes
precipitaciones), sirve de hábitat a las aves en cuyas ramas anidan, se
protegen y posan, nutre al suelo, ornamenta el paisaje, brinda una sombra
refrescante, sus frutos alimentan a las aves y mamíferos (incluyendo a los
seres humanos), …Todas ellas funciones de la mayor trascendencia en la dinámica
ambiental, aun no valoradas, a condición de mantenerlo en pie.
Igual viene sucediendo con la cocha y
el río, a los que sólo vemos como
proveedores de peces para el consumo y la venta, pero no en su función
ecológica como fuentes y hábitat necesarios para la diversidad de vida y, por
lo tanto, los estamos convirtiendo en basureros de los pueblos y ciudades. A
nuestro suelo sólo lo vemos como medio para producir cosechas y no en su
interrelación con los árboles, el ambiente, la flora, la fauna, etc.
El cultivo de la relación armónica con nuestra naturaleza es una tarea que debemos emprender desde la educación. |
Es este economicismo, mercantilismo
puro, lo repetimos, el que nos está llevando a la peor catástrofe de la
humanidad, generada por nosotros mismos. El cambio climático, cuyas evidencias
se hacen cada vez más contundentes y catastróficas, nos tiene que obligar a un
cambio profundo en nuestra actuación frente a la naturaleza. A nuestra TIERRA.
Cambio que sólo podrá ser logrado a
partir de una EDUCACIÓN ECOLOGÍCA, FORESTAL en cuyo marco formativo las nuevas
generaciones aprendan a valorar su entorno ambiental, adquieran profundos
conocimientos de nuestra realidad forestal, de su complejidad, de su dinámica,
etc.; nuevas capacidades de uso no destructivo de sus recursos; se comprometan
con su preservación, etc.
La riqueza florística y faunística es proverbial en el ambiente amazónico. Puma Garza en la fronda. |
Bien haríamos, pues, en incorporar los
valores ecológicos: amor y respeto a la naturaleza, a la diversidad biológica,
al ambiente, a nuestros recursos naturales, el cuidado de los jardines, de las
plantas, del aire, de nuestras calles, de las aves, de las flores, de nuestra
comunidad, etc., como referentes de primer orden para nuestro comportamiento
individual y social.
Urgencia mayor ahora que se anuncia la
concesión de más lotes petroleros en nuestra región.
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