Prof. Gabel Daniel Sotil García
Que
el bosque amazónico es una fuente generadora inagotable de riqueza material y
cultural; que las culturas indígenas poseen un riquísimo potencial inspirador
para la literatura; que en la medida en que sigamos hurgando en la intimidad
más profunda de la riqueza mitológica de los pueblos amazónicos seguiremos
sorprendiéndonos con la diversidad de sus creaciones, queda demostrado, una vez
más, con la obra “COTO BOA” que
acaba de presentar el profesor y literato Armando Ayarza Uyaco, docente
loretano galardonado en dos oportunidades por la Derrama Magisterial,
otorgándole el Premio Nacional de Educación “Horacio”.
A
decir del profesor Alberto Vela Muñoz, prologuista de la obra, “Leer y recrearnos con las obras de Armando Ayarza Uyaco…es compenetrarnos
con el mundo mítico-mágico de cada espacio amazónico…Los relatos expuestos en
el presente texto Coto Boa (y otros relatos del Datem del Marañón), además del
lenguaje divertido y sencillo, están matizados con expresiones propias del
hombre ribereño o nato del bosque…”
La
obra está compuesta por cinco relatos: Tigre
Negro, Coto Boa, Sachamama, Pelejo y Canto del Amor,
elaborados tomando como base la rica cosmovisión del pueblo Awajún, ancestral
cultura que habita una extensa área del río Marañón, integrante de la grandiosa
nación Jíbara, a la que también pertenecen los pueblos Wampis, Shapra, Kandozi, Achuar y Jíbaro, todos ellos
hoy día enfrentados a un incomprensible y agresivo proceso de destrucción
física y cultural por parte de empresas extractoras de petróleo y oro, con el
aval del Estado Peruano. Con contagio epidémico incluido.
Veamos algunos fragmentos de los mencionados cuentos:
Tigre Negro:
"Porque si un tigre negro te ataca de sorpresa, en pleno monte, tú tienes que tener maña y juicio, esperarle bien paradito. Cuidadito te caigas de espalda, cuidadito le tengas miedo, ahí mismito el tigre negro te come: "namnamñam, ñamnamñam", te almuerza...Y ahí estás mirándome, tigre negro, tienes más de dos metros de largo, y estás listo para devorarme. Tú sabías que ya estaba desarmado. Si te hubiese tenido miedo, me comes; si te hubiese dejado de mirar, me comes; si a mi costado no hubiesen estado dos aletas de árboles caídos, me comes..."
Coto Boa:
"Tenía dos enormes cabezas que se movían buscando algo. Serpenteaba con agilidad entre las ramas de los árboles. La primera cabeza se arrastraba, de manera sigilosa, al ras del suelo; la segunda, se movía entre las copas más altas. Cantaba imitando al coto mono. Brillaba su piel entre el verde de las hojas. Buscaba algo, seguramente a nosotros que bien escondidos ya lo divisábamos detrás de unos árboles de Remocaspi. Su canto gutural, estruendoso, en medio del silencio de la madrugada, nos había conducido hasta esta fiera del monte."
Sacha Mama:
"Supuse que la boa negra se encontraba cazando a los cono monos. Un certero disparo de agua que salía de las fauces de la boa y mono abajo. ¡Qué tal puntería! Supuse que el Chullachaqui golpeaba las aletas del renacal, buscando hacer notar su presencia."
Pelejo:
"El pelejo esta vez no le esperó. Se paró sobre sus patas traseras, se encrespó y nos miró esta vez desafiante, con ojos de odio y de rabia, y cuando la patada le iba a alcanzar, abrió las patas delanteras y se abrazó , aferrándose a la pierna de Mario Gochima Mativa. Este empezó a tambalearse, trastabilló y cayó de bruces entre un matorral de putu-putu, esa planta que te da comezón todo el cuerpo cuando su polen te alcanza"
El Canto del Amor:
"Neitza, escúchame, te estoy llamando en mis sueños, en tus sueños; estás en la punta de mi lengua, te busco en los lugares más profundos de tu ser, de tu pulmón, de tu hígado. Estás aquí amor mío, ámame como yo te amo, ilusiona mi vida, alumbra mi camino como la luna me guía en las noches más oscuras...Escucha cómo mi amor te llama en la orilla de mi voz, escucha el canto del amor y vuelve a mis brazos amor mío"
Por
cierto que, dada la procedencia mestiza del autor, su elaboración literaria
tiene un significativo ingrediente de reinterpretación de los mitos a partir de
los cuales se ha hecho la recreación que disfrutamos en el desarrollo de cada
uno de los cuentos ya mencionados, en los cuales es notorio el esfuerzo del mismo
por captar y asumir la esencia de la visión peculiar, propia de la riqueza
espiritual de la que proceden los cuentos, esfuerzo que permite disfrutar y
conocer dicha riqueza.
Es
loable el valor estético que ha logrado el colega Ayarza en el desarrollo de la
narrativa en cada uno de los cuentos, que porta mensajes que nos
enriquecen espiritualmente con el disfrute de la secuencia de acciones
descritas con gran simplicidad
expresiva, que captura el interés y posibilita la fácil comprensión de dichos
mensajes por parte del lector.
Pero,
además, es valioso el componente cultural subyacente en dichos cuentos, pues
expresan una forma peculiar de ver, interpretar y relacionarse con el mundo
circundante, que es lo que se llama cosmovisión. En este caso, la del pueblo
Awajún, cuya riqueza cultural aún está por ser estudiada, conocida y comprendida
por la cultura dominante, la mestiza, que viene destruyéndola indeteniblemente,
sin siquiera interesarse por conocerla.
En
consecuencia, el aporte que hace Armando Ayarza es doblemente significativo,
pues, por un lado nos entrega una obra literaria, que será de un gran deleite
para quienes la lean, y, por otra parte, nos abre una puerta para interesarnos
en el conocimiento más profundo del mundo espiritual de la nación jíbara, cuyas riquezas
culturales aún nos son desconocidas y miradas con muchos prejuicios, que
implican una injusta minusvaloración de sus creaciones culturales.
Quiero,
una vez más, invocar a las autoridades del sector educación para que pasen a tomar decisiones de mayor
trascendencia para el desarrollo de nuestra educación regional. Para darle
pertinencia cultural a nuestro quehacer formativo.
Este
libro y muchos otros deben ser difundidos en las instituciones educativas.
Deben llegar para la lectura formativa de nuestros educandos, hoy día
atosigados de literatura foránea, cuya lectura, si bien es importante, también
lo es, y mucho más, nuestra literatura regional, abundante en estos momentos.
No entiendo la pasividad o indiferencia que vienen demostrando en este campo,
pues tenemos riqueza en obras publicadas, esfuerzos grandiosos de escritores
que vienen produciendo cuentos, poesías y novelas portadores de nuestra riqueza
espiritual, que debe llegar a las aulas para el disfrute formativo de nuestros
educandos. En todo caso, esperamos mejores decisiones.
Quiero
terminar este artículo, expresando al colega Armando Ayarza Uyaco mis felicitaciones y también las del
magisterio que, seguramente, cuando llegue a sus manos la obra “COTO BOA”, sabrá disfrutarla y
compartirla con sus alumnos y, también le dirán: ¡Gracias, profesor Armando!
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