Reflexiones sobre la educación amazónica
Prof. Gabel Daniel Sotil García
Prodigioso bosque venerado por los pueblos originarios, mercantilizado por la cultura foránea. |
La relación armoniosa, en el
marco de la cual el nativo creó una serie de mitos y comportamientos rituales
protectores para tratar al bosque, es quebrada a partir de la llegada
del hombre europeo.
Desde entonces, el bosque
pasaría a ser un simple territorio que se incorpora a los dominios de
la Corona Española. Adquiere la condición de riqueza material, simple y
llanamente.
Detrás de los descubridores y
conquistadores vendrían los misioneros y este bosque se transformaría
en campo de evangelización, primero con los franciscanos, luego con los jesuitas.
Para entonces, ya habría hecho su aparición
una típica manifestación de las culturas dominantes: el etnocentrismo,
que diera origen a uno de los primeros mitos ideológicos justificatorios: la
inferioridad de las culturas nativas; prejuicio que ha posibilitado, hasta
hoy, ignorar las creaciones de los pueblos originarios, darlas como no existentes,
sin categoría de culturas, sometidos a sucesivos procesos de
evangelización, civilización, castellanización, modernización; en suma, de
europeización y alienación.
Proceso que llevaría a obligar a los nativos
a vivir en Reducciones, primero; luego, ser esclavizados y, finalmente, simple
mano de obra; es decir, siempre objetos de decisiones ajenas.
El mito de la inferioridad de los nativos, como personas y como culturas,
serviría para justificar la erradicación de sus tierras, su hacinamiento en Reducciones (rechazadas férreamente desde un primer momento por los
indígenas), obligándolos a dejar de creer en sus dioses, a olvidar su idioma, a
dejar de ser personas (recordemos que en su respectivo idioma, el
nombre con el cual se autodenominaban estos Pueblos siempre significa “gente”, “persona”), en definitiva.
Mantenido hasta hoy, ese mito sigue alimentando decisiones, entre otros campos,
en el educacional. Para la educación de hoy, mestiza, oficial y etnocéntrica,
sin compromiso con nuestra riqueza espiritual,
los logros culturales de los Pueblos nativos de la Selva, simple y
llanamente no existen, no merecen ser incorporados al proceso formativo
de nuestros educandos. Por ello están ausentes en el currículo oficial. Los
intentos reales de revalorarlos tienen reciente data en nuestro país y región.
Pletórico de recursos, el Bosque nos provee de cuanto necesitamos para nuestra actividad social. |
Obligados a vivir en las
llamadas Reducciones, erradicados de su medio natural, perseguidos
por su ignorancia de los códigos culturales del conquistador, los nativos
comenzaron a ver, sin comprender la razón, la destrucción de su bosque.
Y es que ese bosque, para
ellos la gran morada verde de sus dioses protectores, que daba sentido a
sus vidas, había pasado a ser simple y únicamente una fuente de recursos,
una prosaica despensa de la cual extraer las materias primas.
Vistas su frondosidad, su
exuberancia, su enorme biodiversidad, el bosque fue concebido como objeto
mercantil. Todo en él podía y tenía que ser extraído y vendido. Incluyendo
personas. Sí, con personas y todo, como hoy mismo podemos comprobar en la
subasta internacional de la que es objeto el bosque amazónico.
Se delinea así y adquiere forma
final la actitud extractivo-mercantilista que, aún hoy, signa la
relación hombre-bosque.
Y que es alimentada en la actual educación, a partir del actual currículo
antiforestal y antiamazónico.
El río, otra de las víctimas de la educación impertinente de nuestra región. |
La frase del sabio A. Raimondi, “El
Perú es un mendigo sentado en un banco de oro”, que resumiría el mito de
la riqueza inagotable del bosque, riqueza aún pasiva, aplicada a la Selva,
expresa una interesada interpretación equívoca, que ha tenido desastrosas consecuencias
para nuestra región, pues la atención se fijó en “el banco de oro” y no en “el
mendigo”, que es a quien hay que poner a trabajar.
La explotación del caucho, entre
fines del siglo XIX y comienzos del XX, configura el período de mayor crueldad
genocida y esclavista en nuestra Región; período en el cual, aún nos duele el
decirlo, miles de nativos fueron objetos de destrucción y pueblos enteros desaparecieron.
Agotado el caucho, vendría el palo-rosa,
otras maderas, resinas, pieles, peces, aves, petróleo, etc. todo extraído
depredatoriamente y exportado irracionalmente. (Ver el cuento “El hombre y el
bosque” en el libro del mismo nombre del autor)
La gran justificación: la
riqueza inagotable de nuestro bosque.
Este mito aún sigue siendo
difundido en nuestra educación oficial. En la Escuela actual se sigue condicionando
la actitud de nuestra niñez en el sentido de encontrar justificación a la
explotación y exportación indiscriminada e irracional de nuestros “inacabables
recursos naturales”.
Hoy, nuestra niñez y juventud
perciben al bosque como una despensa en donde tenemos guardado
todo lo que podemos vender, por lo tanto, se hacen indiferentes a la exportación
inmisericorde y depredatoria de nuestros recursos naturales.
A ello se ha adicionado otro
mito: solo si vendemos nuestros recursos alcanzaremos nuestro desarrollo.
Creencia inconmovible en
nuestros educandos, futuros ciudadanos.
Pero, examinemos nuestra
historia nacional de los últimos cinco siglos y la regional de los últimos dos
siglos y constataremos que ello no es cierto. Nuestra actual situación
de pobreza nacional y regional se ha moldeado en la fragua de un intenso
proceso de exportación de nuestros recursos naturales. De la Costa, de
la Sierra y de nuestra Selva han salido ingentes cantidades de nuestros recursos
naturales, cuyos beneficios nunca han llegado a la población mayoritaria, hoy
empobrecida como nunca.
Evidencias y consecuencias de la educación mitificadora que desarrollamos en esta región. |
La exportación de todos sus
recursos no ha redundado en mejores niveles de vida de la población regional.
Al contrario.
Los únicos beneficiarios han
sido unos cuantos: familias, grupos, castas laborales. La población general siempre
fue marginada de tales beneficios.
El petróleo, el gas, el oro, la
madera, etc. nunca han sido considerados componentes de un plan de desarrollo
integral de la Región. Simplemente, son explotados o entregados para su explotación
por otros. Y nosotros, sólo miramos cómo van saliendo nuestras riquezas para
engrosar los ingresos de élites regionales, nacionales y extranjeras.
Peor aún: nos enorgullecemos de
ser los abastecedores de recursos naturales, siempre explotados según
conveniencias ajenas.
Por ello, decimos que no es
verdad que nos sea indispensable extraer y vender nuestras riquezas para
alcanzar mejores niveles de vida.
Requerimos, entonces, una
educación regional, a partir de un currículo pertinente, que nos incite a
utilizar nuestros recursos con sentido social, para beneficio de todos.
Que nos prepare, que nos enseñe, que nos eduque, para producir no para vender.
Que genere en la niñez y juventud de hoy,
mañana y siempre, la actitud transformadora de nuestras riquezas,
que las tenemos, es verdad, en ingentes cantidades (Suárez y Dourojeanni), pero
cuya explotación no puede ni debe ser hecha de cualquier manera. No la actitud
mercantilista que hoy rige nuestra actividad social y económica.
El mito de la despensa
inagotable unido al mito de la fertilidad prodigiosa del suelo amazónico
ha sido causa de graves problemas para nuestra región.
Marco de referencia de políticas
gubernamentales, ha servido para justificar decisiones de los Gobiernos
Centrales, que han afectado gravemente nuestro medio ecológico y, fundamentalmente,
a los Pueblos Amazónicos.
El bosque se transforma en la primera víctima de la educación tradicional. |
Allí están las sucesivas
colonizaciones, dirigidas unas desde niveles gubernamentales, espontáneas
otras, pero todas signadas por el fracaso inmediato o mediato, por la
ignorancia de los migrantes para tratar al bosque, entre otras razones.
Las consecuencias depredatorias
del medio ecológico por esta ignorancia han sido tan grandes como los arrebatos
territoriales y culturales inferidos a los Pueblos Nativos. (Ver “Panorama Histórico
de la Amazonía Peruana, una visión desde la Amazonía”.
El telón de fondo de estas expoliaciones
ha sido otro mito: el del vacío amazónico.
Inexistentes para las políticas
gubernamentales, los Pueblos Nativos, Indígenas y Mestizos, nunca han tenido un
real reconocimiento oficial, (*) salvo el que ellos mismos, con sus luchas
reivindicativas, vienen logrando últimamente con base en su organización supraétnica.
Ni
los arrebatos inferidos, ni las luchas heroicas de los pueblos originarios o nativos,
aparecen en la educación oficial (examinemos los currículos oficiales que
elabora el Ministerio de Educación para la Educación Básica Regular, y veremos
que la selva toda es obviada, ignorada, como escenario histórico y actual).
En la mente de nuestros
alumnos/as hay tal ausencia de la presencia y trabajo creador milenarios de los
Pueblos Nativos que, efectivamente terminan convencidos de que la Selva es un
inmenso vacío, una región despoblada.
De
una u otra manera, pues, la actual educación alimenta esos mitos.
¿Cuánto de la historia de las
Culturas Nativas conocen los educandos? ¿Y de sus luchas de defensa y resistencia
emprendidas contra el avance de la cultura occidental? ¿Y de sus respuestas
creativas?
No, nada de ello. Silencio curricular.
Extractivismo que nos empeñamos en practicar socialmente, exportando nuestros recursos, ignorado por la actual educación. |
Por ello, bien podemos afirmar
que la actual educación selvática es una educación mitificadora e ideologizante.
Y también, por ello, debemos
preparar a los nuevos maestros para desmontar esos mitos, es decir,
para ejercer una acción educativa desmitificadora.
La Selva debe ser vista de una
manera distinta. Tal como es en realidad y sus potencialidades, sus bondades y
sus limitaciones. No ideológicamente. No para encubrir intereses de grupos ni
de clases.
Una
Región con presencia humana milenaria. Con una creación cultural sui géneris,
tan valiosa como la procedente de otros ámbitos. Con un bosque en
verdad prodigioso, pero de fácil destrucción si no se lo conoce. Con recursos
agotables al margen de una política racional de explotación con sentido social
e imbricada a un Plan Regional de Desarrollo, elaborado con participación de
todos los pueblos que en ella habitan.
Educar a las nuevas generaciones
para la defensa y preservación de la Selva y toda su riqueza material y
espiritual. Enseñarles a amarla y luchar por su desarrollo, a integrarse a la
lucha por el respeto de la personalidad histórica de los Pueblos Nativos, deben
ser parte de las tareas y objetivos a lograr con una nueva educación.
Y esto, sólo puede ser logrado a
partir de un currículo elaborado con la necesaria pertinencia. Un currículo
amazónico, no único sino diverso intrarregionalmente.
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