FACULTAD DE CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN Y HUMANIDADES – FCEH - UNAP
Aunque
la dinámica académica de nuestra Facultad ha sufrido diversas alteraciones en
su desarrollo en el presente año, sin embargo,
ello no es óbice para que hagamos un ejercicio crítico-reflexivo acerca de su
ser y actuar al cumplir sus 55 años de funcionamiento.
Debo
comenzar diciendo que una de las mayores obligaciones morales que tenemos
quienes trabajamos en su seno es dirigir nuestras capacidades de análisis,
reflexión crítica y propuestas tanto hacia su interioridad institucional como a
su entorno contextual para aproximarnos, en la medida de lo posible, al
entendimiento de lo que es nuestra Facultad en lo que ella significa como
institución que cumple un encargo social, pues es necesario reafirmar que ella
no está donde se encuentra por una
decisión burocrática de la universidad, sino en respuesta a necesidades y
demandas de carácter sociocultural, que son las que deben determinar su
direccionalidad.
Concebir
que ella obedece enteramente a requerimientos administrativo-burocráticos nos
ha llevado a percibirla aislada de su entorno geo-socio-cultural, a imprimirle
una dinámica interna per se, a despreocuparnos de las situaciones problemáticas
que afectan a los pueblos circundantes, a los avatares ambientales, a los
conflictos rural-urbanos, a las inquietudes poblacionales, a las necesidades de
desarrollo personal, a sus relaciones con el escenario externo, etc.
Por
ello es que postulamos que una acción de la mayor urgencia es el análisis
comportamental de cómo hemos cursado la etapa anterior a la actual,
considerando que la entrada en vigencia de una nueva ley, que es un nuevo
ordenamiento normativo, requiere tener claramente visualizado este trayecto de
los primeros cincuenta años de vida institucional, para proyectarnos mejorando
lo que haya que mejorar e introduciendo los cambios que sean indispensables
para darle a nuestra Facultad una nueva significatividad socio-cultural y
académica, en concordancia con los nuevos tiempos cronológico-culturales.
Obviar
este paso es consolidar una manera de “ser facultad” acrítica, irreflexiva, sin
mayores compromisos con el mejoramiento cualitativo consigo misma y con nuestra
región. En suma, una Facultad en sí y para sí, que abdicaría de las capacidades
de su potencial profesional de primer nivel cualitativo con que ahora cuenta, y
que le permitiría abrirse al entendimiento de la necesidad de romper la inercia
institucional.
Una
mirada hacia nuestra interioridad, pues, nos va a permitir expresar y
consensuar nuestras reflexiones, críticas y opiniones acerca de cómo hemos venido
afrontando el encargo social de formar a los futuros maestros con las
capacidades óptimas para garantizar el logro de los anhelos sociales: disfrutar
de mejores condiciones de vida individual y colectiva, que para eso es la
educación.
La
praxis de esta actitud nos permitiría demostrar que no tomamos a nuestra
Facultad como un simple campo de trabajo, en donde solamente vamos a cumplir
obligaciones laborales, sino que, coherentemente con nuestra condición de
profesionales de la educación, dotados de especiales capacidades
académico-investigativas y de responsabilidad social, somos capaces de procesar
nuestras experiencias y transformarlas en criterios para tomar mejores decisiones
en cuanto a su dinámica y orientación.
Por
otro lado, nos es imperativo también abordar nuestro compromiso institucional
con la colectividad a la que nos debemos y que nos sirve de referencia en el
servicio social que brindamos como retribución. Me estoy refiriendo al contexto
físico-social que sirve de soporte a nuestro actuar.
En
este sentido cabe, por necesario, que hagamos una minuciosa auscultación de las
relaciones que hemos venido
estableciendo con dicho entorno. Tomar conciencia de las modalidades de
respuestas dadas a tales desafíos, nos permitirá someterlas a una severa
crítica evaluativa de nuestra actuación en concordancia con las circunstancias
que hemos afrontado como unidad institucional a través de los años.
Ello
nos permitirá medir nuestro grado de sensibilidad a los mensajes del entorno;
la importancia que hemos dado a uno u otro componente de la realidad; el grado
de conciencia con el que hemos actuado dentro de nuestro escenario, las
prioridades en cuanto a las necesidades formativas, la coherencia con las
prioridades regionales, etc.
Todo
ello se transformará en un mensaje de la mayor trascendencia formativa tanto
para nuestros alumnos como para la sociedad en general, que esperan de nosotros las evidencias de que
en nuestra Facultad hay un grupo humano que está procesando sus propias
experiencias para aprender de ellas y proyectarse a mejores niveles
cualitativos para generar superiores condiciones de vida social.
Desarrollar
un flujo informativo con estas características nos permitirá hacernos presentes
en la dinámica sociocultural como entidad actuante en permanente proceso de
construcción de su ser con plena coherencia con las necesidades formativas que
plantea el actuar de la comunidad que, como bien sabemos, se encuentra en
permanente proceso de cambios. Dicho diálogo, en consecuencia, nos va a
permitir ajustar nuestra dinámica institucional a las aspiraciones y
necesidades de nuestro entorno contextual.
Se
hace, pues, necesario tomar distancia de nosotros mismos para juzgarnos como
una entidad actuante dentro del espacio amazónico, para determinar los aciertos
y deficiencias que hayamos impreso a nuestro actuar durante esta primera fase de nuestra institucionalidad.
Sólo
así lograremos construir una cabal imagen de lo que hemos sido para
proyectarnos hacia un deber ser plenamente coherente con los tiempos actuales y
venideros.
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