puerto fluvial sobre el Amazonas
Prof. Gabel Daniel Sotil García
En
verdad, Iquitos no tuvo una fundación formal como sí la tuvieron otros núcleos
demográficos de nuestro país y región, y que hoy han alcanzado la categoría de
ciudades.
Iquitos nació bucólico, humilde y
forestal, arrullado por los trinos y
cantares de diversas y bellas aves silvestres que revoloteaban en el ramaje de
una floresta exuberante y protectora y mirando siempre a su río entrañable, a
veces ingrato y casquivano, pues se va y regresa silente a brindarle su
incansable discurrir.
Fueron ignotas voces las que surcaron
primigeniamente su espacio de azul profundo, allá en un tiempo que la memoria
ya no registra. Pero eran voces claras, firmes, que expresaban la alegría de
vivir en estos parajes en aquellos
tiempos aurorales. En su suelo ya no quedan huellas físicas de aquellos
primeros vivientes, pero aún subsisten sus mensajes refugiados en la entraña
más profunda del bosque. Es decir, de lo que queda de él.
La historia convencional nos dice que
lo que hoy conocemos como Iquitos ciudad, fue allá por el siglo XVIII el
escenario de una Reducción o Pueblo Misional formado por los Jesuitas con
indígenas mayoritariamente Iquitos y Napeanos que hacia 1761 se ubicara en la
planicie alta que hoy ocupa esta ciudad,
con el nombre de San Pablo de Nuevo Napeanos, organizada por el P.
Bahamonde. Seguramente que miembros de
las etnias Omagua y Cocama compartieron esta reducción, que tenía sus
antecedentes en otras que desde 1740 habían comenzado a organizarse en el
ámbito ancestral de los Iquitos.
Según la
relación que, en 1785, hiciera Dn. Francisco de Requena, Gobernador de Maynas
por aquella época, casi veinte años después de que las Reducciones fueran desactivadas por la
expulsión de los Jesuitas, entre los pueblos establecidos a las orillas del
Marañón y el Amazonas aparece el nombre de uno llamado Napeanos, ubicado en el
lado norte de la explanada en donde hoy se encuentra nuestra ciudad, habitado
aún por miembros de ambas etnias: Iquitos y Napeanos, indígenas sumamente
emparentados entre sí.
Pero, en los
documentos oficiales que elaborara dicho Gobernador a partir de dicho año,
aparece sólo la denominación de IQUITOS, para referirse a este poblado, dado
que, al parecer, los indígenas napeanos, iban abandonándolo progresivamente,
dejando en mayoría a los iquitos.
Ya en el informe del Obispo de Maynas
de aquel entonces, P. Hipólito Sánchez Rangel, que en 1808 elaborara sobre la
cantidad de habitantes de los pueblos de Maynas colonial, el caserío de los Iquitos aparece
mencionado con 171 habitantes. Seis años después, en el censo hecho por el
mismo Sánchez Rangel, en 1814, Iquitos aparece con 81 pobladores: 51 varones y
29 mujeres, todos nativos, y 1 varón español. Podría suponerse que la
disminución poblacional se debió a pestes o al abandono de los Napeanos.
Hasta esta fecha la
presencia de pobladores nativos fue predominante, como puede verse en los
números reportados. Sin embargo, en 1840
habría de suceder un hecho que tendría grandes repercusiones en la composición
demográfica de Iquitos y, por lo tanto, su
configuración cultural: el pueblo de Borja, fundado dos siglos antes, fue
atacado y destruido por la furia rebelde
de Wampis (Huambisas) y Awajún (Aguarunas). A los sobrevivientes no les
quedó sino huir, dejándose llevar por las aguas del Marañón y recalar en estos
terrenos altos, de los cuales ya tenían referencia.
Las familias refugiadas encontraron en
Iquitos, un pequeño caserío en ese
entonces, el pueblo que querían y se
quedaron. El Iquitos de entonces recibió un nuevo contingente cultural: los mestizos.
El
notable incremento demográfico que significó la llegada de las familias
borjeñas, posibilitó que, a pedido del Obispo de Maynas, P. José María Arriaga,
el 8 de junio de 1842, el hasta entonces caserío de Iquitos fuera elevado a la
categoría de Pueblo y de Distrito, siendo su primera autoridad política Dn.
Liberato Rengifo hasta 1846. Luego, sería reemplazado por Dn. José Ramírez hasta 1850. En esos momentos, Iquitos ya
contaba con cerca de 200 habitantes, la mayoría mestizos, pues los indígenas
Iquitos, incómodos con la presencia de los mestizos, buscaron otros lugares,
lejos de los recién llegados, refugiándose en el medio y alto Nanay.
Desde
estos momentos, en las intimidades pueblerinas de Iquitos bullen nuevas
inquietudes, otros referentes, ya no salidos del bosque plenamente como hasta
entonces, que serían el germen de lo que, con el paso de los años, alcanzaría formas conceptuales que hoy se
están concretando.
Por ello es
bueno conocer que en el Siglo XIX, cuando aún Iquitos era una aldea plenamente rural, fue visitada
por varios científicos que habían hecho del mundo el escenario de su
peregrinaje para satisfacer sus ansias de conocer diversos pueblos y culturas.
Al pasar por estos lugares recogieron testimonios que constituyen hoy valiosísimas
fuentes de información para conocer los inicios de la que es hoy nuestra
ciudad, en aquellos tiempos en que recién se animaba a dar sus primeros pasos en búsqueda de sus
rutas propias.
Uno de estos ilustres
viajeros fue el francés Paul Marcoy, quien al promediar el siglo XIX (más o
menos 1848) pasó por Iquitos y nos dejó esta descripción:
“Visto desde una distancia, Iquitos aparece como un muro
vertical cubierto de cortinas de vegetación, plantas trepadoras y lianas de la
más caprichosa apariencia ...
Visto de
más cerca, Iquitos aparece como un conjunto de chozas colgadas y desgarradas en
partes, semejando a un viejo marinero con sus mechones de cabello escaso. Estas
chozas, 32 en número, forman dos agrupaciones distintas que los lugareños llaman
barrios.
La
población consiste en 85 individuos, de ambos sexos, quienes viven y se
multiplican bajo la recelosa mirada del Alcalde, a quien dan el título de
Corregidor, con tanta adulación como temor.
De 1791 a
1817 esta aldea de misiones, que ahora es nada más que un pobre centro de
comercio, estuvo situada tierra adentro, compuesta de personas de la nación
Iquitos.
Los
Iquitos se habían mezclado con los Omaguas y los Cocamas, sus vecinos de la
derecha, y con los Ticuna sus vecinos a la
izquierda. No resulta exagerado afirmar que la sangre de las cuatro
tribus se halla mezclada en sus venas.
“De las
32 chozas que constituyen la aldea, y la cual, como hemos dicho, se divide en
dos distintos barrios, 19 corresponden a la población nativa. Las 13 restantes
están pobladas por algunos indios pobres y mestizos de español, a quienes los
Huambizas del Pastaza arrojaron hace algunos años de las villas de Borja y
Barranca, tras saquear y quemar sus propiedades.
La mayor
circunspección norma las relaciones entre los dos barrios. Por igual que los
descendientes mestizos de los españoles, los pobladores de las 13 chozas se
dirigen uno al otro con los títulos de don y de doña, considerándose ellos
mismos como pertenecientes a la raza blanca, aunque sus colores varían bastante
entre el marrón y el claro. Tomarían como una subvaluación confundirlos
libremente con los de piel indígena.
Estos
representantes de la aristocracia iquiteña llevan una corta camisa y pantalones
azules y un sombrero de paja fabricado por ellos mismos; corrientemente van
descalzos por carencia de zapatos. Todos cultivan un pequeño trozo de tierra
para sostenerse.” (*)
Es decir,
Iquitos ya empezaba a respirar y transpirar nuevos humores culturales.
Otro viajero
que nos visitó y nos dejó por escrito sus observaciones fue don Joao Wilkens de
Mattos, quien pasó por nuestra
ciudad en 1872, es decir, unos veinte
años después de Marcoy. De Iquitos dice
lo siguiente:
“Antes
de ser instalada la Comandancia General del Departamento Marítimo- Militar,
Iquitos era apenas una aldea en decadencia, que contenía poco más de 200
moradores. En 1854 era una población de pescadores, con 227 habitantes de los
cuales 98 mestizos borjeños, que
emigraron de San Borja, y de otros puntos del Alto Marañón, perseguidos
por los Huambisas.
Después
de 1864, Iquitos comenzó a prosperar y hoy su comercio es importantísimo.
Consta de unas treinta empresas de comercio, pero sólo cinco son importadoras y
efectúan un movimiento económico de mil
millones de reales cada año.
Posee
también Iquitos 4 talleres de sastrería, 3 zapaterías, 3 panaderías y una
confitería.
La
iglesia es espaciosa, pero está por acabar y carece de ornamentos.
Con
excepción de una media docena de casas
con techo de tejas, las demás están aún cubiertas de paja, lo cual
presenta un aspecto menos agradable. Con todo, su edificación es sólida y
confortable.
La
población iquiteña es superior a los dos mil habitantes.
El
clima es magnífico; el suelo arenoso y plano. Produce excelente caña de azúcar,
tabaco y café. Lamentablemente, la falta de brazos es la causante que la
agricultura de estos productos no llegue a una mayor escala.
Es
Iquitos lugar de gran futuro. Así los indios de la provincia podrán gozar
directamente de los beneficios de las normas que el Gobierno de la República
dicta en los últimos tiempos a fin de proteger a esta gente nativa contra los
vejámenes que sufría de parte de algunas autoridades.” (*)
Podemos colegir que ya para esta época, nuestra ciudad
contaba con una población compuesta por nativos y por mestizos, tanto borjeños
y sus descendientes como los funcionarios traídos para la administración
estatal, pues el estado peruano ya se hacía presente luego de la declaración de Iquitos como puerto
fluvial sobre el río Amazonas, entrando en funcionamiento con la llegada, en
1864, de los barcos que mandara construir el Mariscal R. Castilla. Pero, es a partir de aquí que el panorama
demográfico y cultural se hará más diverso en cuanto a composición, pues
ingresarían los migrantes chinos hacia 1880, momento en que también se
iniciaría la época de explotación del caucho (boom del caucho). En la siguiente
década estarían llegando los migrantes judíos y otros migrantes tanto europeos
como nacionales, atraídos por el llamado “oro negro”. Recordemos que hacia el
final del siglo (1897) don Nicolás de Piérola declara a Iquitos capital del
Departamento de Loreto, en reemplazo de Moyobamba.
De allí en adelante, Iquitos sufrirá una
metamorfosis social, cultural, política, económica, etc., que continúa hasta el
presente.
(*)
Citas tomadas de:
VEGA,
J. J.; Viajeros ilustres en Iquitos
en el Siglo XIX (obra inédita).
Obra
consultada:
Morey Alejo, Humberto y Gabel D. Sotil García.
Panorama histórico de la Amazonía Peruana, una visión desde la Amazonía. Imp.
Amazonas, Iquitos, 2000.
2 comentarios:
Valiosa información profesor Gabel, como siempre. Cordiales saludos.
Gracias Prof.Gabel por darnos a entender la historia de nuestra ciudad y así poder valorarlo más
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