Prof. Gabel Daniel Sotil García, FCEH – UNAP
El
asumir como pretensión social el cambio de la educación en nuestra región nos
exige abordar su análisis crítico desde perspectivas cualitativamente
diferentes a las tradicionales, en las cuales se privilegió el aspecto
cuantitativo y organizacional de la educación en el nivel descriptivo y se la evaluó
como un fin en sí misma. Como resultado de esta que llamaríamos actitud
ingenua, nunca se cuestionó su relación con el entorno ecológico y sociocultural
ni sus relaciones con los mecanismos de poder que se ejercían a través de ella.
Pero,
en los momentos actuales, y con la vigencia de nuevos criterios evaluativos, la
educación que venimos ejecutando en nuestra región tiene que ser visualizada
desde nuevos enfoques, para lograr una mejor comprensión de su forma de
concreción en las circunstancias características de nuestra región.
Es
con este propósito que hacemos entrega de este aporte contributivo hacia la
teorización de nuestra educación.
La
relación armoniosa, en el marco de la cual el nativo creó una serie de mitos y
comportamientos rituales protectores para tratar al bosque, es quebrada a partir
de la llegada del hombre europeo.
Entonces,
el bosque pasaría a ser un simple territorio que se incorpora a los dominios de
la Corona Española. Adquiere la condición de riqueza material, simple y
llanamente. Sin ningún significado espiritual.
Detrás
de los descubridores y conquistadores vendrían los misioneros y este bosque se
transformaría en campo de evangelización, tanto con los jesuitas, como con los
franciscanos.
Para
entonces, ya habría hecho su aparición una típica manifestación de las culturas
dominantes: el etnocentrismo, que diera origen a uno de los primeros mitos
ideológicos justificatorios: la inferioridad de las culturas nativas; prejuicio
que ha posibilitado, hasta hoy, ignorar las creaciones de los pueblos
originarios, darlas como no existentes, sin categoría de culturas, sometidos a
sucesivos procesos de evangelización, civilización, castellanización,
modernización; en suma, de europeización en su momento.
Proceso
que llevaría a obligar a los nativos a vivir en reducciones o pueblos
misionales, primero; luego, ser esclavizados y, finalmente, simple mano de
obra; es decir, siempre objetos de decisiones ajenas.
El
mito de la inferioridad de los nativos, personal y culturalmente, serviría para
justificar la erradicación de sus tierras, su hacinamiento en reducciones (rechazadas
férreamente desde un primer momento por los indígenas), obligándolos a dejar de
creer en sus dioses, a olvidar su idioma, a dejar de ser personas (recordemos
que en su respectivo idioma, el nombre con el cual se autodenominaban estos
Pueblos siempre significa “gente”, “persona”), en definitiva.
Mantenido
hasta hoy, ese mito sigue alimentando
decisiones, entre otros campos, en el educacional. Para la educación de hoy,
mestiza, oficial y etnocéntrica, los logros culturales de los Pueblos nativos
de la Selva, simple y llanamente no existen, no merecen ser incorporados al
proceso formativo de nuestros educandos, por lo cual nunca aparecen en los
currículos que elabora el Ministerio de Educación.
Obligados
a vivir en las llamadas reducciones, erradicados de su medio natural,
perseguidos por su ignorancia de los códigos culturales del conquistador, los
nativos comenzaron a ver, sin comprender la razón, la destrucción de su bosque.
Y
es que ese bosque, para ellos la gran morada verde de sus dioses protectores,
que daba sentido a sus vidas, había pasado a ser simple y únicamente una fuente
de recursos, una prosaica despensa de la cual extraer las materias primas.
Primero,
como botín de conquista, luego como campo misional; el bosque termina siendo
visto como emporio de riqueza, fuente inagotable de recursos naturales.
Vistas
su frondosidad, su exuberancia, su enorme biodiversidad, el bosque fue
concebido como objeto mercantil. Todo en él podía y tenía que ser extraído y
vendido. Incluyendo personas. Sí, con personas y todo, como hoy mismo podemos
comprobar en la subasta de la que es objeto el bosque amazónico.
Se
delinea así y adquiere forma final la actitud extractivo-mercantilista que, aún
hoy, signa la relación hombre-bosque.
Y
que es alimentada en la actual educación.
La
frase que se atribuye al sabio A. Raimondi, "El Perú es un mendigo sentado
en un banco de oro", que resumiría el mito de la riqueza inagotable del
bosque, riqueza aún pasiva, aplicada a la Selva, expresa una interesada interpretación
equívoca, que ha tenido desastrosas consecuencias para nuestra región, pues la
atención se fijó en “el banco de oro” y no en “el mendigo”, que es a quien hay
que revalorar.
La
explotación del caucho, entre fines del siglo XIX y comienzos del XX, configura
el período de mayor crueldad genocida y esclavista en nuestra Región; período
en el cual, aún nos duele el decirlo, miles de nativos fueron objetos de
destrucción y pueblos enteros desaparecieron.
Agotado
el caucho, vendría el palo-rosa, otras maderas, resinas, pieles, peces, aves,
petróleo, etc. todo extraído depredantemente y exportado irracionalmente.
La
gran justificación: la riqueza inagotable de nuestro bosque.
Este
mito aún sigue siendo difundido en nuestra educación oficial. En la Escuela
actual se sigue condicionando, principalmente por omisión, la actitud de
nuestra niñez en el sentido de encontrar justificación a la explotación y exportación
indiscriminada e irracional de nuestros "inacabables recursos
naturales".
Hoy,
nuestra niñez y juventud perciben al bosque como una despensa en donde tenemos
guardado todo lo que podemos vender, por lo tanto, se hacen indiferentes a la
exportación inmisericorde y depredatoria de nuestros recursos naturales.
A
ello se ha adicionado otro mito: sólo si vendemos nuestros recursos alcanzaremos
nuestro desarrollo.
Creencia
inconmovible en nuestros educandos, futuros ciudadanos.
Pero,
examinemos nuestra historia nacional de los últimos cinco siglos y la regional
de los últimos dos siglos y constataremos que ello no es cierto. Nuestra actual
situación de pobreza nacional y regional se ha moldeado en la fragua de un
intenso proceso de exportación de nuestros recursos naturales. De la Costa, de
la Sierra y de nuestra Selva han salido ingentes cantidades de nuestros
recursos naturales, cuyos beneficios nunca han llegado a la población
mayoritaria, hoy empobrecida como nunca.
La
exportación de todos sus recursos no ha redundado en mejores niveles de vida de
la población regional.
Al
contrario.
Los
únicos beneficiarios han sido unos cuantos: familias, grupos, castas laborales.
La población general siempre fue marginada de tales beneficios.
El
petróleo, el gas, el oro, la madera, etc. nunca han sido considerados
componentes de un plan de desarrollo integral de la Región. Simplemente, son explotados
o entregados para su explotación por otros. Y nosotros, sólo miramos cómo van
saliendo nuestras riquezas para engrosar los ingresos de élites regionales,
nacionales y extranjeras.
Peor
aún: nos enorgullecemos de ser los abastecedores de recursos naturales, siempre
explotados según conveniencias ajenas.
Por
ello, decimos que no es verdad que nos sea indispensable extraer y vender
nuestras riquezas para alcanzar mejores niveles de vida.
Requerimos,
entonces, una educación regional, que nos incite a utilizar nuestros recursos
con sentido social, para beneficio de todos. Que nos prepare, que nos enseñe,
que nos eduque, para producir no para vender. Que genere en la niñez y juventud
de hoy, mañana y siempre, la actitud
transformadora de nuestras riquezas, que las tenemos, es verdad, en ingentes
cantidades, pero cuya explotación no puede ni debe ser hecha de cualquier
manera. No la actitud mercantilista que hoy rige nuestra actividad social y
económica.
El
mito de la despensa inagotable unido al mito de la fertilidad prodigiosa del
suelo amazónico ha sido causa de graves problemas para nuestra región.
Marco
de referencia de políticas gubernamentales, ha servido para justificar
decisiones de los Gobiernos Centrales, que han afectado y vienen afectando gravemente
nuestro medio ecológico y, fundamentalmente, a los Pueblos Amazónicos.
Allí
están las sucesivas colonizaciones, dirigidas unas desde niveles
gubernamentales, espontáneas otras, pero todas signadas por el fracaso
inmediato o mediato, por la ignorancia de los migrantes para tratar al bosque,
entre otras razones.
Las
consecuencias depredatorias del medio ecológico por esta ignorancia han sido
tan grandes como los arrebatos territoriales y culturales inferidos a los
Pueblos Nativos.
El
telón de fondo de estas expoliaciones ha sido otro mito: el del vacío
amazónico.
Inexistentes
para las políticas gubernamentales, los Pueblos Nativos, Indígenas y Mestizos,
nunca han tenido un real reconocimiento oficial, salvo el que ellos mismos, con
sus luchas reivindicativas, vienen logrando últimamente con base en sus organizaciones supra étnicas.
Ni
los arrebatos inferidos, ni las luchas heroicas de los pueblos nativos, aparecen
en la educación oficial.
En
la mente de nuestros alumnos hay tal ausencia de la presencia y trabajo creador
milenarios de los Pueblos Nativos que, efectivamente terminan convencidos de
que la Selva es un inmenso vacío, una región despoblada.
De
una u otra manera, pues, la actual educación alimenta esos mitos.
¿Cuánto
de la historia de las Culturas Nativas conocen los educandos? ¿Y de sus luchas en
defensa y resistencia emprendidas contra el avance de la cultura occidental? ¿Y
de sus respuestas creativas?
No,
nada de ello.
Por
ello, bien podemos afirmar que la actual educación selvática es una educación
mitificadora e ideologizante.
Y
también, por ello, debemos preparar a los nuevos maestros para desmontar esos
mitos, es decir, para ejercer una acción educativa desmitificadora.
La
Selva debe ser vista de una manera distinta a la visión tradicional. Tal como
es en realidad y sus potencialidades, sus bondades y sus limitaciones. No
ideológicamente. No para encubrir intereses de grupos ni de clases.
Una
Región con presencia humana milenaria. Con una creación cultural sui géneris,
tan valiosa como la procedente de otros ámbitos. Con un bosque en verdad
prodigioso, pero de fácil destrucción si no se lo conoce. Con recursos
agotables al margen de una política racional de explotación con sentido social
e imbricada a un Plan Regional de Desarrollo, elaborado con participación de
todos los pueblos que en ella habitan.
Educar
a las nuevas generaciones para la defensa y preservación de la Selva y toda su
riqueza material y espiritual. Enseñarles a amarla y luchar por su desarrollo,
a integrarse a la lucha por el respeto de la personalidad histórica de los
Pueblos Nativos, deben ser parte de las tareas y objetivos a lograr con una
nueva educación.
Fotos del autor.
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