En torno a la educación turística
Prof. Gabel Daniel
Sotil García, FCEH - UNAP
Ciudad de Nauta, a orillas del Marañón |
La
fuerza primordial, la motivación de mayor magnitud que impulsa la actividad del
turismo, es la necesidad de enriquecimiento espiritual que experimentamos los
seres humanos y que satisfacemos, en una de sus formas, con el disfrute de las conquistas culturales
de otros pueblos y el gozo de recorrer distintos escenarios naturales, en los
que es pródigo nuestro hermoso planeta. Aunque, por cierto, reconocemos que
hay, también, otras motivaciones subalternas que nos movilizan en este sentido,
pero de mucha menor jerarquía.
Quistococha, joya ecológica cercana a Iquitos |
Por
lo tanto, la actividad turística que hoy se nos presenta tan promisoria para
nuestra región, tiene que merecer una especial atención por parte de quienes
tienen la función rectora, de un lado, y de otro, de quienes debemos ser
participantes y a la vez beneficiarios de esta actividad; es decir,
todos quienes conformamos nuestra colectividad amazónica.
Esta
potencialidad que, de hecho, venimos aprovechando tiene dos componentes
fundamentales que deberían ser objeto de decisiones conscientemente tomadas:
nuestra pródiga naturaleza y nuestra diversidad cultural y lingüística.
La
ecodiversidad, que es causa de biodiversidad
y riqueza paisajística, constituye lo que bien podemos denominar nuestro
patrimonio material, y la etnodiversidad, que se concreta en la existencia de
pueblos originarios plenamente vigentes como generadores de cultura propia,
constituye nuestro patrimonio espiritual. Ambas riquezas constituyen para
nosotros no sólo componentes de una oferta que debemos aprovechar sino, y
fundamentalmente, aspectos que deben merecer decisiones de políticas para conocerlas,
fortalecerlas y conservarlas, tanto entre nosotros mismos en el nivel regional
como en el nivel nacional. Es decir, para nuestro propio disfrute y
aprovechamiento social.
Charapitas tomando sol |
Pero
no se trata de un aprovechamiento pasivo de lo que la pródiga naturaleza nos
viene brindando por nuestras características ecológicas y de los logros
culturales propios de nuestros pueblos indígenas y mestizos, sino de hacer un
esfuerzo colectivo para hacer de dicho patrimonio material y espiritual una
oferta en progresivo proceso de mejoramiento cualitativo.
Para
que dicho propósito se haga tangible se requiere, como ya fuera dicho en
artículo anterior, de una parte que formemos a nuestros educandos en una
actitud favorable a convertirse, desde sus conocimientos y valores, en agentes
de desarrollo turístico; pero, de otra parte, asumir el compromiso colectivo de
hacer de nuestras ciudades y núcleos demográficos regionales en auténticos
mensajes de originalidad sociocultural.
Si
hemos dicho que el turista, en su expresión más elevada, busca el deleite en lo
diferente, todas nuestras ciudades amazónicas, en especial Iquitos, deberían
hacer un esfuerzo para construirse aprovechando la enorme ventaja comparativa
de estar ubicadas en este “mundo exótico”, que desde ya es un foco de atracción
turística por sí solo, a partir de nuestra heredad espiritual y ecológica, pues
en nuestro entorno disponemos de los elementos inspiradores indispensables,
para responder con absoluta naturalidad y coherencia.
Plaza principal de Iquitos |
Nuestros
esfuerzos deben centrarse en expresar nuestra originalidad, pues queda dicho
que el turista, nacional y extranjero, no sale de su ciudad o pueblo a buscar
lo igual sino lo diferente en todo aquello en que es posible que se concreten
las peculiaridades de cada grupo humano.
Iquitos,
en especial, debe construirse como “ciudad diferente”, con su propio exotismo
elevando a la categoría de un valor su riqueza ecológica tanto como su riqueza
espiritual que se concreta en su diversidad lingüística, su riqueza histórica,
sus formas de vivir y ver el mundo forestal: sus mitos, sus leyendas y todo
cuanto nos es propio y distintivo, aporte con el cual venimos aportando al enriquecimiento de la cultura universal.
Ribereños surcando el Marañón |
Nada
inteligente nos parece el tratar de parecernos a otras ciudades, cuya realidad
actual es producto de su propia dinámica histórica. Centrar nuestros esfuerzos
en la búsqueda de la originalidad antes que en la copia, es vital para nosotros
pues sólo así Iquitos se alejará del peligro de transformarse en una “ciudad
copia” y, en consecuencia, perder su atractivo como creación social y cultural
con originalidad.
El
plantearnos este propósito social depende sólo de nosotros. Con su logro,
Iquitos devendrá en la ciudad con un real atractivo turístico, con coherencia
ecológica y sociocultural y adquirirá la condición de ser un verdadero factor
de enriquecimiento espiritual, para todos aquellos que la visiten y para
nosotros mismos, conjuntamente con el entorno ecológico que le brinda la
pródiga naturaleza amazónica, ya reconocida como una de las maravillas de
nuestro planeta.
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