Prof. Gabel Daniel Sotil García, FCEH - UNAP
El ENCUENTRO ANHELADO
Las tahuampas sienten el retorno amoroso de sus hijos, quienes las buscan para renovar la vida, para eternizarse en este mundo que disfrutan desde antes de la presencia humana.
Ribereño penetrando a las tahuampas de las orillas de los ríos. |
Las flores y los frutos silvestres se muestran al alcance de las manos.
Las granadillas y el puro puro se ofrecen tentadores al sediento canoero que, remando apresurado por la sacarita que corta al renacal, pretende ganarle a la tarde que ya viene con su carga de espesos nubarrones, presagiando una lluvia torrencial.
Entretanto, a lo lejos y desde el fondo del tupido bosque, la bandada de locreros deja oír sus roncos canturreos y la torcaza se eleva en repentino vuelo.
Las mariposas, con sus vuelos veleidosos, juguetean con la brisa, corriendo tras las horas que se esconden presurosas huyendo al matorral.
Las orquídeas y heliconias, que regalan al bosque sus fragancias, muestran sus encantos adheridas a los troncos colosales de los árboles que les dan su sostén.
El tahuarí expande su aroma deleitoso y las aves silvestres, con renovadas energías, cruzan los espacios celestiales disfrutando su infinitud.
Allí van el huanchaco, la chicua, la pinsha y el catalán saludando la alborada con sus vuelos suaves y ondulantes.
Orquídeas mostrando sus encantos |
Cruzando presurosos las quebradas, ven su imagen reflejarse en la superficie de las tranquilas aguas que fluyen disfrutando las caricias que les brindan las ramas que se inclinan reverentes y afectuosas.
En las alturas, los manchales de umarí nos ofrecen sus frutos de suave y fragante olor, las ubillas penden en racimos exuberantes y tentadores, el frondoso parinari nos ofrece sus huayos fraganciosos y el zapote, altivo e imponente, nos regala sus delicias convertidas en frutas deleitosas.
Garzas adornando el hermoso bosque. |
Las pulcras y espigadas garzas engalanan las riberas, volando suavemente o luciendo su nívea elegancia posadas en árboles, palizadas y barrancos, que comparten con tibes, puma garzas y timelos de alegres y festivos parloteos.
Estimulados por el ambiente de alegría, los paucares, incansables charlatanes, saludan a la aurora elevando sus trinos y gorjeos posados en las copas de los árboles en donde tienen su nidal.
Cantos matinales que se escuchan por doquier, expresando la alegría de todo el bosque en este nuevo amanecer.
La vida, que es la ofrenda del tiempo a la naturaleza, se renueva efervescente por doquiera, invitándonos a conocerla en sus múltiples manifestaciones, que son loas a su Creador.
Vida que, en el fondo de los ríos y quebradas, se expresa en una fauna portentosa que disfruta de la pródiga vastedad, en la cual el zúngaro, el dorado, la doncella, la gamitana y el paco comparten su existencia con corvinas, sábalos, boquichicos, cunchis, sardinas, palometas y muchos peces más.
PAICHE, Arapaima gigas, el pez más grande de la amazonía |
Y en las cochas silentes y lejanas, refugio aún de cushuris, mariquiñas, pompones, shararas y sachapatos, el manatí juguetea en el gramalote, intentando ocultarse de la nutria que, curiosa e insaciable, lo mira distraída mientras devora sus peces favoritos, disputados por el paiche prodigioso, gigante de nuestras cochas y símbolo de la riqueza de nuestras aguas.
Cochas en donde sobrevuela la grácil figura del tuqui tuqui, bullanguero y charlatán que, escondido entre el espeso gramalote, gusta deleitarse picoteando sobre los copos de la huama que flotan en medio de la ondulante superficie, agitados suavemente por la fresca brisa mañanera.
Así, en los días de febrero, calurosos unos, grises y pluviosos otros, las restingas, desafiantes, porfían por empinarse demorando su inmersión, pues son ellas el refugio generoso del sajino, el majás, el venado, el añuje, la carachupa y el motelo que acuden buscando protección.
Es febrero un mes de lluvias persistentes; de aguajales pletóricos de frutos; de monos saltarines, bullangueros; de ronsocos joviales y ariscos, de días frescos pero mustios.
Tortuga de tierra, conocida como MOTELO |
De días que se nos antojan lentos y silentes.
Mes que nos invita a quitarnos el ropaje protector para mirar nuestro interior y juzgarnos fríamente.
Un mes de reflexión sobre el decurso infinito de la vida forestal, que ojalá nos permita encontrar nuevos rumbos en nuestro actuar colectivo, para que el bosque deje ya de ser la prosaica mercancía en la que lo hemos convertido por nuestro torpe proceder.
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