Plaza principal, iglesia y C.E. PALP de la ciudad de Requena |
Prof. GABEL
DANIEL SOTIL GARCÍA
Como muchos
núcleos demográficos de nuestra región, transformados hoy en ciudades, Requena
nació en la noche de los tiempos forestales, cuando aún se movían en absoluta
libertad, por bosques, ríos y cochas, los pueblos de la familia Pano que se
asentaran a la vera del Apu Paru (Gran Río), hoy Ucayali, con algún nombre que
los regnícolas le asignaran de acuerdo con sus patrones culturales.
Hasta que,
ya en el siglo XIX, tenemos datos
históricos de un pueblo llamado San
Martín del Tapiche, ubicado allí donde hoy está Requena. A comienzos del siglo
XX resurge como centro misional por obra del P. Agustín López Pardo, honrando,
a propuesta del escritor Genaro Herrera, el nombre de Dn. Francisco de Requena
y Herrera, quien gestara la
reincorporación de los territorios que comprendía la Gobernación de Maynas al
Virreinato del Perú.
Desde 1907,
año en que fuera fundada dentro de los cánones de la cultura mestiza, Requena
se incorpora a la vida oficial de la nación, con todos los beneficios y
perjuicios que ello implicaba, pues
recibe la presencia de instituciones y funcionarios nominados por el poder
central, muy prestos a dar cumplimiento a los mandatos recibidos.
Llegada de pasajeros en motonave fluvial. |
Esta
incorporación implicaba una nueva dinámica sociocultural a cargo de agentes que
van apareciendo en la medida en que se incorporan nuevas personas y surgen
inéditas necesidades nacidas, unas, al calor de su relación con el entorno
inmediato y, otras, de las urgencias administrativas del lejano poder central,
que la llevaría, años después, a convertirse en ciudad capital de la provincia
del mismo nombre, integrando el entonces Departamento, hoy Región, Loreto, para
orgullo de sus pobladores.
Con su
nuevo ropaje mestizo, pero con fuertes reminiscencias indígenas, Requena ciudad
empieza a auto construirse, aprovechando su alejamiento y relativo
aislamiento, como un pueblo en cuyas
intimidades bullen nuevas preocupaciones
que nacen tanto del precioso escenario forestal que la rodea, caracterizado por
la presencia de muy diversos y respetables Pueblos Indígenas y zonas
privilegiadas por su biodiversidad, como de su propia interioridad comunal.
Vista parcial de la ciudad con el río Ucayali al fondo. |
Hacia
mediados del siglo próximo pasado, ya Requena se había labrado, en silente bregar, una dinámica sociocultural que la hizo
merecedora del epíteto de “La Atenas del Ucayali”, pues era el foco de
irradiación de actividades que hacían recordar a esa antigua y maravillosa ciudad griega, que deslumbró a
los pueblos de su tiempo y marcó un rumbo de creación cultural para la
posteridad. Sus pobladores, entusiasmados y comprometidos, hacían esfuerzos
colectivos para mejorar su ciudad, pues era fácil ponerse de acuerdo.
Ubicada en
la confluencia del río Tapiche con el Ucayali, era el centro de referencia más
importante para los pueblos del llamado Bajo Ucayali que habían aceptado su
hegemonía y colaboraban con ella.
Vista de la ribera desde el promontorio El Peladillo. |
Cuando tuve
la oportunidad de conocerla, en la década de los 70s, conservaba aún ese halo,
aunque ya sin mucha intensidad, de ser un foco irradiante de inquietudes
culturales, que se materializaba, fundamentalmente, en sus instituciones
educativas, que habían adquirido, en décadas de esfuerzos institucionales, un
nombre propio: “Padre Agustín López Pardo” y
“María Inmaculada”, cuyos sistemas formativos, a cargo de órdenes
religiosas católicas, gozaban de un gran prestigio, no sólo local.
Todavía se
podía respirar una dinámica interna de personas e instituciones preocupadas por
darle prestigio, por hacerla importante. Tenían un norte, un propósito social.
Aún su
radio demográfico tenía límites visuales y en su discurrir cotidiano se podía
apreciar imágenes de un pueblo tranquilo, con sus aguateros madrugadores
ofreciendo sus servicios en acémilas
pacientes y su bullicioso y efervescente mercado tempranero. Ligados a la actividad forestal, orgullosos
de sus ríos, cochas y lugares turísticos, sus pobladores generaban un ambiente
con sabor a recuerdos ribereños, de feroces incursiones indígenas y olor a tiempos difusos.
Casas ribereñas mostrando las condiciones socio-económicas de un sector de moradores. |
Ambiente en
donde la inspiración de bardos apasionados, creativos y enamorados de las
hermosas mujeres que adornaban el diario discurrir, se expresaba en serenatas
medianochescas, a la luz de una Luna esplendorosa o en la penumbra nocturnal generada
por la luz de las estrellas, frente a puertas o balcones, que no siempre
respondían a las promesas o súplicas expresadas en versos portadores de los más
profundos sentimientos. Noches románticas aquellas. Conmovedores hasta lo más
profundo.
Muchas
amistades, que sólo viven hoy en mis recuerdos, se hicieron inolvidables por su
generosidad y su entusiasmo por mostrarme lo mejor de sus conquistas culturales
con las cuales me enriquecí. Pese al tiempo pasado, aún escucho las notas
dolientes o alegres de voces y guitarras en perfecta armonía, expandirse por
los aires de aquella plaza central tranquila, serena y oscura, que invitaban al
disfrute del paisaje cósmico en las horas de mayor oscuridad o a la vivencia de
un furtivo y apasionado idilio en las penumbras callejeras de Manaos, el
Peladillo y las pocas calles en donde ya tomaban formas urbanas la creciente
ciudad.
Años
después volví a visitar a la Requena de mis recuerdos.
La encontré
efervescente como antes pero había ya perdido su tranquilidad, su sosiego, su
romanticismo. Aquellos lugares con los que asocié hermosas vivencias, ya no
existían. Mis recuerdos perdieron su referente objetivo, lo externo; pero, aún
siguen en mi interioridad.
Puente sobre la quebrada "Camaná"desde el cual se puede apreciar el río y su febril actividad. |
Requena
era, como tenía que serlo, diferente. En parte,
yo había cambiado. Los ojos ilusos con los que la miré años atrás, se
habían endurecido. Los avatares de la vida habían hecho mella en mi persona. Ya
no era yo el mismo y, por lo tanto, Requena no podía seguir siendo igual.
Y no podía
seguir siendo igual no sólo por mi manera de percibirla, sino porque ella misma
había cambiado radicalmente como consecuencia de los cambios sociales y
culturales producidos en la región, el país y el mundo entero.
Pues de
pronto Requena empezó a recibir un flujo inusitado de vivientes, primero
mayoritariamente provenientes del medio rural inmediato, movilizados por la
búsqueda de mejores condiciones de vida. Luego, vendrían personas de otras
regiones, andinas y costeñas. Con un flujo poblacional en constante aumento, la
expansión se hizo incontrolada, sin horizonte. La fiebre del petróleo se
calmaba, la desilusión teñía los rostros de niños y adultos y las necesidades
desbordaban las previsiones y normas.
Con la
expansión urbana, expresada en nuevos servicios sociales, pistas y calles y
otros propios de las ciudades, Requena recibe el contingente de ruidosos
motocarros que abren caminos hacia nuevos espacios siguiendo la línea de las
riberas o invadiendo tradicionales lugares “afuerinos”. Se intensifica el
comercio y la movilización incansable de pasajeros que tienen como puntos de
destino y procedencia Iquitos y Pucallpa. De estos lugares se llevan no sólo
mercadería material sino los patrones mentales con los que se afrontan las
nuevas circunstancias. Los nuevos comportamientos empiezan a llegar en formatos
electrónicos.
La
población flotante se incrementa. Los conflictos sociales se hacen presentes y
la desorientación social se hace cada vez más profunda.
La “Atenas”
es hoy sólo un recuerdo de una época de esplendor que se generó en las
convicciones de las generaciones que vieron un horizonte promisorio en el
tiempo y el espacio y lucharon por
alcanzarlo.
Pero fueron
otras circunstancias, otros tiempos, diríamos mejor.
El
incansable Apu Paro de otras épocas, siglos mejor dicho, sigue hoy discurriendo
con un nombre distinto. En sus aguas y palizadas se han ido algunas ilusiones;
pero, ellas mismas siguen trayendo nuevos desafíos que las actuales
generaciones deben aprender a interpretar para asumir las responsabilidades que
les competen por ser vivientes de aquellos espacios que ancestralmente fueran
vistos como escenarios de promisión, condición que no han perdido mientras
existan personas pletóricas de amor por su terruño.
Casas flotantes en la entrada de la ciudad. |
Es, pues,
plena responsabilidad de las actuales generaciones el construir una nueva
Requena en consonancia con su forestalidad, su prodigiosa biodiversidad, su
multiculturalidad, el respeto por su pasado y su fe en el futuro. Construcción
que sólo puede ser hecha por quienes la aman plenamente, contando con una
educación que propicie en las nuevas generaciones mejores capacidades de
comunicación, el respeto por su memoria cultural, el más profundo conocimiento
de sus riquezas culturales y naturales y las capacite para transformarlas en
riqueza social para todos. Una educación al servicio de la elevación de las
condiciones de vida social.
Sólo la
decisión de personas e instituciones comprometidas con el desarrollo de su
pueblo hará posible el cambio de las actuales condiciones, pues Requena ciudad
y Requena provincia tienen el potencial humano y natural suficientes para
construirse dentro de nuevos paradigmas de justicia social.
El tiempo
es oportuno para decidirse a inventar
esa nueva Requena, original, auténtica, para orgullo de todos sus descendientes
y de quienes la queremos.
(*) Artículo publicado en: KANATARI 1200, Requena, un siglo de historia. Iquitos, setiembre, 2007.
(*) Artículo publicado en: KANATARI 1200, Requena, un siglo de historia. Iquitos, setiembre, 2007.
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