Prof. Gabel Daniel Sotil García
LEVANTAMIENTOS INDIGENAS
DURANTE LA COLONIA
Aún hoy, los Pueblos Indígenas continúan su lucha por ser reconocidos como tales. |
En la segunda mitad del siglo XVI los encomenderos
y misioneros jesuitas, desde su base de
operaciones de Quito, ya habían organizado pueblos en lugares estratégicos para
asegurar la penetración hacia las selvas orientales, utilizando los caminos fluviales
del Aguarico, Napo, Morona, Pastaza y Marañón.
La
vastedad del territorio en cuyos ríos se navegaba semanas y meses motivaba en
los españoles un sentimiento desmesurado de posesión, que no tenía en cuenta ni
remotamente la presencia de los indígenas, en quienes se iba fortaleciendo un
sentimiento de rechazo y resistencia que terminó en estallidos de rebelión que
se fueron extendiendo por toda la región amazónica, en sus zonas norte, centro
y sur a través de doscientos cincuenta años y, que continuaron durante la
República, constituyendo una gran rebelión inconclusa que se ha desarrollado en
incidentes esporádicos, levantamientos aislados y grandes sublevaciones que han
abarcado tiempos y espacios considerables.
Durante
el siglo XVI los españoles ya habían organizado pueblos en la parte norte de la
Amazonía, para la reducción (*) de indígenas como Baeza, Archidona, Logroño,
Sevilla del Oro, Valladolid, Santa María de Nieva, Santiago de las Montañas,
lugares en donde se realizaron levantamientos de la nación indígena Jíbara, ubicada en el Alto Marañón y
afluentes.
En 1562,
los Quijos que ocupaban el valle del mismo nombre, hoy territorio del actual
Ecuador, en el Alto Napo, se rebelaron intentando matar a todos los españoles
que se asentaban en esas zonas de la Selva Alta.
En 1578,
en el poblado de Archidona se sublevaron los indígenas reducidos (indígenas que
vivían en las Reducciones). Nueve años
después se rebelaron nuevamente en 1587,
pero esta vez fue un movimiento de grandes proporciones, en el que participaron
unidos los jefes indígenas como Jumandi, Beto, Guami,
Jumbate, Paujimato y Busi. Después del ataque a la ciudad de Baeza, la rebelión
fracasó, los jefes fueron hechos prisioneros y luego ajusticiados en Quito.
En 1599,
la nación Jíbara no soportó la organización impuesta de formar reducciones en
los poblados como Logroño, Valladolid, Santiago de las Montañas, Santa María de
Nieva y Sevilla del Oro. Fueron más de veinte mil los sublevados bajo el mando
del jefe Quiruba, que arrasaron la ciudad de Logroño. Aparte de no aceptar el
sistema de reducciones, la motivación fue también un tributo impuesto que se
tuvo que pagar en oro, como una colaboración para las actividades de coronación
del nuevo Rey de España, Felipe III.
Después de arrasar Logroño, los rebeldes se dirigieron a Sevilla del Oro que
corrió la misma suerte de aquélla.
En 1615,
la nación Jíbara vuelve a rebelarse en todo el territorio de Macas, en la
cuenca del Morona y del Alto Marañón; todos los vecinos de Sevilla del Oro
fueron atacados.
En 1631,
en la zona del Huallaga se levantaron grupos de Chunatahuas, Chiquidoanas y
Tinganeses contra los misioneros franciscanos cuyo centro de operaciones era la
ciudad de Lima. “Querían penetrar en sus selvas, que ellos consideraban
inviolables” (Izaguirre. Historia de las
Misiones Franciscanas...”).
En 1634,
nuevamente los Jíbaros se sublevaron en la zona de Macas, en el Alto Marañón, e
invadieron el pueblo de San Pedro de Upano al que destruyeron, dando muerte al
encomendero capitán Pedro Díaz de Moreto. La Selva Alta fue apta para hacer
grandes fundos que administraban los encomenderos que siempre eran a la vez
militares y que, establecidos en ellos, servían para cautelar las acciones de
los misioneros.
En 1636,
los Encabellados, que se ubicaban en las alturas de ceja de selva en la zona
del río Aguarico, afluente del Napo, en el Ecuador actual, se sublevaron
atacando a los expedicionarios que, bajo el mando del capitán
Palacios, tenían la misión de penetrar
con fuerzas militares para respaldar la labor de los misioneros jesuitas. El
capitán Palacios fue muerto con un gran número de expedicionarios. Una parte de
la expedición quedó aislada y tuvo que seguir la ruta que años atrás había
seguido la expedición de Orellana, llegando hasta la ciudad de Belém Do Pará,
en la desembocadura del Amazonas, ciudad fundada por los portugueses en 1616.
La llegada de estos fugitivos expedicionarios motivó después el viaje del
capitán portugués Pedro de Texeira, por todo el Amazonas en contra de la corriente
para luego llegar hasta Quito, cuya presencia preocupó de sobremanera a las
autoridades españolas, pues la oculta
tendencia de los portugueses, y después heredada por los brasileños, fue
ampliar sus dominios hasta las mismas playas del Océano Pacífico.
Sus convicciones culturales permitieron a los Pueblos Indígenas superar las agresiones de las que fueron víctimas, en el marco de una férrea resistencia de su parte. |
En
1637, la sublevación fue en la Selva
Central. Hay que anotar que la penetración en toda la Amazonía tuvo la forma de
una tenaza: los misioneros jesuitas entraron por el norte desde Quito
utilizando las entradas fluviales al Marañón y Amazonas, y los franciscanos
desde Lima alcanzaban el Huallaga y el Ucayali. En este año los Campas
(Asháninkas) urdieron una trampa para crear bajas en los invasores. El cacique
Zampati de Quimiri, invitó a los misioneros franciscanos y a los soldados por
el río Perené; los invitados partieron de Quimiri en dos grupos, uno de ellos
fue atacado el 8 de diciembre (Bernardino Izaguirre –“Historia de las Misiones
Franciscanas...”) matando al P. Jerónimo Jiménez y a sus soldados acompañantes.
El 11 del mismo mes el segundo grupo fue asaltado siendo victimado el misionero
P. Larios y todos los soldados, menos dos que huyeron para contar lo sucedido.
De regreso a Quimiri, Zampati, quemó la iglesia, pero algunos indígenas
conversos mataron al líder campa a garrotazos.
En 1638,
al año siguiente de lo sucedido en la Selva Central, en el norte se sublevaron
los Maynas o Zaparos que dominaban desde siglos el área de los ríos Morona,
Pastaza, Alto Nanay, (familia
lingüística a la que pertenece el sub grupo de los Iquitos). Toda la región del
Morona y el Pastaza se convulsionó. Los Maynas, como se les llamaba en aquellos
años, habían sido reducidos en número de 4,000, en 1619 y llevados a la ciudad
de Borja. “Casi toda la provincia de Maynas se alzó contra los encomenderos. En
una noche mataron a todos los que vivían en esa ciudad”. (Chantre y
Herrera-“Historia de las Misiones de la Compañía de Jesús en el Marañón”).
En 1642,
los Panatahuas del Huallaga atacaron las misiones franciscanas, motivados por
la acusación que hizo un brujo en contra de los españoles, en el sentido de que
ellos eran los culpables de las epidemias mortales producidas en la región.
(Y estaba en lo cierto. Hay que imaginar
qué ideas fantásticas y mágicas especularían los shamanes de aquellos años con
respecto al azote de las epidemias). Los Panatahuas culparon de esa desgracia a
Fr. Juan de San Antonio, quien fue ultimado de un hachazo por los seguidores
del cabecilla Hijuoba; igualmente, causaron la muerte a los soldados guardianes
de la misión de Juan de San Antonio y a varios indígenas conversos.
En 1643, se levantaron nuevamente los Maynas (Zaparos)
extendiéndose el movimiento en una gran área que comprometió a los indígenas
Jeberos. Una de las dificultades para articular un movimiento masivo y general
en toda la Amazonía fue la diferencia de lenguas entre las comunidades
indígenas, que hacía difícil la comunicación interétnica. En algunos casos los
líderes conocían otras lenguas y entonces podían establecer alianzas en contra
de la invasión. Según lo que dice Pedro Mercado en su “Historia de la Provincia
del Nuevo Reino de la Compañía de Jesús”, T. IV p.155/56, uno de los líderes
del movimiento de los Maynas, sabía hablar la lengua de los Jeberos, lo que
facilitó la extensión del levantamiento
En 1645, los Paratoas se sublevan en
contra de los misioneros jesuitas, a quienes los sacerdotes quisieron agregarlos
a San José o Santa María de Guajoya. Este fue un problema permanente en el
período de las misiones. Los jesuitas y
franciscanos obligaron a etnias distintas a vivir en una misma Reducción de
Misiones, para lo cual se organizaban traslados a largas distancias; por
supuesto que a la fuerza. Este mismo
fenómeno se volvió a repetir en posteriores etapas de la República,
cuando los caucheros de finales del siglo diecinueve y comienzos del veinte,
trasladaron a la fuerza grupos étnicos de un lugar a otro, sin considerar la
tradicional y remota permanencia en su propio hábitat.
En 1653 los Jíbaros asaltaron una
expedición que sursaba por el río Santiago,
matando al Maese de Campo Antonio Carreño. Como ésta, hubo infinidad de emboscadas que
se realizaron en diferentes ríos amazónicos contra expediciones de soldados y misioneros
que no han sido registradas y que a través de la investigación quizás se pueda
identificar, unos cuantos de estos hechos incidentales que mantuvieron viva la
rebeldía en toda la región.
En
1659, en el río Huallaga se rebelaron los Cocamas que junto con los Cocamillas
y Omaguas, conforman la Familia Lingüística Tupi Guaraní. Los Cocamas, como las
otras etnias, no podían soportar la invasión cultural y militar de los
extranjeros. Esta rebelión fue importante porque consiguió convocar a otros
grupos étnicos a participar como los Chepeos, logrando grandes contingentes de
rebeldes que pudieron ofrecer resistencia por largo tiempo utilizando la
estrategia de guerrillas por el Marañón y el Huallaga, consiguiendo además la
alianza de Ucayalis y Maparinas. La
rebelión fue dirigida por el cacique Pacaya. Chantre y Herrera afirman que el
misionero P. Francisco Figueroa fue muerto por los Cocamas incorporados a esta
rebelión.
En 1660 los Cocamas se unen a los
Shipibos y atacan las misiones ubicadas a lo largo del Bajo Huallaga. Esta
alianza fue duradera, pues en 1670 atacan a las misiones Panatahua, y en 1698
logra liberarse de la dominación blanca.
En 1664, una gran población indígena
quedó liberada del yugo español. En muchos momentos del transcurso de la dominación
se realizaron independencias de grupos nativos que se desprendieron de las
Reducciones. Una de esta fue la ocasionada por la gran rebelión de los Cocamas
de 1659. Se calcula, según Marcel D áns, que unos 10,000 a 11,000 indígenas
volvieron a organizarse de acuerdo a sus costumbres ancestrales. Igualmente los
Avijiras en número de 3,000 y Oas en un grupo de 3,400 lograron en 1677
organizarse en comunidades fuera del alcance de los conquistadores.
En 1666, en el Nor Oriente Amazónico,
señala el padre Juan Marcos Mercier, basado en Chantre y Herrera, los Avijiras
se levantan y matan al P. Pedro Suárez en una pequeña población arriba de los
ríos Napo y Curaray.
En 1670, nuevamente los Shipibos
aliados con los Shetebos atacan la misión de Panatahua en el río Huallaga.
En 1674, en la selva central se
llevaron a cabo sucesos sangrientos ocasionados por desentendidos e
incomprensión de algunas costumbres que practicaban los caciques de las comunidades
nativas, como por ejemplo la poligamia de éstos, que era aceptada por la misma
comunidad. Resulta que, según lo que da a conocer Bernardino Izaguirre, el
indígena asháninka (Campa) Mangoré vivía con tres mujeres, situación que no
aceptó el misionero P. Izquierdo.
Entonces, el cacique Siquincho, indignado por la amonestación del
sacerdote, ordenó a Mangoré que matara a los misioneros de Pichana, entre ellos
el P. Izquierdo. El 4 de setiembre de ese año Mangoré juntó a su gente y
quemaron la iglesia, no sin antes ultimar al hermano Pinto. Luego Mangoré
partió hacia Quimiri, en el actual Junín. En el camino por el río Perené
mataron al P. Francisco Carrión y al lego Fr. Antonio Cépeda. El 9 de setiembre
llegó a Quimiri con la intención de matar a los misioneros de ese lugar,
principalmente al P. Robles. Un pariente del alzado no estuvo de acuerdo, por
ser un converso, con las acciones de Mangoré, por lo que fue muerto por un
grupo de indígenas conversos, también.
En 1686, los Piros, posiblemente
venidos del Urubamba, atacaron las
Si bien las agresiones desembozadas a los Pueblos Indígenas se han morigerado, continúan siendo víctimas de nuevas modalidades de despojo y desestructuración cultural. |
misiones jesuitas del Huallaga, en cuya incursión murió el P. Francisco Herrera junto con 4 cunibos conversos.
En 1687, 100 asháninkas de San José de Savini abandonaron la misión
internándose en la selva y aislándose de los blancos, según informa el P.
Manuel Biedma en su carta al Comisario General,
13 de abril de 1687. Fueron numerosas las deserciones y abandonos que hicieron
los indígenas de los pueblos misionales, porque no soportaban la imposición de
nuevos estilos de vida, muy distintos a sus formas ancestrales. Algunos se
acercaban a los misioneros atraídos por las herramientas de metal como los serruchos,
martillos, azuelas, clavos, machetes, etc. y una vez en sus manos desaparecían
en las profundidades de la selva.
En 1661, los jesuitas de Maynas
reaccionan contra los Jíbaros y otras etnias. Organizaron una expedición para
cazar a Jíbaros; para ello enrolaron a 60 españoles y 600 indígenas conversos
pero belicosos sacados de las misiones del Marañón y del Ucayali. Los Jíbaros
como buenos guerreros se defendieron muy bien de los secuestradores, pero los
que caían prisioneros eran mandados a las antiguas misiones de Jeberos y
Lagunas. Los Jíbaros por medio de su sistema de guerrillas hicieron fracasar a
la expedición de cazadores de seres humanos.
En 1695, los Conibos parientes de los
Shipibos, se alzan en contra de la manipulación de los misioneros que consistía
en enrolarlos en grupos armados para combatir a los rebeldes Jíbaros del
Marañón. Los Conibos se rebelan y un cacique Conibo mata al misionero Richter
en el Ucayali.
Los misioneros enterados de las
rivalidades que había entre algunas etnias, las utilizaban en su favor para lograr
una fácil dominación, pero este aprovechamiento en algunos casos no dio
resultado, porque las rivalidades tenían causas diferentes, como por ejemplo la
lucha por determinados recursos naturales existentes en diferentes áreas.
En 1698, las autoridades coloniales y
los misioneros indignados por el asesinato del P. Richter, organizaron un
contingente de soldados complementado con un mayor grupo de Shipibos reclutados y marcharon
contra los rebeldes Conibos, quienes sacaron mucha ventaja en la lucha matando
a unos veinte españoles y un centenar de Shipibos. Estos, que no aceptaron de
buena voluntad reprimir a los Conibos, se levantaron, convirtiendo a todo el
Ucayali en un gran escenario bélico (Marcel D´Ans).
En 1704, los Shipibos, grupo de la gran
familia lingüística Pano, ubicados desde épocas inmemoriales en el río Ucayali,
se sublevaron y llegaron a entrar en el Huallaga en donde destruyeron todas las
misiones de este afluente . El P. Jerónimo de los Ríos fue la víctima principal
de esta sublevación que se dio a inicios
del siglo XVIII.
En 1737,
se realizó una célebre rebelión de Asháninkas (Campas). Los Asháninkas,
pertenecientes a la familia lingüística
Arahuaca Pre-Andina (ver cuadro lingüístico), habitantes del Gran Pajonal y de
las orillas de los ríos Apurimac, Ene, Perené, Tambo y Urubamba, lucharon por
su libertad contra los misioneros franciscanos. En la historia de las misiones
franciscanas, de Bernardino Izaguirre, el autor transcribe las palabras
pronunciadas por Torote, cuando en la misión de Socomoro asesinaba a flechazos
al P. Manuel Bajo, quien le preguntó
-
“¿ pues,
Ignacio, por qué nos matáis...?"
Torote respondió:
- “Porque
tú y los tuyos nos estáis matando todos los días con vuestros sermones y
doctrinas, quitándonos nuestra libertad”.
Estas breves palabras del jefe Torote tienen una gran significación que los franciscanos de ese tiempo no pudieron
comprender, en el sentido que cualquier adoctrinamiento impuesto atenta contra
la libertad del que se pretende adoctrinar. Los misioneros no tuvieron
capacidad de comprender que estaban frente a culturas nada más que distintas a
la de ellos, y las calificaron de
“infieles” o de “paganos”, adjetivos con los que justificarían todo el proceso
de evangelización.
1 comentario:
Realmente si todo los peruanos hubiéramos sido nativos quizá no nos hubiéramos dejado esclavizar por que los nativos siguen siendo auténticos,claro de todas maneras teníamos que conocer el desarrollo pero sin dejarnos gobernar por extranjeros que solo buscan lucrarse apoderándose de nuestras riquezas...
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