Gabel Daniel Sotil García
En 1830 los Aguarunas y Huambisas,
pertenecientes a la gran familia lingüística Jíbara, se sublevan en el Alto
Marañón y sus afluentes, Santiago y Morona, el 15 de febrero bajo la jefatura
de Anaconi, cometiendo asaltos en diversos caseríos de colonos mestizos.
En carta del gobernador de Santiago al
gobernador de Misiones, transcrita en la obra “Colección de Leyes, decretos,
resoluciones y otros documentos oficiales referentes al departamento de
Loreto”, tomo IX, páginas 284 – 285, de Larrabure y Correa, se informa sobre
estos desmanes, por lo que la misiva firmada por Benselao Gómez, gobernador de
Santiago, pide el auxilio respectivo al gobernador de Maynas.
A nueve años de jurada la independencia
del Perú en Lima y Moyobamba y sellada después en duras batallas en Maynas
(1822) y en Ayacucho y Junín (1824), los indígenas del Alto Marañón, del Santiago,
Morona, Tigre y Pastaza, no sienten como suyos estos hechos, pues seguían
siendo víctimas ya no de los soldados y misioneros españoles sino de los mismos
peruanos republicanos que invadían territorios indígenas ejerciendo el papel de
colonos patronos, que imponían relaciones de trabajo de tipo feudal, en contra
de la vida libérrima de los indígenas.
La resistencia de la Aguarunía duró más
de 25 años, en los que se van desatando diversos levantamientos, con los que
pudieron desalojar a los blancos de las ciudades de Santiago de las Montañas.
La nación jíbara quiso reconquistar los territorios que le habían pertenecido
desde siglos atrás y que los perdieron con la invasión española, invasión
rechazada desde 1699 cuando destruyeron los poblados de Logroño, Baeza,
Valladolid y Sevilla del Oro. Doscientos años después, en plena República, la
jíbaría seguiría luchando por lo que era de ellos por derecho ancestral.
En 1834 las autoridades de los pueblos
de la región baja informaban constantemente de los hechos que sucedían poniendo
en peligro a Santiago y Borja.
En 1839 Santiago y, principalmente
Borja, sufren los ataques de los Aguarunas y Huambisas. En el mes de febrero de
este año mataron a los ciudadanos José Maldonado y Manuel Rodríguez.
En 1840 los jíbaros reconquistaron toda
la región que les había sido arrebatada durante el siglo XVI. En las luchas por
la reconquista quedaron destruidas por el saqueo Borja, Santa Teresa, Barranca, La Peca y Copalín.
Es por
causa de la destrucción de Borja a manos de los huambisas, que los
colonos Borjeños huyeron aguas abajo del Marañón, llegando a un lugar apacible
llamado en ese tiempo “Caserío de los Iquitos”, a orillas del Amazonas y
rodeado por el Nanay, Itaya y Moronacocha. En donde se asentaron, siendo los forjadores
de la ciudad de Iquitos, cuyos apellidos hasta hoy perduran en muchas familias
de la capital de Loreto. La zona era de la etnia de los Iquitos, quienes, ante
la presencia de los blancos y mestizos venidos de Borja, se retiraron
paulatinamente hasta donde se encuentran en la actualidad en el Alto Nanay y su
afluente el Pintuyacu. Por el año de 1841, el tránsito por el Alto Marañón fue
muy restringido por el peligro latente que implicaba la rebelión jíbara.
En 1843, se realiza otro suceso que
encontramos en la vasta obra de Larrabure y Correa. El curaca Huambisa, Ambushe, ataca el pueblo de Santa Teresa del Alto
Marañón, originando una matanza que provoca una lluvia de informes, oficios y
disposiciones de las autoridades.
La zona del Alto Marañón es lugar de
riqueza aurífera en los lavaderos; a ellos, siempre quisieron ingresar sin
tropiezos los colonos que, en ocasiones,
comerciaban con los mismo huambisas. Ante la resistencia de éstos el negociante
Canuto Acosta los amenazó con la
supuesta llegada de soldados para combatirlos. Ante esta amenaza, Ambushe
ordena una matanza que liquida a 47 personas y ordena también el rapto de
mujeres y niños. Santa Teresa quedó completamente destruida. Cuando llegaron
algunas fuerzas de represión, erróneamente dieron muerte a un grupo de indígenas inocentes, pues los
huambisas ya habían huido.
Pareja Achuar, en la actualidad. Conservan sus valores culturales en base a una dura resistencia a la invasión de que fueran objetos. |
En 1844, se organiza una expedición que
“redescubre” la región, al mando de Manuel Ijurra. A pesar de los peligros para
los extraños a los huambisas, éstos lo arriesgaban todo empujados por la
búsqueda de muchas riquezas, principalmente el oro. El mito que había impulsado
a los españoles del siglo XVI todavía latía en el pensamiento de muchos aventureros.
En 1851, por otro lado, las autoridades
querían “pacificar” la zona. En este año el Sub prefecto de Maynas, Sr. Pablo Ortiz, realiza una expedición al Alto
Marañón y Santiago, para “desalojar” a los Aguarunas y restaurar los pueblos
destruidos de Santiago y Borja, lo cual por cierto fue imposible.
En ese mismo año de 1851, el pueblo de
Barranca se siente amenazado por los huambisas, lo que pone en alerta a las
autoridades de Maynas.
En 1853, nuevamente los huambisas pero,
esta vez aliados con los Muratos del Bajo Pastaza, destruyen los pueblos de
Borja, Santa Teresa, Limón, Barranca, Barranquilla, San Antonio, Santander del
Alto Marañón.
En 1897, para el oficialismo y las
autoridades, el desarrollo de la región del Alto Marañón estaba interrumpido
por los frecuentes ataques de los Aguarunas, Huambisas y Nantipas a los pueblos
de esa zona.
Nada
quedaba de los descendientes directos de los españoles que se asentaron durante
la colonia. Los pocos que quedaron estaban impactados con el síndrome jíbaro.
En 1903, a fines de mayo, los Aguarunas
atacaron el poblado de Nazareth, propiedad de Amadeo Burga, matando a todos los
blancos y mestizos del lugar. Luego, los sediciosos bajaron al Marañón
realizando asaltos en los poblados de Timashto, Pate, Numpa, Chipe, Huabico y
boca del Sinipa. La casa-misión de Huabico fue completamente reducida a
cenizas, siendo asesinados el misionero R.P. Calle y el hermano Fr. Miguel
Elilajolí, el día 4 de junio de ese año.
En 1904, los Aguarunas, ubicados en el
Alto Marañón paran el avance misionero iniciado el año anterior por el P.
Bernabé Calle (Agustino) y el coronel La Rosa. Con esta acción, los Aguarunas demuestran
una vez más su decisión de seguir luchando por su libertad en el Alto Marañón,
lugar en donde los comerciantes cometían muchas arbitrariedades en el
intercambio, pues eran ellos quienes les
proveían de armas de fuego.
Santa María de Nieva, en la actualidad. Una de las primeras ciudades fundadas por el avance conquistador colonial, dentro del territorio jíbaro. |
Una referencia especial debemos hacer a
Samarén, un Huambisa perdido en la leyenda, quien a comienzos del siglo XX,
destacó como gran jefe de jefes, cuyo accionar se pierde en la bruma del tiempo
en pleno período de explotación cauchera.
De Samarén se ha difundido a través de
la oralidad muchas historias siempre superlativas, en el sentido de que fue un
cacique excepcional por su carisma, por sus habilidades guerreras, de gran boga
y cazador. Se ha dicho que fue un indígena con sangre de raza blanca, derivada
de los raptos que sus antepasados realizaban en los pueblos españoles.
Otros le han dado el título de defensor
de los territorios indígenas contra la penetración de los buscadores de oro y
extractores de caucho; otros, como defensor de la frontera contra las
incursiones de soldados ecuatorianos, difundiéndose el suceso de haber sido
detenido por dichos soldados invasores,
cuando éste trataba de repelerlos. Samarén fue obligado a besar la bandera del
Ecuador y renegar contra el Perú, pero el gran jefe Huambisa se negó como
peruano, por lo que fue martirizado por la soldadesca hasta quitarle la vida.
Otros cuentan que la muerte del gran
jefe Samarén, se debió a una emboscada organizada por indígenas Aguarunas, para
evitar que el guerrero se llevara a Mirena, una hermosa mujer de dicha etnia.
Como todo personaje que se pierde en la
leyenda, es motivación para la creación literaria, como el famoso canto que el
escritor Rómulo Paredes dedicó a Samarén, ese gran jefe Huambisa.
Miembros de la etnia Achuar, integrante de la Jibaría, conjuntamente con los wampis, awajún, jíbaro, kandozi, shapra. |
Consideramos interesante incluir
fragmentos del artículo que publicó la revista “Amazónica” (marzo - abril 1992)
del escritor amazónico Luis Hernán Ramírez: “Rómulo Paredes: La Crónica, Costumbrista
y el Poema de Protesta”, en el que se informa sobre el canto a Samarén.
Refiriéndose en primer lugar al
escritor Rómulo Paredes Ramírez, dice que en 1906 llegó a Iquitos para hacerse
cargo en la judicatura (Juez de Primera Instancia) y permaneció en la ciudad
durante 14 años, durante los cuales ejerció el periodismo compenetrándose en la
problemática amazónica, por lo que en 1911 Rómulo Paredes, en su calidad de
Juez de Iquitos, asumió el amparo jurídico de los derechos humanos de los
nativos boras y huitotos del Putumayo y realizó una visita a esa zona a raíz de
la campaña internacional de acusación y denuncia por los crímenes y abusos
imputados a Julio C. Arana y a la Peruvian Amazon Rubber Co. El informe de
Paredes sobre este sonado caso – un legajo de 300 páginas – dio lugar a 237
detenciones (suceso histórico del que nos ocuparemos más adelante).
En el párrafo que dedica a Rómulo
Paredes, como inspirado autor lírico, dice lo siguiente: “...El canto a Samarén
de Rómulo Paredes pone de manifiesto la visión de una selva grande y generosa,
sin el oprobio de la explotación ni el crimen, dos estigmas que marcan la
presencia del blanco en la selva durante el período cauchero :
Samarén, querido jefe,
distinguido compatriota,
Samarén, amo del bosque,
Samarén: escucha y llora.
Egoístas y ambiciosos, medio siglo
hemos perdido
y un ideal sólo ha movido nuestros
duros corazones,
un ideal: el de la goma;
Y en pos de ella hemos bregado con
tesón y con bravura,
escribiendo en cada sitio una acción
grande y hermosa
pero el crimen, siempre el crimen,
malogró esas odiseas
y
la leche blanca y pura, la volvimos sangre roja.
Samarén amo del bosque,
Samarén: suspira y llora.
Nunca vengas, nunca bajes ese río
traicionero,
siempre sean estas tierras, para ti,
tierras ignotas
a las cuales la calumnia, el más vil
mercantilismo,
las injurias y la holganza fuertemente
las azota.
¿Qué hallarías si vinieras? Hallarías
otra tribu
inferior a la que guías, tribu
hipócrita y de idiotas,
sin moral y sin conciencia, imitando solamente
de los pueblos superiores, las maldades
y las ropas.
Líneas abajo se lee:
El gobierno de tus flechas que domine
las bajezas,
el gobierno poderoso de tus brazos que
se imponga,
y así habría patria buena, patria
grande;
así habría paz, trabajo y progreso y
reformas;
Evidencias de la presencia milenaria de los pueblos de la nación Jíbaro. Restos arquelógicos del sitio La Luna, río Morona. |
sólo así se alzará hermosa, sobre el
gran montón de ruinas
y desastres y despojos, la esperada y
nueva aurora”.
Como vemos, Samarén es un símbolo
perdido en la leyenda reciente del siglo XX, que representa la conciencia colectiva
del pueblo amazónico, dispuesto permanentemente a luchar contra toda invasión
de cualquier índole que afecte los genuinos intereses de la región.
Es
necesario que revaluemos positivamente a los grupos Aguaruna, Huambisa, Murato,
de la familia lingüística Jíbaro, por su lucha librada desde el inicio de la
invasión europea del siglo XVI hasta el período de la República, incluidos los
primeros años del siglo XX, defendiendo terca y valerosamente, como los demás
Pueblos Nativos, su patrimonio territorial heredado de sus remotos antepasados.
Esto debe llevarnos a repensar la búsqueda de una integración bajo normas
estrictamente democráticas interindividuales e interculturales, de mutuo
respeto de las diferencias culturales.
Nota. Artículo extraído de: "Panorama histórico de la Amazonia Peruana, una visión desde la Amazonía", H. Morey A. y G. Sotil G. Iquitos, 2000.
1 comentario:
Hermosa historia.
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