Gabel Daniel Sotil García
LA REBELION DE JUAN SANTOS ATAHUALPA
JUAN SANTOS ATAHUALPA encabezó todo un movimiento mesiánico indigenista en la Selva Central. Foto: UNISCJSA |
Doscientos años después de la entrada
de Orellana al río Amazonas, el proceso
de imposición cultural en la Amazonía se había llevado a cabo con muchas
dificultades y en medio de epidemias mortales, levantamientos y sublevaciones
indígenas en todas las zonas cruzadas por los principales ríos del llano.
Hubo
notables excepciones en aquéllos que
asimilaron de una y otra forma positiva los postulados cristianos. Una de estas
personas fue Juan Santos Atahualpa, el cusqueño (su origen más probable) que
fue educado por sacerdotes jesuitas y que luego pudo viajar a España y también
a Angola (Africa), acumulando una gran experiencia que le sirvió para elaborar
una doctrina política en la que planteó la restauración del Incario pero bajo
la égida de los valores cristianos. Esta concepción utópica, mesiánica e indigenista
fue comprendida por miles de indígenas de la Selva Central, en donde comenzó la
gran resistencia contra el dominio español durante mas de diez años, contando
con la participación de más de 10,000 hombres pertenecientes a las etnias Piro,
Amuesha, Asháninkas, Mochobo y Cunibo, de las
zonas del Gran Pajonal, Perené, Cerro de la Sal, Nijándaris y Quimiri,
cuyo centro de operaciones fue Chanchamayo en su primer momento.
Juan
Santos Atahualpa con su ejército comenzó una primera fase de resistencia
pacífica, tratando de convencer a los misioneros franciscanos que su lucha era
contra la dominación militar y no contra ellos, ya que el líder proponía que
los misioneros de su futuro estado serían de origen indígena y los misioneros
que aceptaran los planteamientos políticos de Juan Santos podían quedarse y los
otros que no, podían volver a España; asimismo,
planteó que los negros volvieran a sus territorios africanos.
Pero
la actitud pacífica de Juan Santos no
pudo durar mucho tiempo. Ese mismo año del inicio del movimiento, 1742, un
misionero franciscano mandó azotar a un curaca partidario de Juan Santos. Los
militantes del movimiento en venganza masacraron al misionero y a los
encargados del azotamiento. Este hecho llegó hasta las autoridades de alto
nivel colonial, por lo que se mandó un contingente armado para combatir a los
rebeldes. La milicia española, con muchos esfuerzos, llegó hasta Chanchamayo,
pero ya se habían escondido en la espesura de los bosques. El contingente
militar español volvió a su lugar de origen
vencido no por el encuentro bélico con el enemigo sino por la hostilidad
de la naturaleza selvática.
En 1743
la campaña comenzó a tomar un nuevo giro, pasando de la lucha pacífica a la
lucha armada, en el momento en que se sumaban grandes cantidades de poblados de
la selva central así como un gran número de Comunidades de la Sierra. El temor
de las autoridades coloniales aumentaba, pues la Selva Central tenía sus caminos hacia la
costa que los nativos conocían muy bien. El virrey Villagarcía mandó una
expedición que logró entrar a la ceja de selva y allí construyó un fuerte en la
localidad de Quimiri, muy cercana a la
actual ciudad de La Merced. El jefe de la expedición, el capitán Bártoli, después
de terminar la construcción del Fuerte, dejó en éste un contingente de 80
hombres y 8 piezas de artillería, regresando el grueso de la expedición a Lima . Entonces, una multitud de indígenas al mando de Juan Santos, comenzó
a asediar el Fuerte sitiándolo por mucho tiempo, para doblegar por cansancio y
falta de alimentos a los soldados españoles. Juan Santos hizo todo lo que pudo
diplomáticamente de proponerle una rendición honrosa al capitán Bártoli, pero
la disciplina militar se sobrepuso a las privaciones que producía el asedio.
Una noche oscura y sin luna, salieron del Fuerte en plan de huida, pero fueron
emboscados por los rebeldes, y eliminado todo el contingente en el interior de
la floresta.
El
Virrey Villagarcía fue reemplazado por José Manso de Velasco en el año de 1745.
Este nuevo Virrey se enfrentó enérgicamente
en contra de la situación creada por los rebeldes de Juan Santos Atahualpa,
organizando una tropa bien adiestrada y armada que se dirigió a la zona rebelde
en dos columnas de 500 hombres cada una. Las crónicas que hacen referencia a
este hecho, informan que fue todo un calvario y martirio lo que experimentaron
los soldados de Manso de Velasco, pues en su recorrido forzado no vieron a
ningún indígena que se les enfrentara, perdiendo en la manigua pertrechos y
mulas y, sobre todo, vidas humanas. La táctica de los hombres de Juan Santos
daba resultados. Entonces el Virrey ordenó una lucha defensiva, estableciendo
una frontera en Chanchamayo y Oxapampa con fortines vigías.
El
éxito de los rebeldes de la Selva Central motivó en los pueblos indígenas tanto
de la costa como de la sierra la organización de levantamientos que pusieron en
grave aprieto la estabilidad del poder colonial, porque en todo el resto del
siglo XVIII se realizaron numerosos levantamientos, como aquel peligroso de
Huarochirí, cerca de Lima, en 1750, que fue reprimido y sus líderes
ajusticiados en la Plaza de Armas de la Ciudad de los Reyes. Una cadena de
sublevaciones llegaría hasta la gran rebelión de Tupac Amaru, en 1780.
En
1752, posiblemente motivado por el ambiente generalizado de reivindicaciones,
Juan Santos pasó a la ofensiva, organizando un ejército de indígenas con el
cual marchó hacia la sierra, tomando y ocupando el pueblo de Andamarca. Con
esta acción el rebelde pensó que se motivaría una sublevación en toda la sierra
central del Perú. En Tarma, en Lima y en todo el Perú hubo pánico en las altas
esferas del poder colonial, pero inexplicablemente, Juan Santos Atahualpa dejó
Andamarca, retirándose con su ejército hacia las profundidades de la selva.
Hasta ahora nadie se explica este comportamiento del gran líder amazónico. Pero
se puede suponer que Juan Santos se dio cuenta que el momento y las condiciones
no estaban dadas para que una rebelión se transformara en una gran revolución.
Durante
muchos años los españoles conservaron el temor de que de un momento a otro Juan
Santos apareciera en el gran escenario de la selva central, a la que liberó del
dominio español durante más de una década, desde 1742 a 1753.
Todos los sucesos relacionados con su muerte se desconocen. Se han señalado
algunas fechas, pero no pasan de ser suposiciones.
Pero su desaparición física no interesa
tanto como la tradición permanente que la oralidad ha conservado en las
naciones étnicas de la selva central, al describir que Juan Santos Atahualpa,
se elevó a las alturas en medio de una nube luminosa, pero que de allí tendrá
que volver algún día para seguir con su movimiento rebelde aún inacabado.
Años después, en 1766, otro líder
indígena Runcato, alzará a los shetebos, shipibos y cunibos, rebelión que se
extenderá por todo el Alto Ucayali.
En 1744 ocurrieron muchas muertes a
manos de los seguidores de Juan Santos Atahualpa, en el sur oriente en
Amaybamba y Quillabamba, en el actual departamento del Cusco, cuya dirigencia
estaba al mando de Cosme Bueno. Todos los pueblos a orillas del río Urubamba
fueron convulsionados por la gran rebelión que mantuvo a toda la Selva Central
como territorio libre, fuera del alcance
de las autoridades coloniales.
En 1766, las misiones franciscanas del
Ucayali, en la zona de Manoa, fueron atacadas por rebeldes indígenas Cashibos.
En los ataques murieron quince religiosos.
Los cashibos que ocupaban con
diferentes comunidades las vastas llanuras que se extienden al norte y al este
de la cuenca del Pachitea, llamadas Pampas del Sacramento, atacaron las
misiones de esa zona victimando a religiosos y a indígenas conversos.
En este mismo año, animada por el líder
indígena Runcato, hay una rebelión de Shetebos, Shipibos y Cunibos por todo el
Alto Ucayali (Izaguirre: Hist. De las misiones franciscanas).
En 1809, los Jeberos, pertenecientes a
la familia lingüística Cahuapana, ubicados en el distrito de Jeberos, hoy en la
provincia del Alto Amazonas, aprovechando de las rencillas entre los misioneros
y el gobernador de Maynas, los indígenas, según se dijo, inducidos por el
Obispo, tomaron el cuartel general de la tropa, mataron al comandante e
hirieron a algunos soldados. El gobernador fue maltratado en el pueblo de La
Laguna y huyó a la frontera con Portugal.
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