El avance indetenible de la deforestación para para satisfacer la voracidad de los grandes capitales. Sembrío de palma aceitera. |
Infelizmente
esta actividad tan anti amazónica se viene incrementando indeteniblemente, pese
a las declaraciones de las autoridades responsables de la defensa de nuestro
ambiente, para satisfacer voracidades insaciables de personas y empresas que quieren hacer de nuestro bosque la fuente
de su enriquecimiento, sin importarles las consecuencias geo-ecológicas y
socio-culturales para la vida y las culturas de nuestra región.
Las
cifras de depredación forestal, que cada cierto tiempo nos hacen conocer los
organismos concernidos, son realmente conmocionantes, sobrecogedoras, por la
magnitud de la destrucción que ellas implican. Aunque parece que este impacto
no llega a los profesionales cuyo campo de acción tiene que ver con los
diversos aspectos de nuestro bosque, pues su sonoro silencio en las fuentes de
información social de nuestra ciudad y región no revela sino eso.
Por
ello considero que, con fines pedagógicos, y aceptando mis grandes limitaciones
al respecto, para la población en general, hablemos de esta agresión, que
parece no tener fin en nuestra región, pero sí muchos cómplices.
La voracidad de los extractores de oro es la causante de las agresiones que sufre el bosque amazónico. Quebrada de Guacamayo en Madre de Dios |
La
deforestación es el fenómeno que se produce por la tala o corte
indiscriminado, irracional, de la
vegetación de un lugar.
Pero,
allí no queda la cosa, pues al cortarse los árboles, se quita la protección al
suelo y las fuertes, torrenciales, lluvias arrastran los nutrientes, haciendo
que el suelo se defertilice, es decir, se empobrezca rápidamente,
brindando muy pocas cosechas buenas para el caso de uso agrícola. Por lo tanto,
la agricultura en limpio (cortando árboles), así como la ganadería extensiva
(pastoreo libre), que requieren deforestar grandes extensiones de bosque,
finalmente impactan en forma negativa en nuestra región, originando el llamado
fenómeno de la desertificación o desertización (conversión del bosque en
desierto). Fenómeno que ya está predicho, como ineludible, en los modelos de
simulación elaborados para el caso de seguir incrementándose la deforestación:
en pocos años la Amazonía no será más tal, sino un extenso desierto verde-gris.
Otra muestra de la inconsciencia frente a nuestro bosque maravilloso. Defo- restación en el Shanusi. |
Entonces, queda claro que, cuando
deforestamos un área de bosque, atentamos contra la fertilidad del suelo de
dicha área; pero, eso no es todo. También
propiciamos la erosión del suelo, facilitando con ello la colmatación o llenado del lecho de los ríos con la tierra
llevada por las aguas de las lluvias, sobre todo cuando se tala en los declives
de las colinas adyacentes a los ríos y cochas, que, a su vez, va a producir
mayores alagamientos o inundaciones, alteraciones del hábitat de los animales,
pérdida de potencial turístico, recreacional y cuanto hoy es característico de
“esta maravilla natural”, que no estamos aprendiendo a conocer y ni cuidar.
Pero, además, la deforestación es
negativa porque implica la destrucción de la diversidad natural del bosque, es
decir que nuestro bosque amazónico, que hoy está conformado por diversas especies de plantas
que se protegen mutuamente contra el ataque de plagas y diversidad de formas de
vida, simple y llanamente queda destruida. Por ello es que no es nada coherente
con las características de nuestro bosque el desarrollo extenso de actividades
de monocultivo.
Es decir, que cuando deforestamos,
destruimos esta diversidad que, muy difícilmente lograremos reproducir, aun con
el programa más exigente de reforestación. Es decir que el bosque inicial que
destruimos, ya no podremos restituirlo en sus condiciones originarias.
Deforestación para hacer pastizales en Alto Amazonas. Tan dañina como la extracción de petróleo, gas, madera, etc. cuando se hace sin tener en cuenta sus consecuencias. |
Las
implicancias destructivas de la deforestación, son pues catastróficas para
nuestra Amazonía y sorprende que hasta el momento no se enfatice programas de reforestación,
pese a reconocerse la existencia de varios millones de hectáreas deforestadas y
todo un proceso agresivo de actividades extractivas, cuyas repercusiones se
evidenciarán en mayor destrucción del bosque.
Por todo
ello es que se hace perentorio incorporar la educación forestal en el
desarrollo curricular del proceso educativo formal de nuestra región; dándole
características concordantes con la gravedad de nuestra situación, con lo cual
formaríamos a las futuras generaciones con un equipamiento psicológico apto
para la defensa y conservación de nuestro prodigioso bosque.
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