12 de febrero
de 1542
Prof. Gabel Daniel Sotil García
La enseñanza de la Historia de una sociedad, país o
región, puede ser abordada desde muy diferentes perspectivas.
Hasta el presente, nuestra historia regional ha sido
abordada desde la perspectiva de quienes tenían el poder para tomar dicha
decisión: la cultura que se hizo del poder político y económico a través de sus
miembros ubicados en las cúpulas sociales, culturales, administrativas,
económicas, etc.
Como consecuencia de ella, se nos viene presentando
una historia sin protagonismo de los pueblos que fueran sojuzgados por diversos
mecanismos.
Como si dichos pueblos no hubieran construido nada
valioso hasta la llegada de los conquistadores.
Un caso emblemático lo tenemos en el denominado “descubrimiento del Amazonas”, que en
los momentos actuales es un conocimiento inamovible en el imaginario social;
acontecimiento que, en la poca historia regional que se enseña en las
instituciones educativas, se relata con la convicción de haber sido real.
Sin embargo, debemos tener en cuenta que cuando el
conquistador europeo llega a nuestra Amazonía, ya había muy diversos pueblos
milenariamente ocupando toda la extensa cuenca de la que hoy conocemos como Amazónica.
Por la forma de ocupación territorial, los ríos, las
cochas, los lugares, los animales, las plantas, etc. tenían un nombre en el
idioma predominante del lugar.
Los Omaguas, los Kukamas, etc. designaban al gran río
que les servía de vía de comunicación con el nombre de Paranaguasú, término
proveniente de la gran familia lingüística Tupi-guaraní, al que pertenecían
dichas culturas. Hasta hoy subsiste este término en su respectivo idioma.
Dicho término podría ser traducido como “El gran río”
(Paraná=río; guasú=grande), que expresaba el reconocimiento de dichos pueblos a
la grandiosidad de este río.
Pero también tenía otros nombres: Paranatinga (Río Blanco), Tungurahua
(Rey de las aguas), Parón Euá (Madre
de las aguas) en otros sectores de su recorrido. (*)
(No olvidemos que los brasileros denominan Marañón al Amazonas peruano, Solimoes, hasta el río Negro y, desde
allí, recién se lo llama Amazonas).
Ahora bien, estos nombres originarios, dados por los
pueblos indígenas, de acuerdo con su cultura, no fueron reconocidos por los
españoles quienes, con el prejuicio de que todo lo creado por dichos pueblos no
merecía ser reconocido como cultura, optaron por desconocer dichas
designaciones y asignaron los nombres que ellos consideraban con valor
cultural. Es así como nuestro Paranaguasú
originario cambió, años después de ser descubierto por la expedición de Dn.
Francisco de Orellana, por el nombre Amazonas.
Es decir, y en esto debemos estar claros, que lo que
se descubrió para los ojos de los conquistadores europeos, fue el PARANAGUASÚ,
que era el río que interconectaba a todos los pueblos de la gran nación Omagua
con cuyos hermanos, los Kukama-kukamiria, lo navegaban para dinamizar sus
interrelaciones y concretar sus intercambios culturales.
El nombre de Amazonas
fue dado algunos años después, a partir de unos relatos que Fray Gaspar de
Carvajal, cronista de la expedición de Orellana, consignara en las crónicas del
viaje que hicieran desde el río Coca, en lo que hoy es Ecuador, bajaran por el
río que hoy conocemos como Napo hasta encontrarse con la magnificencia del río
Paranaguasú, cuyo nombre no se le quiso reconocer por los conquistadores.
(*)
Ref. : EL OMAGUA, suplemento estudiantil de Kanatari, Año I, 28-10-90, No. 2.
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