Reflexiones
sobre nuestro ambiente
Prof.
Gabel Daniel Sotil García
Un componente de nuestra realidad que
muy poco a poco se está haciendo presente en nuestras preocupaciones sociales
es nuestro ambiente. Las decisiones de política de los sectores respectivos y
la educación que desarrollamos en
nuestra región, no dan mayor
importancia al conocimiento de nuestro
bosque y menos al desarrollo de actitudes que favorezcan comportamientos
positivos, pertinentes a su defensa y preservación.
Hoy en día, y por los efectos de
nuestra actuación individual y social, sabemos lo frágil y vulnerable que es,
así como también lo desastroso que puede ser para toda nuestra especie y todas
las especies, si no nos esmeramos en el establecimiento de adecuadas,
racionales, relaciones con nuestro bosque.
Por ello es necesario que brindemos la
mayor atención posible a su conocimiento,
comprensión y preservación,
dedicándole un especial esfuerzo reflexivo para instalar en cada uno de
nosotros el equipamiento psicológico apropiado a su revaloración, que se
exprese en una actuación individual y social que impida su destrucción, pues,
como bien sabemos, el fenómeno del calentamiento global y el consecuente cambio
climático a nivel planetario son las más graves consecuencias de la depredación
de nuestro bosque.
Es en este sentido que deseamos
compartir algunas de nuestras reflexiones respecto a este tema, de la mayor
importancia para nosotros los amazónicos.
Es necesario que partamos del
reconocimiento de que toda comunidad establece una intensa dinámica de
relaciones con su entorno ambiental. Es
todo un universo de interrelaciones que se establece entre ambos componentes,
generado por una serie de factores, del
cual depende la forma en que los seres humanos perciben y actúan sobre su
ambiente.
En el caso de nuestra región, podemos
afirmar que nuestro ambiente no ha sido percibido siempre de la misma forma:
los conceptos, los valores y actitudes, los
instrumentos han venido variando y, por lo tanto, nuestra actuación
respecto al mismo ha variado en consonancia con tales elementos psicológicos.
Podríamos decir que, hasta este
momento del devenir de nuestra historia, hemos pasado por dos momentos
claramente distinguibles en cuanto al equipamiento psicológico con el cual hemos percibido y actuado frente a nuestro
ambiente.
Un primer momento
correspondería a la época en que los Pueblos Indígenas originarios tuvieron
plena autonomía conceptual y comportamental frente a su ambiente. En términos
generales podríamos caracterizar a este período como de una relación armónica, respetuosa, de
equilibrio racional entre el pueblo y su ambiente. Período extenso,
multimilenario, durante el cual el grupo humano percibe reverencialmente a su
entorno, asignándole un carácter sagrado, que posibilitó una práctica de uso de sus recursos dentro de lo
que hoy venimos denominando el Desarrollo Sostenible.
Un segundo momento podríamos
ubicarlo a partir de la denominada conquista o invasión al complejo cultural
nativo, período en el cual los pueblos originarios ven interferidos y alterados
sus valores, actitudes y formas de actuar primigenios por la imposición de
todo un equipamiento psicológico agresivo, destructivo, conflictuante e
irracional respecto al ambiente invadido y, por lo tanto, minusvalorado y
carente de significado. Este período, de casi quinientos años, viene teniendo
como secuela un proceso depredante tanto de las culturas de los pueblos nativos
como del ambiente mismo, en el marco de
una profunda tergiversación de las milenarias relaciones armoniosas.
Podríamos tomar como referente cronológico del inicio de este período el 1542,
año a partir del cual se inicia la
presencia de la cultura europea en el ámbito amazónico, y que tiene su
expresión más contundente y destructiva en el sistema o modelo
extractivo-mercantilista de carácter exportador, que hasta hoy signa nuestra
actividad económica, como consecuencia de percibir a nuestro bosque y cada uno
de sus componentes como una simple mercancía, pasible de ser aprovechada hasta
su destrucción.
Sin embargo, a los anteriores
podríamos agregar un tercer período, que necesitamos construir
socialmente, para lo cual se requiere de la participación consciente,
racional, comprometida de las nuevas generaciones, para superar las actuales
condiciones en que nos encontramos en relación al bosque amazónico. Este
período, que bien podríamos llamar de reencuentro feliz con nuestro ambiente
o de relaciones racionales, es el
que debemos construir responsablemente para promover, a nivel social, una nueva percepción y
actuación frente a NUESTRO AMBIENTE; en la medida en que venimos tomando
conciencia de que cuanto mejor es
nuestro ambiente, es mejor nuestra vida
social e individual.
Es decir, a mayor
calidad de ambiente, mayor calidad de nuestra vida. Y mayor calidad de ambiente
quiere decir aire más puro, sin polvos pululantes, sin humos ni ruidos
destructores; quiere decir agua limpia, sin impurezas, segura para nuestra
salud; quiere decir calles sin basura, sin excretas, sin malos olores; quiere
decir árboles frondosos, respetados, llenos de vida, albergues de las
avecillas, con frutos respetados hasta su maduración, bien ubicados en las
calles, bien podados; quiere decir pajaritos silvestres bien protegidos, cuyos
nidos son respetados, cuyos trinos son escuchados y disfrutados; quiere decir
ríos, cochas y quebradas con aguas que dan vida a los peces, a las plantas, a
los animales; quiere decir uso racional y pleno de nuestros recursos, en el marco
doctrinal del Desarrollo Sostenible.
Mayor calidad de ambiente, entonces, quiere decir muchas cosas que los humanos debemos
aprender a lograr a partir de una adecuada formación, que debemos lograr en el
marco de una educación forestal pertinente.
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