Local escolar en la ribera de los ríos amazónicos Foto del autor |
Prof. GABEL DANIEL SOTIL GARCÍA, FCEH -UNAP
LA ESCUELA ESMERALDA
Como producto de ello, nuestros alumnos alcanzan su superación sintiéndose superiores porque aprenden las reglas de tránsito en donde no hay vehículos motorizados, conocen historias de príncipes y princesas en castillos misteriosos, entonan cantos a objetos desconocidos, aprenden a leer en libros con palabras extrañas que tienen que memorizar sin comprender, hacen adivinanzas referidas a objetos de los cuales tal vez nunca tendrán una experiencia directa.
Es que ella, la Escuela, viene siendo considerada un elemento ornamental, antes que funcional, en cada Comunidad. Funcionando en diversas realidades, no establece nexos vitales con ellas. Impermeable respecto a la problemática local, funciona indiferente a las necesidades de todo tipo que hay en todas y cada una de las Comunidades. Es ella una Escuela Esmeralda.
Como tal, ella es un producto de una antigua concepción preciosista de la educación, nacida en los albores de la Época Colonial de nuestro país, a partir de la cual se inició la imposición de modelos extraños, pero concebidos como superiores, en nuestro quehacer educacional nacional.
Traída por la cultura dominante y generalizada vía mecanismos político - administrativos, ha tenido en las ciudades amazónicas los focos de irradiación más eficaces, tanto que hoy es ésta la concepción que predomina en la praxis pedagógica de la Región.
Su rigidez funcional, su carácter depredatorio de las culturas regionales, su indiferencia frente a la riqueza ecológica y problemas socio-culturales de la comunidad, son las características más evidentes de esta Escuela Esmeralda. Pero, además, ella viene actuando como el terminal de un inmenso, pero invisible, ducto a través del cual las ciudades selváticas succionan la riqueza del campo, induciendo en los niños y jóvenes ribereños pseudo expectativas de modernidad que terminan trocándose en crudas realidades en los asentamientos urbano - marginales, que no son sino los escenarios en donde el migrante rural pierde su identidad para asumir un mundo cultural con valores distintos y contradictorios.
Típico local escolar en la zona rural amazónica. Foto del autor. |
Con ello, el despoblamiento del campo, la disminución de la producción, el hacinamiento, la promiscuidad, los problemas psico-sociales, etc.
Si bien es cierto que no podemos, y no debemos, culpar exclusivamente a la Escuela de estas consecuencias, tampoco debemos dejar de asignarle una importancia significativa como elemento condicionante.
¿Cómo aceptar en la Selva, nuestra Selva, una Escuela en donde uno de los grandes ausentes es el Bosque, en donde no hay historia regional y en donde se ignora el patrimonio cultural nativo?
¿Una escuela que ignora los problemas de salud, de alimentación, de organización, etc. de su comunidad?. ¿Una escuela que no contribuye a elevar los niveles de conciencia de los problemas que afectan a los pobladores?, ¿ que restringe su acción a sólo las necesidades cognoscitivas de sus alumnos?
No. En la Selva se necesita una Escuela que sea parte del Bosque. Por cierto que no de la denotación física del bosque, sino de la connotación cultural que tiene el bosque en esta realidad. Se necesita una Escuela que sea el fruto del esfuerzo creador que está adormilado en nuestras comunidades. Adormecimiento, precisamente, producido por la actual Escuela, esa Escuela Esmeralda que tan linda se la ve en muchos poblados, pero que tan indiferente y distante se muestra respecto a los mismos.
(*) Ver bibliografía del autor.